Novena
dispuesta por el padre J. P. en 1883, y publicada en la imprenta de
José María Monzón en León (Guanajuato), con licencia de la Autoridad
eclesiástica.
INTRODUCCIÓN
¡Dolores, enfermedades, trabajos! He aquí el patrimonio de la humanidad. Cerca de un hijo de Adán quo alegre y gozoso camina en el sendero de la vida, se ven otros mil abandonados a enfermedades más o menos crueles, arrastrar sus vacilantes pasos con esfuerzos y con lágrimas exhalando lastimeros gemidos y gritos penetrantes que despedazan el corazón.
En medio de tan tristes clamores que levanta la dolorida humanidad, un nombre augusto y dulcísimo, al par que lleno de encanto y embeleso, resuena en la boca del cristiano enfermo; nombre que invocado con piedad calma los dolores, reanima las fuerzas, alivia y cura los males más inveterados, como las enfermedades más incurables, este nombre es el de la SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA. ¿A. qué otro corazón despues del de Jesús podrá dirigirse el fiel que padece, que sea más propio para comprenderlo que el corazon amante de María? Ciertamente, la Santísima Señora aprendió muy bien a compadecerse de nosotros, contemplando los prolongados e indecibles tormentos que su adorable Hijo padeció en el leño de la Cruz donde en la persona del discípulo amado nos recibió a todos por hijos suyos. Desde aquel momento, la dulce Madre nos ha mostrado su maternal cariño con inefable ternura y nos ha estrechado con los vínculos de su incomparable caridad. ¿Quién es el que afligido por una enfermedad corporal invoca a esta Madre celestial sin que experimente que su poder iguala a su amor? Penetrad, sino a esos célebres Santuarios dedicados a esta Santísima Madre, y se conmoverá vuestro corazón al ver los irrecusables testimonios de innumerables favores corporales alcanzados por su intercesión. ¿Qué dicen a la fe y a la pidead esas inscripciones grabadas por el reconocimiento; esos diversos presentes ofrecidos en su altar, esas pequeñas figuras de oro y plata representando miembros humanos depositados a sus pies como trofeos de su poder contra las enfermedades rebeldes a toda ciencia humana; esos pobres instrumentos de madera que han ayudado a arrastrarse hasta el umbral del lugar santo al que venía a reclamar su auxilio, y que innecesarios ya por haber obtenido la salud, quedaron allí colgados a las paredes sagradas, como sencillos y afectuosos homenajes rendidos a su honor y gloria. ¡Oh, con cuánta elocuencia hablan estos testimonios expresivos de gratitud a todo el que los contemple! Con razón llama la Iglesia a María Salud de los enfermos (Salus infirmórum). Invocadla, pues, bajo este título tan consolador, seguros de que conseguireis lo que le pedís si es útil para vuestra verdadera felicidad.
INTRODUCCIÓN
¡Dolores, enfermedades, trabajos! He aquí el patrimonio de la humanidad. Cerca de un hijo de Adán quo alegre y gozoso camina en el sendero de la vida, se ven otros mil abandonados a enfermedades más o menos crueles, arrastrar sus vacilantes pasos con esfuerzos y con lágrimas exhalando lastimeros gemidos y gritos penetrantes que despedazan el corazón.
En medio de tan tristes clamores que levanta la dolorida humanidad, un nombre augusto y dulcísimo, al par que lleno de encanto y embeleso, resuena en la boca del cristiano enfermo; nombre que invocado con piedad calma los dolores, reanima las fuerzas, alivia y cura los males más inveterados, como las enfermedades más incurables, este nombre es el de la SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA. ¿A. qué otro corazón despues del de Jesús podrá dirigirse el fiel que padece, que sea más propio para comprenderlo que el corazon amante de María? Ciertamente, la Santísima Señora aprendió muy bien a compadecerse de nosotros, contemplando los prolongados e indecibles tormentos que su adorable Hijo padeció en el leño de la Cruz donde en la persona del discípulo amado nos recibió a todos por hijos suyos. Desde aquel momento, la dulce Madre nos ha mostrado su maternal cariño con inefable ternura y nos ha estrechado con los vínculos de su incomparable caridad. ¿Quién es el que afligido por una enfermedad corporal invoca a esta Madre celestial sin que experimente que su poder iguala a su amor? Penetrad, sino a esos célebres Santuarios dedicados a esta Santísima Madre, y se conmoverá vuestro corazón al ver los irrecusables testimonios de innumerables favores corporales alcanzados por su intercesión. ¿Qué dicen a la fe y a la pidead esas inscripciones grabadas por el reconocimiento; esos diversos presentes ofrecidos en su altar, esas pequeñas figuras de oro y plata representando miembros humanos depositados a sus pies como trofeos de su poder contra las enfermedades rebeldes a toda ciencia humana; esos pobres instrumentos de madera que han ayudado a arrastrarse hasta el umbral del lugar santo al que venía a reclamar su auxilio, y que innecesarios ya por haber obtenido la salud, quedaron allí colgados a las paredes sagradas, como sencillos y afectuosos homenajes rendidos a su honor y gloria. ¡Oh, con cuánta elocuencia hablan estos testimonios expresivos de gratitud a todo el que los contemple! Con razón llama la Iglesia a María Salud de los enfermos (Salus infirmórum). Invocadla, pues, bajo este título tan consolador, seguros de que conseguireis lo que le pedís si es útil para vuestra verdadera felicidad.
