Novena
escrita por el Padre Gabino Chávez, con Imprimátur otorgado por el
Obispado de León (Guanajuato) el 18 de Marzo de 1895, que concedió 40
días de Indulgencia por cada día de la Novena; y Mons. Ignacio Arcigas,
Arzobispo de Michoacán, otorgó por esta Novena 80 días de Indulgencia.
NOVENA EN HONOR A NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
℣. Señor, abrirás mis labios.
℟. Y mi boca anunciará tu alabanza
℟. Y mi boca anunciará tu alabanza
℣. Dios mío, entiende en mi ayuda.
℟. Apresúrate, Señor, en socorrerme.
℟. Apresúrate, Señor, en socorrerme.
Gloria
al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, y
ahora, y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
¡Oh Señor y Dios mío!, que has hecho
notoria tu salud, haciendo que por todo
el universo se dé a conocer la Redención
y se predique la santa Fe en la
cual nosotros tuvimos la dicha de nacer,
y que has revelado en presencia de
todas las naciones, y delante de los ciegos gentiles la gloria del Redentor, mira, Señor, cuán ingratos hemos sido a
este grande beneficio que a nosotros
por medio de la Virgen María nos concediste,
cuando se dignó bajar a nuestro
suelo a apresurar la conversión de
estos pueblos infieles, ablandando sus
corazones y docilitándolos para que recibiesen
la luz de la Fe, con los inmensos
bienes que a las almas comunica; yo te
ruego, Señor, que perdonando mi desagradecimiento
y todos mis pecados, hagas
también notoria para mí tu salud,
convirtiéndome de veras a tu amor y
servicio, y la hagas notoria en mí a los
otros, para que ayude con mis buenos
ejemplos a que mi Salvador sea de todos
amado y conocido; te pido que reveles la
gloria del Redentor con la conversión
de los pecadores delante de las almas
mundanas que, abandonando las prácticas
piadosas y apartadas de los sacramentos,
parecen verdaderos gentiles,
sepultados en las sombras de la muerte
y del pecado. Haz nacer, Señor, para
ellos y para mí, que te lo ruego, la luz
indeficiente, que recorriendo el profundo
abismo de mi corazón, y posándose
sobre las olas agitadas del mar de mis
pasiones, en mí habite, y en mí radique
para pertenecer de este modo a los escogidos
que son heredad tuya.
Así sea.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Virgen de Guadalupe, amada Madre
mía! ¡Qué dulce es para un hijo el
poder cantar con toda confianza la gloria
y la hermosura de su Madre! ¡Cuánto
se goza al poder aplicarte con la Iglesia
las grandiosas palabras que de la
Sabiduría eterna están escritas! Sí, Señora
y Reina de lo criado: desde el nacimiento
del sol hasta el ocaso, tu nombre,
así como el de tu Unigénito, es grande
en las naciones. El suyo es infinitamente
grande, como que es nuestro Dios, nuestro
Padre y Redentor, cuyo nombre es
sobre todo nombre; mas el tuyo es inmensamente
grande, pues eres su verdadera
Madre, como a Juan Diego le
dijiste, y eres la Reina del mundo, y el
encanto de la tierra y la alegría de los
cielos. Tú habitabas con Jesús tu Hijo
en las más encumbradas alturas, y tu
trono estaba colocado sobre una columna
de luciente nube, cuando te dignaste
ser encontrada por los que no te buscaban, porque apenas te conocían, y no
habían experimentado la dulzura de tu
bondad, ni la ternura maternal de tu
amor, ni la grandeza de tu misericordia.
Aún no te interrogaban como hijos a su madre, que les enseñe y les instruya; aún no se dirigían a la Madre de la
luz y del conocimiento, preguntándole
por el camino que habían de seguir, y
por las verdades y máximas que debían
practicar, y ya tuviste la dignación
de aparecerles en persona de uno de sus
hijos, y aparecerles, no en enigma ni
escondida, sino llena de luz, y a las claras,
dejando ver tu virginal semblante,
y respirar tu celestial aroma, y escuchar
tu dulce y arrebatadora voz. Sí, Madre
mía, allí te vió el amado Juan, tan graciosa
como la paloma que sube de los
ríos de las aguas, cuyo olor inestimable
impregnaba sus vestiduras.
Allí te
vió la última vez, cuando a manera de
días primaverales, las flores de los rosales
y los lirios de los valles te cercaban,
pues tu planta los había hecho brotar
de repente en el monte desierto. Y si a
los hombres que aún no te interrogaban,
tan dulce y tan hermosa apareciste, también con tu presencia en nuestro
suelo respondes a los Ángeles que tres
veces admirados preguntan: «¿Quién
es esta que va subiendo como la aurora al
despuntar?»... ¡Eres tú, oh hija de Sion,
toda hermosa y toda suave; como la luna,
hermosa; como el sol, escogida! «¿Quién
es esta que cual varilla de humo aromático
de mirra y de incienso, va subiendo
por el monte desierto?». ¡Es la hermosísima
paloma, la amiga y esposa del Dios
eterno! «¿Quién es esta que como el sol
se adelanta, y viene con la belleza de la
Jerusalén celeste, de dónde ha salido para
visitar a los hombres?». ¡Es la que vieron
las hijas de Sion y feliz la llamaron las almas de nobleza real, y la colmaron
de alabanzas! ¡Oh Reina y Madre mía!
Hoy todos los términos de esta tierra,
han visto la salud de nuestro Dios;
todos
los confines de nuestra República
han resonado con tus glorias, tus hijos
han entonado tus alabanzas, te han agradecido
en el alma tus finezas; en peregrinaciones
han entrado a tu tabernáculo,
y han adorado al Señor en el lugar
donde tus plantas se posaron. Y yo también con todos tus hijos te visito, Madre
mía; yo te alabo, yo proclamo tus
glorias, yo agradezco con todo mi corazon
tus favores, y te pido me concedas
el mayor de todos ellos, que es el ir a conocerte y a amarte, y a alabarte, y
contigo a gozar de Dios en los cielos.
Amén.
Antífona: Tabernáculo de Dios es María,
colocado en medio de su Ciudad,
y no será conmovido.
Ave María.
℣. Virgen de Guadalupe.
℟. Ruega por nosotros.
Antífona: Tú has salido para la salud de tu
pueblo; para su salud has salido
con Jesucristo tu Hijo. Ave María.
