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NO QUEREMOS QUE SE ACABE LA RELIGIÓN

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ORGULLOSAMENTE HISPANOHABLANTES

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lunes, 3 de febrero de 2025

LA HUMILDAD: GRADOS (Prédica 5)

Sermón predicado por el Ilmo. Sr. Obispo Don Fernando Altamira, superior de la Sociedad de Santa María, durante la fiesta de la Purificación de Nuestra Señora (domingo 2 de Febreto de 2025, conmemoración del IV Domingo después de la Epifanía).
  
Para seguir el orden:
  1. LA HUMILDAD (Prédica 1): Domingo 27 de Diciembre de 2024, Domingo infraoctava de la Natividad.
  2. LA HUMILDAD: FUNDAMENTO Y EXCELENCIA (Prédica 2): Miércoles 1 de Enero de 2025, Circuncisión de Nuestro Señor Jesucristo y Octava de la Natividad.
  3. LA HUMILDAD: SU PRÁCTICA (Prédica 3): Domingo 5 de Enero de 2025, Fiesta del Santísimo Nombre de Jesús.
  4. LA HUMILDAD: CONSEJOS PRÁCTICOS (Prédica 4): Domingo 26 de Enero de 2025, III Domingo después de la Epifanía.

 
LA HUMILDAD (Prédica V)

TODO EN MARÍA y POR MARÍA. Y por las BENDITAS ALMAS del PURGATORIO

Queridos hijos:
 
Hoy es la Fiesta de la Candelaria, el último hito del Ciclo de Navidad, las fiestas por el nacimiento de Dios Nuestro Señor Jesucristo en esta tierra. 

El mismo día de la Navidad, sobre la Humildad, habíamos insistido en que nadie tan humilde como Dios Nuestro Señor, y por la importancia de dicha virtud para nuestra Salvación Eterna, habíamos querido dedicarle una serie de prédicas. En ésta, la número 5, queríamos seguir dando consejos prácticos para –valga la redundancia– practicar la Humildad, la cual nos gana el beneplácito de Dios (y así la Salvación), y ella hace que Él nos cobije. 
   
Nos basaremos principalmente en las enseñanzas de dos santos, San Benito y San Ignacio de Loyola; veamos entonces:
   
[1] En un primero punto, hemos tomado extractos de: “Los doce grados de Humildad de San Benito” († 547).
Ya el famoso Juan Cassiano († 435) había distinguido 10 grados de Humildad; San Benito agregó dos, quedando así 12 grados, 7 interiores y 5 exteriores. Escogeremos algunos.
   
