MEDITACIONES PARA LA PASCUA
Tomado de “Meditaciones para todos los días del año - Para uso del clero
y de los fieles”, P. Andrés Hamon, cura de San Sulpicio (Autor de las
vidas de San Francisco de Sales y del Cardenal Cheverus). Segundo tomo:
desde el Domingo de Septuagésima hasta el Segundo Domingo después de
Pascua. Tercera edición inglesa, Benziger Brothers, Nueva York,
1894.
SÁBADO DE PASCUA
En aquel tiempo, pasado el Sábado, María Magdalena
fue al sepulcro por la mañana, cuando todavía reinaban
las tinieblas: y vió la piedra quitada del sepulcro.
Corrió entonces, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo a quien amaba Jesús, y díjoles: “Han llevado al
Señor del sepulcro, y no sabemos dónde le han puesto”.
Salió entonces Simón, y el otro discípulo, y fueron al
sepulcro. Y corrían los dos juntos, y el otro discípulo
corrió más que Pedro y llegó antes al sepulcro. Y, habiéndose
inclinado, vió los lienzos puestos, pero no entró.
Llegó entonces Simón Pedro siguiéndole, y entró
en el sepulcro, y vió los lienzos puestos, y el sudario
que había cubierto su cabeza no estaba puesto con los
lienzos, sino doblado en otro sitio. Entonces entró también
el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro: y vió y creyó: porque aún no habían entendido
la Escritura, según la cual era necesario que él
resucitara de entre los muertos.
RESUMEN PARA LA VÍSPERA EN LA NOCHE
Meditaremos
mañana en las dos visitas hechas a la tumba de Nuestro Señor, como las
relata el Evangelio del día: La una por las santas mujeres, y la otra
por San Pedro y San Juan.
—
Enseguida tomaremos la resolución: 1º De llevar al servicio de Dios el
mismo fervor que tuvieron las Santas Mujeres cuando buscaron a Jesús
resucitado; 2º De animarnos a la práctica de la virtud por medio del
buen ejemplo que nos muestre nuestro prójimo.
Nuestro
ramillete espiritual serán las palabras de San Agustín: “Si tales personas lo hicieron, ¿por qué yo no?”.
MEDITACIÓN PARA LA MAÑANA
Adoremos
a Jesús, quien ha resucitado glorioso del sepulcro, permitiéndose el
ser buscado por las Santas mujeres y por los Apóstoles San Pedro y San
Juan. Él actúa por amor. Él se esconde del alma con el fin que ella
pueda buscarlo; que, buscándole, pueda desearle más y más, y que,
deseándole más y más, pueda crecer en amor y merecimientos. Oh, ¡cuán
amable es Jesús en todos sus caminos! ¡Rindámosle nuestro homenaje de
adoración, alabanza y amor!
PUNTO PRIMERO - LA VISITA DE LAS SANTAS MUJERES AL SEPULCRO
Temprano
en la mañana (Jn. 20, 1), pasado el sábado, antes del amanecer, las
santas mujeres fueron al sepulcro del Salvador y, encontrando removida
la piedra que cerraba la entrada al mismo; corrieron, llenas de miedo, a
decirle a los Apóstoles que el cuerpo del Señor se lo habían llevado.
Los Apóstoles tomaron estos relatos como sueños solamente, y no
creyeron. FUE UNA INCREDULIDAD QUE ENTRÓ MARAVILLOSAMENTE EN LOS
DESIGNIOS DE DIOS, porque probaba que los testigos y predicadores de la
resurrección no pertenecían al número de aquellas mentes crédulas que
creen sin ninguna prueba todo cuanto les dicen. Ellos no solamente eran
hombres centrados, que no creen sino después de exámenes estrictos y
sobre evidencias firmes, sino también hombres cautos, que estaban
dispuestos no a creer en meras pruebas indiferentes, y a no ceder a
menos que la evidencia fuese perfectamente clara. Ahora, esto era
precisamente lo que se necesitaba, tanto para decidir la adhesión del
universo entero al gran hecho de la resurrección, base de toda nuestra
creencia, como para enseñarnos a no ser ni demasiado crédulos ni
demasiado incrédulos. CREER A LA LIGERA, Y SIN DISCERNIMIENTO, ES SER
IMPRUDENTE Y CARECER DE BUEN SENTIDO; NO CREER, PORQUE ESTAMOS
DETERMINADOS A NO HACERLO, SIN SIQUIERA TENER LA VOLUNTAD DE EXAMINAR SI
EXISTEN RAZONES SÓLIDAS PARA CREER, ES UNA INFIDELIDAD.