NOVENA A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA EN SU ADVOCACIÓN DE SALUD DE LOS ENFERMOS
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠
Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu
Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor
mío Jesucristo, santuario admirable de amor para con los pecadores,
¿cómo podremos jamás llorar la gravedad de los pecados con que os hemos
ofendido? ¡Oh Dios mío! Vos nos habéis amado desde la eternidad, nos
habéis criado a vuestra imagen, y no nos habéis comunicado el ser sino
para derramar sobre nosotros los bienes espirituales y temporales de que
Vos mismo sois la fuente perenne, dejando así plenamente satisfecho
vuestro amor, por lo que esperamos ser eternamente felices. Pero
nosotros haciéndonos criminales desconocimos vuestro amor, entonces más
misericordioso que nunca y más liberal que antes, os habéis dignado por
nuestra salud anonadaros tomando la forma de siervo, os habéis dignado
aparecer sobre la tierra como el más despreciable de los hombres, y
habéis tomado un corazón como el nuestro para obligar nuestros corazones
a amaros. Dulcísimo Jesús, abrasado de las más vivas llamas de caridad,
Vos habéis querido revestiros de nuestras miserias y de nuestros
dolores. Jesús infinitamente santo, manantial purísimo de justicia e
inocencia, Vos os dignasteis llevar sobre vuestros hombros las
iniquidades del mundo, Vos fuisteis clavado en una cruz para remedio de
nuestros crímenes y para que, con vuestra Sangre adorable derramada
sobre la tierra, tuviésemos las bendiciones que nos consuelan y las
gracias que nos purifican. La grandeza de vuestra caridad se nos ha
manifestado desde el pesebre y en los sufrimientos y trabajos de toda
vuestra vida hasta el Calvario, en medio de los dolores más intensos e
ignominias indecibles, donde para colmo de tantas maravillas, estando
para exhalar el último aliento por nuestra salud eterna, nos dejasteis
para nuestro consuelo a vuestra Madre por Madre nuestra; y nosotros,
Señor, solo hemos opuesto crímenes sobre crímenes a tanto amor.
Nosotros, ingratos, os hemos olvidado y no cesamos con nuestros
repetidos ultrajes de ponernos en peligro de llenar la medida de
nuestras iniquidades, pero no sucederá así: de aquí en adelante os
amaremos, dulcísimo Jesús. Nos pesa de haberos ofendido; dignaos Dios de
amor, dirigir una mirada benigna sobre esta pequeña porción de vuestros
hijos, a quienes el dolor, el reconocimiento y el amor han conducido a
vuestros pies y a los de vuestra Santa Madre. ¡Ah, cómo quisiéramos
nosotros recuperar todo el mal que hicimos con nuestros crímenes
traspasando vuestro corazón y el de vuestra Madre!, mas recibid el
sincero deseo que tenemos de lavar con nuestra sangre, si fuere posible,
nuestras ingratitudes. Lanzad, oh dulcísimo Jesús, sobre nosotros las
saetas de vuestro amor, para que amándoos en este mundo, vayamos a
continuar este amor en la eternidad. Amén.