℣. Virgen de Guadalupe.
℟. Ruega por nosotros.
Antífona: Gloriosas cosas de ti han sido dichas,
oh Ciudad de Dios: el
Señor te ha fundado sobre las
santas montañas. Ave María.
℣. Virgen de Guadalupe.
℟. Ruega por nosotros.
Antífona: Una gran señal apareció en el
cielo: era una mujer cubierta
por el sol, y la luna debajo de
sus pies. Ave María.
℣. Virgen de Guadalupe.
℟. Ruega por nosotros.
Antífona: El pueblo que caminaba en tinieblas,
vio una gran luz; para
los que habitaban en la región
de la sombra de la muerte,
la luz les ha nacido. Ave María.
℣. Virgen de Guadalupe.
℟. Ruega por nosotros.
Gloria
al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, y
ahora, y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
℣. Madre mía, a ti de lejos vendrán
tus hijos.
℟. Y de tu lado se alzarán tus hijas.
℟. Y de tu lado se alzarán tus hijas.
DÍA PRIMERO - 3 DE DICIEMBRE
ORACIÓN PARA EL DÍA PRIMERO
En
tus labios, Madre mía de Guadalupe,
ha puesto la Iglesia las mismas
palabras, que en otro tiempo dijo el Señor,
cuando se le erigió aquel magnífico
templo por el rey Salomón: «Yo escogí
y santifiqué este lugar, para que allí esté
mi nombre y permanezcan mi corazón y
mis ojos todos los días».
¡Qué tres dones
tan señalados! ¡Qué tres prendas tan
dulces y preciosas! ¡Tu nombre, tu corazón
y tus ojos! ¡Tu nombre, de Guadalupe; tu corazón de Reina, y tus ojos
de Madre! Déjame, ¡oh Reina y Madre!,
valorizar estas prendas que nos diste;
déjame meditar sus excelencias y su
precio. Tú escogiste y santificaste el sitio
de tus apariciones; benignamente lo
escogiste entre todos los sitios de la tierra para colmarlo de favores
de gracias; lo escogiste porque lo quisiste; lo
escogiste porque lo amaste; lo escogiste
por una predilección inaudita e inmerecida.
Y porque lo escogiste lo santificaste: lo santificaste con tu celestial y
santa presencia, con tus benignas y varias
visitas, como santificaste las montañas
de Judá con tu visita a Santa Isabel;
lo santificaste, mandando erigir
allí un Santuario y haciendo para él
dulcísimas promesas; lo escogiste y santificaste,
para que allí estuviera tu nombre,
no sólo el nombre glorioso y bendito
de María, Madre de Dios, sino el
nombre querido de Guadalupe, la nacida
entre las peñas, porque quiere nacer
siempre por su amor y devoción en la
dureza de nuestros corazones; la que
ahuyenta a los que nos devoran, pues
ahuyentó entonces a los demonios y a
los ídolos, y ha seguido ahuyentando todos
los males que devoran nuestro cuerpo,
las pestes que devoran nuestra vida,
las inundaciones que devoran nuestras
ciudades, y los enemigos aún más terribles
que se revuelven como leones
rugientes pretendiendo devorarnos. Escogiste
y santificaste ese lugar para que
permanezca en él tu corazón de Reina clementísima, tu corazón que se
inclina a perdonar a los reos, a acoger a los pecadores, a ayudar a los
miserables, a
socorrer a los pobres, a consolar a los
afligidos, a auxiliar a los cristianos; tu
corazón, que después del de Jesús, es el
más tierno, el más benigno, el más compasivo
y el más generoso de los corazones.
Escogiste el lugar y lo santificaste,
para que permanezcan allí, junto con tu
corazón, también tus ojos. ¡Oh, ojos
dulces de Paloma sin mancha! ¡Oh, ojos
sencillos y puros que con sus miradas
hicieron volar al Esposo, como dice el
divino Cantar! ¡Oh, ojos dulcísimos y
misericordiosos! ¿Conque aquí nos los
dejaste, Madre mía? ¿Conque en tu
imagen los tenemos, y misteriosamente
bajos, no mirando como en Lourdes el
azul de los cielos, sino inclinados a nuestro
pobre suelo, para mirar y penetrar
las necesidades y penas de tus hijos?
¡Oh, ojos de Madre y de Reina! Ojos de
Madre para compadecernos, y ojos de
Reina para ayudarnos; ojos de Madre
para mirarnos con ternura inefable; y
ojos de Reina para socorrernos con generosidad
indecible! ¡Oh Madre mía de
Guadalupe! Aquí cumples todos los días
con nosotros lo que te piden tus hijos
por toda la redondez de la tierra cuando
te cantan: «vuelve a nosotros esos tus
ojos misericordiosos». Vueltos los tienes.
Señora, en tu imagen hacia nosotros,
siempre mirándonos, amándonos
y compadeciéndonos. Danos, Virgen
Santísima, danos de nuevo ahora tu
nombre, para que luchando contra los
enemigos conservemos nuestra fe tan
combatida; danos tu real corazón para
que levante nuestra esperanza, haciéndonos
confiar en tus larguezas; danos
tus ojos dulces, hermosos, puros, compasivos
y tiernos para que ellos nos enciendan,
pues son antorchas de amor
santo y divino, en las llamas de la caridad, a fin de que logremos amar
ardientemente a Jesucristo, y después de
este destierro, mostrándonoslo tú, gozarlo
por los siglos de los siglos. Amén.
GOZOS GUADALUPANOS
Virgen y Madre mía
De Guadalupe,
¡Deja que tus encantos
Mi alma disfrute!
Cuando me acuerdo, ¡oh Madre!
De tu visita,
Y que al suelo bajaste
Por darme vida,
De gratitud mi pecho
Luego se colma,
Pues serme, prometiste,
Madre amorosa.
Virgen y Madre mía
De Guadalupe,
¡Deja que tus encantos
Mi alma disfrute!
Al dichoso Juan Diego
Le tengo envidia,
Pues como él no te escucho
Madre querida;
Pero miro tu imagen;
Y al contemplarla,
¡Es tan dulce y tan bella
Que arroba mi alma!
Virgen y Madre mía
De Guadalupe,
¡Deja que tus encantos
Mi alma disfrute!
