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sábado, 27 de marzo de 2021

MODERNISMO, PROTESTANTISMO, BUDISMO Y AMERICANISMO: UNA VIEJA MEZCLA, UN PERENNE (Y CÓMODO) DISPARATE

Traducción del artículo publicado por RADIO SPADA.
   
«[…]
   
¡Ingenuos e hipócritas! A las crisis provenientes por la duda no se remedia sino con el conocimiento de la verdad, o al menos de los motivos que nos aseguran de la verdad. Y hasta que no retornéis al aborrecido intelectualismo, vuestra crisis será verdaderamente insanable porque os faltará siempre el ubi consístam. Es inútil: la mente esta hecha por la verdad y no se descansa sino en la verdad. Y por cuanto los nuevos Pilatos finjan no saber aún qué cosa sea la verdad y busquen desfigurar el antiguo concepto, no llegarán sino a hacerse compadecer una vez más. El buen sentido gritará alto a todos: “No te preocupes de ellos, sino mira y pasa”. Como parmente se reirá de todos sus esfuerzos por reducir la revelación divina a la evolución de la conciencia moral a través de los siglos, donde puede concluir que la fe es el sentido moral de lo divino, y que las pruebas de la fe se deben pues buscar dentro y no fuera de nosotros. Son ilusiones y locuras por mentecatos. No, la revelación sobrenatural no nos viene de dentro sino de fuera; y los criterios que nos aseguran de la verdad de esta revelación no consisten ya en aquellos hechos subjetivos o sentimentales que varían según los hombres y los caprichos de los individuos, sino en aquellos hechos objetivos, reales e históricos que todos conocen y que ninguna crítica podrá nunca negar.
    
Es conocido a qué tiende todo este movimiento anticristiano. Se querría llevar a la Iglesia a un cristianismo menos rígido e inflexible, a un cristianismo aligerado por ciertos dogmas, y más aún de ciertas leyes morales, a un cristianismo en resumen que sepa rendirse y conciliarse con las ideas y exigencias del mundo y del tiempo en que se vive [1]. Estamos en tiempos de libertad, y el pensamiento y la conciencia deben ser libres en sus movimientos y no afrontar imposiciones de fuera. “Nada, dicen, puede penetrar en el hombre si no brota y no corresponde en modo alguno a una necesidad de expansión: no hay para él verdad fija y precepto admisible que no sea en modo alguno autónomo y autóctono” [2].
    
Y he aquí por qué en nuestros días muchos, si no muchísimos, prodigan sus entusiasmos al budismo y llegan incluso a preferirlo al Cristianismo, como hace el prof. Luigi Luzzatti en su reciente libro [3]. El budismo, se sabe, está vacío de contenido dogmático y deja por ello la máxima libertad de pensamiento y de conciencia a sus seguidores. ¡Por tanto es preferible al Cristianismo! Otros, por la misma razón, prefieren el protestantismo al Catolicismo. El protestantismo se apoya sobre el libre examen, y deja plena libertad a sus adeptos de creer lo que quiera, mientras que la Iglesia Católica, con sus dogmas y sus leyes, atasca y tiraniza la conciencia. La prohibida calumnia repetida no es mucho por Giovanni Sforzini, por Giorgio Bartoli y por todos aquellos sacerdotes y frailes que fueron a engrosar las filas de los protestantes. En fin, otros, aunque sin ir al protestantismo, aunque sin salir de la Iglesia Católica, se disponen a preparar en el seno de esta aquella novedad de corriente de pensamiento y de ideas que permita a aquellos que están fuera entrar sin someterse bajo las horcas caudinas del bagaje dogmático y moral, y conceda a los que están dentro de quedarse sin renunciar a las nuevas aspiraciones y exigencias de los tiempos modernos [4].
   
Y, va sin decir, para todos estos los dogmas no son sino elaboraciones del pensamiento humano, sin otro contenido que el sentimiento religioso, que es el germen del cual por sucesivas evoluciones habrían venido todos los dogmas de los cuales se ha cargado la Iglesia Católica en su camino.
   