ORACION PARA TODOS LOS DÍAS
Oh Santísima Madre de la Salud, cuyo tierno corazón puede decirnos mucho mejor que el grande Apóstol «¿quién
sufre sin que yo lo compadezca?», glorificada seáis porque tan a menudo
y tan admirablemente hacéis brillar vuestra poderosa intercesión, para
alivio y curación de nuestros dolores corporales. Vos sois para nosotros
todos y para todas nuestras enfermedades un remedio vivo y continuado,
al paso que la piscina probática de Jerusalén no ofrecía la salud sino
de tarde en tarde y solo a aquel que tenía la fortuna de bajar el
primero cuando el ángel del Señor había agitado el agua. Bendecimos mil y
más veces a vuestro divino Hijo que hace manar de Vos, como en otro
tiempo de su divina peña, durante su vida mortal, una virtud secreta que
remedia todos los males, y le pedimos que esa virtud nos la haga
especialmente conocer en los males que afligirán a nuestra alma en la
hora decisiva en que tocaremos la eternidad. ¡Oh dulce Virgen de la
Salud!, con maternal bondad dignaos recoger el último suspiro del que se
encomienda a Vos con confianza, haciendo que, en el momento supremo,
gustemos en toda su extensión la eficacia de tu patrocinio, Salud de los
enfermos, rogad por nosotros.
Luego se dicen tres Ave Marías en esta forma:
- Dios te salve María, poderosísima Hija de Dios Padre, Virgen purísima antes del parto, en tus manos encomiendo mi fe para que la alumbres. Dios te salve María…
- Dios te salve María, santísima Madre de Dios Hijo, Virgen purísima en el parto, en tus manos encomiendo mi esperanza para que la alientes. Dios te salve María…
- Dios te salve María, amorosísima Esposa de Dios Espíritu Santo, Virgen purísima después del parto, en tus manos encomiendo mi caridad para que la inflames. Dios te salve María…
Dios te salve María Santísima, templo y sagrario de la Santísima Trinidad, Virgen concebida sin la culpa original.
DÍA PRIMERO
¡Oh María, Madre de la Salud eterna! ¿Quién podrá medir la «longitud,
latitud, altura y profundidad de vuestra misericordiosa bondad»?
Vuestra compasión para nosotros parece aumentar de siglo en siglo,
habiéndose manifestado en el principio de la Iglesia, como la estrella
de la mañana, en medio de las nubes; después como la luna en todo su
esplendor, y al presente, brillante con toda la claridad del astro del
día. Oh Vos a quien llamamos con inefable agrado, consuelo de nuestra
vida, y nuestra esperanza en las penas; Vos de quien el Señor se vale
para cambiar en alegría nuestras tristezas y pesares, como en otro
tiempo se valió de la piadosa Ester para consolar y socorrer a su
pueblo, socorrednos siempre en nuestras aflicciones y penas ¡acoged
favorablemente a vuestros verdaderos servidores, que con sincera piedad y
viva fe, imploran vuestro auxilio! y haced que las lágrimas, penas,
tribulaciones y dolores se conviertan en provecho de los que con toda la
efusión de un corazón filial te invocan bajo el glorioso título de
Madre de la Salud.
Se hace la petición, y se concluye con la siguiente oración:
Acordaos,
oh piadosísima Virgen María, que no se ha oído jamás que alguno que
recurriese a vuestro patrocinio, implorase vuestro auxilio y pidiese
vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos: nosotros, animados de esta
confianza a Vos venimos, en Vos nos refugiamos, delante de Vos gemimos
pecadores; no queráis, oh Madre de la Palabra eterna, despreciar
nuestras súplicas, sino oídlas propicia y escuchadlas benignamente. Amén
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
DÍA SEGUNDO
Por la señal…
Acto de contrición, Oración para todos los días y las tres Ave Marías.
Por la señal…
Acto de contrición, Oración para todos los días y las tres Ave Marías.
Oh
María, Madre de nuestra Salud ¡qué presente tan agradable sois para
nosotros que ya agotamos las lágrimas y los gemidos! Madre amantísima,
vuestro solo recuerdo alivia el peso que oprime nuestro corazón,
dulcifica la amargura, cura los males, y cicatriza las crueles llagas
que le devoran. ¡Tan excesivamente afligida os habéis visto Vos misma…
Vos tan santa, Vos Madre augusta de nuestro Dios!, ¿no habéis tenido que
beber un cáliz de amargura capaz de atormentar toda fuerza humana? ¿no
os visteis sumergida en un océano profundo de dolor, el más agudo? Y en
esta situación sin ejemplo ¿quién no se admira de vuestra resignación,
de vuestra bondad, y de vuestro asombroso abandono a la voluntad divina?
¿Cuál es el pecador que no se siente consolado en sus aflicciones al
ver que, no obstante vuestra inocencia, habéis apurado el cáliz ofrecido
en tantas amarguras, para asemejaros mejor a vuestro Santísimo Hijo
inocente? Oh Madre de nuestra Salud, aquí nos tenéis postrados atraídos
de tu bondad, experimentando un piadoso consuelo al pensar en el tierno
interés, viva simpatía y compasiva como benéfica caridad de vuestro
maternal corazón. A vos pues recurrimos, oh María, para pediros el
consuelo en nuestras penas, seguros de que no quedará defraudada nuestra
confianza alcanzando el remedio de nuestras necesidades.
