Traducción del artículo publicado en NOVUS ORDO WATCH. Tomado de AMOR DE LA VERDAD
Wojtyla Katz ante el "Paredón" de Auschwitz (Junio 7 de 1979)
Ahora que la atención de todos está puesta en el patente turbo-modernismo de Jorge Bergoglio, alias “Francisco”, es importante no descuidar el mirar hacia atrás a sus cinco predecesores de infeliz memoria, con el fin de recordar que sus herejías, errores, escándalos y blasfemias son no menos escandalosos que los suyos, sólo que simplemente están cuidadosamente envueltos en papel de plata que les da un aspecto de ortodoxia y de piedad.
Hoy nos gustaría señalar de una blasfemia horrible pronunciada por el supuestamente conservador y católico tradicional “Papa”, Juan Pablo II (Karol Wojtyla). El 7 de junio de 1979, el apóstata polaco fue a visitar el campo de concentración de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, Auschwitz-Birkenau, Polonia, lugar en el que el padre Maximiliano Kolbe perdió voluntariamente su propia vida para salvar la de otro. Allí Juan Pablo II dio una homilía en la que ensalzaba, como verdadero masón, la supuesta grandeza del hombre y de su dignidad, destacados en marcado contraste frente a los crímenes de guerra cometidos allí. Se podría escribir muchas páginas criticando los errores de la reflexión de Wojtyla, pero en este momento nos gustaría centrarnos en una sola blasfemia espantosa en la que el “Papa” polaco llama al genocidio nazi “Gólgota”, es decir, el Calvario, del mundo moderno:
Está claro que desde la Segunda Guerra Mundial, el llamado holocausto ha sido utilizado por un sinnúmero de judíos, “católicos”, protestantes y laicos para suplantar efectivamente el único verdadero Holocausto, es decir, el sacrificio de Jesucristo en el Monte Calvario (Gólgota) en el año 33 dC. Muchos han tratado de eclipsar el delito de Deicidio –el asesinato de Dios (Jesucristo en la Cruz)– el mayor crimen de la historia humana, para sustituirlo con los crímenes de guerra nazis. No es casualidad que estas atrocidades se hayan denominado el Holocausto, que es un término bíblico que describe un tipo particular de sacrificio religioso:
Está claro que el Holocausto de todos los holocaustos es el sacrificio redentor de Jesucristo, simplemente prefigurado en las ofrendas del Antiguo Testamento, y que es el único que verdaderamente puede quitar los pecados (véase Hebreos 9, 10; 12, 24). Este sacrificio fue también el resultado del mayor crimen de toda la historia humana (cf. Mateo 23, 31-35; Juan 10,18; Hechos 3, 12-19), lo que per se jamás puede ser superado en su malicia, y sin embargo, también, por una paradoja la Divina Voluntad, es la fuente inagotable de la gracia y el perdón, la fuente de toda bendición y virtud, de la que hemos de sacar abundantemente las aguas de la salvación (cf. Isaías 12, 3).
Sin embargo, este único y divino Holocausto, en el que el Dios-Hombre Jesucristo (cf. Isaías 45, 8) eligió sacrificarse y consumirse por amor nuestro -lo que lo convirtió en el sacrificio expiatorio del pecado, de una víctima impecable, ofrecido al Padre Eterno, que por ser de valor infinito por su divinidad, redime a la raza humana a causa de su propia humanidad- ha sido suplantado por los judaizantes de la Iglesia del Novus Ordo, y en concreto por Juan Pablo II como se cita anteriormente.
El Holocausto de Dios ha sido sustituido por el holocausto del hombre, y el Cuerpo Místico de Cristo, pueblo elegido de la Nueva Alianza, fue igualmente sustituido por la idea de que los judíos talmúdicos de hoy son el pueblo elegido de Dios, una idea muy frecuente en nuestros tiempos, especialmente entre los del Novu Ordo y los evangélicos sionistas. Sin embargo, “es necesario recordar que los católicos son, mucho más que los judíos, el pueblo elegido de Dios” … (P. Richard F. Clarke, “El Ministerio de Jesús: Breves Meditaciones sobre la vida pública de Nuestro Señor”, en Hermosas perlas de la verdad Católica, p. 542).
