LA SOBERANÍA DEL PUEBLO DE DIOS
El jueves 5 de septiembre, durante su viaje a Mozambique, el papa
Francisco se encontró de forma privada con un grupo de veinticuatro
jesuitas, veinte de los cuales eran de Mozambique, tres de Zimbabue y
uno de Portugal. Estaba entre ellos el provincial, P. Chiedza Chimhanda.
El encuentro tuvo lugar en la nunciatura alrededor de las 18:15 h,
después de que el papa regresara de sus compromisos de
la jornada. La provincia de los jesuitas de Zimbabue-Mozambique fue
constituida a fines de diciembre de 2014. Cuenta actualmente con 163
miembros, 90 de los cuales son jóvenes en formación[1]. Los jesuitas
aplaudieron al papa a su llegada; él les pidió que
formaran un círculo con las sillas. La conversación duró una hora larga.
Tras los saludos del provincial, el papa invitó a los jesuitas a plantear preguntas para iniciar la conversación.
El primero en tomar la palabra fue el P. Paul Mayeresa, que trabaja en Beira en el apostolado educativo. Él le pidió al papa un pensamiento sobre las preferencias apostólicas de la Compañía[2] y un consejo sobre cómo vivirlas en Mozambique. El papa respondió de la siguiente manera.
No
es fácil reconstruir una sociedad dividida. Vosotros vivís en un país
que ha atravesado luchas entre hermanos. Pienso que, por ejemplo, la
preferencia apostólica que tiene que ver con los ejercicios espirituales
puede ayudar mucho en este contexto. Se pueden dar ejercicios a
personas comprometidas en los distintos sectores de la sociedad y
hacerlas así más aptas para desarrollar su función de unir y
reconciliar. Se trata de la experiencia del discernimiento espiritual
que guía la acción.
Hace
falta un acompañamiento adecuado, especialmente si en la sociedad y en
la nación hay necesidad de unidad, de reconciliación. Sabemos que a
veces lo óptimo es enemigo de lo bueno y, en un momento de
reconciliación, hay que tragarse muchos sapos. En este proceso es
preciso enseñar a tener paciencia. Hace falta la paciencia del
discernimiento para ir a lo esencial y dejar de lado lo accidental. ¡A
veces hace falta verdaderamente mucha paciencia! Pero después es preciso
enseñar también los contenidos, es decir, la Doctrina Social de la
Iglesia. Pero atención: en todo caso, el jesuita no debe dividir. En la
sociedad de Mozambique hay necesidad de reconciliación: unir, unir,
unir, unir, unir, tener paciencia, esperar. Nunca dar un paso para
dividir. Somos hombres del todo, no de la parte.
Tú
trabajas en el apostolado educativo y estás en medio de los jóvenes. Tu
trabajo es importante y exigente. Los jóvenes tienen buena voluntad,
pero pueden ser una presa fácil para el engaño, para la impaciencia. Es
necesario estar cerca de los jóvenes, darles espacio para que puedan
discernir lo que sucede en su corazón. La formación considera a la vez
las ideas y los sentimientos. Para actuar bien hay que considerar
siempre las ideas y los sentimientos que se tienen. Por ejemplo, hay que
ayudar a los más jóvenes a reconocer cuándo viven en la resignación y,
por tanto, en el estancamiento. Y también a reconocer cuando, por el
contrario, viven una sana inquietud. En suma, hace falta una obra de
discernimiento espiritual, de acompañamiento por el bien de la sociedad.
A
continuación, habla el P. Bendito Ngozzo, capellán de la escuela
secundaria «Santo Inácio Loyola»: «Algunas sectas protestantes utilizan
la promesa de riqueza y prosperidad para hacer prosélitos. Los pobres se
dejan fascinar y esperan volverse ricos adhiriendo a estas sectas que
utilizan el nombre del evangelio. De ese modo, abandonan la Iglesia.
¿Qué recomendación puede darnos para que nuestra evangelización no sea
hacer proselitismo?