DÍA TERCERO
Por la señal…
Acto de contrición, Oración para todos los días y las tres Ave Marías.
Por la señal…
Acto de contrición, Oración para todos los días y las tres Ave Marías.
¡Oh
Madre de nuestra Salud, llena de clemencia y de ternura! Con cuánta
razón se puedo decir de Vos, como del Salvador, que vuestra misericordia
iguala al poder de vuestro patrocinio, vuestra bondad es tan eficaz,
que sobremanera excede a las exquisitas atenciones de Rebeca para con
Eliezer, pues ella os indujo a pedir espontáneamente a vuestro Santísimo
Hijo el milagro de las bodas de Caná, donde el agua fue convertida en
vino, y si tal fue vuestra solicitud cuando os hallabais en este valle
de lágrimas, ¿cuál será ahora que ya reináis con Dios en el Cielo, ahora
cuando nosotros tus hijos atribulados, del fondo de nuestro corazón os
rogamos humildemente que vengáis en nuestro auxilio para remedio de
nuestros males espirituales y temporales? Oh Vos, cuyos sagrados labios
guardan la ley de la clemencia, Vos en quien esta noble virtud es
semejante para nosotros al rocío del fin del otoño que desciende a
refrescar la tierra; Vos que os mostráis propicia a cuantos os invocan,
olvidad nuestra indignidad y dignaos sernos favorable hasta el último
suspiro.
DÍA CUARTO
Por la señal…
Acto de contrición, Oración para todos los días y las tres Ave Marías.
Por la señal…
Acto de contrición, Oración para todos los días y las tres Ave Marías.
¡Oh
María Madre de nuestra Salud! ¿quién puede dudar que sois para los más
grandes pecadores un asilo de salud, mucho más seguro que en tiempos
antiguos la ciudad de Betsurá para los que habían abandonado la ley del
Señor, y que el altar que Adonías tenía abrazado para librarse del enojo
del rey Salomón! Oh, ¡y cuántas veces, desarmado el Juez divino por
vuestra favorable mediación, ha podido decirnos como David a Abigaíl «a
no ser por vos hoy es el día que hubiera castigado de muerte a esos
culpables»! ¡cuántas veces os habéis dignado acordaros del débil tributo
de los homenajes que os habían ofrecido unos corazones que con sobrada
razón podían compararse a la pecadora Rahab, a los hijos de Babilonia, y
los habéis salvado no solo de sus enfermedades corporales sino también
de caer en el abismo eterno! Multiplicad, oh Madre de la Salud, los
rasgos de vuestra bondad admirable para con tantos ciegos insensatos
como corren a su desgracia eterna, que siendo por los estrechos vínculos
de la fe cristiana, miembros como nosotros del cuerpo místico de la
Iglesia te pedimos por su salud eterna como Madre que sois del Redentor
del género humano.
DÍA QUINTO
Por la señal…
Acto de contrición, Oración para todos los días y las tres Ave Marías.
Por la señal…
Acto de contrición, Oración para todos los días y las tres Ave Marías.
¡Oh
María, Madre de nuestra Salud!, Vos cuya sola palabra bastó en otro
tiempo para hacer saltar de alegría al Santo Precursor en el vientre de
vuestra Santa prima de quien saludabais, Vos que sabéis convertir en
gozo las tristezas dando salud a nuestras almas enfermas: Vos que
después de Jesús sois nuestra esperanza, permitid que sin cesar nos
acordemos de vuestras virtudes y publiquemos el encanto de vuestros
privilegios, hasta que con los Ángeles y Santos podamos poseer en el
Cielo la dicha de contemplaros. ¡Oh amorosa Madre, no sin grande
complacencia exclamamos aquí del fondo de nuestras almas conmovidas de
gratitud y ternura, que nuestra mano derecha caiga en olvido si alguna
vez olvidamos, dulce Virgen, los sagrados derechos que tenéis a nuestros
corazones, que nuestra lengua se seque si después de vuestro adorable
Hijo no sois Vos la primera a quien alabemos. Ojalá que, acordándonos
continuamente de vuestros beneficios, repitamos con confianza: Vos que
sois la Salud de los enfermos, rogad por nosotros.
DÍA SEXTO
Por la señal…
Acto de contrición, Oración para todos los días y las tres Ave Marías.
Por la señal…
Acto de contrición, Oración para todos los días y las tres Ave Marías.
