Dispuesto por el padre Diego Álvarez de la Paz SJ, reimpreso en Madrid en 1830.
MES EUCARÍSTICO, ESTO ES, PREPARACIONES, ASPIRACIONES Y ACCIÓN DE GRACIAS PARA ANTES Y DESPUÉS DE LA SAGRADA COMUNIÓN
DÍA DECIMOTERCERO
PREPARACIÓN
I. ¿Quién viene a mí en este Sacramento? Cristo, heredero de su riquísimo Padre, que se hizo pobre por nosotros, siendo rico, para que nosotros nos enriqueciésemos con su pobreza (2. Cor. 8, 9).
II. ¿A quién viene? Al mendigo Lázaro, echado a las puertas del mismo Señor, lleno de llagas, y deseoso de verse harto de las migajas que caen de la mesa de este rico (Luc. 16, v. 20 y ss).
III. ¿A qué viene? A echar en su seno buena medida, bien llena, apretada, y en extremo abundante de todas sus gracias (Luc. 6, 38).
Aspiración: Considerad bien, Dios mío, que así como los ojos de los siervos están fijos en las manos de su señor, los ojos de la esclava en las manos de su señora, están los míos clavados en el Señor Dios, hasta que tenga misericordia de nuestras necesidades (Ps. 122,v. 1 y 2). Vos solo conocéis cuántas sean las de mi alma, y que ninguno sino Vos puede remediarlas. El Padre os ama como a Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, y por eso las puso todas en tus manos (Joann. 3, 35). De aquí es que dándote Tú a las criaturas, recogen cuanto necesitan; pero en retirando tu semblante, todas se turban (Ps. 103, v. 28 y 29). Sin Ti no puedo ser, ni puedo vivir sin tu visitación. Por esta causa conozco cuánta cuenta me tiene llegarme muchas veces a Ti, y recibirte para remedio de mi continua necesidad, porque sin tu pan celestial preciso es desfallecer. Aquí pues tenéis, Señor, a esta alma hambrienta, que se arroja a las puertas de vuestra piedad, deseosa de recibir aunque no sea más que las migajas que sobran de vuestra abundante mesa. No retiréis tus ojos de mí, pues los de mi alma están fijos en Ti. Antes de sacramentaros os compadecisteis de las turbas que os seguían al desierto, y dijisteis: no quiero consentir que se vayan a su casa ayunos, porque no desmayen en el camino (Marc. 8, 3); haced pues ahora lo propio conmigo, supuesto que para sustento de los fieles, que caminamos en tu seguimiento, quisiste quedar sacramentado. Tu misericordia, Señor, no me desampare.
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Mira, alma mía, con los ojos de la fe a Jesucristo en medio de tu corazón como a un Señor muy poderoso que derrama en él las riquezas de su amor; y a ti como a un pobre el más infeliz, que Le descubres tus miserias y necesidades.
II. Ámalo más que a todas las riquezas y vanidades de este mundo; de tal manera que aquellas cosas que en otro tiempo tuviste por ganancia, las reputes por pérdida al presente, y aun por estiércol y basura, por solo ganar a Cristo (Philipp. 3, v. 7 y 8).
III. Pide te conceda la virtud de la Justicia, para que sin avaricia des al Cesar lo que es del Cesar, y a Dios lo que es de Dios (Matth. 22, 21)
Aspiración: Venid, escuchad, y contaré a todos los que teméis a Dios cuántas cosas ha dispensado a mi alma: yo clamé a Él con mi boca, y Lo alabé con mi lengua (Ps. 85, v. 16 y 17), al tiempo que desde su abundante mesa convidaba, diciendo: recibid y comed (Matth. 26, 26); y como llena a los hambrientos de bienes (Luc. 1, 53) con solo este pan, tantas son las riquezas que he recibido, que de sumamente pobre que era, he quedado en extremo rico. Dichosa es mi alma sin duda, pues ha recibido en un solo bocado toda la divinidad y toda la humanidad de mi Señor Jesucristo. ¿Qué retribución os daré, Dios mío, por tantos tesoros como me habéis dado? Pero ya conozco lo que Vos deseáis: recibiré frecuentemente el cáliz de tu salud; invocaré tu santo Nombre; y tantas promesas como os tengo hechas de serviros con fidelidad, las cumpliré con prontitud (Ps. 115, v. 12, 13 y 14). En Vos, Cristo mío, habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad; en Vos están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y ciencia (Col. 2, v. 9 y 3); ya pues que sin reservar cosa alguna, os habéis dado todo a mí, os doy palabra de entregarme todo a Vos, sin reservar la mínima cosa para el servicio del mundo. Gracias infinitas os doy, poderosísimo Señor.
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)