En
el "Misal" de Pablo VI (1969) desapareció la fiesta del Dulce Nombre de
María, que se repuso en la edición del "Misal" Romano del año 2002,
bajo Wojtyla Katz/Juan Pablo II, entre las 'memorias' (memoria libre)
dedicadas a la Santísima Virgen. Aunque se celebraba en el siglo XV-XVI,
se instituye como fiesta universal, para toda la Iglesia, por el Papa
Beato Inocencio XI con motivo de la victoria de los ejercitos cristianos
contra los turcos en la batalla de Kahlemberg, a las puertas de Viena.
Batalla de Kahlemberg, durante el segundo sitio de Viena (1683)
Desde
mediados del mes de Julio, Viena sufrió un implacable asedio. La corte
imperial y 80.000 vieneses abandonaron la ciudad, que quedó defendida
por una fuerza militar de 11.000 soldados y los 5.000 irreductibles que
se negaron a abandonar su capital. Mandaba las fuerzas el general conde
von Starhemberg. A primeros de Septiembre, la resistencia parecía
insostenible, imposible por momentos. El cerco de Viena suponía el
primer paso para la penetración brutal de los mahometanos en el corazón
de Europa, debilitada por la fragmentación de estados y confesiones que
siguó a la crisis protestante y la Guerra de los Treinta Años. Si caía
Viena, con la derrota del Austria de los Habsburgo se abrían al Imperio
Otomano las puertas del Sacro Imperio y de toda la Europa Central.
Como
cuando la crisis final de Bizancio, sólo la Santa Sede comprendía el
riesgo e intentaba movilizar a las potencias católicas. En Francia, Luis
XIV se negó en absoluto, incluso comenzó una serie de hostilidades
contra ciertas plazas de los Habsburgo en la Alsacia, forzando al
emperador Leopoldo I a distraer parte de los efectivos militares que
eran necesarios para resistir en Viena. La España languideciente de
Carlos II, ya en plena tensión por la controversia de la sucesión del
rey, sólo ayudó a sus primos austriacos con recursos económicos, incapaz
de movilizar ningún ejercito auxiliar.
Fueron
los principados alemanes (Sajonia, Franconia, Baden, Baviera y Suabia)
quienes se coaligaron con Leopoldo I. Destacaban brillantes
personalidades como Carlos V de Lorena, Luis Guillermo de Baden-Baden, y
el ya emergente Eugenio de Saboya. La coalición se hizo efectiva
gracias a las instancias del Papa Inocencio XI, tan consciente de la
gravedad de la acometida turca y de lo que suponía el sitio de Viena. A
pesar del esfuerzo, la empresa parecía inútil, con los turcos bien
asentados en torno a la capital austriaca, con tropas suficientes para
poder tomarla y continuar luego su avance.
El
15 de Agosto, dia de la Asunción de la Virgen, el rey de Polonia, Juan
III Sobieski salía de Cracovia con un animoso ejercito, que encomendó a
Nuestra Señora al pasar por el santuario de Czestochowa. Llegados a
Viena, los efectivos totales de la Liga Santa sumaban un total de entre
70.000 y 80.000 hombres; los turcos contaban con más de 130.000, con una
formidable artillería, una sólida retaguardia y suministros asegurados.
Juan III Sobieski, rey de Polonia y héroe de Viena
Siguiendo
un imprevisible y casi temerario plan de batalla, el ejercito sitiado,
con el empuje heróico de Juan Sobieski, lanza un ataque en la madrugada
del 12 de Septiembre, antes de las primeras luces, sobre las 4 de la
mañana. Se batalló el día entero. A las cinco de la tarde, entraba el
victorioso Juan Sobieski en la lujosa tienda del pashá Kara Mustafá. En
una de esas frases destinadas al bronce de la historia, el gran Sobieski
parafraseó en cristiano la sentencia del César: 'Venimus, vidimus, Deus
vincit' (llegamos, vimos, pero fue Dios quien venció).
Quedaron
en el campo los cuerpos de 15.000 turcos y unos 4.500 cristianos. El
Imperio Otomano no se recuperó del golpe. La lucha, a instancias también
de Inocencio XI, seguiria más tarde con la reconquista de Hungría, y
Belgrado volvería a manos cristianas antes de acabar el siglo. La Liga
Santa propiciada por Inocencio XI unió a reinos católicos, príncipes
protestantes e incluso la Rusia de Pedro el Grande se unió a la
coalición. El tratado de Paz de Karlowitz sería el punto final de este crucial episodio.
