«Este pueblo me honra con los labios; pero su corazón lejos está de mí». (San Mateo 15, 8).
¡Admirable
espectáculo! Una reina enseña a sus súbditos las verdades de la
religión; ¡llega hasta enseñarles una profesión a fin de ponerlos en
condiciones de ganarse la vida! Su hospitalidad con los peregrinos, su
generosidad con los pobres, pruebas son de esa misma caridad que manaba
de su ardiente amor por Jesucristo. Todas las mañanas las consagraba a
la oración y asistencia a la santa Misa. Próxima a morir distribuyó
cuantiosos tesoros entre los pobres, como si hubiese querido ganar el
favor de aquellos que custodian las puertas del paraíso.
MEDITACIÓN: TRES VENTAJAS DE LA ORACIÓN
I.
Es un honor tan grande para el hombre poder hablar a Dios en la
oración, que, para comprenderlo, sería preciso concebir la infinita
majestad de Dios. Si hubiese permitido que únicamente un hombre sobre la
tierra pudiese rogarle, si hubiese prometido escucharlo en todos sus
pedidos, de todas partes se acudiría a ese hombre, para obtener, por su
intermedio, las gracias del Señor. Dios nos ha permitido que le oremos
en todo tiempo y en todo lugar; ha prometido concedernos lo que le
pidamos, y nosotros despreciamos esta concesión, y en nada apreciamos
este honor. «Yo hablaré a mi Dios, yo, que no soy sino ceniza y polvo» (Job).
II.
La oración es la llave de los tesoros de Dios, nos enriquece con todos
los bienes de la naturaleza y de la gracia; prueba tú lo poderosa que
es. Recurre a Dios como a tu padre. Dirígete a Él como un pobre que
tiene conciencia de su indigencia y se juzga indigno de obtener algo.
Cuando hayas sido escuchado, atribuye el beneficio recibido a la pura
bondad de Jesucristo. «La oración se eleva, y la misericordia desciende». (San Agustín).
III.
Nada hay más dulce que conversar con Dios en la oración: en ella lo
conocemos más perfectamente, lo amamos más ardientemente; y este
conocimiento y este amor, que constituyen el paraíso de los
bienaventurados, es el comienzo de la felicidad de los hombres sobre la
tierra. No pido otro testigo de esta verdad que tú mismo: ¿no es verdad,
acaso, que las lágrimas de contrición que has derramado llorando tus
pecados en la oración, tienen dulzuras que no podrías expresar, encantos
infinitamente superiores a todos los placeres de aquí abajo?
La oración. Rogad por la paz de las familias.
ORACIÓN
Escuchadnos,
Oh Dios Salvador nuestro, y haced que la solemnidad de la
bienaventurada Matilde, al mismo tiempo que regocija nuestra alma, la
enriquezca con los sentimientos de una tierna devoción. Por J. C. N. S.
Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios deberán relacionarse con el artículo. Los administradores se reservan el derecho de publicación, y renuncian a TODA responsabilidad por el contenido de los comentarios que no sean de su autoría. La blasfemia está estrictamente prohibida, y los insultos a la administración es causal de no publicación.
Comentar aquí significa aceptar las condiciones anteriores. De lo contrario, ABSTENERSE.
+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)