Lo
que dices es muy importante. Así y todo, hay que distinguir bien entre
los que se denominan «protestantes». Hay muchos con los cuales podemos
trabajar muy bien y a los que les importa un ecumenismo serio, abierto,
positivo. Pero hay otros que buscan solamente hacer proselitismo y
utilizar una visión teológica de la prosperidad. Has sido muy preciso en
tu pregunta.
En La Civiltà Cattolica
se han publicado dos artículos importantes al respecto. Te los
aconsejo. Fueron escritos por el P. Spadaro y por el pastor
presbiteriano argentino Marcelo Figueroa. El primer artículo hablaba del «ecumenismo del odio».
El segundo versaba sobre la «teología de la prosperidad»[3]. Al leerlos
verás que hay sectas que verdaderamente no pueden definirse como
cristianas. Predican a Cristo, sí, pero su mensaje no es cristiano. Nada
que ver con la predicación de un luterano o de otro cristiano
evangélico serio. Estos llamados «evangélicos» predican la prosperidad,
prometen un evangelio que no conoce la pobreza, sino que busca
simplemente hacer prosélitos. Es justamente lo que Jesús condena en los
fariseos de su tiempo. Lo he dicho varias veces: el proselitismo no es
cristiano.
Hoy
sentí una cierta amargura cuando concluí el encuentro con los jóvenes.
Una señora se me acercó con un joven y una joven. Se me indicó que
formaban parte de un movimiento un poco fundamentalista. Ella me dijo,
en perfecto español: «Santidad, vengo de Sudáfrica.
Este muchacho era hindú y se convirtió al catolicismo. Esta chica era
anglicana y se convirtió al catolicismo». Pero me lo dijo de manera
triunfal, como si hubiese hecho una batida de caza, con el trofeo. Me
sentí incómodo y se lo dije: «Señora, evangelización sí, proselitismo
no».
Lo
que quiero decir es que la evangelización libera. En cambio, el
proselitismo hace perder la libertad. El proselitismo es incapaz de
crear un camino religioso en libertad. Prevé siempre gente de un modo u
otro sometida. En la evangelización el protagonista es Dios, en el
proselitismo lo es el yo.
Es
verdad, hay muchas formas de proselitismo. El de los equipos de fútbol,
la afición, están bien, ¡por favor! Y además está claro que existen las
formas de proselitismo de las sociedades comerciales, de los partidos
políticos. El proselitismo está extendido, bien lo sabemos. Pero no debe
estarlo entre nosotros. Debemos evangelizar, que es algo muy distinto
del proselitismo.
San
Francisco de Asís dijo a sus hermanos: «Id al mundo, evangelizad. Y, si
es necesario, también con las palabras». La evangelización es
esencialmente testimonio. El proselitismo es convincente, pero es todo
afiliación, y te quita la libertad. Creo que esta distinción puede ser
de gran ayuda. Benedicto XVI dijo en Aparecida una cosa maravillosa: que
la Iglesia no crece por proselitismo, crece por atracción, la atracción
del testimonio. Las sectas, en cambio, al hacer prosélitos, separan a
las personas, les prometen muchas ventajas y, después, las abandonan a
sí mismas[4].
Entre
vosotros hay seguramente teólogos, sociólogos y filósofos: os pido que
estudiéis y profundicéis la diferencia entre proselitismo y
evangelización. Leed la exhortación apostólica Evangélii nuntiándi,
de Pablo VI. Allí está claro que la vocación de la Iglesia es
evangelizar. Más aún, la identidad misma de la Iglesia es evangelizar.
Pero, lamentablemente, no solo en las sectas, sino también dentro de la
Iglesia católica hay grupos fundamentalistas. Subrayan el proselitismo
más que la evangelización.
Otra
cosa típica de la actitud de proselitismo es que no distingue entre
fuero interno y fuero externo. Y es el pecado en que caen hoy muchos
grupos religiosos. Por eso he pedido a la Penitenciaría Apostólica que
haga una declaración sobre el fuero interno, y la declaración que han
hecho es verdaderamente muy buena[5].