La sabiduría consiste en mantenernos entre los dos extremos: no creer nada a la ligera, para que no seamos decepcionados; prestarnos voluntariamente a examinar las razones, con una disposición a creer que puede ser probado. ¿Es este nuestro modo de proceder? ¿No hemos puesto a veces en ridículo, antes de hacer cualquier examen, la simplicidad de los que creen en ciertos hechos extraordinarios? ¿Somos tan reservados en nuestras críticas como en nuestros elogios? Cuando estudiamos un hecho que nos parece extraño, ¿lo hacemos con prejuicios y un deseo de encontrar que es falso? ¿Llevamos a este estudio el candor y el amor a la verdad?
La sabiduría consiste en mantenernos entre los dos extremos: no creer nada a la ligera, para que no seamos decepcionados; prestarnos voluntariamente a examinar las razones, con una disposición a creer que puede ser probado. ¿Es este nuestro modo de proceder? ¿No hemos puesto a veces en ridículo, antes de hacer cualquier examen, la simplicidad de los que creen en ciertos hechos extraordinarios? ¿Somos tan reservados en nuestras críticas como en nuestros elogios? Cuando estudiamos un hecho que nos parece extraño, ¿lo hacemos con prejuicios y un deseo de encontrar que es falso? ¿Llevamos a este estudio el candor y el amor a la verdad?
PUNTO SEGUNDO - LA VISITA DE SAN PEDRO Y SAN JUAN AL SEPULCRO
Menos
prontos que los otros Apóstoles para condenar a las santas mujeres, San
Pedro y San Juan salieron hacia el sepulcro (Jn. 20, 3). ELLOS VAN ALLÍ
GOZOSOS, PORQUE VEN EN LA AUSENCIA DEL CUERPO LA PRUEBA DE QUE ÉL HA
RESUCITADO, CONFORME LO HABÍA PREDICHO. La fe y el amor parece que les
dan alas, y corren a toda prisa al sepulcro. ¡Maravilloso efecto de la
fe y el amor! El que cree y ama hace todo felizmente; corre, vuela; nada
le detiene; no siente la dificultad; no conoce lo imposible. Con su
mira fija sobre el cielo, y con el amor en su corazón, su coraje no
conoce límites. No solamente San Pedro y San Juan salen gozosos, sino
que ENTRE ELLOS HAY UNA SANTA EMULACIÓN, que nos enseña a rivalizar unos
a otros en ser el más fervoroso, el más humilde, el más caritativo. San
Juan llega el primero, indudablemente por ser más joven, pero no entra:
permanece fuera en la puerta, mortificando de esta forma su curiosidad
y, al mismo tiempo, cediéndole a San Pedro el honor de ser el primero en
entrar, a fin de honrar en él al jefe del apostolado, el doctor de la
fe cuyas huellas el rebaño debe seguir. Pedro llega, mira los vestidos
de lino, con el sudario doblado en un lugar aparte. San Juan entra
después, mira como San Pedro, y ambos creen sin dudar, no como María
Magdalena, que su Maestro había sido trasladado, sino que Jesús
realmente resucitó, y por tanto verdaderamente era Dios. ¡Qué hermosa
lección de mortificación, humildad y fe el de estos santos Apóstoles!
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)