Traducción del artículo publicado en TRADITION IN ACTION.
He aquí cómo San Francisco de Asís interpretó estas
palabras del Evangelio: “Y si tu ojo te hace pecar, sácatelo” (Marcos
IX, 46). San Francisco está discutiendo con el líder musulmán, el sultán
Al-Kamil en 1219, durante la V Cruzada.
El sultán Al-Kamil hizo otro intento para probar a San Francisco, esta
vez en materia de las enseñanzas evangélicas de Cristo. Este incidente
muestra que él tenía alguna familiaridad con la doctrina cristiana,
quizá sobre lo que ya San Francisco le había predicado. El jeque
confrontó al fraile con las palabras de Jesús en el Sermón de la
Montaña, recogidas en el Evangelio según San Mateo:
“Yo os digo, que no hagáis resistencia al agravio; antes si alguno te hiriere en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiere armarte pleito para quitarte la túnica, alárgale también la capa” (Mat. 5: 39-40).
El sultán le preguntó a San Francisco por qué, a la luz de esta
enseñanza de Jesús, los Cruzados deberían estar invadiendo la tierra de
los musulmanes. Puesto que el pasaje enseña “volver la otra mejilla” y
oponer al mal el bien, el sultán estaba arguyendo que no había
justificación para las invasiones cruzadas, aun cuando sabía que los
musulmanes habían tomado por fuerza la tierra de los Cristianos siglos
atrás.
Una vez más, la respuesta de San Francisco sorprendió a Al-Kamil. Él
declaró que el sultán no había estudiado completamente el Evangelio, y
señaló al rey las palabras que Jesús dijo más temprano en el mismo
discurso:
“Que si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecar, sácale y arrójale fuera de ti; pues mejor te está el perder uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si es tu mano derecha la que te sirve de escándalo o incita a pecar, córtala y tírala lejos de ti; pues mejor te está que perezca uno de tus miembros, que no el que vaya todo tu cuerpo al infierno” (Mat. 5: 29-30).
San Francisco entonces procedió a impartir una interpretación distintiva
a estas líneas, refiriéndolas a aquellos que atentan apartar a los
Cristianos de su fe y del amor de Dios. El sultán era tan querido para
él como su propio ojo, admitió ante el potentado (Florecillas de San
Francisco, cap. XXIV, pág. 1354 Ómnibus). Pero alguien muy cercano a
nosotros que intente apartarnos de nuestra Religión, incluso si fuera la
“niña de nuestro ojo, debe ser repelido, sacado, expelido” para que
nuestra Fe y salvación puedan estar seguras.
Por esta razón, “es justo que los Cristianos invadan la tierra que tú
habitas” toda vez que los musulmanes buscan llevar a todos a su propia
religión y lejos de la adoración de Cristo, y a blasfemar su Nombre
(Leyenda de Perugia, no. 37, pág. 1015 Ómnibus). Por otra parte,
continuó, si el sultán y su pueblo “reconocían, confesaban y adoraban al
Redentor, ellos serían muy amados por toda la Cristiandad”.
Cuando San Francisco hubo terminado de hablarle al sultán, “todos los
espectadores estaban admirados de sus respuestas” (San Buenaventura,
Vida Mayor, cap. V, no. 8, pág. 668 Ómnibus).
FRANK M. REGA, TOFS. St. Francis of Assisi and the Conversion of the Muslims (San Francisco de Asís y la conversión de los musulmanes). TAN Books, 2007, págs. 68-69.
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