La
evangelización no viola nunca la conciencia: anuncia, siembra y ayuda a
crecer. Ayuda. En cambio, quienquiera que haga proselitismo viola la
conciencia de las personas: no las hace libres, las hace depender. La
evangelización te da una dependencia «paterna», es decir, te hace crecer
y te libera. El proselitismo te da una dependencia servil, de
conciencia, y social. La dependencia del evangelizado, la «paterna», es
el recuerdo de la gracia que Dios te ha dado. El prosélito, en cambio,
depende no como un hijo, sino como un esclavo, que al final no sabe qué
hacer si no se le indica.
Recomiendo una vez más estos dos artículos de La Civiltà Cattolica: leedlos, estudiadlos, porque allí hay mucho de lo que te he dicho. Aquí he procurado comunicaros la intuición principal.
Toma
la palabra un estudiante, Leonardo Alexandria Simão, que está cursando
su período de formación en Beira. Relata acerca de su trabajo con los
jóvenes. El papa le dice que es un trabajo importante y
que su «tarea es comunicar el evangelio y hacer que los jóvenes sean
interiormente libres». Después, el jesuita le pregunta si ha cambiado su
experiencia de Dios desde que fue elegido papa, y cómo. Francisco se
toma un breve tiempo para reflexionar y después responde…
No
te sé decir, de verdad. O sea, creo que, fundamentalmente, mi
experiencia de Dios no ha cambiado. Sigo siendo siempre el mismo de
antes. Sí, advierto un sentimiento de mayor responsabilidad, sin duda.
Además, mi oración de intercesión se ha hecho mucho más amplia que
antes. Pero también antes vivía la oración de intercesión y sentía la
responsabilidad pastoral. Sigo caminando, pero no hay cambios
verdaderamente radicales. Le hablo al Señor como antes. Siento que me da
la gracia que me hace falta para el tiempo presente. Pero el Señor me
la daba también antes. Y, además, cometo los mismos pecados que antes.
La elección a papa no me ha convertido de golpe, de modo de hacerme
menos pecador que antes. Soy y sigo siendo un pecador. Por eso me
confieso cada dos semanas.
No
me habían planteado nunca antes esta pregunta, y te agradezco que me la
hayas planteado, porque me hace reflexionar sobre mi vida espiritual.
Entiendo, como te decía, que mi relación con el Señor no ha cambiado,
aparte de un mayor sentimiento de responsabilidad y de una oración de
intercesión que se ha ampliado al mundo y a toda la Iglesia. Pero las
tentaciones son las mismas y también los pecados. El solo hecho de que
ahora yo me vista todo de blanco no me ha hecho para nada menos pecador y
más santo que antes.
Me
conforta mucho saber que Pedro, la última vez que aparece en los
Evangelios, es todavía inseguro como lo era antes. Junto al mar de
Galilea Jesús le pregunta si lo ama más que los otros y le pide que
apaciente sus ovejas, y después lo confirma. Pero Pedro sigue siendo la
misma persona que era: testarudo, impetuoso. Pablo deberá confrontarse y
luchar con esa testarudez en razón de los cristianos que venían del
paganismo y no del judaísmo. Al comienzo, en Antioquía, Pedro vivía la
libertad que Dios le había dado, se sentaba a la mesa con los paganos y
comía con ellos tranquilamente, dejando de lado las reglas alimentarias
judías. Pero después llegaron allí algunos de Jerusalén, y Pedro, por
temor, se retiró de la mesa de los paganos y comía solo con los
circuncisos[6]. En suma: de la libertad pasa de nuevo a la esclavitud
del temor. He ahí al Pedro hipócrita, al hombre del compromiso. Leer
sobre la hipocresía de Pedro me conforta mucho y me pone en guardia.
Sobre todo me ayuda a comprender que no hay magia alguna en el haber
sido elegido papa. El cónclave no funciona por magia.
Interviene
el P. Joachim Biriate, socio del padre provincial, para plantear una
pregunta: «¿Cómo se hace para evitar caer en el clericalismo en el curso
de la formación al ministerio sacerdotal?».
El
clericalismo es una verdadera perversión en la Iglesia. El pastor tiene
la capacidad de ir delante de la grey para indicarle el camino, de
estar en medio de la grey para ver qué sucede en su interior, y también
de ir detrás de la grey para asegurarse de que no se deje a nadie atrás.
