Traducción del artículo publicado originalmente en THE EPONYMOUS FLOWER
(Roma)
Mientras el encuentro del Papa Francisco sobre abuso sexual de menores
estaba teniendo lugar en el Vaticano, se hicieron conocer nuevas
revelaciones sobre el ex-cardenal homosexual y ex-sacerdote Theodore
McCarrick.
Según
la agenda vaticana, el Encuentro sobre Abusos quiere evitar el motivo
principal del abuso sexual: la homosexualidad [no intentamos ser
neutrales sobre este azote, llamadlo aberrosexualidad]. Al menos el 80
por ciento de todas las víctimas de abuso por clérigos son adolescentes
masculinos de 11 años en adelante.
Ahora,
salieron a la luz nuevas revelaciones alrededor del homosexual
McCarrick, cuyo caso hizo iniciar el encuentro sobre abuso. Además de
esto, hay una conexión entre la homosexualidad y el encuentro. Esto es
especialmente cierto por la gran influencia que McCarrick ejerció por
sus cargos, su rango, la Papal Foundation iniciada por él y no menos por las sodo-clicas.
El estadounidense Michael Voris, de Church Militant, informó noticias “explosivas” en la noche de ayer (21 de febrero):
“Los comunistas han sido increíblemente exitosos en infiltrar la Iglesia. McCarrick era uno de sus hombres”.
Voris
está convencido de que el Encuentro sobre el Abuso es una gran táctica
de distracción de los clérigos homosexuales en la iglesia. Por décadas,
las mismas clicas han encubierto a McCarrick, quien, según la
declaración de Frédéric Martel en su nuevo libro “Sodoma”, era uno de
los jefes de la red homosexual.
Church
Militant se basa en información de antiguos comunistas que “tuvieron un
papel clave” luego de la II Guerra Mundial en la construcción de una
red secreta de centros de entrenamiento y educación comunista en Europa.
Su información “implica” un involucramiento directo por McCarrick, dijo
Voris.
Según
él, McCarrick fue en sus primeros años “secretamente entrenado en
Europa por comunistas soviéticos”, con el fun de implantarlo como un
comunista “en el corazón de la Iglesia”.
Cuando
Stalin tomó control de la Unión Soviética en la década de 1920,
ciertamente uno de sus planes fue debilitar la influencia de la Iglesia
Católica, cuando no eliminarla enteramente. Esto fue “parte de los
planes de dominación comunista mundial que Nuestra Señora advirtió en
Fátima en 1917”.
Un
punto central del plan, de acuerdo a Voris, fue la “infiltración de los
seminarios con jóenes que tenían como tarea minar el código moral de la
Iglesia”.
Esta
estrategia fue confirmada por Bella Dodd (1904-1969), una miembro
importante del Partido Comunista de los Estados Unidos (CPUSA en
inglés). Ella misma, según su propia información, ubicó a 1.100 hombres
en los seminarios estadounidenses. La maestra Dodd fue una importante
activista comunista y sindicalista entre 1930 y 1940. Ella comenzó a
apartarse internamente del comunismo en el curso de una purga de
exclusión del partido en 1949. Bajo el liderazgo de Fulton Sheen,
entonces obispo auxiliar de Nueva York, ella regresó a la Iglesia
Católica y se convirtió en una oponente del materialismo dialéctico.
Dodd reveló que bajo órdenes de Stalin, “hombres inmorales”, especialmente homosexuales, llegaron a introducirse en la Iglesia.
“El
testimonio de Dodd es importante porque no sólo revela el plan de
infiltración, sino también la conexión entre el comunismo y la
homosexualidad en este plan”, que no estaba limitado a EE. UU.
Cuando
la Cortina de Hierro cayó en 1989 y el imperio soviético colapsó en
1991, informes de la KGB hicieron saber que los seminarios polacos
habían sido infiltrados con cientos de agentes comunistas. “La realidad
de que la Iglesia fue atacada desde adentro durante décadas sacudió
hasta el fondo a los católicos polacos”, dijo Voris. Al mismo tiempo,
los católicos de Lituania tuvieron que concluir que su “jerarquía estuvo
entremezclada con agentes soviéticos”.
“La teología de la liberación ha sido llevada a Latinoamérica por agentes de la KGB para minar la Iglesia Católica por medio de la orden jesuita”.
Para
entrenar a hombres jóvenes que no serían advertidos en su país natal,
se erigieron varios centros de entrenamiento. Uno, según Church
Militant, existió en San Galo, Suiza, donde McCarrick estuvo alrededor
de 1950. Él vino de una familia pobre. Su padre murió joven, y la madre
luchó con trabajos sencillos para llegar a fin de mes.