Tus ojos de paloma
A mí inclinados,
Me anuncian el remedio
De mis trabajos:
Pues misericordiosos
Son con tus hijos,
Ellos a Dios, airado,
Me harán propicio.
Virgen y Madre mía
De Guadalupe,
¡Deja que tus encantos
Mi alma disfrute!
Mil veces en mis tristes
Y amargas penas,
En nadie hallo consuelo;
Tú me consuelas.
Sólo el verte me alivia,
Y vengo a verte,
Y salgo consolado
Siempre, sí, ¡siempre!
Virgen y Madre mía
De Guadalupe,
¡Deja que tus encantos
Mi alma disfrute!
¡No sé qué hallo en tu imagen
Que me regala!
Fijo en ella mis ojos
Y veo tu cara,
Y hallo dulcedumbre
Que guardo dentro,
Y deseo aún más el verte
Y a verte vuelvo.
Virgen y Madre mía
De Guadalupe,
¡Deja que tus encantos
Mi alma disfrute!
Juntas tus lindas manos
Orando al cielo,
Contigo a orar me invitan
Con tierno ruego;
Y tus plantas, posadas
Sobre el querube,
Me guían al cielo, ¡oh Virgen
De Guadalupe!
Virgen y Madre mía
De Guadalupe,
¡Deja que tus encantos
Mi alma disfrute!
El sol, para vestirte,
Sus rayos manda.
Y la luna te sirve
De humilde peana,
Y el querubín alado,
Tu manto coge,
Y a tus plantas disfruta
De inmenso goce.
Virgen y Madre mía
De Guadalupe,
¡Deja que tus encantos
Mi alma disfrute!
Las estrellas que ocupan
El vasto espacio,
Cual otro cielo adornan
Tu regio manto;
Haz que así tus virtudes
¡Oh dulce Reina!
Iluminen de mi alma
Las tres potencias.
Virgen y Madre mía
De Guadalupe,
¡Deja que tus encantos
Mi alma disfrute!
Virgen de Guadalupe,
Reina y Señora,
Recibe de mi canto
La última estrofa;
¡Adiós, mi amada madre,
Dueña de mi alma,
Mi corazón te dejo,
Tenlo a tus plantas!
Virgen y Madre mía
De Guadalupe,
¡Deja que tus encantos
Mi alma disfrute!
ORACIÓN
Oh Dios, que habiéndonos colocado
bajo el patrocinio singular de la beatísima
Virgen María, nos has querido colmar
de continuos beneficios, concede a
los que humildemente te suplicamos,
que los que hoy nos regocijamos en la
tierra con su memoria, algún día nos
gocemos con su presencia allá en los
cielos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
DÍA SEGUNDO - 4 DE DICIEMBRE
Por la Señal...
Acto de Contrición, Oración para todos los días y las cinco Avemarías.
Por la Señal...
Acto de Contrición, Oración para todos los días y las cinco Avemarías.
ORACIÓN PARA EL DÍA SEGUNDO
¡Oh amada Madre mía de Guadalupe!
en cuya boca pone la Santa Iglesia estas
palabras: «Yo hice en los cielos que
naciera la luz indeficiente, y como niebla,
cubrí la tierra toda»; tú, como Madre
del Verbo encarnado, luz de luz, y verdadero
Dios de Dios verdadero, fuiste
quien le hiciste nacer en el tiempo, para
que viniese a alumbrar, como anunció
Zacarías, a los que están sentados
en las tinieblas y en la sombra de la
muerte; el oficio de la aurora que hace
lucir el sol para el mundo, lo hiciste,
Virgen Santa, de un modo especial para
con nosotros, cuando te dignaste aparecer
en nuestro suelo, y venir a ser la
aurora del sol de la Fe, naciente entonces
entre pueblos idólatras y ciegos. Tú
alumbraste a los unos para que no desconociesen
en los pequeñuelos la dignidad
humana; tú ablandaste a éstos para
que gozosos aceptasen el yugo suave
de la Fe y de la Ley divina; tú diste esfuerzo a los hombres apostólicos para
proteger a la pequeña grey, y unción a
su palabra para introducir la Fe en los
corazones; tú, al mismo tiempo, hiciste
nacer en estos tus hijos la indeficiente
luz del Evangelio, y como niebla, pura
y refrescante, los protegiste del ardor
de las persecuciones y de la furia de sus
enemigos. ¡Bendita seas, Señora y Madre
mía, por tan grande dignación! ¡Alabada
seas por tanta bondad y misericordia!
Mas ahora vengo a suplicarte que
te dignes continuar los mismos soberanos
oficios con nosotros: la luz de la Fe
se ha obscurecido con millares de errores
que por todas partes circulan; la claridad
del Evangelio se ha ofuscado con
las perversas máximas que se proclaman
y se practican; el ardor de la persecución
(más que nunca obstinada),
vuelve a fatigar y a entristecer a los fieles.
Haz de nuevo que luzca más pura
la luz de la Fe, para que se afirme en los
corazones que esté debilitada, y alumbre a los que no la han visto o la tienen perdida. Refrigéranos con tu sombra
bienhechora, para que el sol de la adversidad
no nos haga sucumbir en la lucha,
que sostenemos con todos los elementos
de corrupción que nos rodean.
Afírmate en la montaña de Sion, y ten
tu descanso en la ciudad santificada
por
tu elección y tu presencia; desplega en
Jerusalén tu poder de excelsa Reina, y
extiende más y más las raíces de tu
amor y devoción en este pueblo que tanto
has honrado con tu visita, y a quien
has dejado por heredad tu imagen tan
querida. Y pues en la plenitud de los
santos está tu perpetua morada, y pues
donde está la madre morar deben los hijos,
trasládanos desde las tinieblas del
destierro, a las felices mansiones de la
Luz increada. Amén.
Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA TERCERO - 5 DE DICIEMBRE
Por la Señal...
Acto de Contrición, Oración para todos los días y las cinco Avemarías.
Acto de Contrición, Oración para todos los días y las cinco Avemarías.
ORACIÓN PARA EL DÍA TERCERO
Enséñame, Señora y Madre mía de
Guadalupe, ¿por qué te comparas con
el cedro del Líbano, con el ciprés del
monte Sion, con la palma de Cades, y
con la rosa de Jericó? ¿Por qué te llamas
la hermosa Oliva en medio de los campos,
y te muestras levantada como el plátano
junto a las aguas y en medio de las plazas?