Llamar a los crímenes de guerra, no importa lo grandes que sean, un “Gólgota del mundo moderno”, ¡es una blasfemia impactante! También implica un rechazo del dogma de la Redención. Es sorprendente que Juan Pablo II, siempre amigo de los judíos talmúdicos, pudiera pronunciar una blasfemia tan horrible, menos de 14 años después de la clausura del Concilio Vaticano II, y sólo 21 años después de la muerte del Papa Pío XII, sin que prácticamente nadie hubiera pestañeado ante ello. Un nuevo “Gólgota”, uno del hombre moderno, que Juan Pablo II reconoce puesto “de rodillas”. La indignación desafía toda descripción.
Tenemos que decirle a Wojtyla y a los que están de acuerdo con él: no hay más que un solo Gólgota, un sólo Calvario, un sólo Holocausto: el sacrificio de Jesucristo, ante el cual todos deben arrodillarse (cf. Filipenses 2, 10; Romanos 14, 11). ¡El que se arrodilla ante cualquier otro “Gólgota” no puede arrodillarse ante el Verdadero Gólgota! Nada, absolutamente nada, puede compararse de ningún modo o acercarse al sacrificio expiatorio por el pecado, de valor infinito, ¡ofrecido por Jesucristo a la Santísima Trinidad! Considerado como el crimen del hombre contra Dios, es el peor crimen posible que alguna vez haya sido o pudiera haber sido cometido, y nunca puede ser superado por cualquier otro delito, no importa lo atroz que sea, ya sea en su especie o en grado.
Pero Juan Pablo II no estaba solo en su cuasi-deificación del llamado holocausto nazi. Ya en 1964, el joven padre Joseph Ratzinger, asesor entonces teológico del Cardenal Josef Frings en el Concilio Vaticano II, dio un sermón en el que dijo que “después de dos guerras mundiales, con Auschwitz e Hiroshima, uno no puede por más tiempo hablar de una era de salvación”, que comenzó con el nacimiento de Jesucristo hace dos mil años. Nos informamos sobre esta blasfemia espantosa a principios de este año, en el siguiente mensaje: En Alemania, la secta del Novus Ordo ha terminado
Para remachar su blasfemia contra Cristo, en la homilía del 7 de junio de 1979 Juan Pablo II se refirió a sí mismo como “el sucesor de Juan XXIII y de Pablo VI”. Sí en efecto, él era el sucesor de estos dos hombres –pero no el sucesor de San Pedro-.
Hoy nos gustaría señalar de una blasfemia horrible pronunciada por el supuestamente conservador y católico tradicional “Papa”, Juan Pablo II (Karol Wojtyla). El 7 de junio de 1979, el apóstata polaco fue a visitar el campo de concentración de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, Auschwitz-Birkenau, Polonia, lugar en el que el padre Maximiliano Kolbe perdió voluntariamente su propia vida para salvar la de otro. Allí Juan Pablo II dio una homilía en la que ensalzaba, como verdadero masón, la supuesta grandeza del hombre y de su dignidad, destacados en marcado contraste frente a los crímenes de guerra cometidos allí. Se podría escribir muchas páginas criticando los errores de la reflexión de Wojtyla, pero en este momento nos gustaría centrarnos en una sola blasfemia espantosa en la que el “Papa” polaco llama al genocidio nazi “Gólgota”, es decir, el Calvario, del mundo moderno:
Vengo pues y me arrodillo en este Gólgota del mundo contemporáneo, sobre estas tumbas, en gran parte sin nombre, como la gran tumba del Soldado Desconocido. Me arrodillo delante de todas las lápidas interminables, en las que se ha grabado la conmemoración de las víctimas de Oswiecim en las siguientes lenguas: polaco, inglés, búlgaro, cíngaro, checo, danés, francés, griego, hebreo, yidis, español, flamenco, serbio-croata, alemán, noruego, ruso, rumano, húngaro, italiano.
En particular, me detengo junto a vosotros, queridos participantes en este encuentro, ante la lápida con la inscripción en lengua hebrea. Esta inscripción suscita el recuerdo del pueblo, cuyos hijos e hijas estaban destinados al exterminio total. Este pueblo tiene su origen en Abraham, que es padre de nuestra fe (cf. Rom 4, 12), como dijo Pablo de Tarso. Precisamente este pueblo, que ha recibido de Dios el mandamiento de "no matar", ha probado en sí mismo, en medida particular, lo que significa matar. A nadie le es lícito pasar delante de esta lápida con indiferencia. (Antipapa Juan Pablo II, Homilía en la “Santa Misa” en el campo de concentración de Brzezinka 7 de junio de 1979; la cursiva dado, el subrayado es nuestro).