Por el contrario, el clericalismo pretende que el pastor esté siempre
delante, establece una ruta y castiga con la excomunión a quien se aleja
de la grey. En síntesis: es justo lo opuesto a lo que hizo Jesús. El
clericalismo condena, separa, frustra, desprecia al pueblo de Dios.
Una
vez fui a confesar en un santuario en el norte de Argentina. Terminada
la misa, salí con otro sacerdote. Una señora se acercó a él con
estampitas y rosarios pidiéndole que bendijera esos objetos. Mi amigo le
explicó: «Usted estuvo en misa y, al final de la misa, ya recibió la
bendición; por tanto, todo fue ya bendecido». Pero la señora seguía
pidiéndole la bendición. Y el sacerdote siguió en su explicación
teológica: «¿La misa es el sacrificio de Cristo?». Y la señora respondió
que sí. «¿Es el sacrificio del cuerpo y de la sangre de Cristo?». Y la
señora respondió que sí. «¿Y crees tú que Cristo, con su sangre, nos ha
salvado a todos?». La señora respondió que sí. Justo en ese momento el
sacerdote vio a un amigo suyo y se distrajo. Y la señora se dirigió de
inmediato a mí, pidiéndome: «Padre, ¿me da la bendición?». Pero ¡pobre
gente que debe implorar para tener una bendición! El clericalismo no
tiene en cuenta al pueblo de Dios.
En
América Latina hay mucha piedad popular, y es muy rica. Una de las
explicaciones que se da del fenómeno es que este se dio porque los
sacerdotes no estaban interesados y, por tanto, no pudieron
clericalizarla. La piedad popular tiene cosas que corregir, sí, pero
expresa la soberanía del pueblo santo de Dios, sin clericalismo. El
clericalismo confunde el «servicio» presbiteral con la «potencia»
presbiteral. El clericalismo es ascenso y dominio. En italiano se llama arrampicamento, escalada.
El
ministerio entendido no como servicio, sino como «promoción» al altar
es fruto de una mentalidad clerical. Me viene a la mente un ejemplo
extremo. Diácono significa «servidor». Pero, en algunos casos, el
clericalismo toca paradójicamente justo a los «servidores», los
diáconos. Cuando se olvidan de que son los custodios del servicio, surge
entonces el deseo de clericalizarse y de ser «promovidos» al altar.
El clericalismo tiene como consecuencia directa la rigidez. ¿No
habéis visto nunca a jóvenes sacerdotes del todo rígidos en sotana
negra y capelo con la forma del planeta Saturno en la cabeza? Ahí lo
tenéis: detrás de todo el rígido clericalismo hay serios problemas.
Recientemente he tenido que intervenir en tres diócesis problemas que
después se expresaban en estas formas de rigidez que escondían
desequilibrios y problemas morales.
Una
de las dimensiones del clericalismo es la fijación moral exclusiva en
el sexto mandamiento. Una vez un jesuita, un gran jesuita, me dijo que
esté atento al dar la absolución, porque los pecados más graves son los
que tienen más carácter «angélico»: orgullo, arrogancia, dominio… Y los
menos graves son los que tienen menos carácter angélico, como la gula y
la lujuria. Uno se concentra en el sexo y, después, no se le da peso a
la injusticia social, a la calumnia, a los chismes, a las mentiras. Hoy
la Iglesia tiene necesidad de una profunda conversión en este aspecto.
Por
otra parte, los grandes pastores dan a la gente mucha libertad. El buen
pastor sabe conducir su grey sin someterla a reglas que la mortifican.
En cambio, el clericalismo conduce a la hipocresía. También en la vida
religiosa.
A
menudo cuento el caso de un jesuita en formación. Su madre estaba
gravemente enferma y él sabía que no iba a vivir por mucho más tiempo.
