«Todos buscan sus propios intereses y no los de Jesucristo». (Filipenses 2, 21).
Santa Cristina de Bolsena
Santa Cristina demostró ya a la edad de doce años cuán a pecho tomaba los intereses de Jesucristo. Luego de una visión, rompió los ídolos de su padre Urbano sin preocuparse por los castigos a que la exponía este acto de celo, y distribuyó a los pobres el oro y la plata de que estaban hechos. Su padre, quien era magistrado militar y quería que fuese virgen vestal, la hizo azotar y abofetear brutalmente por sus sirvientes, que quedaron sin fuerzas. Fue arrojada en una hoguera y salió de ella sana y salva; la arrojaron a un lago para que se ahogara y salió flotando con piedra y todo; se le cortó la lengua, y siguió alabando a Dios. Murió finalmente, atravesada con flechas. Sus reliquias son veneradas en Palermo de Sicilia.
MEDITACIÓN - TODOS BUSCAN SUS INTERESES
I. Cada cual procura sus intereses. El avaro busca las riquezas; el voluptuoso, los placeres; el soberbio, los honores. Saca de esta verdad dos conclusiones: la primera, que no hay que contar con la abnegación de los hombres, sino que hay que confiar en la bondad de Dios; la segunda, que debes deplorar la ceguera del mundo que se adhiere enteramente a bienes pasajeros, mientras descuida los bienes eternos. Que la gloria de Dios sea el fin de todas tus acciones, y no tu gloria propia o tu placer.
II. Muy pocas personas hay que busquen la gloria de Jesucristo; hasta es lo más frecuente que los que parecen consagrados a los intereses de Dios, busquen todavía su propia gloria o algún interés temporal. ¿Cuál es el fin que persigues en todo lo que emprendes? En vano pretenderás trabajar por Dios: tu conducta y tus acciones desmienten tus palabras. «¿Puede acaso la lengua negar lo que hace la mano y la palabra destruir lo que ejecutan los actos?» (Tertuliano).
III. El mejor medio que hay para procurar tus intereses y trabajar para ti mismo es servir a Dios, porque es el medio que tienes para poner orden en tu negocio más grande, que es la salvación de tu alma. Dios mío, ¡cuán bueno sois! Nada puedo hacer por ti sin trabajar para mi. Y, a la vez, ¡cuán culpable soy para querer más perderme ofendiéndoos que salvarme sirviéndoos! Dios puede ser feliz sin mí, sin Él yo no puedo ser sino desgraciado. «Dios no tiene necesidad de tenernos por servidores, y nosotros tenemos necesidad de tenerlo por Señor». (San Agustín).
El cuidado de la salvación. Orad por los enemigos de la Iglesia.
ORACIÓN
Que la bienaventurada Cristina, virgen y mártir, implore por nosotros vuestra misericordia, Señor, ella que siempre os fue agradable por el mérito de su castidad y por la valentía en confesar vuestro santo Nombre. Por J. C. N. S. Amén.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)