1. La primera ocasión de este discurso audible está aquí en los Oráte Fratres, que corresponde a la primera palabra de Cristo: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc. 23, 34). Esto está de acuerdo con la súplica de que Dios aceptara nuestro sacrificio.
2. «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc. 23:43). Esto está en armonía con el fin del Secreto, que es siempre la frase «mundo sin fin», dicho o cantado distintamente (per ómnia sǽcula sæculórum), antes de comenzar el Prefacio de la Misa, y del canto de los ángeles cantando el Sanctus.
3. «Mujer, he aquí tu hijo. Al discípulo, he aquí a tu madre» (cf. Jn. 19, 26-27). Esto corresponde a la tercera vez que el sacerdote rompe el silencio, el nobis quóque peccatóribus: «a nosotros también pecadores, Tus siervos que esperan en la multitud de Tus misericordias…». Incluso en su agonía nos da el regalo de su santísima Madre, que intercede por nosotros para que recibamos una multitud de misericordias.
4. «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mc. 15:34) se corresponde con el Pater Noster. Como Cristo clamó a su Padre con gran pasión, así nosotros clamamos al Padre con las palabras que Jesús nos enseñó.
5. «Tengo sed» (Jn. 19:28) se corresponde con el Pax Dómini sit semper vobíscum. Es decir, Nuestro Señor tiene una gran sed de almas, de sus amigos. Y concede libremente su paz a todos los que se acercan a Él con un corazón humilde y contrito, es decir, a sus amigos.
6. «Está consumado» (Jn. 19:30) está de acuerdo con el canto del Agnus Dei de Cristo, que quita los pecados del mundo. La consumación del sacrificio de Cristo quita nuestros pecados.
7. «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc. 23:46) está de acuerdo con el Dómine non sum dignus. La muerte de Cristo fue causada por nuestros pecados, por lo que es apropiado expresar nuestra indignidad fundamental para recibirlo como resultado. Él se entrega al Padre, y el Padre nos lo da a nosotros. La acción del sacerdote al decir los Oráte Fratres es hacer un círculo completo. «En esta ocasión, después de que el sacerdote haya pronunciado estas palabras, completa el círculo volviendo al altar. Porque un salmo dice, “he dado la vuelta y he ofrecido un sacrificio de júbilo”. Así que él se da la vuelta, mientras se prepara para el sacrificio» (Guillermo Durando).
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)