Vivía en otra ciudad del mismo país, y por eso pidió a su provincial
poder cambiar de sede para poder estar más tiempo con su madre. El
provincial dijo que lo pensaría en la presencia de Dios y que le
respondería antes de partir nuevamente a la mañana siguiente. El joven
jesuita permaneció por largo tiempo en la capilla esa noche, pidiendo
que el Señor le concediera la gracia. Pero el provincial, dado que tenía
que partir temprano, en realidad no pensó mucho en el asunto y escribió
todas las respuestas a las cartas que debía dejar y se las dejó al
ministro de la comunidad[7] para que las entregara al día siguiente.
Entre ellas estaba la respuesta a este muchacho. El ministro, puesto que
era tarde y pensaba que todos estarían durmiendo, dejó las cartas junto
a las puertas de los interesados. El joven, que a la noche regresó de
la capilla a la habitación, vio la carta del provincial y la abrió. Se
dio cuenta de que estaba fechada al día siguiente. Decía: «Después de
haber reflexionado, orado, celebrado la misa y hecho un largo
discernimiento delante del Señor, pienso que deberías permanecer en este
lugar». Ahí está: esto es clericalismo, es la hipocresía a la que
conduce el clericalismo. El joven jesuita no perdió la vocación, pero no
olvidó aquella hipocresía. El clericalismo es esencialmente hipócrita.
Toma
la palabra el P. Alfonso Mucame, párroco de la parroquia de San
Ignacio, en la diócesis de Tete, y pide algún pensamiento sobre el
Apostolado de la Oración, que ahora se llama Red Mundial de Oración del Papa y que acaba de cumplir sus 175 años de actividad[8].
Pienso
que tenemos que enseñar a la gente la oración de intercesión, que es
una oración de valentía, de parresia. Pensemos en la intercesión de
Abrahán por Sodoma y Gomorra. Pensemos en la intercesión de Moisés por
su pueblo. Tenemos que ayudar al pueblo a ejercitar más a menudo la
intercesión. Y nosotros mismos debemos hacerlo más. Lo está haciendo muy
bien la Red Mundial de Oración del Papa, como se llama ahora, dirigida por el P. [Frédéric] Fornos. Es importante que la gente ore por el papa y por sus intenciones. El papa
está tentado, está muy asediado: solo la oración de su pueblo puede
liberarlo, como se lee en los Hechos de los Apóstoles. Cuando Pedro
estaba prisionero, la Iglesia oró incesantemente por él. Si la Iglesia
ora por el papa, esto es una gracia. Yo siento de
verdad continuamente la necesidad de pedir la limosna de la oración. La
oración del pueblo sostiene.
La
última pregunta es del estudiante Ermano Lucas, que desarrolla su
servicio en la escuela secundaria San Ignacio. Su pregunta es sobre la
creciente xenofobia.
La
xenofobia y la aporofobia[9] son hoy parte de una mentalidad populista
que no deja soberanía a los pueblos. La xenofobia destruye la unidad del
pueblo, también la del pueblo de Dios. Y el pueblo somos todos
nosotros: los que han nacido en un mismo país, no importa que tengan
raíces en otro lugar o sean de etnias diferentes. Hoy estamos tentados
por una forma de sociología esterilizada. Parece que se considera a un
país como si fuese un quirófano, donde todo está esterilizado: mi raza,
mi familia, mi cultura… como si se tuviese miedo de ensuciarla,
mancharla, infectarla. Se quiere bloquear ese proceso tan importante que
da vida a los pueblos y que es el mestizaje. Mezclar te hace crecer, te
da nueva vida. Desarrolla cruces, mutaciones, y confiere originalidad.
El mestizaje es lo que hemos experimentado, por ejemplo, en América
Latina. En nuestras tierras hay de todo: el español y el indio, el
misionero y el conquistador, la estirpe española y el mestizaje[10]. Construir muros significa condenarse a muerte. No podemos vivir asfixiados por una cultura de quirófano, aséptica y no microbiana.
El encuentro del papa Francisco con los jesuitas concluyó con los agradecimientos, una oración todos juntos y la foto de grupo.