Oh
María, Madre de nuestra Salud, a Vos recurrimos en todas nuestras
penas, peligros y necesidades, reconociendo un piadoso deber de ensalzar
en todo tiempo vuestro poder. Sí, augusta soberana del universo,
nuestra complacencia será siempre la de proclamar que el brazo del Señor
ha hecho que resplandezca en Vos su poder, que su fuerza y su imperio
residen en vuestra mano, quo todo lo podéis en Él, y que la gloria de
las Jael y de las Judit, triunfando de los enemigos del pueblo de Dios,
es apenas la figura de la que en Vos resplandece. ¡Oh poderosa Madre!,
dignaos recibir constantemente bajo vuestra protección a los que desean
invocaros sin descanso. Y sobre todo, cuando llegue el momento decisivo,
cuando aterrorizada nuestra alma se halle a punto de presentarse ante
su Juez, ¡oh! entonces, Madre nuestra, no dejéis de defenderla contra
sus enemigos, alentarla, fortalecerla y recibirla, en vuestras manos
maternales, al entrar en la eternidad, para que la presentéis a vuestro
Hijo con quien seremos enteramente felices.
DÍA SÉPTIMO
Por la señal…
Acto de contrición, Oración para todos los días y las tres Ave Marías.
Por la señal…
Acto de contrición, Oración para todos los días y las tres Ave Marías.
Oh
María, Madre de nuestra Salud, ensalzada como el rosal de Jericó habéis
florecido como la rosa en una fresca margen vuestro lustre es puro como
el del lirio y vivo como el de la reina de la primavera. Mas ¿quién no
dará una idea de la fragancia de Jesús que en todas partes exhalas?
¿Quién nos haría conocer cuánto excede el perfume de vuestras virtudes
al aroma de la mirra más exquisita, y a la del incienso más agradable?
Sí, Vos sola sois la flor escogida que, en el árido valle de este mundo
habéis atraído a Vos el divino rocío, al Justo por excelencia, al que es
la Salud del mundo. Flor bendita, Flor maravillosa, Flor medicinal,
cuyo solo perfume hacen que se calmen las dolencias de nuestra alma;
haced que lo aspiremos para conseguir la salud que tanto ambicionamos:
Haced que corramos por el camino puro e inmaculado de los verdaderos
hijos de Dios, para tener algún día la dicha de veros en el Cielo y
glorificar a vuestro Hijo por todos los favores con que habéis sido
colmada.
DÍA OCTAVO
Por la señal…
Acto de contrición, Oración para todos los días y las tres Ave Marías.
Por la señal…
Acto de contrición, Oración para todos los días y las tres Ave Marías.
Oh
María, Madre de nuestra Salud, ¡qué encantadora es vuestra hermosura a
los ojos de la fe! ¡Verdaderamente sois digna de ser llamada por
excelencia la Madre del Señor, pues estáis adornada de todas las
virtudes y perfecciones que pueden hacer amable a una criatura! ¡Qué
placentero es para nosotros el poder decir con uno de vuestros
servidores, que arrebatáis los corazones que os contemplan, y curáis las
dolencias que nos afligen! ¡Qué grato nos es también expresaros el
deseo sincero que tenemos de amaros constantemente, según lo merecéis,
de preferir como Vos la belleza del alma a todo lo demás y de trabajar
sin descanso para aumentarla con el fervor de vuestra caridad! Recibid
este deseo, divina María, para alcanzarnos el cumplimiento de él. Así
sea.
DÍA NOVENO
Por la señal…
Acto de contrición, Oración para todos los días y las tres Ave Marías.
Por la señal…
Acto de contrición, Oración para todos los días y las tres Ave Marías.
Oh Madre del Verbo eterno hecho carne para nuestra salud, os saludamos como el arcángel: «llena
de gracia». Vuestro Hijo es la fuente inagotable de toda gracia, quien
fijando en Vos su primera morada, cuando vino a habitar entre los
hombres, os dio derecho para decir con toda verdad «en mí
reside toda gracia», por lo cual vuestras benditas manos son como un
canal amplísimo por donde se comunica a toda la tierra este divino
tesoro, vivificando todo lo que es árido y haciendo que el desierto
mismo florezca como un nuevo Edén. A Vos pues recurrimos en nuestras
necesidades; en Vos ponemos siempre nuestra confianza después de Jesús;
puesto que por Vos esperamos de Él aunque lo desmerezcamos por nuestra
pasada ingratitud el perdón de nuestras innumerables culpas, el remedio y
auxilio de que tanto necesita nuestra flaqueza y la perseverancia
final.
Se hace la petición, y se concluye con la oración.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)