Elementos tomados del Congregante y Siervo perfecto de la Santísima Virgen de los Dolores, del padre fray Lorenzo Reymundinez OSM, exprovincial y corrector de los Siervos de María, publicado en 1685; y de las Meditaciones sobre los principales dolores de la Vírgen Santísima, publicado en 1866.
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
OFRECIMIENTO (Solo para el primer día)
Santísima Virgen adolorida, María Madre de Dios y Señora nuestra, aunque indigno de estar ante vuestro virginal acatamiento, movido de vuestra piedad, y con deseo de serviros, renuevo el afecto y voluntad con que os invoco como patrona, madre y abogada mía, y firmemente propongo de amaros y serviros en todo lo que me quede de vida: y os suplico por la Sangre que derramó vuestro amantísimo Hijo y por vuestros dolores, que os dignéis admitirme por hijo vuestro, y me alcancéis gracia para que de tal manera obre en estos siete días que dedico a la memoria de vuestros dolores, que todos mis pensamientos, palabras y obras se dirijan a mayor gloria de Dios y vuestra; y es mi intención rogar y suplicar a su divina Majestad por el buen gobierno y aumento de la santa Madre Iglesia católica romana, paz y concordia entre los Príncipes cristianos, extirpación de las herejías, exaltación de la santa Fe católica, y por nuestro católico reino. Os suplico también que me hagáis participante de todas las gracias e indulgencias concedidas a los que se ocupan en considerar la pasión de vuestro adorable Hijo y vuestros dolores, para más amaros, serviros, y en el fin de esta miserable vida alcanzar una buena y santa muerte. Amén.
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
OFRECIMIENTO (Solo para el primer día)
Santísima Virgen adolorida, María Madre de Dios y Señora nuestra, aunque indigno de estar ante vuestro virginal acatamiento, movido de vuestra piedad, y con deseo de serviros, renuevo el afecto y voluntad con que os invoco como patrona, madre y abogada mía, y firmemente propongo de amaros y serviros en todo lo que me quede de vida: y os suplico por la Sangre que derramó vuestro amantísimo Hijo y por vuestros dolores, que os dignéis admitirme por hijo vuestro, y me alcancéis gracia para que de tal manera obre en estos siete días que dedico a la memoria de vuestros dolores, que todos mis pensamientos, palabras y obras se dirijan a mayor gloria de Dios y vuestra; y es mi intención rogar y suplicar a su divina Majestad por el buen gobierno y aumento de la santa Madre Iglesia católica romana, paz y concordia entre los Príncipes cristianos, extirpación de las herejías, exaltación de la santa Fe católica, y por nuestro católico reino. Os suplico también que me hagáis participante de todas las gracias e indulgencias concedidas a los que se ocupan en considerar la pasión de vuestro adorable Hijo y vuestros dolores, para más amaros, serviros, y en el fin de esta miserable vida alcanzar una buena y santa muerte. Amén.
Puesto en la presencia de María Santísima en el modo dicho, recogerás los sentidos y potencias, pedirás a Dios te ilustre el entendimiento e inflame la voluntad para sentir los Dolores acerbos de María Santísima, y con todo el fervor posible dirás:
ORACIÓN QUE SE HA DE DECIR TODOS LOS DÍAS
Afligida
y desconsolada Señora, yo la criatura más indigna de estar delante de
vuestra soberana presencia, os suplico con todo abatimiento, que por
vuestros dolores os dignéis ser mi guía, amparo y patrocinio, para que
en el ejercicio de este día pueda acertar a serviros y agradaros, a
quien me consagro y sacrifico totalmente con todas mis potencias y
sentidos; y cuanto pensare, dijere y obrare, sea en recompensa de los
dolores que con mis culpas os he ocasionado, y me consigáis perdón de
ellas y una buena y reconocida muerte. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Oh Señora llena de dolores, madre de Dios, hombre verdadero, criador, conservador y redentor mío, en quien creo, en quien confío, y a quien amo sobre todas las cosas: me pesa con todo mi corazón de haberle ofendido, solo por ser quien es tan digno de ser amado; aborrezco mis culpas, porque con ellas ofendí a mi Dios y ocasioné vuestros dolores; y ofrezco amarle y servirle de aquí adelante. Pero soy tan frágil, que si vos, Señora, no me alcanzáis gracia para cumplirlo, faltaré miserablemente a la palabra que os doy; y así os suplico por la sangre de Jesucristo y por vuestros dolores, me la consigáis. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Oh Señora llena de dolores, madre de Dios, hombre verdadero, criador, conservador y redentor mío, en quien creo, en quien confío, y a quien amo sobre todas las cosas: me pesa con todo mi corazón de haberle ofendido, solo por ser quien es tan digno de ser amado; aborrezco mis culpas, porque con ellas ofendí a mi Dios y ocasioné vuestros dolores; y ofrezco amarle y servirle de aquí adelante. Pero soy tan frágil, que si vos, Señora, no me alcanzáis gracia para cumplirlo, faltaré miserablemente a la palabra que os doy; y así os suplico por la sangre de Jesucristo y por vuestros dolores, me la consigáis. Amén.
