Vexílla Regis

Vexílla Regis
MIENTRAS EL MUNDO GIRA, LA CRUZ PERMANECE

LOS QUE APOYAN EL ABORTO PUDIERON NACER

LOS QUE APOYAN EL ABORTO PUDIERON NACER
NO AL ABORTO. ELLOS NO TIENEN LA CULPA DE QUE NO LUCHASTEIS CONTRA VUESTRA CONCUPISCENCIA

NO QUEREMOS QUE SE ACABE LA RELIGIÓN

NO QUEREMOS QUE SE ACABE LA RELIGIÓN
No hay forma de vivir sin Dios.

ORGULLOSAMENTE HISPANOHABLANTES

ORGULLOSAMENTE HISPANOHABLANTES

domingo, 17 de mayo de 2009

LUTERO, ¡NO Y NO!

Como celebramos los 50 años de la publicación de la obra "Revolución y Contra Revolución", del abogado, escritor y líder católico brasileño Plinio Correa de Oliveira (1908 - 1995), les presento uno de los artículos que este caballero de la Virgen de Fátima redactó en el diario Folha de Sao Paulo (Hoja de San Pablo). En esta editorial, Correa critica que Juan Pablo II haya viajado a visitar la tumba del maldito Martín Lutero (sabiendo que éste último blasfemó contra Yahveh Sebahot, Jesucristo Nuestro Señor, el Espíritu Santo, la Santísima Virgen María, la Real y Verdadera Presencia de Nuestro Señor Jesucristo en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad el Santísimo Sacaramento del Altar; y contra el Papado). Sin más preámbulo, leamos atentamente:
  

Plinio Correa de Oliveira (1908- 1995)
LUTERO, ¡NO Y NO!

Plinio Corrêa de Oliveira (*)

En 1974 tuve la honra de ser el primer firmante de un manifiesto publicado en algunos de los principales diarios de Bra­sil y reproducido en casi todas las nacio­nes donde existían las TFP, que eran once a la sazón.

En éste las entidades declaraban su respetuoso desacuerdo con la Ostpolitik conducida por Pablo VI y exponían sus razones pormenorizadamente. Sea dicho de paso que todo fue expresado de una manera tan ortodoxa, que nadie levantó ninguna objeción al respecto.

Para resumir al mismo tiempo, en una sola frase, toda la veneración y firmeza con la que declaraban su resistencia a la Ostpolitik vaticana, las TFP decían al Pon­tífice: “Nuestra alma es vuestra, nuestra vida es vuestra. Mandadnos lo que que­ráis. Sólo no nos mandéis que nos cruce­mos de brazos ante el lobo rojo que arre­mete. A esto nuestra conciencia se opo­ne.”

Me acordé de esta frase con especial tristeza al leer la carta escrita por Juan Pablo II al cardenal Willebrands (cfr. “L'Osservatore Romano”, 6-11-1983), a pro­pósito del quingentésimo aniversario del nacimiento de Martin Lutero, y firmada el 31 de octubre p. p., fecha del primer acto de rebelión del heresiarca en la iglesia del castillo de Wittenberg. Ella está tan llena de benevolencia y amenidad, que me pre­gunté si el augusto firmante se había olvidado de las terribles blasfemias que el fraile apóstata lanzó contra Dios, Cristo Jesús, Hijo de Dios; el Santísimo Sacra­mento, la Virgen María y el propio Papa­do.

Lo cierto es que él no las ignora, pues están al alcance de cualquier católico cul­to, en libros de buen quilate que todavía no se han hecho difíciles de obtener.

Tengo en mente dos de ellos. Uno es nacional: “La Iglesia, la Reforma y la Civi­lización”, del gran jesuita P. Leonel Fran­ca. El silencio eclesiástico oficial va dejan­do caer el polvo del tiempo sobre el libro y su autor.

El otro libro es de uno de los más conocidos historiadores franceses de este siglo: Funck-Brentano, miembro del Insti­tuto de Francia. Este autor, por más se­ñas, es protestante.

Comencemos citando trechos recogi­dos en “Luther”, obra de este último (Grasset, París, 1934, séptima edición, 352 páginas). Vamos directamente a esta blasfemia sin nombre: “Cristo —dice Lute­ro— cometió adulterio por primera vez con la mujer de la fuente de quien nos habla San Juan. ¿No se murmuraba en torno a El: "¿Qué hizo, entonces, con ella?"? Después, con Magdalena; ense­guida, con la mujer adúltera, que El absol­vió tan livianamente. Así, Cristo, tan piadoso, también tuvo que fornicar antes de morir” (“Propos de table”, núm. 1472, ed. de Weimar II, 107 - cfr. op. cit., pág. 235).

Leído esto, no nos sorprende que Lute­ro piense —como apunta Funck-Brenta­no— que “ciertamente Dios es grande y poderoso, bueno y misericordioso (...), pero estúpido —"Deus est stultissimus" ­("Propos de table", núm. 963, ed. de Weimar, I, 478). Es un tirano. Moisés procedía, movido por su voluntad, como su lugarteniente, como verdugo que nadie superó, ni aún igualó, en asustar, aterrori­zar y martirizar al pobre mundo” (op. cit., pág. 230).

