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domingo, 6 de julio de 2025

LEÓN XIV Y EL “ECUMENISMO DE LA SANGRE”

Noticia tomada de ACTUALITÉS FSSPX.
  

En su discurso durante el rezo del Ángelus, en el día de la fiesta de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, León XIV ha hablado de su papel al servicio de la unidad de la Iglesia y del “ecumenismo de la sangre” que une a todos los cristianos a través del testimonio de los mártires que dan la vida por Cristo, independientemente de la Iglesia o comunidad eclesial a que pertenezcan.

Primeramente, el Papa recordó que la Iglesia de Roma es nacida «del testimonio de los apóstoles Pedro y Pablo y fecundada por su sangre y por la de muchos mártires». Mártires que contamos entre nosotros aún hoy:
«Todavía hoy hay cristianos en todo el mundo a los que el Evangelio vuelve generosos y audaces incluso a costa de la vida. Existe de ese modo un ecumenismo de la sangre, una invisible y profunda unidad entre las Iglesias cristianas, que a pesar de ello no viven todavía la comunión plena y visible».
Luego el Papa expresó su deseo de buscar la unidad de los cristianos. También explicó la relación entre Cristo y Pedro. Recordó que la obra de Jesús entre los hombres se repite en aquellos que Le siguen. Finalmente agregó que el perdón es la clave de la unidad de las iglesias.

Pero, conviene señalar que la noción del ecumenismo de la sangre es errada.

ANTECEDENTES
No es la primera vez que un Papa celebra a los “mártires” que no pertenecen a la Iglesia Católica. Juan Pablo II había intentado celebrar una “conmemoración ecuménica de los testigos de la fe del siglo XX”.

El 7 de mayo del 2000, tercer domingo de Pascua, tuvo una homilía ante los representantes de las Iglesias ortodoxas y de las Antiguas Iglesias orientales [= no calcedonianas]. También estaban presentes representantes de las comunidades protestantes y de organizaciones ecuménicas. El encuentro se hizo en el Coliseo Romano.

Juan Pablo II afirmó, en particular, que «En nuestro tiempo, “el testimonio ofrecido a Cristo hasta el derramamiento de la sangre se ha hecho patrimonio común de católicos, ortodoxos, anglicanos y protestantes” (Tértio millénnio adveniénte, n. 37)».

Algunos años después, en el 2005, fue publicado un Martirologio Universal, redactado por la Comunidad de Bose, compuesta por distintas confesiones, fundada después del Concilio por Enzo Bianchi. Este martirologio reúne a cristianos y miembros de otras creencias.

El 15 de febrero de 2021 se realizó un seminario web ecuménico con la participación del Papa Francisco, del Patriarca copto ortodoxo Teodoro II y del entonces Primado anglicano Justin Welby, para conmemorar a los 21 mártires coptos brutalmente asesinados por el Estado Islámico de Iraq y Siria en Libia el 15 de febrero de 2015.

Una semana después de la ejecución, Teodoro II inscribió a las 21 víctimas en el Libro de los Mártires de la Iglesia Copta ortodoxa. Durante la conferencia, Francisco afirmó: «Son nuestros santos, los santos de todos los cristianos, los santos de todas las denominaciones y tradiciones cristianas», los santos «del pueblo de Dios, el pueblo fiel de Dios» que «han blanqueado sus vidas en la sangre del Cordero».
  
Él concluyó su discurso con estas palabras: «Recemos juntos hoy en esta memoria de estos veintiún mártires coptos: que intercedan por todos nosotros ante el Padre. Amén».

UNA DECLARACIÓN IMPOSIBLE
Obviamente no se trata de negar los terribiles sufrimientos padecidos por estas víctimas del odio anticristiano. No es de ignorar el hecho de que habían preferido la muerte a la negación de su propia fe. Pero es simplemente imposible para la Iglesia Católica declararlos “mártires”. Esta declaración, de hecho, carece de una definición crucial.

Un mártir es, en realidad, alguien que ha sufrido voluntariamente la muerte infligida en odio a la fe católica [aunque la muerte no se siga necesariamente, como en María Santísima y en San Juan Evangelista, N. del T]. Por tanto, para poder aplicar a este título, es esencial que la persona pertenezca visiblemente a la Iglesia Católica por su profesión de fe. De hecho, la Iglesia no puede juzgar lo que es interior al alma, sino que juzga por los signos exteriores que observa.

Por este motivo, el Papa Benedicto XIV (1675-1758), en su tratado sobre la canonización de los santos, explica que no es posible afirmar el martirio de una persona que no pertenezca a la Iglesia.

¿Esto significa que no puedan haber mártires fuera de los confines visibles de la Iglesia? Es posible, continúa Benedicto XIV, pero en tal caso son «mártires ante Dios, y no ante la Iglesia», que no pueden juzgarlos. Recibirán en el Cielo la recompensa destinada a los mártires, mas permanecen desconocidos a nosotros aquí abajo.

Por ende, esta doctrina profesada por Juan Pablo II, Francisco y ahora León XIV, además de carecer de fundamento teológico, según Benedicto XIV, tiene el efecto de suprimir las diferencias entre la Iglesia Católica y las otras religiones. Disuelve el límite entre la única verdadera Iglesia y todos los que están separados de ella.

Crea también la sensación que se puede ser salvo indiferentemente en cualquier religión y contribuye a aquel relativismo destructivo de la verdadera fe, que halla su punto de partida en la declaración Dignitátis Humánæ del Concilio Vaticano II.

No existen santos comunes a todas las confesiones y tradiciones cristianas. La Iglesia no tiene el poder de declararlo. Podemos ciertamente orar por los cristianos no católicos, mas no podemos orarles.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)