* * *
El
8 de septiembre, durante su visita a Madagascar, al final del encuentro
con sacerdotes, religiosos y seminaristas en el campo deportivo del
Collège de Saint Michel[11],de los jesuitas, el papa
Francisco se encontró en la capilla del colegio con 200 de los 260
jesuitas de la provincia malgache, encabezados por el provincial, P.
Fulgence Ratsimbazafy. El encuentro duró cerca de 40 minutos.[12]
La entrada del papa estuvo acompañada por el canto del «Veni Creator», en una atmósfera cordial, pero también un poco solemne. El papa
quiso atenuar de inmediato esa solemnidad, diciendo que no iba a dar
discursos y que no quería tampoco escucharlos. Pidió, por el contrario,
«hablar como hermanos» y mantener una conversación con preguntas y
respuestas totalmente espontáneas. En el encuentro se alternaron una
serie de respuestas rápidas[13] y tres respuestas más amplias.
El
P. Joseph Emmanuel Randriamamonjy, comprometido en el apostolado de los
ejercicios espirituales, toma el micrófono y plantea en italiano la
pregunta: «¿Qué impresión ha tenido de Madagascar? ¿Qué lo ha
impresionado más?».
Una
cosa que me ha impresionado mucho y que, me parece, es el hilo
conductor de la visita ha sido el pueblo, el pueblo malgache. He visto
un pueblo capaz de soportar pobreza, sufrimiento explotación. Me ha
impresionado la capacidad de expresar alegría, incluso cuando se carece
de lo necesario. Es una verdadera gracia. También nos dice mucho a
nosotros, los consagrados, y cuestiona nuestras exigencias refinadas y, a
veces, típicas de una élite. He visto un pueblo que busca lo esencial
para sobrevivir, pero que, justamente por eso, es fecundo. No perdáis de
vista las raíces que hacen a vuestro pueblo alegre también en el
sufrimiento. Cuando os venga la tentación de volveros un poco agrios e
insatisfechos concentraos bien en el espíritu de vuestro pueblo y en su
fecundidad.
El
P. Noël Cyprien, coordinador del apostolado social y ecológico de la
provincia, toma la palabra: «Usted viene de América Latina. Ahora está
en Madagascar. ¿Ve alguna relación entre nuestros distintos pueblos?».
Diría
que nuestros pueblos tienen que estar atentos para no caer en la
colonización ideológica que nos quita la identidad. Nuestros pueblos
tienen todavía la capacidad de expresarse de manera popular sin caer en
el populismo. Es importante conservar la identidad del propio pueblo,
una identidad que proviene de la expresión espontánea del pueblo. Por el
contrario, tenemos que defendernos de una identidad que sea ideológica.
La experiencia del pueblo va mucho más allá de las ideologías, que son
abstractas: de ende siempre del contexto, de la realidad «según los
lugares, los tiempos y las personas».
El
criterio de la acción nunca es abstracto, sino que tiene como
referencia un cierto lugar, un cierto tiempo, determinadas personas. La
visión interior no se impone sobre la historia procurando organizarla,
sino que dialoga con la realidad, se inserta en la historia, se
desarrolla en el tiempo. Esto hace que el que guíe la acción sea el
discernimiento, respetando siempre la variedad de las culturas, de los
pueblos, de la interioridad de las personas.
Es
por eso que la Compañía de Jesús ha podido tener figuras como san
Francisco Javier, Matteo Ricci, [Roberto] De Nobili, [Alessandro]
Valignano. Nuestras misiones en Sudamérica fueron creativas junto al
pueblo y no lo redujeron a un esquema teórico. La regla de acción en las
misiones tuvo siempre en cuenta lo concreto de los lugares, de los
tiempos y de las personas. La regla es este discernimiento.
El
P. Joseph Rabenirina, director de la editorial «Ambozonyany», pregunta:
«He oído de mis padres y de mis abuelos que los misioneros franceses
solían dar como penitencia por los pecados hacer plantar árboles. ¿Qué
piensa de eso?».
¡Me
parece una intuición pastoral muy creativa! Por lo que me dices, se
trataba de una penitencia social, medioambiental, que se preocupa de
construir la sociedad. Hoy, cuando fui a la «Ciudad de la amistad», el
P. Pedro [Pablo Opeka Marolt, CM] me hizo ver algunos pinos. Me dijo que
los había plantado él mismo veinte años atrás. Esto es de verdad muy
hermoso.
