Por Alexander Prada Daparis para NOTICIAS IBEROAMÉRICA.
ESPAÑA CHAVISTA
La
España de la transición no fue una época de prosperidad. Por ello, los
Pactos de La Moncloa fueron más que un arreglo entre élites políticas.
También abordaron la inflación, el desempleo, la seguridad social y la
tributación regresiva de entonces. Es decir, se trató de un pacto
social. El país estable, democrático, rico y finalmente europeo no
existió antes de los noventa.
Buena
parte de aquella bonanza, sin embargo, se basó en un boom de bienes
raíces. Efecto riqueza, burbujas y otros conceptos, son periodos de
expansión económica basados en el sobre-endeudamiento, una prosperidad
efímera por definición. Cuando estas burbujas estallan, como sucedió en
2007, la crisis del sistema bancario es ineludible. Una vez que el valor
de los activos es menor a la cartera de deuda, las hipotecas impagas se
multiplican. Y con ello la caída de precios.
El
mercado rebotó vigorosamente en los últimos cuatro años, especialmente
en Madrid. A fines de 2019 los precios en los puntos más exclusivos
llegaron a estar un 53% por encima del piso de 2012, resultado de una
robusta demanda. Si bien en la ciudad en su conjunto solo un 6% de las
adquisiciones han sido realizadas por extranjeros, esa proporción llega
al 50% cuando se trata de las propiedades más caras.
La mayoría son latinoamericanos.
La mayoría son latinoamericanos.
Y
la mayoría de esa mayoría son venezolanos. Unos llegan con dineros
legítimos, protegiéndose de la hiperinflación y la continua destrucción
de activos. Otros llegan con dineros mal habidos, escapando de las
sanciones, o sea, el congelamiento de cuentas y propiedades de los
jerarcas, de los amigos y socios del régimen, y de los contratistas como
los llamados“bolichicos”. En definitiva, Miami ha transferido recursos a
Madrid por cuantiosas sumas.
España
está obligada a controlar el ingreso de dichos flujos financieros en
virtud de leyes anti-lavado y sanciones de la Unión Europea a la
nomenclatura chavista. Pero no obstante allí están varios exfuncionarios
y los familiares de los actuales, vistos con frecuencia en restaurantes
de nombre y en famosas tiendas. Los teléfonos de los exiliados dan
cuenta periódica de ello en forma de vídeo.
Así
es como los venezolanos se hallan entre los principales solicitantes de
la “visa dorada” de España, programa que otorga residencia a
extranjeros que compren una propiedad de medio millón de Euros o más,
medida instaurada en 2013 justamente para acelerar la recuperación de la
economía.
Si,
como indicó Rafael Ramírez, ex ministro de Petróleo y Minería y ex
presidente de PDVSA, “se perdieron” unos 700 mil millones de dólares
(700 billones, en inglés), eso da una idea de las múltiples
oportunidades de inversión que España ha ofrecido. Para tener claro la
magnitud del saqueo, el PIB de Venezuela de 2019 se calcula en 70 mil
millones. Sí, leyó bien, se robaron diez productos de hoy.
Agréguese
el hecho que desde el 7 de enero gobierna una coalición amiga del
chavismo. “Amiga” por usar un término inocuo pues, en realidad, uno de
los socios de dicha coalición, Podemos, es cliente del chavismo desde
sus orígenes. Sorprende solo a medias, entonces, los bochornos
migratorios, las declaraciones inconcebibles, las decisiones de política
exterior inadmisibles y las penosas acrobacias discursivas.
No
sorprenden los negocios ilícitos que también comprenden al PSOE, para
que no crean que en esta columna hay favoritismo con Podemos. Raúl
Morodo, por ejemplo, embajador en Caracas durante el gobierno de
Zapatero, desvió 38 millones de dólares de PDVSA, lavados por medio de
contratos ficticios e ingresados a España con transferencias desde Suiza
y Panamá, para la compra de inmuebles, precisamente. Esto según un
reporte reciente de la Fiscalía Anticorrupción de España
A
ello se suman las historias del financiamiento de Podemos. Las platas
que salieron directamente de Caracas y desde los tiempos de Chávez, y
luego las denuncias formuladas en Bolivia, según las cuales el gobierno
de Evo Morales actuaba como agente de pago. Ahora se investiga un pago
del gobierno de Rafael Correa a un supuesto centro de investigación
dirigido por Iglesias y otros dirigentes de su partido. Comienza a
quedar establecido que la canalización de pagos de Venezuela a través de
terceros era uno de los modus operandi.
Por
ello es que el episodio Delcy Rodríguez sigue contaminando la vida
política española y exponiendo al gobierno de Pedro Sánchez. De aquel
avión que la llevó a Barajas el pasado 20 de enero quedaron 40 maletas,
luego recogidos por un vehículo de la embajada venezolana que salió del
aeropuerto sin pasar ningún control de seguridad. Es la ruta del oro,
dicen los informados.
Así
es como la Vicepresidenta primera, Carmen Calvo, hecha mano de un
script encubridor, “Venezuela no le importa a nadie, es un combate
inútil promovido por la derecha”, confirmado de manera coordinada por el
propio Nicolás Maduro, “El gobierno de España forma parte de los países
amigos”.
Encubrimiento
necesario para mantener la propia integridad de un gobierno de apenas
semanas pero corroído por la corrupción profunda del chavismo, todo ello
mientras la prensa obsecuente es cada vez menos prensa y mas órgano de
difusión. Todos saben quienes son.
La
estructura económica de la sociedad es la base real sobre la cual se
alza una superestructura jurídica y política”, escribió Marx en su
“Contribución a la Crítica de la Economía Política”. Es una buena
descripción de esta España: el negocio inmobiliario, las platas turbias y
la peculiar arquitectura de poder que las redes chavistas han erigido
sobre dicha base económica.
Marx
interpretaba el funcionamiento del capitalismo. Los marxistas españoles
socios del chavismo lo entendieron, pero para aprovecharse y lucrar por
medio de ilícitos. Es que, como también dijo Marx, “no es la conciencia
de los hombres lo que determina su ser, sino al contrario, su ser
social es el que determina su conciencia”.
Es
un oportuno marco analítico. En la base están los negocios corruptos.
En la superestructura yace el aparato político y discursivo con el cual
se busca racionalizar, y blanquear, la corrupción. Pues no es más que
una impostada farsa ideológica. A ambos lados del Atlántico, allí está
la definición de esta “izquierda”.
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