¡Ah! ¡Es porque las más lindas producciones
de la naturaleza son figuras,
aunque débiles, de tu inefable hermosura,
y símbolo de tus grandezas, y cifra
de tus virtudes! Tú eres el cedro de altura
inexplicable, porque así como el
cedro se eleva mucho más que los otros
árboles, así tú estás elevada sobre todos
los santos, y como en tu Asunción
la Iglesia canta sobre los mismos coros de los ángeles; eres tú, cedro, Madre
mía, por la rectitud de tu conducta y
de tu intención y de tu alma; pues el
cedro es derecho y levantado; eres cedro
por la solidez de tu fe, que firme y
constante estuvo en los días de la pasión
y de tu llanto; cedro eres tú, Virgen
María, por la incorrupción de tu alma
sin pecado, y la de tu cuerpo en el
sepulcro y en el cielo; cedro eres en el
Líbano del Tepeyac, por la incorrupción
del frágil lienzo y la duración prodigiosa
de tu imagen. Como el ciprés del
monte Sion, eres, Señora, porque recta
te elevas hacia el cielo, en lo alto de
nuestras montañas; porque tu verdor
nunca se marchita, ni tu poder se amengua,
ni tu bondad se acaba; porque eres
la hermosura del jardín de la Iglesia, y a todos nos encaminas a lo alto de la
gloria, como el ciprés apunta siempre
al cielo con su punta. Palma eres de Cades,
Virgen de Guadalupe, porque en
un monte, antes desierto, como palma
apareciste, suave, hermosa, excelsa, y
de rayos coronada como la palma de sus
hojas; palma de duración perpetua, porque
perpetuamente nos acompañas y estás
en medio de nosotros; palma, porque
ella es emblema de triunfo, y por
ti triunfamos del error y la mentira;
palma que levantada al cielo deja colear
sus frutos a la tierra, como tú, Reina
y Señora de los Ángeles, nos ofreces
aquí tus beneficios y mercedes; y palma
también, porque en el tejido de la
fibra de la palma, nos dejaste tu imagen soberana. Tú eres la rosa y plantación
de rosas en Jericó, porque eres
Virgen y plantación de vírgenes en la Iglesia. Rosa eres porque eres Reina de
los santos, como la rosa es reina de las
flores; rosa, porque embalsamas las almas con tu aroma, como la rosa embalsama
con el suyo los jardines; rosa de
resplandeciente blancura por tu inocencia,
y de purpurinos matices por tus dolores;
rosa mística aclamada por los fieles
del mundo entero, y rosa del Tepeyac,
al cual adornas con tu hermosura,
y embalsamas con tu olor, y engrandeces
con tu atractivo; rosa a cuyo imperio brotaron otras rosas en medio del
invierno para pintar tu imagen y testificar tu presencia. Tú eres la hermosa
oliva en medio de los campos, que derramas
por todas partes suaves frutos de
misericordia y de consuelo, produciendo
el óleo que ilumínalas mentes y nutre
las almas, y cura las llagas y dolencias; tú has sido levantada como el plátano
que regado con el agua de las gracias
más copiosas, alegra con su vista,
y recrea con su frescura, y refresca con
su sombra, y vigoriza con sus frutos.
¡Oh Madre y Reina mía! Sé tú para mi
corazón el cedro que me comunique la
incorrupción de la castidad; el ciprés que me guíe al cielo rectamente; la palma
que me haga alcanzar el triunfo sobre
mis pasiones, y la rosa que me encienda
en el amor a mi Dios y a mis
hermanos. Sé tú, ¡oh Virgen de Guadalupe!,
la oliva que me alcance la misericordia
del Señor en esta vida, y el árbol
frondoso que me haga gozar del fruto
de vida eterna, en el dulcísimo Jesús,
fruto bendito de tu vientre. Así sea.
Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA CUARTO - 6 DE DICIEMBRE
Por la Señal...
Acto de Contrición, Oración para todos los días y las cinco Avemarías.
Acto de Contrición, Oración para todos los días y las cinco Avemarías.
ORACIÓN PARA EL DÍA CUARTO
¡Virgen de Guadalupe! Cuán grande
te contemplo en las prerrogativas y excelencias que el Señor te concedió,
y por las cuales eres comparada con los
árboles más bellos y elevados, con el
cedro y el ciprés, y con la palma y con
el plátano; pero no menos me admiran
y me aprovechan tus humildes y profundas
virtudes, significadas por arbustos
pequeños, pero preciosos para el
hombre por los frutos y provechos que
le traen; por eso dices con la Iglesia de
ti misma: «Como el cinamomo y el bálsamo
que produce aromas, he exhalado yo
olor; como la mirra escogida, suave perfume
derramé», y te comparas luego con
varias especies aromáticas, y terminas
asegurando que tu olor es el del bálsamo
puro y no mezclado, y que con incienso no cortado aromaste tu habitación.
Mas ¿por qué tantos modos de
aromas y de olores? ¿Por qué tantas especies
curativas y estimadas? Porque
todas las virtudes, juntas y mezcladas
en tu corazón nobilísimo, embalsaman
al Cielo y a la tierra, y a los Ángeles y a los hombres; porque como el cinamomo o la canela, que se mezcla a las
viandas para hacerlas olorosas y delicadas,
tus virtudes, y tu culto, y tu
nombre y tu imagen se mezclan entre
todos los fieles de todas las edades, para
hermosear y alentar nuestra vida; y
como el bálsamo, originario de la Judea, a todas partes ha sido transportado
para aprovechar su precio y sus virtudes,
así tú, de la Judea has sido llevada
por todo el Universo, y como bálsamo
que derrama salud y suave olor, veniste a establecerte en medio de nosotros.
¡Oh, y cuántas almas has embalsamado
aquí con el aroma de tus virtudes!