Está claro que desde la Segunda Guerra Mundial, el llamado holocausto ha sido utilizado por un sinnúmero de judíos, “católicos”, protestantes y laicos para suplantar efectivamente el único verdadero Holocausto, es decir, el sacrificio de Jesucristo en el Monte Calvario (Gólgota) en el año 33 dC. Muchos han tratado de eclipsar el delito de Deicidio –el asesinato de Dios (Jesucristo en la Cruz)– el mayor crimen de la historia humana, para sustituirlo con los crímenes de guerra nazis. No es casualidad que estas atrocidades se hayan denominado el Holocausto, que es un término bíblico que describe un tipo particular de sacrificio religioso:
Como se sugiere por su origen griego (holos “todo”, y kaustos “quemado”) la palabra designa una ofrenda consumida en su totalidad por el fuego, en uso entre los judíos y entre algunas naciones paganas de la antigüedad. Tal como se emplea en la Vulgata, corresponde a dos términos hebreos: (1) para holah, literalmente: “lo que sube”, ya sea al altar para ser sacrificado, o al cielo en la llama de sacrificio; (2) Kalil, literalmente: “todo”, “perfecto”, que, como término de sacrificio, suele ser sinónimo descriptivo de holah, y denota una ofrenda consumida en su totalidad en el altar. En cualquier momento y en poder de quienquiera que se ofrecen, los holocaustos fueron considerados naturalmente como los más perfectos, debido que la víctima es consumida totalmente, en lo que es la expresión externa de la reverencia del hombre con Dios. (Enciclopedia Católica [1910], sv “Holocausto”. Cursivas del original)
Está claro que el Holocausto de todos los holocaustos es el sacrificio redentor de Jesucristo, simplemente prefigurado en las ofrendas del Antiguo Testamento, y que es el único que verdaderamente puede quitar los pecados (véase Hebreos 9, 10; 12, 24). Este sacrificio fue también el resultado del mayor crimen de toda la historia humana (cf. Mateo 23, 31-35; Juan 10,18; Hechos 3, 12-19), lo que per se jamás puede ser superado en su malicia, y sin embargo, también, por una paradoja la Divina Voluntad, es la fuente inagotable de la gracia y el perdón, la fuente de toda bendición y virtud, de la que hemos de sacar abundantemente las aguas de la salvación (cf. Isaías 12, 3).
Sin embargo, este único y divino Holocausto, en el que el Dios-Hombre Jesucristo (cf. Isaías 45, 8) eligió sacrificarse y consumirse por amor nuestro -lo que lo convirtió en el sacrificio expiatorio del pecado, de una víctima impecable, ofrecido al Padre Eterno, que por ser de valor infinito por su divinidad, redime a la raza humana a causa de su propia humanidad- ha sido suplantado por los judaizantes de la Iglesia del Novus Ordo, y en concreto por Juan Pablo II como se cita anteriormente.
El Holocausto de Dios ha sido sustituido por el holocausto del hombre, y el Cuerpo Místico de Cristo, pueblo elegido de la Nueva Alianza, fue igualmente sustituido por la idea de que los judíos talmúdicos de hoy son el pueblo elegido de Dios, una idea muy frecuente en nuestros tiempos, especialmente entre los del Novu Ordo y los evangélicos sionistas. Sin embargo, “es necesario recordar que los católicos son, mucho más que los judíos, el pueblo elegido de Dios” … (P. Richard F. Clarke, “El Ministerio de Jesús: Breves Meditaciones sobre la vida pública de Nuestro Señor”, en Hermosas perlas de la verdad Católica, p. 542).
Llamar a los crímenes de guerra, no importa lo grandes que sean, un “Gólgota del mundo moderno”, ¡es una blasfemia impactante! También implica un rechazo del dogma de la Redención. Es sorprendente que Juan Pablo II, siempre amigo de los judíos talmúdicos, pudiera pronunciar una blasfemia tan horrible, menos de 14 años después de la clausura del Concilio Vaticano II, y sólo 21 años después de la muerte del Papa Pío XII, sin que prácticamente nadie hubiera pestañeado ante ello. Un nuevo “Gólgota”, uno del hombre moderno, que Juan Pablo II reconoce puesto “de rodillas”. La indignación desafía toda descripción.