Al final del encuentro se entregaron al papa
varios regalos. Entre ellos, un libro sobre Antonio de Padua
Rahajarizafy, que fue el primer provincial malgache. Francisco lo había
citado durante su discurso en el palacio presidencial, mientras hablaba
de la cultura «fihavanana» [palabra malgache de difícil traducción que se puede entender como «relaciones de parentesco (al derivar de la palabra havana, pariente), amistad, buena voluntad entre los seres (tanto físicos como espirituales)», N. del E.]. El papa
escribió después una dedicatoria en el libro de las bodas de oro para
los cincuenta años de la provincia malgache, que se celebrarán en 2021.
Después, estampó su firma en la traducción malgache de la encíclica
«Laudato si’». En un clima de gran simpatía y también de una cierta
confusión, Francisco se retiró mientras los presenten entonaban el canon
de Taizé «Ubi caritas».
NOTAS
[1]
En Mozambique los jesuitas trabajan en seis parroquias: una en la
archidiócesis de Maputo, otra en la archidiócesis de Beira, y cuatro en
la diócesis de Tete. En Zimbabue gestionan nueve parroquias. La
actividad principal de la provincia está ligada al apostolado educativo,
donde los jesuitas trabajan en dieciocho escuelas primarias y
secundarias. Se trata en su mayoría de escuelas que la Compañía gestiona
por cuenta de los respectivos obispos y en colaboración con los
Gobiernos. La provincia posee cinco de estas escuelas. Se encuentra
activo también un centro social, dos centros de espiritualidad, dos
proyectos para la atención de huérfanos y un proyecto para la
rehabilitación de niños de la calle.
[2] Un amplio proceso de escucha y de discernimiento ha permitido a la Compañía de Jesús presentar al
santo padre
cuatro preferencias apostólicas universales, que son las siguientes: 1)
Mostrar el camino hacia Dios mediante los ejercicios espirituales y el
discernimiento. 2) Caminar junto a los pobres, los descartados del
mundo, los vulnerados en su dignidad en una misión de reconciliación y
justicia. 3) Acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro
esperanzador. 4) Colaborar en el cuidado de la casa común (Curia
Generalicia de la Compañía de Jesús, Preferencias apostólicas
Universales de la Compañía de Jesús 2019-2029, Roma, 19 de febrero de
2019, p. 1 [texto original español], disponible en
https://jesuits.global/it/documenti/send/8-uap-docs/62-preferencias-apostolicas-universales).
[3] A. Spadaro – M. Figueroa, «Fundamentalismo evangélico e integrismo católico. Un ecumenismo sorprendente», en La Civiltà Cattolica Iberoamericana
1 (2017) n. 7, pp. 7-15; íds., «Teología de la prosperidad. El peligro
de un evangelio “diferente”», en ibíd., 2 (2018), n. 19, pp. 7-20.
[4] Cf. Benedicto XVI,
Homilía en la misa de inauguración de la V Conferencia General del Episcopado Americano y del Caribe
(explanada del santuario de Aparecida, 13 de mayo de 2007): «La Iglesia
no hace proselitismo. Crece mucho más por “atracción”: como Cristo
“atrae a todos a sí” con la fuerza de su amor, que culminó en el
sacrificio de la cruz, así la Iglesia cumple su misión en la medida en
que, asociada a Cristo, realiza su obra conformándose en espíritu y
concretamente con la caridad de su Señor». Texto disponible en
http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/homilies/2007/documents/hf_ben-xvi_hom_20070513_conference-brazil.html.
[6]
«Ahora bien, cuando llegó Cefas a Antioquía, tuve que encararme con él,
porque era reprensible. En efecto, antes de que llegaran algunos de
parte de Santiago, comía con los gentiles; pero cuando llegaron
aquellos, se fue retirando y apartando por miedo a los de la
circuncisión. Los demás judíos comenzaron a simular con él, hasta el
punto de que incluso Bernabé se vio arrastrado a su simulación. Pero
cuando vi que no se comportaban correctamente, según la verdad del
Evangelio, le dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives
como los gentiles y no como los judíos, ¿cómo fuerzas a los gentiles a
judaizar?» (Gál 2,11-14).