Dentro de los 7 actos o grados interiores de Humildad, los cuatro primeros son alrededor de la OBEDIENCIA, pues el que es humilde obedece, obediencia a Dios, y obediencia a los superiores porque representan a Dios.
  • El 1er grado o acto interior de Humildad es: EL TEMOR DE DIOS. Para ser humildes, debemos comenzar por respetar a Dios, tener el máximo respeto hacia Él, y esto nos debe mover y mostrarse en el cumplimiento de los Mandamientos, “si yo respeto a Dios, si yo tengo el temor de Dios: cumplo los Mandamientos, sí, cumplo los Mandamientos, de lo contrario lo mío se convierte en una mentira”; el que es humilde: cumple la Ley de Dios, cumple los Mandamientos; y el que no los cumple es soberbio, “hace pecado”, el pecado es soberbia [1]. En la Sagrada Escritura hay expresiones y enseñanzas muy hermosas sobre el temor de Dios: “timor Dómini sanctus: el temor de Dios es santo” (Ps 18,10). “El temor del Señor es el principio de la sabiduría”, así en Proverbios 9:10: “Princípium sapiéntiæ timor Domini”, y en Provérbia 1:7: “Timor Dómini princípium sapiéntiæ: el temor del Señor es el principio de la sabiduría; sapiéntiam átque doctrínam stulti despíciunt: los estúpidos desprecian la sabiduría y la doctrina”; podemos agregar: los soberbios desprecian la sabiduría, y la única sabiduría verdadera es la de Dios y su Catolicismo.
  • El 2° grado o acto interior de Humildad es: LA OBEDIENCIA A DIOS. La obediencia a Dios es consecuencia y continuación de la anterior, pues si verdaderamente tuviésemos temor de Dios, haríamos en todo su voluntad, y: es Humildad manifestar obediencia, sumisión y dependencia de Dios.
  • El 3er grado o acto interior de Humildad es: LA OBEDIENCIA A LOS SUPERIORES POR MOTIVO DE DIOS. Obviamente que esto es clave, y nunca seremos humildes (y hasta tal vez nos condenaremos) si no obedecemos a nuestros Superiores (obedecer al papá y a la mamá en una familia; obedecer al Superior en una Comunidad Religiosa; al jefe en un trabajo, etc); todo lo que me mande un Superior, cualquier Superior, si no es algo malo, si no es un pecado, en realidad no es dicho del Superior, sino Dios usando dicho Superior, ¡hay que entender de una vez esto!; el límite es el pecado: si lo que me están mandando no tiene nada de malo, ¡hay que hacerlo, caramba!, porque no es el Superior sino Dios quien me lo ordena: “Monseñor, soy un orgulloso (u orgullosa) y no se me va la soberbia”, “por supuesto que no se le va, si usted es un (o una) desobediente”; el desobediente nunca será humilde y tiene riesgo de Condenación.
  • El 4° grado o acto de Humildad es otra vez la obediencia: LA OBEDIENCIA PACIENTE. La obediencia paciente es la que sufriendo injurias de parte del que manda, no se queja, y obedece la orden mandada, es la que acepta una humillación detrás de la obediencia, así la enseñanza de San Benito [2].
Los anteriores grados interiores se deben manifestar por actos o grados exteriores. Ya hemos enseñado que, aunque lo más importante es siempre lo interior, estos actos o grados exteriores, su ejercitación, ayudan sin duda para tener Humildad en lo interior, para influenciar lo interior, y de allí la importancia de tratar de realizar muchos de estos actos externos. San Benito, él enumera 5 grados o actos externos de Humildad; ellos son:
  • El 1er grado o acto exterior de Humildad es: EVITAR LA SINGULARIDAD, no querer singularizarse o llamar la atención, no querer hacer cosas extraordinarias, sino contentarse con lo que manda la Regla, cumplir la Regla o Reglamento con sencillez y ya. Lo anterior es para una Comunidad Religiosa, para las Hermanas o para los seminaristas, pero para un laico el equivalente sería cumplir sencillamente lo que me mandan mis padres, o en mi trabajo, o en mi institución, mis jefes o superiores al mando, y no querer llamar la atención.
       
    Atención: Lo anterior no significa que uno haga mal o en forma mediocre sus obligaciones; uno debe cumplir bien con su deber porque Dios exige eso, pero simplemente sin querer llamar la atención.
       
    [Contra el Naturalismo] Dicho sea de paso, en el cumplimiento del deber y en todas nuestras acciones, en cuanto al móvil de por qué hacerlas y hacerlas bien, dicho móvil no puede ser el Naturalismo (“el hombre”, el ser humano, la Humanidad, “la capacidad del ser humano”, la cabalidad y honestidad del ser humano). El móvil de toda acción humana, y de todo acto, el hacer bien y el ayudar al prójimo, etc, el hacerlo con virtud, en ello –decíamos– el móvil es y debe ser Dios Nuestro Señor Jesucristo, el fundamento de todas mis acciones deber ser Dios. Y si el fundamento de mis acciones no es Dios, sino el Humanismo o el Naturalismo, dichas acciones no sirven para la Salvación Eterna. Un masón, por Naturalismo y Humanismo, puede querer ser virtuoso, o querer dar ayuda a los pobres, pero eso será filantropía o altruismo, y no Caridad o acción basada en Dios, y el realizar por esos móviles nuestras acciones no sirve para la Vida Eterna.
  • El 2° grado o acto exterior de Humildad es: EL SILENCIO; sí, el silencio, así lo pone San Benito; pues en el silencio, en el ser silencioso o silenciosa hay humildad; y las personas ruidosas –peor si son almas consagradas– expresan lo contrario, expresan en algún grado soberbia y orgullo. Esto es importantísimo, más para el religioso o religiosa –como decíamos–:pero sirve en proporción para los laicos, no hay que ser un parlanchín, ni una persona que hace bullicio o ruido, ser ruidoso o ruidosa, sino personas “si-len-cio-sas”.
       