Esto es estrictamente coherente con esta otra blasfemia que convierte a Dios en el verdadero responsable por la trai­ción de Judas y la rebelión de Adán: “Lutero —comenta Funck-Brentano— lega a declarar que Judas, al traicionar a Cris­to, procedió bajo la imperiosa decisión del Todopoderoso. Su voluntad (la de Judas) era dirigida por Dios; Dios lo movía con su omnipotencia. El propio Adán, en el paraí­so terrenal, fue obligado a proceder como procedió. Estaba colocado por Dios en tal situación, que le era imposible no prevari­car” (op. cit., pág. 246).
Aún coherente con esta abominable secuencia, en un panfleto titulado “Contra el pontificado romano fundado por el dia­blo”, de marzo de 1545, Lutero no llama­ba al Papa de “Santísimo”, según la cos­tumbre, sino de “infernalísimo”, y agrega­ba que el Papado siempre se mostró se­diento de sangre (cfr. op. cit., págs. 337-338).

No sorprende que, movido por tales ideas, Lutero escribiese a Melanchton, a propósito de las sangrientas persecucio­nes de Enrique VIII contra los católicos de Inglaterra: “Es lícito encolerizarse cuando se sabe qué especie de traidores, ladro­nes y asesinos son los papas, sus carde­nales y legados. Le complacería a Dios que varios reyes de Inglaterra se empeña­ran en acabar con ellos” (op. cit., pág. 254).

Por eso mismo también exclamó: “Basta de palabras. ¡El hierro! ¡El fuego!” Y añadió: “Castigamos a los ladrones a espada; ¿por qué no hemos de agarrar al Papa, a los cardenales y a toda la pandilla de la Sodoma romana y lavarnos las ma­nos en su sangre?” (op. cit., pág. 104).

Este odio de Lutero lo acompañó hasta el fin de su vida. Afirma Funck-Brentano: “Su último sermón público en Wittenberg es del 17 de enero de 1546: el último grito de maldición contra el Papa, el sacri­ficio de la misa, el culto de la Virgen” (op. cit., pág. 340).

No asombra que grandes perseguido­res de la Iglesia hayan festejado su me­moria. Así, “Hitler mandó proclamar fiesta nacional en Alemania la fecha conmemo­rativa del 31 de octubre de 1517, cuando el fraile agustino rebelde fijó, en las puer­tas de la iglesia de Wittenberg, las famo­sas 95 proposiciones contra la suprema­cia y las doctrinas pontificias” (op. cit., pág. 272).

Y a pesar de todo el ateísmo oficial del régimen comunista, el doctor Erich Hon­necker, presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Defensa (el primer hom­bre de la República Democrática Alema­na), aceptó encabezar el comité que, en plena Alemania roja, organizó las aparato­sas conmemoraciones de Lutero este año (cfr. “German Comments”, de Osnabrück, Alemania occidental, abril de 1983).

Nada más natural que el fraile apósta­ta haya despertado tales sentimientos en un líder nazi y más recientemente en el líder comunista.

Nada más desconcertante, y hasta ver­tiginoso, que lo que ocurrió en un escuáli­do templo protestante de Roma, con mo­tivo de la recientísima conmemoración del quingentésimo aniversario del naci­miento de Lutero, el día 11 del corriente.

Participó de ese acto festivo, de amor y admiración por la memoria del heresiar­ca, el prelado que el cónclave de 1978 eligió Papa; a quien incumbe, por tanto, la misión de defender los santos nombres de Dios y Jesucristo, la Santa Misa, la Sagrada Eucaristía y el Papado contra heresiarcas y herejes.

“Vertiginoso, espantoso”, gimió a pro­pósito de eso mi corazón de católico, que, sin embargo, redobló su fe y su venera­ción por el Papado.

* * *

Sólo me queda por citar, en el próximo artículo, “La Iglesia, la Reforma y la Civili­zación”, del gran sacerdote Leonel Franca.

(*) “Folha de S. Paulo”, 27 de diciembre de 1983.
OPINIÓN PERSONAL DE JORGE DE LA COMPASIÓN:
El ecumenismo y el diálogo interreligioso son trampas del demonio. Lo que el Vaticano debe hacer para sobrevivir es, simple y llanamente, aplastar a los herejes protestantes como cucarachas que son éstos.
Cuando nosotros hablamos de los herejes, siempre nos exigen que les respetemos su religión. Pero ellos hablan mal de nosotros, por eso ellos están en incapacidad de exigir respeto. Porque, ¿Para qué ellos exigen respeto, si no lo dan?
¡Viva la Iglesia Católica! ¡Viva María Santísima! ¡Viva el Papa! ¡Muerte a los luteranos! ¡Muerte a los enemigos de la Iglesia!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los comentarios deberán relacionarse con el artículo. Los administradores se reservan el derecho de publicación, y renuncian a TODA responsabilidad por el contenido de los comentarios que no sean de su autoría. La blasfemia está estrictamente prohibida, y los insultos a la administración es causal de no publicación.

Comentar aquí significa aceptar las condiciones anteriores. De lo contrario, ABSTENERSE.

+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)