¿Y cuál espada fue a tu corazón materno, oh Madre nuestra desolada, luego que oíste de tu Hijo el llamarte con el nombre de Mujer? ¡Ya no eres Madre!… María, ¡Tú ya no tienes hijo! … ¿No escuchas su lamento: Padre mío, por qué me has abandonado? ¿Y cuando oíste de su ardiente sed, que Tú querías extinguir incluso con tu sangre, y que no te fue dado aliviar ni con una gota de agua?… ¿Y cuando viste presentarle la hiel y el vinagre; y cuando oíste aquel gran grito con el cual expiró; cuando viste su Corazón traspasado con la lanza; y cuando, depuesto de la cruz, lo recibiste en tus brazos ya cadáver, y lo encerraste en el sepulcro, y lo dejaste junto a tu Corazón?… ¿Y cuando cayendo la tarde entre aquellas calles bañadas por la Sangre inocente de tu Hijo, regresaste a casa sin Él, y en vano lo suspiraste toda la noche?… Tú obedeciste a la voluntad de tu Hijo; Tú aceptastena los hombres como tus hijos, donde sin ti ninguno puede volver a Él, porque Tú eres la medianera y tesorera de todas las gracias. Héme aquí a tus pies: ¡yo te he matado a tu Hijo!, piedad de mí, oh Madre mía desolada: quiero volver a su Corazón traspasado por mis pecados: preséntame Tú y acompáñame hasta que no lo haya recibido entre estos brazos, hasta que no haya expirado el último suspiro por Ti y por Él. Madre traspasafa, traspasa mi corazón, e imprímele tus penas y las del Señor crucificado. Así sea.
BIENAVENTURADO BARTOLO LONGO, I Quindici Sabati del Santissimo Rosario (Los quince sábados del Santísimo Rosario). Pompeya, 1950, págs. 322-323. Traducción propia.
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