    Sobre el religioso, o la religiosa, la enseñanza de San Benito, para la Humildad, agrega que han de saber que tienen que ser personas silenciosas y no hablar (o no hablar mucho), han de saber callar cuando no fueran preguntados, o cuando no hay razón para hablar (pero sentido común: si el superior, o para un laico: el papá o la mamá en una familia, “deben” saber algo grave, yo debo hablar; puro sentido común).
      
    Otro consejo en esto del silencio: Dejar siempre que los demás hablen, no querer tomar la palabra (salvo necesidad o utilidad del prójimo).
  • El 3er grado o acto exterior de Humildad, enseña San Benito que es: EL RECATO EN EL REÍR. S. Benito no condena la risa en cuanto manifestación de gozo espiritual, pero sí la risa grosera, la risa burlona, el reír ruidosamente, lo cual implica poca presencia de Dios y por lo mismo poca Humildad.
  • El 4° grado o acto exterior de Humildad, en la enseñanza de San Benito, es: EL RECATO EN EL HABLAR. Cuando se ha de hablar, que ello sea poco, ser personas de pocas palabras, no ser –como decíamos recién– parlanchines (o “parlanchinas”), hablar mansa y humildemente, nunca a gritos, sino con la gravedad y sobriedad del sabio, sin grandes estridencias, sopesando las palabras.
  • El 5° grado o acto exterior de Humildad, dice San Benito que es: LA MODESTIA O RECATO EN EL PORTE EXTERIOR. Que nuestro porte exterior sea siempre humildes, al caminar, estar sentado, estar de pie, moverse, hacer todo eso siempre con modestia; los ojos, el mirar, hacerlo también con modestia, etc. Y al monje se le recomienda estar con la cabeza ligeramente baja.
  
[2] En un segundo punto, o ejemplos y prácticas de Humildad veamos: Los tres grados de Humildad de San Ignacio de Loyola († 1556).
   
San Ignacio los explica en sus “Ejercicios Espirituales”; y están hacia el fin de la Segunda Semana, antes de las reglas para la elección de estado.
  • Primer grado de Humildad abarca el cumplimiento de la Ley de Dios y MORIR ANTES DE HACER UN PECADO MORTAL: Dice San Ignacio que consiste en “que [yo] así me baje y así me humille, quanto en mí sea posible, para que en todo obedezca a la ley de Dios Nuestro Señor; de tal suerte, que aunque me hiciesen señor de todas las cosas criadas en este mundo, ni por la propia vida temporal, [yo] no sea en deliberar de quebrantar un mandamiento, quier divino, quier humano, que me obligue a pecado mortal”; grado esencial para la Salvación Eterna, y para evitar la Condenación al Infierno.
  • Segundo grado de Humildad abarca, entre otras cosas, MORIR ANTES DE HACER UN PECADO VENIAL (agregamos: venial deliberado): Dice San Ignacio que este segundo grado “es, a saber, si yo me hallo en tal punto que no quiero, ni me afecto, más a tener riqueza que pobreza; a querer honor que deshonor; a desear vida larga que corta, siendo igual servicio de Dios Nuestro Señor y salud de mi alma: y con esto, que por todo lo criado, ni porque la vida me quitasen, [yo] no sea en deliberar de hacer un pecado venial”; este grado es mucho más perfecto que el primero y pocas almas llegan a él.
       
    Aclaremos que se refiere a un pecado venial “deliberado”, ese pecado venial que se hace con plena consciencia de que estoy obrando mal y no me importa, sigo adelante; estos pecados son bien feos y tienen una malicia bien fea, suelen terminar llevando al pecado mortal.
  • Tercer grado de Humildad: “La tercera es humildad perfectísima; es a saber: quando, incluyendo la primera y segunda, siendo igual alabanza y gloria de la Divina Majestad, por imitar y parecer más actualmente a Christo Nuestro Señor, quiero y elijo más pobreza con Christo pobre, que riqueza; oprobios con Christo lleno dellos, que honores; y desear ser más estimado por vano y loco por Christo, que primero fue tenido por tal, que [ser estimado] por sabio ni prudente en este mundo”; es el grado de los santos, éste es el amor de la Cruz y el amor de los desprecios, en unión con Jesucristo y por amor suyo.
   