¡Cuántas has atraído con la suavidad de
tu conversación y de tu trato! ¡Cuántas
y cuántas has curado con el bálsamo del
consuelo, calmando aquí sus penas, aliviando
sus dolencias y sanando las llagas que las propias pasiones, a las ingratas
criaturas habían abierto y enconado! Es cierto que a veces los remedios
habrán sido amargos, y las curaciones
dolorosas, porque también eres mirra
escogida, que en el monte de la mirra,
es decir, en el Calvario, tomaste parte
en las amarguras de la Pasión; pero en
tus inefables dolores, cobraste virtud
para curar todas las penas de tus hijos, o para quitar al menos lo amargo de sus
sufrimientos, dejando para ti la mirra
de la Cruz, y siendo allí mismo, y por
ella, la suavidad de olor para calmar las
ajenas amarguras. Así, oh Madre, tú
eres para tus devotos, el bálsamo de la
misericordia, no mezclado con nada acre
ni nada amargo; el bálsamo no mezclado
con la hiel de la ira, que unge los corazones
y les proporciona el perdón y la
salud. Y esto hace decir a tu devotísimo
siervo San Buenaventura, que «el
olor de María, fue como la canela en la
corteza de la conversación; como bálsamo
interiormente en la unción de su devoción;
como mirra en el amargor del
castigo; que fue su olor, el de la canela
en sus santas acciones; el del bálsamo en
su suavísima contemplación, y el de la
mirra durante la amarguísima Pasión».
Derrama, pues, estos preciosos aromas
desde tu imagen embalsamada, Virgen
de Guadalupe; cura aquí nuestras llagas
con el bálsamo de tus piedades, mezcla
en nuestras acciones la canela de tus
preciosos ejemplos, para que suban a
Dios, como en otro tiempo el sacrificio
de Noé, en olor de suavidad; aplícanos,
si preciso es, aun la mirra amarga de
los castigos, que tú tornarás dulces, como
son los de una madre; llena tu santuario,
que es aquí tu habitación, con el
vapor odorífero de tus virtudes y atractivos,
como incienso no cortado, sino del
árbol producido, porque tú misma eres
una fuente de amor y de misericordia,
que bondadosamente los comunicas a
tus hijos. Y así llegaré a verte, Madre
mía amabilísima, planta aromática del Cielo, y a aspirar tus suavísimos perfumes,
y a gozar tus dulcísimos frutos,
por los siglos sin fin. Amén.
Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA QUINTO - 7 DE DICIEMBRE
Por la Señal...
Acto de Contrición, Oración para todos los días y las cinco Avemarías.
Acto de Contrición, Oración para todos los días y las cinco Avemarías.
ORACIÓN PARA EL DÍA QUINTO
Cuánto anhela mi alma la dicha y la
alegría, ¡oh mi querida Madre, María de
Guadalupe! ¡Con qué sed insaciable, con
qué especie de ávida codicia va pasando
de criatura en criatura, como de flor
en flor, o mejor, de miseria en miseria,
tratando de encontrar lo que en sus ansias
busca, y de hartarse de los goces
que a veces proporcionan! Busca en
ellas la dulzura de la miel y del panal,
y llega pronto a cobrar una saciedad
fastidiosa que le enferma y debilita.
¿Dónde está, pregunta ella angustiada,
dónde está lo que busco día por día, y
no encuentro sino engaño y horror?
¿Dónde se hallan la paz y la dicha, y la
esperanza y la vida? Y una voz
dulcísima, tierna y delicada, viniendo
de lo alto, responde así: «Yo, como el
terebinto, he extendido mis ramas, y mis
ramas son de honor y de gracia. Yo, como
la vid, he fructificado suavidad de
olor, y mis flores son finitos de honor y
probidad.... Pasad a mí los que me codiciáis,
y seréis llenados con mis producciones.
Porque mi espíritu más que la
miel, es dulce, y mi heredad sobre la miel
y el panal. Los que me comen, aún
tendrán hambre, y los que me beben, aún
tendrán sed. El que me escucha no será
confundido». ¡Gracias, gracias mil, Madre
mía! ¡He oído tu voz, y he sido iluminado; he escuchado tus palabras, y
he quedado consolado! Tus frutos son
de honor y de gracia, cuando los de las
criaturas son de vergüenza y de miseria.
Tú tienes como el terebinto ramas
verdes y frondosas para cobijarme con
tu sombra, y defenderme del sol de las
persecuciones; tú tienes como la vid,
olor de suavidad para confortarme, y
flores de virtudes que son frutos del Espíritu
Santo, honorables y santos; a ti
me invitas a pasar dejando la vanidad
de las criaturas y codiciando la verdadera
dicha, que, después del Señor, en
ti se encuentra; tú nos prometes llenarnos, cuando en el mundo nada nos llena
y satisface; y no llenarnos de ti misma,
sino de tus generaciones, es decir,
de Jesús tu divino Hijo, que siendo uno
solo, vale por mil mundos; tú, a los que
el mundo llena de amarguras, nos participas
de tu espíritu más dulce que la
miel de los panales, y a los que las criaturas
llenan de fastidiosa saciedad, nos
ofreces en ti misma un manjar que mientras
más se come, causa más hambre, y
un licor que causa más sed mientras más
de él se bebe. La voz del mundo y del
demonio, es mentirosa e inquietante, y
quien la escucha y la sigue padecerá la
eterna confusión; pero tú nos adviertes
que el que a ti escucha, jamás será confundido,
y que el que por ti, y en ti trabaja,
no ensuciará su alma con el pecado,
como los que trabajan en las miserables
criaturas, antes los que te ilustran, cantando
tus alabanzas y publicando tus
glorias, y pregonando tus finezas, obtendrán
la vida eterna. ¡Hoy vengo, pues, a ti, María de Guadalupe, y paso a ti,
aceptando con toda mi alma tu gracioso
convite! ¡Aquí vengo a huir de los
tormentos de la tierra, cobijándome bajo
las ramas del terebinto de los cielos;
vengo a gozar del olor de la viña y a recrearme con sus frutos y sus flores; vengo a ser llenado del néctar de tu amor
y de las generaciones de las virtudes de
tu alma, y del fruto bendito de tu seno vengo a saciarme de ti, para no tener
más amor a las terrenas bellezas, ni más
hambre de sus halagos, ni más sed de
agradarles! ¿Qué otra belleza puedo desear
sino la belleza de mi Madre que
me ama, de mi Madre que es Reina y
soberana, de mi Madre que es el encanto
de los Cielos y de la tierra, y nos deja
su imagen para mirarla, y en ella recrearnos,
y con ella alegrarnos y consolarnos
mientras la vemos a Ella misma
en el cielo? ¡Madre, Madre! Amarte
quiero, venerarte, alabarte e ilustrarte
aquí en la vida presente, mientras en
mí cumples tu gloriosa promesa: «Los
que me ilustran, obtendrán la vida eterna». Amén.
Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA SEXTO - 8 DE DICIEMBRE
Por la Señal...Acto de Contrición, Oración para todos los días y las cinco Avemarías.
ORACIÓN PARA EL DÍA SEXTO
Cuando fuiste a visitar a Santa Isabel a las montañas, ¡oh amada Madre
mía!, dos cosas la llenaban de admiración
y de pasmo, y la hacían prorrumpir
en grandes alabanzas: la una era
tu persona que a su casa llegaba, y que
conociéndote con la luz de la Fe, y la
dignidad a que habías sido sublimada,
exclamaba en el trasporte de su gratitud
y de su amor: «¿De dónde esto a mí,
que venga la Madre de mi Señor á mí?».
¿De dónde viene tan gran bondad? ¿De
dónde dimana tanta dignación que a
mí, pobre mujer, perdida entre estas
montañas, venga, subiendo por ellas y
arrostrando su aspereza, nada menos
que la Madre del Señor, la que lleva a todo
un Dios en su seno, a visitarme? Admiraban también a la Santa, los prodigiosos
efectos de tu habla virginal. «Desde
que sonó tu voz en mis oídos saltó de
gozo el infante en mis entrañas», porque
tu voz, ¡oh Madre mía! formada en
aquella garganta, y salida de aquel pecho,
donde la Divinidad habitaba, no podía menos de.ser una voz saludable, difusiva
de la gracia y expulsiva del pecado,
y así fuiste por ella el instrumento
de la santificación del Bautista, el mayor
nacido entre los hombres. Mas ¡oh,
y con cuánta razón nos recuerda la Iglesia
en tu fiesta, este misterio, Virgen de
Guadalupe! Porque si tú subiste, en vida
mortal, de Nazaret a los montes a
visitar una santa mujer, ahora, gloriosa
en el Cielo, bajas de allí a otra montaña
afortunada a visitar a tus humildes hijos;
entonces llevabas a Jesús en tu purísimo
seno, para que alumbrase al niño
Juan, sacándolo de las tinieblas del
pecado de origen; ahora vienes a hablar
con otro Juan, de infantil sencillez; para
hacerle promesas grandiosas, y por
su medio y en tu imagen, traer a Jesucristo,
por la Fe, para aquellos pueblos
idólatras; entonces tu voz maternal colmó
al infante de alegría y a su madre
de espíritu profético; ahora, tu voz alegra
al otro Juan, y le encanta hasta
creerse al paraíso trasportado, y acarrea
al pueblo la gracia de la Fe con el Bautismo;
entonces, habitaste por tres meses
en aquella casa, llenándola de paz
y bendiciones, ahora te quedaste en tu
imagen maravillosa, habitando por siglos en medio de nosotros, y pidiendo
un templo en el sitio cercano a
la ciudad, para tener tu casa no lejos de
tus hijos, y vivir próxima a ellos, y asistir
en medio de ellos, y estar siempre vigilante
desde esa atalaya de amor maternal,
y permanecer dispuesta siempre a recibirlos, a oir la relación de sus enfermedades
y trabajos, a consolarlos en
sus penas, y a bendecirlos en sus empresas
y tareas. ¡Bendita seas, pues, Madre
mía, por tu bondadosa visita: bendita
por tu permanencia en nuestro suelo;
bendita porque quisiste dejarnos tu
peregrina imagen que tanto nos alegra
y nos consuela! Como Santa Isabel aquí
clamamos: ¿de dónde a nosotros tanta
dicha que la Madre de Dios haya venido a nosotros? ¿De dónde tal favor? ¿De
dónde tanta dignación? ¿De dónde ha de
ser sino del amor de madre para con tus
hijos, de la misericordia y la clemencia
que en tu corazón tienen su asiento?
Ayúdanos, Señora, a meditar estas finezas, a agradecer estas mercedes, y a corresponder
estos favores, para que un
día merezcamos ir a cantarlos eternamente
en el Cielo. Amén.
Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA SÉPTIMO - 9 DE DICIEMBRE
.Por la Señal...Acto de Contrición, Oración para todos los días y las cinco Avemarías.
ORACIÓN PARA EL DÍA SÉPTIMO
«¿Quién es ésta que se adelanta como el
sol, hermosa como la ciudad de Jerusalén?». Eres tú, Madre mía, que vienes a
nuestro suelo, como el sol, porque contigo
y por ti nos vino la luz de la Fe, y
el conocimiento de Jesucristo, verdadero
sol de justicia; eres tú que en la mañana
de nuestra conversión del gentilismo,
vienes como un sol a desbaratar
las tinieblas de la idolatría, y a poner en
fuga las fieras infernales, y a derramar
la luz de la gracia y las virtudes, donde
antes y por tantos siglos había reinado
la noche de la idolatría, con sus crueldades
y sus vicios; eres tú que reúnes
en ti sola la hermosura de toda la celeste
Jerusalén, porque tienes la elevación
de los Ángeles, con el celo de los Apóstoles, la fortaleza de los Mártires, el fervor
de los Confesores, con la cándída pureza
de las Vírgenes; eres tú la más perfecta
imitadora de Jesucristo, y la Reina
de todos los Ángeles y los Santos. «Miráronte
las hijas de Sion adornada con
las flores de la primavera, y felicísima te
aclamaron». Te miró Juan Diego, y se
llenó de gozo: te miró el Prelado, rodeada
de las rosas milagrosas, y lleno
de lágrimas se prosternó ante ti para
venerarte; te miraron cuantos allí estaban,
y ensalzaron tu bondad, y confesaron
tus misericordias; te vieron las hijas
de Sion, las almas cristianas que en
esos días te contemplaban, y no cesaban
de alabarte y bendecirte, te han visto
durante tres siglos las generaciones y
ante tu imagen te han proclamado millares
de voces bienaventurada, como
en tu cántico anunciaste. «Flores aparecieron
en nuestra tierra, y por ello te
alabamos, Santa Madre de Dios». Flores
hermosísimas, y de variadas formas;
flores de diversos matices, y de gratos
olores; flores frescas y lozanas con las
gotas de rocío reluciendo en sus hojas,
porque tú eres la mística rosa, que en
tu seno llevaste al Rocío de los cielos;
flores que atestiguaron tu fineza, y que
pintaron tu imagen y que nacieron a
tu soplo en un terreno estéril y en el
helado invierno. ¿Cómo no alabarte por
ello, Santa Madre de Dios, cuando esas
flores son emblema de las virtudes que
con tu mirada haces nacer en la dureza
de nuestros corazones? Sí, Reina y Señora
mía, haz germinar en mi alma los
blancos lirios de la pureza; adórnala con
los nardos aromáticos de los buenos
ejemplos, enriquécela con las azucenas
de la castidad, y con las violetas de la
penitencia; pero sobre todo, embellecela
con las flores que más allí se vieron:
con las rosas de la caridad para con Dios
y mis hermanos, para que presentándome
aquí en tu santuario como una tierra desierta,
sin camino y sin agua, a fin de ver
tu virtud y tu gloria, aparezcan en mi
las flores, como en otro tiempo en el estéril
Tepeyac, y mis labios prorrumpan
en alabanzas de la Madre de Dios, que
tales maravillas obra con su poder, y
tales favores concede por su misericordia.
