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lunes, 7 de abril de 2025

MONTALEGRE, LA CARTUJA MÁRTIR

El 19 de Julio de 1936, hacia las 18:00h, los milicianos de Esquerra Republicana de Cataluña, Confederación Nacional del Trabajo y Federación Anarquista Ibérica, liderados por un mallorquín militante de ERC de apellido Franquesa alias “El badalonés”, llegaron al monasterio cartujo de Santa María de Montalegre en Tiana, Barcelona. 
   
En ese entonces, habían allí en la cartuja 37 religiosos (21 monjes y 16 legos), 27 de los cuales eran españoles (14 catalanes). dedicados a una vida contemplativa, estrictamente separados del mundo y de cualquier tipo de política. Al enterarse del comienzo de la guerra y el fracaso del Alzamiento en Barcelona, rezaron la Misa “In témpore belli” y se suspendieron el tañido de campanas y el paseo semanal.
    
La milicia irrumpió como una jauría, armados y rabiosos, buscando a un general ruso leal a la antigua dinastía imperial (general que nunca existió salvo en la calenturienta imaginación del periodista Juan Puente de la revista amarillista “Estampa” –propiedad de Luis Montiel y Balanzat, fundador del diario deportivo “As”– que había visitado la cartuja unos meses antes). Registran las celdas, se burlan del silencio, destruyen imágenes, profanan la iglesia. A los monjes los insultan, les gritan “parásitos”, “vagos”, “fascistas con escapulario”. Les dan una sola opción: o abandonan el monasterio, o mueren. El prior les ordenó que se fueran. Algunos se refugiaron en casas de conocidos, y posteriormente salieron de la región (como Rafael –en el siglo Ángel– Cantero Gan, hermano lego, que partió a Italia estableciéndose en la Cartuja de Farneta y, ocho años después, moriría a manos de las SS en Monte Magno di Camaiore, cerca de Lucca, el 10 de Septiembre de 1944).

Pero los criminales comunistas no estaban satisfechos con la expulsión. Ellos rastrearon a los monjes uno por uno.

El procurador Dom Celestino (en el siglo Claude) Fumet Guichard y Dom Isidoro Pérez Escalante (sacerdote, profeso temporal) y el sacerdote diocesano Pedro Riba Palá (capellán de la Conrería) fueron fusilados de camino a Badalona el 20 de julio; el hermano converso Guillermo Soldevilla fue fusilado en despoblado cerca de Barcelona hacia el 5 de agosto; Dom Luis Sellarés y Agustín Navarro Anguela (novicio) fueron llevados a la infame Cheka de San Elías (gestionada por la ERC del furioso masón y anticlerical Luis Companys) donde se encontraron con Dom Manuel Balart, y fusilados el 15 de octubre (Balart lo fue dos meses después). Dom Juan Bautista Cierco (prior), Dom Miguel Dalmau (vicario) y Dom Benigno Martínez (antíquior) sobrevivieron a las balas rojas, y tras ser atendidos en el Hospital de Badalona durante siete meses, pasaron ocho meses de prisión en la Galería 6.ª (conocida como “El convento”, de tantos religiosos encerrados allí) de la Cárcel Modelo de Barcelona, tras lo cual fueron liberados.

De entre los invasores de la cartuja y asesinos de los frailes, los milicianos Rufino Menéndez Pellicer (ERC/CNT) y Melitón Giménez Berruezo (CNT/FAI) fueron condenados a muerte y fusilados después de la guerra, mientras que Joaquín Falcón Ginovés (UGT) fue sentenciado a 20 meses de prisión. El cirujano del Hospital de Badalona, Luis Gubern Salisachs, fue cesado de sus cargos en 1940 por el Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas de Barcelona, encarcelado en la Cárcel Modelo durante cuarenta días e inhabilitado por 15 años (conmutada por un solo año, y al final de ese año, pasó por un Tribunal de Limpieza de Ideas Políticas, revalidando el título de Medicina. Se salvó porque el nuevo rector de Montalegre, Dom Antonio Mª. Abella, intercedió por él aduciendo la atención prestada por Gubern a los monjes).
  
Jaime Gurpegui, quien intentó recordar su historia en Infovaticana (aunque con el error de mencionar como prior de los cartujos de Montalegre a José María Reig Ortiz, de 63 años, cuando este era el cura párroco del pueblo valenciano de Benifayó, fusilado el 16 de Agosto en el término de Coma junto al fraile capuchino José Sanchis Mompó, de 72 años, y cuatro sacerdotes de entre 29 y 37 años –Francisco Martínez Rovira, Claudio Más González, Heliodoro Clérigues Mari y Eduardo Clérigues Peris–), concluye así:
«Fueron ejecutados sin gloria, sin nombre, sin juicio. Y aún hoy hay quienes, desde sus despachos episcopales, prefieren callar estas cosas. No vaya a ser que la historia interrumpa sus congresos sobre sinodalidad. No vaya a ser que recordar a los mártires incomode a los que hoy siguen soñando con una Iglesia domesticada, neutra, anestesiada. Pero la sangre de los cartujos no se calla. Habla. Clama. Denuncia.
   
De eso nos salvó Franco. De que Cataluña entera se convirtiera en una cheka al aire libre, de que los monasterios fueran arrasados, de que los monjes fueran perseguidos como perros.
   
Los cartujos de Montalegre no hicieron otra cosa que orar. Y por eso los mataron. Y por eso hoy los recordamos. Porque la sangre del mártir es semilla. Porque los que rezan por nosotros desde el cielo merecen al menos una voz en la tierra que diga: “no os hemos olvidado”».

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)