[3] Veamos un punto más, que nos ayude a ser humildes: MIS PECADOS, sí, mis pecados.
  
La realidad de mis pecados me tiene que ayudar a ser humilde; entender –¡caramba!– que somos pecadores, entender que “he pecado”. El hecho de los pecados que he cometido, ya que eso es la peor parte de los seres humanos, me tiene que ayudar a ser humilde y colocarme en mi lugar, sin soberbia, sin altanería, sin vanagloria, sin la auto-estima desordenada. Y mientras peores hayan sido, o sean, mis pecados propios, ¡con mayor razón eso me debería hacer humilde! Mientras más espantosos hayan sido, ¡más aun, más aun: ser humilde, ser humilde!
   
Pero no; el ser humano tiene la capacidad de hacer las peores barbaridades, y dos minutos después volvemos a ser “la octava maravilla del mundo”: es increíble como somos. Mientras más feos hayan sido, o sean, mis pecados, más humilde yo debería ser. ¡Caramba: los peores pecados que hayamos cometido, siempre nos tendrían que poner en la Humildad!
   
Decirse mil veces: “he pecado, he pecado, yo hice eso, y eso, y eso, ¿por qué mi soberbia; cómo puedo ser soberbio? Un pecado venial vale los peores castigos, por la majestad de Dios despreciada por mi mala acción; ¡uno venial! Ni hablemos si he cometido pecados mortales que valen la eternidad del Infierno, ¡cómo podemos ser soberbios!; con cuánta facilidad nos olvidados las cosas –tal vez espantosas– que hemos hecho, qué amor propio sin límites, sin límites. 
   
Y porque así somos de pecadores, debemos procurar el desprecio de nosotros mismos y que los demás nos desprecien, en vez de quejarnos de los problemas que tenemos, de las humillaciones que sufrimos, de los malos tratos, calumnias, difamaciones, insultos, murmuraciones; si al fin hemos merecido también el Infierno, y sólo por la bondad de Dios no estamos ya muertos y condenados.
   
“Cometí pecado mortal o pecados mortales”: merezco el Infierno, y si tuve la gracia de confesarme y hacer la paz con Dios, para expiar esos pecados debo estar dispuesto a aceptar y desear todas las humillaciones y daños contra mí, y los cuales siempre serán menos de lo que merece un pecado mortal al ofender la majestad de Dios, y habiéndole ofendido tantas veces (muchos pecados mortales), cuál no ha de ser mi conformidad con la Voluntad Divina cuando pueda o tenga que sufrir cosas y recibir oprobios, para pagar en algo la ofensa, y máxime considerando que en esta vida esos males siempre “duran poco”.
   
Todos mis pecados, sean veniales, sean mortales: Aunque pasemos todo el resto de nuestra vida en la práctica de la humildad, nunca podremos devolver a Dios (Él es infinito) la gloria que le hemos robado y negado haciendo pecados, un pecado venial, peor el venial deliberado, y mucho peor aun el pecado mortal. 
    
Si estos conceptos parecen demasiado, pensemos en las penitencias enormes que hicieron los santos que sólo cometieron pecados veniales, y que nunca creyeron hicieron bastante para purificar su alma y reparar ante Dios.
  
Y para ser humildes pensemos, finalmente, en los castigos, específicos, que Dios va dando, castigos progresivos, a los que son soberbios: recuerden las primeras prédicas sobre este tema.
Por eso, para ser humildes, más de una vez, casi una vez al mes, nos tendríamos que quedar tranquilos aquí en la Capilla, pensando en todos los pecados graves, mortales, que hemos hecho en nuestra vida; haciendo una especie de meditación o examen de los pecados más graves que hemos cometido en nuestras vidas, para tener más presente lo que somos, porque tan fácilmente olvidamos las cosas que ya hemos hecho; y esto, considerar los pecados quehemos cometido, nos ayudará más a saber lo que realmente somos, y a ser humildes.
   
Pequeño paréntesis: En cuanto a eso de recordar los pecados cometidos para ser humilde, si alguien ha cometido pecados de impureza o de lujuria, el consejo que dan los autores espirituales es recordarlos solamente en forma difusa y genérica: simplemente sabiendo que se hizo eso y ya; sin el recuerdo endetalle, porque en esos pecados el detalle se puede convertir en nueva tentación; cuidado.
    