Tenemos que decirle a Wojtyla y a los que están de acuerdo con él: no hay más que un solo Gólgota, un sólo Calvario, un sólo Holocausto: el sacrificio de Jesucristo, ante el cual todos deben arrodillarse (cf. Filipenses 2, 10; Romanos 14, 11). ¡El que se arrodilla ante cualquier otro “Gólgota” no puede arrodillarse ante el Verdadero Gólgota! Nada, absolutamente nada, puede compararse de ningún modo o acercarse al sacrificio expiatorio por el pecado, de valor infinito, ¡ofrecido por Jesucristo a la Santísima Trinidad! Considerado como el crimen del hombre contra Dios, es el peor crimen posible que alguna vez haya sido o pudiera haber sido cometido, y nunca puede ser superado por cualquier otro delito, no importa lo atroz que sea, ya sea en su especie o en grado.
Pero Juan Pablo II no estaba solo en su cuasi-deificación del llamado holocausto nazi. Ya en 1964, el joven padre Joseph Ratzinger, asesor entonces teológico del Cardenal Josef Frings en el Concilio Vaticano II, dio un sermón en el que dijo que “después de dos guerras mundiales, con Auschwitz e Hiroshima, uno no puede por más tiempo hablar de una era de salvación”, que comenzó con el nacimiento de Jesucristo hace dos mil años. Nos informamos sobre esta blasfemia espantosa a principios de este año, en el siguiente mensaje: En Alemania, la secta del Novus Ordo ha terminado
Para remachar su blasfemia contra Cristo, en la homilía del 7 de junio de 1979 Juan Pablo II se refirió a sí mismo como “el sucesor de Juan XXIII y de Pablo VI”. Sí en efecto, él era el sucesor de estos dos hombres –pero no el sucesor de San Pedro-.
¡Anatema al blasfemo Karol Wojtyla y a los demás herejes y apóstatas de la falsa Iglesia del Vaticano II!
Ver también:
- Francisco y el Evangelio del Hombre
- Francisco dice que los Judios siguen siendo el pueblo elegido de Dios
- La herejía de “El ecumenismo de la Sangre” de Francisco
- Los curiosos apretones de manos del “Papa” Francisco
- Lo que debe usted saber sobre el “Papa” Benedicto XVI
- Los errores del Concilio Vaticano II
- TRADCAST: Novus Ordo Ver Podcasts
La "holocaustianidad" es una religión, porque incluye:
ResponderEliminarDivinidad (el pueblo judío -específicamente los asquenazis-)
Servidores de la divinidad (protestantes y "católicos" sionistas)
El diablo (Hitler, aunque ahora oscila entre los musulmanes y Richard Williamson)
Adoradores del diablo (neonazis, fascistas, racistas, cabezas rapadas, eugenicistas y similares)
Malditos (la raza blanca, y los alemanes en particular)
Ovejas perdidas (los que no padecieron el "Holocausto", especialmente los sefardíes y los mizrajíes)
Blasfemia/hereía (negar o disminuir el "holocausto")
Leyes blasfemas o heréticas (toda ley que niegue o disminuya el "holocausto")
Santos lugares de peregrinaje (Auschwitz, Treblinka y lugares conexos)
Templos (museos, Yad Vashem, y otros)
Festividades (Días de conmemoración del "Holocausto")
Virgen -aunque lesbiana- (Ana Frank)
Textos Sagrados (Discurso de Posen, Protocolos de la Conferencia de Wannsee, Memorándum Hossbach, Diario de Ana Frank, etc.)
Reliquias (Souvenirs desplegados en los lugares de culto y comerciados, por ejemplo, en Ebay)
Iconografía (fotografías, hologramas de supervivientes, etc.)
Catequesis (películas y series de TV)
Mártires (víctimas del "Holocausto")
Santos (sobrevivientes del "Holocausto")
Apóstoles (testigos notables del "Holocausto")
Santos guerreros (cazadores de nazis -Simón Wisenthal sería su San Miguel-, antiracistas, activistas de la "justicia social, y demás ralea)
Sacerdocio (representación diplomática de Israel)
Cruz (la cámara de gas)
Santo Sepulcro (los hornos crematorios)
Resurrección (Creación del Estado de Israel)
Ofrendas, penitencias e indulgencias (pagos y privilegios a varias organizaciones y al Estado de Israel, y peticiones de perdón en el Muro de las Lamentaciones)
Profetas (alarmistas que avizoran un nuevo "Holocausto" si no les obedecen cuando hacen cabildeo para iniciar guerras contra los presuntos enemigos de Israel)
GENIAL EL SÍMIL!!!
Eliminar“A nadie le es lícito pasar delante de esta lápida con indiferencia”. ME REIGO MIL VECES EN ELLA, Y EN EL JUDÍO CABRÓN ESE WOJTYLA! JAJAJAJA XD
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