Ahora todo esto es simplemente ridículo. O vosotros creéis en la divinidad de Cristo y de su religión, y luego no os queda sino acoger las enseñanzas y los preceptos, pero no está más en vuestra facultad reducirlos, mutilarlos o adaptarlos a vuestros caprichos: o no creáis, y entonces no tendréis más necesidad de ningún cristianismo ancho: podéis refutarlo en bloque sin tantas hipocresías. Luego no es sino hipocresía poner al cristianismo primitivo contra el catolicismo actual, como si el cristianismo de entonces consistiese todo en el sentido moral y religioso de los neocríticos. El recurso al cristianismo primitivo, del resto, es uno de los lugares comunes demasiado abusados. También los protestantes querían hacer creer que su reforma consistiese en un retorno al puro y genuino cristianismo de los primeros tiempos. Pero todos saben cómo iban y cómo van las cosas. Y también sin evocarnos a las conocidas confutaciones de los apologistas católicos, la misma crítica histórica de nuestros días, aunque surtida con entendimientos del todo negativos, ¿no está constreñida a reconocer que muy distinta es la verdad de los hechos? [5]. Y es precisamente el estudio sobre los orígenes históricos del Cristianismo el que determinó entre los mismos protestantes aquel movimiento de retorno a la Iglesia Católica, que va engrosándose siempre más. ¿Quizá un Edward Manning, un John Henry Newman, un Oswald Hunter y tantos y tantos otros que representaban lo más granado de la ciencia y de la crítica histórica en las Iglesias disidentes, no han examinado antes de su conversión todos los argumentos a los que hoy apelan nuestros críticos? Pero, no obstante el tirón que sentían en su corazón al abandonar la religión de sus padres, ellos han venido a la Iglesia Católica porque han visto que solamente aquí está la única verdadera religión de Cristo. ¿Y cómo no, si la misma Iglesia de las catacumbas se nos presenta con el mismo credo, con los mismos sacramentos, con la misma jerarquía? Leed a Giovanni Battista De Rossi, a Mariano Armellini, a Orazio Marucchi y a cuantos estudiaron las catacumbas romanas, y veréis si no es así [6].
   
[…]»
    
Mons. GIUSEPPE BALLERINI GARLASCHELLI, Obispo de Pavía. La crisis del pensamiento moderno y las bases de la Fe. Roma, Pustet, 1910.

NOTAS
[1] El Cristianismo convirtió el mundo a sí: ahora se querría convertir el Cristianismo al mundo.
[2] Il Programma dei Modernisti. Risposta all’enciclica di Pio X “Pascéndi Domínici Gregis” (El Programa de los modernistas: Respuesta a la encíclica de Pío X “Pascéndi Domínici Gregis”). Ernesto Buonaiuti, Umberto Fracassini. Roma, Sociedad Internacional Científico-Religiosa, 1908, pag. 91.
[3] La libertà di coscienza e di scienza (La libertad de conciencia y de ciencia), Milán, Fratelli Treves, 1909.
[4] En su carta sobre el americanismo, León XIII escribía: «El fundamento sobre el que se fundan estas nuevas ideas es que, con el fin de atraer más fácilmente a la sabiduría católica a aquellos que disienten de ella, la Iglesia debe acercarse un poco más a la humanidad de este siglo ya maduro, aflojar su antigua severidad y hacer algunas concesiones a los gustos y opiniones recientemente introducidas entre los pueblos. Muchos piensan que estas concesiones deben ser hechas no sólo en asuntos de disciplina, sino también en las doctrinas que conforman el “depósito de la fe”. Ellos sostienen que sería oportuno, para ganar las voluntades de aquellos que disienten de nosotros, omitir ciertos puntos de la doctrina como si fueran de menor importancia, o moderarlos de tal manera que no conservarían el mismo sentido que la Iglesia constantemente les ha dado».
[5] Ver: L’Église naissante et le Catholicisme (La Iglesia naciente y el Catolicismo) de Pierre Batiffol, tercera edición, 1909, París, Lecoffre.
[6] Ver: Le Catacombe romane e il Protestantesimo (Las Catacumbas romanas y el Protestantismo), del comendador Orazio Marucchi.

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