Ceslao nació hacia 1180 en la región de Silesia. Era ya rector de la colegiata de Sandomierz (después de estudiar en París, Italia y Praga, fue ordenado por el beato Vicente Kadłubek, obispo de Cracovia) cuando, en un viaje a Roma con su tío el obispo Ivo Odrowąż y su hermano San Jacinto, junto con Enrique de Moravia y Hermann Teutón, fueron testigos de uno de los milagros más sorprendentes de Santo Domingo: la resurrección del joven Napoleón, sobrino del cardenal Esteban de Ceccano.
Ivo concibió el deseo de llevarse a Polonia a algunos de los hijos del gran Patriarca para establecer la Orden en su diócesis. Justo en ese momento el Santo había, según su costumbre, dispersado a sus hijos en todas direcciones; además, ninguno de ellos conocía el idioma polaco y, por tanto, no estaba en condiciones de satisfacer los deseos del prelado. Ivo insistió aún más en su petición, insistiendo en que debía tener algunos frailes predicadores para trabajar por la salvación de su grey. Entonces Santo Domingo, cediendo a una repentina inspiración, exclamó: «Mi Señor, tienes contigo cuatro jóvenes clérigos; dámelos. Yo los vestiré con nuestro hábito, los formaré en las virtudes apostólicas y te los devolveré en un corto tiempo lleno de celo y devoción». Las cuatro almas escogidas aceptaron con alegría la voluntad de Dios manifestada por la voz de Santo Domingo, recibieron el hábito de sus manos y pronto se convirtieron en modelos de toda virtud religiosa. Al cabo de seis meses su formación estuvo completa; fueron admitidos a la profesión y enviados a predicar la Palabra de Dios y establecer la Orden en los países del Norte. Después de ayudar en la fundación de los conventos de Frisach (Austria) y Cracovia, que pronto se llenaron de numerosas y fervientes comunidades, el Beato Ceslao fue enviado a fundar la Orden en Bohemia. Recibió del rey un terreno para el convento de Praga, y la comunidad pronto contó con ciento veintiséis miembros. También fundó en Bohemia un monasterio para monjas de la Orden, y luego partió hacia Silesia, donde estableció el convento de Breslavia, que en adelante se convirtió en su sede, y desde donde emprendió viajes apostólicos para evangelizar a los habitantes de Europa Central y la costa sur del Báltico. Durante estos viajes conoció a Santa Eduviges, duquesa de Polonia y Silesia, quien se puso bajo su guía espiritual.
En 1233 participó en el capítulo general de la orden en Bolonia y presenció la apertura de la tumba de Santo Domingo. Tras dimitir del cargo de provincial, regresó en 1236 al convento de Breslavia.
Cuando los salvajes tártaros sitiaron Breslavia alrededor del año 1241, los aterrorizados habitantes se refugiaron en la fortaleza, y el Beato Ceslao y su comunidad ayunaron y oraron incesantemente, con la esperanza de apartar la ira de Dios de la ciudad. Un día, cuando el enemigo atacaba las murallas, el siervo de Dios llegó a las murallas, crucifijo en mano, exhortando a los sitiados a confiar en Dios. De repente se vio rodeado de luz, y sobre su cabeza apareció un inmenso globo de fuego, de donde salieron dardos ardientes que cayeron sobre los enemigos, matando a algunos y cegando a otros. Los tártaros, presas del pánico, arrojaron las armas y huyeron en salvaje confusión; algunos de ellos fueron convertidos por el prodigio y recibieron el bautismo junto con su príncipe.
Unos meses después de este acontecimiento milagroso, el Beato Ceslao sufrió su última enfermedad. Después de hacer una conmovedora exhortación a sus hermanos, en la que les recordó que todas las observancias monásticas no tienen valor a menos que se basen en la humildad y la abnegación, estrechó su crucifijo y exclamó fervientemente: «Señor, Tú has sido el único objeto de mi deseos; dígnate a cambio admitirme en Tus Divinos abrazos». La gloriosa Madre de Dios, a quien había amado tiernamente, lo consoló en sus últimos momentos y lo condujo a los gozos del cielo el 16 de julio de 1242.
Su cuerpo se venera en la iglesia de San Adalberto, en una capilla que resultó intacta durante el Sitio de Breslavia en la II Guerra Mundial.
Clemente XI confirmó su culto el día 27 de agosto de 1713, y en 1735 Clemente XII permitió su culto en toda Polonia.
ORACIÓN (Del Misal dominico)
Oh Dios, que esclareciste al bienaventurado Ceslao de pureza virginal de vida y de celo ardiente por la salvación de las almas, y lo hiciste admirable para los pueblos de diferentes naciones por sus santas acciones y la gracia de propagar la fe; concédenos, te suplicamos que por su intercesión seamos siempre firmes en la fe, y acudamos a ti, que eres el único autor y dador de la salvación eterna. Por J. C. N. S. Amén
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)