Por otra parte, respecto a lo que el evangelista Juan añade, Para que se cumpliera la palabra de Jesús, la que dijo para indicar con qué muerte iba a morir, si queremos interpretar aquí la muerte de cruz, cual si los judíos hubieran dicho «No nos es lícito matar a nadie» precisamente porque una cosa es ser matado, otra ser crucificado, no veo cómo esto puede entenderse con razón, pues respondieron esto a las palabras de Pilato con que les había dicho: Tomadlo vosotros y juzgadlo según vuestra ley. ¿Tal vez, pues, no podían tomarlo y esos mismos crucificarlo, si mediante tal género de suplicio ansiaban evitar el asesinato de alguien? Ahora bien, ¿quién no verá cuán absurdo es que crucificar a alguien les sea lícito a quienes no es lícito matar a nadie? ¿Qué decir del hecho de que el Señor en persona llama también asesinato a su misma muerte, esto es, la muerte de cruz, como leemos en Marcos, donde asevera: He ahí que subimos a Jerusalén y el Hijo del hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles y lo ridiculizarán y le escupirán y lo flagelarán y lo asesinarán, mas al tercer día resucitará? Seguramente, pues, diciendo eso, el Señor ha indicado con qué muerte iba a morir: no que quisiera que aquí se entienda la muerte de cruz, sino que los judíos iban a entregarlo a los gentiles, esto es, a los romanos, porque Pilato era romano y los romanos lo habían enviado a Judea como gobernador.
Para que, pues, se cumpliera esa palabra de Jesús, esto es, que los gentiles lo asesinarían entregado a ellos, cosa que Jesús había predicho que iba a suceder, por eso, cuando Pilato, que era el juez romano, quiso devolverlo a los judíos para que lo juzgasen según su ley, no quisieron tomarlo, pues dijeron: No nos es lícito matar a nadie. Y así se cumplió la palabra de Jesús, la que respecto a su muerte predijo: que, entregado por los judíos, los gentiles lo asesinarían; con crimen menor que los judíos, los cuales quisieron de ese modo desentenderse, digamos, de su asesinato, no para que se mostrase su inocencia, sino para que se mostrase su demencia.
San Agustín, Tratado 114 del Evangelio de San Juan (Jn 18:28-32)
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