[Un apartado final] A modo de conclusión, una última consideración, y una súplica a la Virgen: Reina de la Humildad.
  
La consideración última, para ayudarme en la Humildad, es ver que, ¡a todos: a-todos!, no nos salen las cosas, “sí, no nos salen las cosas”, y hemos de aceptar esto por Humildad y para la Humildad.
  
Tenemos mil proyectos, mil anhelos, mil deseos, mil planes, y la mayoría de las cosas no se pueden cumplir, y no se nos dan, “no nos salen las cosas”; cosas que no tenemos ni alcanzamos aunque las deseamos mucho, cosas que no alcanzamos: esperanzas, sueños, planes para nuestras vidas. Ése es el día a día de cualquier ser humano. Y aquí hay también un misterio de Dios para que podamos alcanzar la Salvación:
  • (a) Si nos salieran todas las cosas, si en todo tuviésemos éxito, creo que seríamos unos soberbios insoportables, con vanagloria, etc. 
  • (b) Además, si no nos salen las cosas, nuestros planes: en ello también puede entrar una cuota de castigo, por nuestra soberbia, y debemos saber aceptarlo. 
  • (c) “Pero yo quiero que me salgan mis cosas, cosas buenas, qué tiene de malo, aunque sea lo mínimo que necesito”. Por supuesto que, en sí, no tiene nada de malo; pero por motivos misteriosos, que no podemos saber y que sólo Dios conoce, no me salen las cosas, sea por mis pecados del pasado que ya he hecho y para pagar por ellos, sea porque tengo una actitud soberbia ante Dios (y eso es insoportable), sea para mi santificación por medio de la Cruz y tribulaciones: Debemos ser capaces de aceptar ello con Humildad, aunque no lo entendamos, no podemos pretender que Dios nos rinda cuentas: ¡por favor!
  • (d) “Si las cosas son así, entonces, yo me enojo, y le digo cosas a Dios, y me pongo a pelear con Dios, y me alejo de la Religión, y no practico más, y no voy más a Misa, y no me confieso, y no rezo más el Rosario, etc, etc, etc”: Pues eso es otra vez soberbia, y “terminará mal y peor”; recordemos los castigos progresivos que Dios va dando a los soberbios y que pueden terminar –si no cambio– en la condenación eterna. 
  • (e) Tengo que ser capaz de aceptar, con Humildad, todo lo que me pasa, todo lo que me ocurre, porque los seres humanos, en última instancia, merecemos todo: to-do; por mis pecados, por un solo pecado venial, ni hablemos si hemos cometido pecados mortales. Y por otro lado, si algo no recomendamos, es el estar peleando con Dios, con Dios no se juega, sino que se lo respeta con Humildad; y obviamente que si peleamos con Dios podemos salir “un poquito mal heridos”.
   
Respetemos a Dios, aceptemos las cosas que nos ocurren, y debemos desear mucho la Humildad. Así pedimos a la más santa de todas las creaturas, así pedimos a la más santa y sublime, a la Santísima Virgen María, Reina de la Humildad, Regina Humilitatis; quiera Ella darnos “algo”.
   
AVE MARÍA PURÍSIMA.
  
NOTAS
[1] El temor de Dios ha de ser primero: temor al castigo, después ha de ser temor reverencial (temer y respetar a Dios por la majestad de Él), y finalmente ha de acabar en la adoración y amor o temor filial (donde hay respeto, pero por amor a Él).
[2] Los otros grados interiores: 5) La declaración al Superior de las faltas secretas fuera de la Confesión Sacramental, incluso las de pensamiento, y esto es un freno muy poderoso al pecado; peroposteriormente la Iglesia, con el canon 530, limita esto, diciendo que los Superiores Religiosos no deben llevar a sus inferiores a que les manifiesten su conciencia, pero es bueno que los inferiores hablen con confianza con su superior. 6) Aceptar de corazón todas las privaciones y oficios viles. 7) Tenerse sinceramente por el último de todos los hombres; grado que difícilmente se alcanza; los santos llegan a él considerando que si otros hombres hubieran recibido tantas gracias como ellos, serían mejores.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)