[7] El «ministro» de la comunidad es el vicesuperior.
[8] F. Fornos, «La red mundial de oración del papa», en La Civiltà Cattolica Iberoamericana 3 (2019) n. 30, pp. 64-69.
[9]
La xenofobia es una aversión genérica hacia los extranjeros, a lo que
es extranjero o es percibido como tal. La aporofobia representa el miedo
a la pobreza o a los pobres y puede ser interpretada también como la
repugnancia frente al pobre o al indefenso.
[10] Cf. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento conclusivo,
Aparecida, 13-31 de mayo de 2007 (Documento de Aparecida), Bogotá,
Celam 32008, n. 43: «La realidad social, que describimos en su dinámica
actual con la palabra globalización, impacta, por tanto, antes que
cualquier otra dimensión, nuestra cultura y el modo como nos insertamos y
apropiamos de ella. La variedad y riqueza de las culturas
latinoamericanas, desde aquellas más originarias hasta aquellas que, con
el paso de la historia y el mestizaje de sus pueblos, se han ido
sedimentando en las naciones, las familias, los grupos sociales, las
instituciones educativas y la convivencia cívica, constituye un dato
bastante evidente para nosotros y que valoramos como una singular
riqueza». Cf. también III Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano, Puebla. La evangelización en el presente y en el futuro de América Latina (Documento de Puebla), Bogotá, Celam, 1979, nn. 307, 409.
[11]
Fundado en 1888 por misioneros jesuitas franceses, el colegio recibió
el nombre de Saint-Michel en homenaje al P. Michel Lanusse, que tuvo la
idea de fundarlo. Hoy es un instituto conocido por la alta calidad de la
enseñanza que imparte a sus 3700 alumnos.
[12]
La Compañía de Jesús está presente en 11 de las 22 diócesis de la
Iglesia en Madagascar y desarrolla diversas actividades pastorales
vinculadas a la educación básica y universitaria, a la formación, tanto
de los jóvenes como del clero y de los religiosos, al apostolado de los
ejercicios espirituales, así como a los apostolados social, de la
primera evangelización y parroquial. La provincia fue fundada en 1971.
[13]
Al P. Hilarion Rakotoarison, que preguntó cuál era para él la prioridad
apostólica principal de las cuatro establecidas por la Compañía, el papa
respondió, sonriendo: «La primera, la segunda, la tercera y la cuarta.
¡Todas!». Al P. Vincent Anastase Rakotovao, que le preguntó por la
elección del nombre «Francisco», el papa le dijo: «Me
vino a la mente en el Cónclave, cuando, en el momento final del voto, el
cardenal Hummes me pidió que no me olvidara de los pobres». Al hermano
Bernardin Ramarolahy, que le preguntó cómo había vivido el clima de esos
días, le respondió: «Tuve un poco de frío ayer, pero hoy me cubrí más
con un jersey». Al novicio Hasiniaina Iombonana Josephat, que le
preguntó qué recuerda de su noviciado, le dijo: «Era un noviciado
clásico como se hacía en otro tiempo: todo estaba regulado. Agradeced
que la Compañía tuvo como general al P. Pedro Arrupe, que se dedicó a la
formación».
[14] Cf. p. ej., Constituciones de la Compañía de Jesús. Examen primero y general, cap. 4, n. [64], en San Ignacio de Loyola, Obras, Madrid, BAC, 61997, p. 478.
Pero
bueno, a ver si en el Día del Juicio, Bergoglio es siquiera capaz de
sostener tantas blasfemias y herejías mal hechas, porque «hasta
de cualquiera palabra ociosa, que hablaren los hombres, han de dar
cuenta en el dia del juicio. Porque por tus palabras habrás de ser
justificado, y por tus palabras condenado» (San Mateo XII, 36 -
Traducción de Mons. Félix Torres Amat).