En
2001, McCarrick le contó al New York Times sobre su estadía en Europa
justo después de graduarse de la preparatoria. Él no tenía “ningún plan
para su vida” entonces. “Un amigo” lo invitó a Suiza, donde permaneció
por un año entero, sin decir dónde obtuvo el dinero para tal viaje y tan
larga estadía. Algo que en ese tiempo sólo los ricos se lo podían
permitir.
Que
McCarrick estuvo en San Galo es conocido por James Grein, una de sus
víctimas de abuso sexual. Church Militant señala que uno de los centros
de entrenamientos comunistas en Occidente estaba localizado en San Galo,
donde los jóvenes reclutados fueron entrenados, entre otras cosas, para
ser introducidos a la Iglesia.
McCarrick contó al New York Times que él encontró su llamado sacerdotal durante su viaje en Europa. Según Voris:
“McCarrick habría sido el candidato ideal para el reclutamiento soviético: un hombre sin padre con inclinaciones homosexuales y ninguna ambición particular en la vida. Era una coincidencia perfecta para el patrón, especialmente la dinámica homosexual, que lo hacía fácil de controlar por por chantaje”.
El
hecho es que McCarrick entró al seminario de la Archidiócesis de Nueva
York a su regreso a los Estados Unidos y fue consagrado allí en 1958.
“Si McCarrick fue de hecho reclutado como un agente soviético para minar la Iglesia, él cumplió perfectamente los deseos de sus clientes.
Él se levantó rápidamente y esparció confusión moral, doctrinal y espiritual en todos niveles, inflingiendo daños, no solamente a sus víctimas entre los seminaristas y otros hombres jóvenes”.
De
hecho, si McCarrick había sido un agente comunista empapado en
pensamiento marxista y una cosmovisión socialista a temprana edad, eso
podría explicar mucho sobre cómo su camino en la Iglesia en los Estados
Unidos fue acelerado por su ascenso al poder.
La
denominada ala “de la Justicia Social” en la Iglesia de los Estados
Unidos convirtióse en un líder bajo McCarrick, quien es una de sus
figuras centrales. Bajo el presidente norteamericano Bill Clinton, él
fue incluso capaz de extender su influencia al gobierno sentándose por
tres años en el Comité de Asuntos Exteriores sobre la Libertad religiosa
desde 1996 en adelante. Desde 1999 a 2001 fue también miembro de la
Comisión estadounidense para la Libertad Internacional. Durante una
ceremonia, Clinton bromeó que esos constantes viajes al exterior fueron
más para diplomáticos que para arzobispos.
Mientras
Benedicto XVI restringió la habitación de McCarrick para maniobras e
impuso sanciones sobre él por la fuerte sospecha de mala conducta
sexual, el Papa Francisco lo rehabilitó y lo hizo su enviiado especial a
la comunista República popular china. Como tal, McCarrick estuvo
involucrado en preparar el acuerdo secreto entre la Santa Sede y
Beijing, firmado en Septiembre de 2018, y causó que los críticos lo
llamaran un “vendedor de la Iglesia china”.
La
prueba de Michael Voris es delgada, él mismo lo sabe. Pero tiene razón
en señalar que la evidencia es demasiado numerosa para despreciar las
revelaciones. McCarrick ha “sobornado rutinariamente” y pagado a
funcionarios curiales romanos con “beneficios y probablemente
encubrimientos”.
“Él ha sido instrumental en la propagación de la justicia social que ha dominado la vida de la Iglesia en los Estados Unidos por décadas, un movimiento que se oculta tras un lenguaje de de caridad, pero regularmente revela sus políticas de izquierda y sus vínculos con organizaciones socialistas de las cuales muchas son vástagos de Saul Alinsky”.
Voris
también vincula a San Galo con el círculo secreto de altos y altísimos
representantes progresistas de la Iglesia fundado por el cardenal
Martini en los 1990’s, que tuvo un rol central en la elección del papa Francisco. La asociación del progresismo eclesial a la izquierda política es obvia. La acción decididamente política del papa
Francisco confirma esto. De hecho, su elección no sólo trajo consigo el
levantamiento inmediato de las sanciones impuestas sobre él, sino que
también le concedió influencias sin precedentes en el Vaticano.
Voris
concluye de su información y coincide en que el caso de McCarrick no es
solamente más cercano al abuso sexual, sino mucho más allá. Su entera
influencia sobre la Iglesia en los Estados Unidos y sobre la Iglesia
Universal debería ser escrutada (y su año en Suiza).
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