Y te cantaremos un cántico nuevo,
porque cada día nos das nuevas pruebas
del amor que nos tienes, y de la generosidad
con que nos auxilias; y anunciaremos tu gloria entre las gentes; entre
esas gentes que ignoran a Dios y no
conocen sus beneficios, ni adoran su
Providencia; entre esas gentes que a ti
no te conocen, ni gozan de las dulzuras
de su Madre, ni calman sus pesares a
tus plantas. ¡Virgen de Guadalupe!
¡Ten compasión de tantas almas extraviadas!
¡Ten compasión de todos tus hijos!
¡Ten compasión de mí que te amo
y te venero! Amén.
Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA OCTAVO - 10 DE DICIEMBRE
Por la Señal...
Acto de Contrición, Oración para todos los días y las cinco Avemarías.
Acto de Contrición, Oración para todos los días y las cinco Avemarías.
ORACIÓN PARA EL DÍA OCTAVO
«Como el arco refulgente entre nubes
de gloria; como flor de rosales en días de
primavera», así, ¡oh Virgen de Guadalupe!,
apareciste en otro tiempo al dichoso
Juan, que entre los resplandores del
iris te miraba, y escuchaba cantares de
inaudita melodía, y ante la Flor de aquel
campo, respiraba los más suaves periumes.
Como Juan, el discípulo amado,
te miraba en proféticas visiones, allá en
una isla solitaria, contemplando «una
gran señal, una mujer vestida del sol, y
la luna bajo de sus plantas, y en su cabeza
una corona de doce estrellas», asi
Juan Diego, el neófito de ti amado, te
mira en el monte silencioso, no ya en
visión, sino con los ojos del cuerpo, y te
encuentra rodeada de los rayos del sol y de los vivos colores del iris y con la luna a tus pies, y con muchedumbre de estrellas
que bordan tu regio manto. Mas
si aquella misteriosa mujer no hablaba,
sino sólo exhalaba dolorosos gemidos,
tú, Señora, hablas manifestando tus voluntades,
y pidiendo servicios que recompensarás
como Reina; si a aquella
mujer se le dieron alas para volar y retirarse
al desierto, tú aquí, aunque volaste
al Cielo de donde habías salido a
visitarnos, eliges un nuevo desierto para
morar en tu imagen y convertirlo, con
sólo ello, en jardín delicioso. Mas si levantas
tus ojos y al derredor con ellos
miras, se te mostrarán los pueblos enteros
que reunidos en piadosas congregaciones,
y partiendo a veces, desde los
puntos más lejanos, vienen a buscar
aquí, no los curiosos espectáculos ni los
grandiosos monumentos, ni las riquezas
y pompas de las ciudades, sino sólo y
únicamente a ti, que eres su Madre; tú
eres la ciudad de Dios a la que se encaminan:
tu imagen, el dulce espectáculo que
los arrastra; tu templo y tu santuario, los
piadosos monumentos que contemplan;
tu culto y tus altares, las riquezas y las
pompas que los maravillan; «todos ellos
se han congregado y vinieron tan sólo
para ti»; son hijos tuyos venidos desde
lejos, o hijas tuyas a ti consagradas, y
que morando en ti y contigo, no hacen
más que salir como de tu lado para venir a visitarte. Y cuando llenos de gozo
llegan a tus plantas, cuando cansados y
fatigados descansan delante de tu altar
y a la sombra de tu santuario, no encontrando
palabras bastantes para alabarte
y bendecirte, toman aquellas que la
Iglesia les enseña, y que en otro tiempo
se dirigían á la heroica Judith, figura
tuya. ¡Oh Señora, Señora y Madre mía,
Virgen de Guadalupe, encanto de mi
alma! «Tú eres la gloria de Jerusalén»,
porque no tenemos en nuestras ciudades
cosa más gloriosa y más excelsa que
tú; «tú eres la alegría de Israel», porque
todo el pueblo de Dios no tiene mayor
alegría que en visitarte, y amarte e invocarte; «tú eres la honra soberana de tu
pueblo», porque como no hay mayor
honra que el ser hijos de Dios, la mayor,
después de ella, es tenerte por Madre,
y guardiana, y Protectora, y Patrona
de nuestro pueblo, nombrada por los
representantes más augustos de tu Hijo
sobre la tierra. «Oh Santa Madre, libre de toda mancha,
escogida por Aquél
que rompió los vínculos de la muerte,
haz, clementísima Virgen, que tus hijos
que con tanto gozo celebran tus fiestas
se alegren con la verdadera luz de la
santa Fe, que te pedimos te dignes con
tus suplicas aumentarla en nosotros, así
como afirmar nuestra esperanza y robustecer
la caridad en nuestras almas; tú que eres nuestra esperanza, aparta
de nosotros los azotes de la divina justicia;
las guerras, la peste, el hambre y
los temblores. Consuela a los presos y
necesitados que gimen por su suerte,
realiza los deseos de tus hijos y sana a
los enfermos. Alegra nuestros días con
la tranquilidad y la paz, apacigua las
enemistades, y aplaca a los perversos
que maquinan siempre males. ¡Oh María,
Madre piadosísima! ampáranos benigna,
para que después de los trabajos
del destierro, vayamos a reinar y alabar eternamente a tu Hijo divino». Amén.
Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA NOVENO - 11 DE DICIEMBRE
Por la Señal...Acto de Contrición, Oración para todos los días y las cinco Avemarías.
ORACIÓN PARA EL DÍA NOVENO
«No hizo cosa igual con ninguna otra
nación», dijo el Sumo Pontífice Benedicto XIV al ver
tu hermosa imagen, Virgen de Guadalupe,
y esta palabra nos indica al mismo
tiempo la grandeza de tus mercedes
y la obligación de nuestro agradecimiento.
Con ninguna otra nación te has
mostrado Reina tan clemente, Soberana
tan amable, Madre tan tierna; a ninguna
has visitado en su cuna con visitas
tan prodigiosas, con fines tan altos y
con prendas perpetuas de tu amor y protección; a ninguna le has dejado
una
imagen tuva pintada por los Ángeles,
estampada en el manto de uno de sus
hijos, con tan peregrina hermosura, con
tan vivos colores y con tan admirable
duración. Pero si en ninguna nación
has hecho tan grandes favores, ¿de cual
esperarías mayor agradecimiento, mas
señales de amor y culto más reverente?
Es cierto que las generaciones han pasado amándote y bendiciéndote, que
los Prelados han tratado siempre de aumentar el esplendor de tu culto, y
que los gobernantes han venido al pie de tu imagen a recoger con las
insignias del mando, el acierto y la prudencia en el ejercicio de sus
cargos, es cierto que tu santuario se ha ido renovando cada vez con más
magnificencia, y que una rica corona te está preparada para mostrar
cuanto el culto tiene de más grande en ensalzar las imágenes y hacerlas
más venerables. Todo esto es cierto, Virgen de Guadalupe, pero ¿qué vale
todo ello ante la grandeza de tus favores? ¿Qué proporción entre los
homenajes de un culto que en todas partes te es debido, con los
particularísimos beneficios que no se han concedido a ninguna otra
nación? ¿Cómo podremos pues, oh Madre, mostrarte nuestro reconocimiento?
¿Qué te diremos, o qué nuevas palabras encontraremos para manifestarte
nuestro amor y gratitud? ¡Bendita seas, Hija predilecta del Padre, Madre
verdadera del Hijo, Esposa escogida del Divino Espíritu! ¡Bendita seas,
Madre de los hombres, a quienes por hijos te dio Jesucristo en el
Calvario! ¡Bendita seas, porque has mostrado con nosotros entrañas de
verdadera Madre, no haciendo con ninguna otra nación tan singulares
finezas! «Yo soy la verdadera
Madre de Dios»; dijiste al neófito sencillo
en tu visita; y amorosa habiéndolele
das el tierno nombre de hijo, y aun de
hijo pequeñuelo, y tierno, y muy querido;
y amorosa, habiéndole, le indicas
que conviene que él, pobre y humilde,
y no otro alguno, sea tu mensajero y tu
ministro en la grande fineza que quieres
mostrarnos; y amorosa, habiéndole,
le prometes que recompensarás su obediencia
¡como si el servirte a ti, Reina
del cielo, no fuese la más dulce delicia,
y la mejor de las recompensas! Amorosa,
habiéndole, le dices que has sanado a su
enfermo, obrando en su favor tan misericordiosa
maravilla, y amorosamente
habiéndole, le prometes que en el templo
que se levante, te mostrarás Madre
amorosa y tierna de cuantos te invocaren.
¡Oh, y cuán perfectamente has cumplido
en tantos años tu promesa, Virgen
de Guadalupe! Aquí has enjugado
millares de veces nuestras lágrimas;
aquí has aclarado nuestras dudas; aquí
has despertado o afirmado sacerdotales o religiosas vocaciones, y
bendecido y hecho felices cristianos matrimonios;
aquí has remediado males sin medida,
angustias privadas que oprimían los corazones,
y públicas calamidades que
agobiaban a los pueblos; aquí has seguido
siempre amorosamente hablando a todos tus hijos; amorosa hablando a
los justos para que no se desvíen, diciéndoles
suavemente en lo más hondo
de su alma: «Yo soy la madre del hermoso
amor, y del temor y del conocimiento
y de la santa esperanza. En mí hallaréis
toda gracia para continuar en el camino
de la verdad, en mí toda esperanza
de vivir la vida de las virtudes»,
amorosa
hablando a los pecadores, exhortándolos a llegar a ti, y a llenarse de
los frutos
que produces, y de los sentimientos de
contrición que despiertas, y de las virtudes
que comunicas: amorosa hablando a las almas afligidas, invitándolas a
participar
de tu espíritu, más dulce que la
miel, y de tu herencia más regalada que
el panal; amorosa hablando a las almas
tibias y olvidadas, recordándoles que tu
memoria vive en el pueblo cristiano por
las generaciones de los siglos. ¡Yo también
quisiera ahora amorosamente hablarte,
Madre de Dios, y guarda de las Vírgenes, Puerta del celestial palacio,
nuestra esperanza
en la tierra, y en el cielo gozo; con
filial amor quisiera ahora hablarte, Paloma
de inmortal belleza que moras entre
plantíos de azucenas; vara que germinas
desde la raíz, la medicina de nuestras llagas;
torre cerrada siempre y vedada al
infernal dragón; estrella amiga de los navegantes
que se hallan en peligro de naufragio!
¡Protégenos, oh Madre en las decepciones
de la tierra que amargan tanto
nuestra vida! Faro luciente del Tepeyac,
dirígenos con los rayos de tu luz argentada; disipa las tinieblas de
tantos
errores, líbranos de los peligrosos escollos
y muéstranos una segura vía, entre las
tempestuosas olas del mar de este mundo.
Y a mí, tu pobre siervo, que tanto te
amo, alcánzame del Señor la gracia especial
que te he pedido en estos días, si a mi alma no fuere dañosa, ni
estorbare
la gloria de mi Dios y Señor. ¡Bendita
seas, Reina y Señora mía! ¡Bendita seas,
Virgen de Guadalupe! Te dejo mi corazón,
te entrego mi alma, para que a
Dios la lleves; ¡bendíceme en mi vida,
bendíceme en mi muerte! Amén.
Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
Estimados hermanos, ¿disponen de la fórmula en latín del Rosario de los 100 Requiem por las ánimas del Purgatorio?
ResponderEliminarGracias de antemano.
Viva Cristo Rey
Estamos trabajando en la traducción.
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