El
Beato Inocencio XI entendió que todo fue una obra de la fe, un
providencial triunfo por gracia de la intercesión de Nuestra Señora, por
lo que solemnizó la fiesta del Nombre de María extendiéndola a todo el
Orbe Católico. En Roma, se celebró especialmente la victoria del 12 de
Septiembre de 1683.
El
Beato Inocencio XI estableció la universalidad de la fiesta del
Santísimo Nombre de la Bienaventurada Virgen Santa María en
agradecimiento a que por su intercesión, la Europa cristiana se liberó
del estandarte de la media luna.
He
querido recordarla por su patente incorrección política: Una fiesta de
exaltación de la Cristiandad unida frente a la violencia invasora del
islam mahometano. Una efemérides católica que desafía a ese novedoso
'espíritu de Asís' que invade el mundo confundiendo y desvirtuando
tantas cosas.
Una
cosa fue el espíritu victorioso y creyente de aquel 12 de Septiembre, y
otro el timorato y acomplejado espiritu que derivó del trágico 11-S que
se ha recordado en estos días.
Como
dije al empezar, la Misa del Nombre de María desapareció en el Misal
reformado del Vaticano II y reapareció en la edición del 2002. Pero sin
referencias, sin encuadre, sin verdadera 'memoria' de la efemérides de
Viena. Incluso la oración propia quedó sub mínimis:
"Concéde,
quæsumus, omnípotens Deus, ut cunctis gloriósum beátæ Maríæ Vírginis
nomen celebrántibus misericórdiæ tuæ benefícia ipsa procúret. Per
Dóminum".
En la auténtica y venerable Liturgia Romana, en el Breviario y el Misal se leen estos luminosos textos y oraciones:
"Venerábile Vírginis Maríæ nomen, quod interpretátum maris stella dícitur, Matri Vírgini valde conveniénter aptátur. Ipsa namque aptíssime síderi comparátur, quia, sicut sine sui corruptióne sidus suum emíttit rádium, sic absque sui læsióne Virgo parturívit Fílium. Nec síderi rádius suam mínuit claritátem, nec Vírgini Fílius suam integritátem. Ipsa est ígitur nóbilis illa stella ex Iacob orta, super hoc mare magnum et spatiósum necessário subleváta, micans méritis, illústrans exémplis. O quisquis te intélligis in huius sæculi proflúvio magis inter procéllas et tempestátes fluctuáre, quam per terram ambuláre, ne avértas óculos a fulgóre huius síderis. Maríam cógita, Maríam ínvoca, ut sic in temetípso experiáris, quam mérito dictum sit: ET NOMEN VÍRGINIS MARÍA. ~ Quod quidem dulcíssimum nomen, iamprídem in quibúsdam christiáni orbis pártibus speciáli ritu cultum, Innocéntius undécimus Románus Póntifex, ob insígnem victóriam de immaníssimo Turcárum tyránno, cervícibus pópuli christiáni insultánte, Viénnæ in Austria partam, et in perénne tanti benefícii monuméntum, in Ecclésia universáli síngulis annis celebrári præcépit". (El nombre venerable de la Virgen María, que se dice que significa Estrella del Mar, es el más adecuado para la Virgen Madre. Que bien puede ser comparado con una estrella, pues, como una estrella refleja adelante sus rayos sin ninguna disminución de su brillo propio, también la Virgen dio a luz al Hijo sin pérdida de su virginidad. Ni los rayos disminuyen el brillo de la estrella, ni el Hijo de María su virginidad intacta. Ella es la estrella que brilló antiguamente sobre Jacob y fue puesta por encima de este grande y anchuroso mar. Ella brilla con sus méritos, e ilumina con su ejemplo. Vosotros todos, los que bregais entre las tormentas y tempestades del mar proceloso, para que arribeis a la tierra firme, no aparteis los ojos de la brillante luz de esta estrella. Pensad en María, invocad a María, para que podáis probar el valor de aquello que está escrito: '...EL NOMBRE DE LA VIRGEN ERA MARÍA' ~ El Papa Inocencio XI ordenó que la fiesta de este Santísimo Nombre, que ya era honrada con un rito especial en algunas partes del mundo cristiano, se celebrara cada año en toda la Iglesia Universal como un monumento perpetuo por la gran bendición de la insigne victoria ganada en Viena, Austria, sobre el crudelísima tiranía de los turcos, opresores del pueblo cristiano. -Lección III de Maitines)
ORACIÓN
Concédenos
te suplicamos, oh Dios omnipotente, a tus fieles que nos alegramos del
Nombre y de la protección de la Santísima Virgen María, obtener de Ella
su piadosa intercesión para ser liberados de todos los males terrenos, y
merecer alcanzar el gozo eterno en los Cielos. Por J. C. N. S. Amén.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)