DÍA PRIMERO
Considera,
devoto siervo de María, cómo esta divina Señora, siempre fiel y
solícita observante de la ley de Dios, acude al santo templo de
Jerusalén, para cumplir un precepto que no la comprendía, llevando
gozosa en brazos al recién nacido infante Jesús su amantísimo hijo, y al
tomarlo en los suyos el santo profeta Simeón, oye de la boca del
inspirado anciano la terrible profecía de la Pasión y muerte del mismo
Hijo tan amado que acaba de presentar. «Este tierno Niño que tan gozosa
habéis llevado al templo, le dice con dolorido acento el piadoso siervo
de Dios, os será, Señora, motivo de grande pesadumbre y cruelísima
aflicción. Será también tropiezo y ruina de obstinados pecadores, que
ofuscados por las densas tinieblas de sus culpas, se estrellarán y
caerán deslumbrados por los divinos resplandores de esta luz; y será
finalmente el blanco de la envidia y encono de los mismos pecadores,
quienes odiarán su celestial doctrina, le perseguirán y le saciarán de
improperios y tormentos hasta hacerle morir clavado en cruz, en la cual
seréis también Vos misma espiritualmente crucificada». ¡Oh, qué terrible
estocada fue esta para el sensible corazón de la Virgen Madre! ¡Qué
espada de dolor para ese corazón que solo palpitaba y vivía por el
aliento de Jesús! ¡Ah, Madre mía afligidísima! ¡cómo veríais ya de un
solo golpe, en aquel amargo trance, todos los insultos, suplicios y
tormentos que la malicia de los hombres había de descargar contra
Jesucristo y contra Vos! Haced, Madre mía, que esa espada de dolor por
la profecía de Simeón traspase mi corazón por las veces que he renovado
con mis culpas la pasión y muerte de vuestro hijo Jesús mi Redentor, y
os acompañe en vuestra amargura.
PONDERACIÓN
Pondera,
alma compasiva, la dolorosa impresión que hubo de causar a la santísima
Virgen el triste vaticinio de Simeón. Pero ¿puede nuestro corazón
terreno penetrar siquiera la sublimidad de los afectos y sentimientos
que conmovieron su alma purísima? ¡Ah! ¡cómo se agolparian desde luego a
su herida imaginación todas las circunstancias desgarradoras de la
cruenta pasión y muerte del Hijo de sus virginales entrañas! ¡cómo se le
representarían los cordeles, los azotes, las espinas, los clavos y el
madero que debian maltratar su divino cuerpo, y derramar gota a gota su
sangre sacratísima! ¡Oh atribulada Señora! ¡oh afligidísima Madre! ¡Qué
aguda sensación hubo de causar a vuestra alma esa violenta transicion
del más puro y celestial de los gozos al más recio y cruel de los
pesares! ¡Ah! ¡cómo debisteis ya medir entonces toda la grandeza y
acerbidad de los dolores que había de sufrir vuestro tierno corazón!
¡cómo visteis ya entonces a vuestro dilectísimo Hijo desangrado y
sediento en el ara de la santa cruz, sin poderle dar el mas mínimo
lenitivo vuestro maternal afecto, sumiso y resignado a los decretos
severísimos del eterno Padre! ¡Oh Madre mía angustiada! En aquel mar
inmenso de amarguras en que fue anegada vuestra alma, haced que se
sumerja también mi seco corazón, para que derritiéndose en lágrimas de
compasión por vuestras penas, y de vivo dolor por mis pecados, acierte a
seguiros resignadamente en el camino de las tribulaciones de esta vida,
único blasón a que deben aspirar en este valle de lágrimas vuestros
verdaderos hijos y compasivos siervos.
DEPRECACIÓN
¡Santísima Virgen y Madre dolorosa! Poseído de cristiana compasión por el agudo dolor que padecisteis al anunciaros el santo profeta Simeón la futura pasión y muerte de vuestro santísimo hijo Jesucristo, mi adorable Redentor, os suplico humildemente, que os compadezcáis también Vos de la penosa tribulación en que tiene puesto a este pobre hijo y siervo vuestro la tiranía de sus vicios y pasiones tan opuestas a la excelencia de vuestras virtudes y a la pureza de vuestro celestial amor. Bien sabéis, Madre mía, que no tengo rectitud de intención, suavidad de afectos, espíritu de resignación y obediencia, humildad cristiana, ni nada que sea digno de Vos y de vuestro dilectísimo Hijo tan amorosamente sacrificado para mi salud y redención; pero tengo sí, dulce Madre, vivísimos deseos de adquirir todas esas virtudes, de que estoy tan falto de corregir mi conducta pecadora, y de identificarme con Vos y con Jesucristo mi amante Redentor, y me prometo conseguirlo por los infinitos méritos de su sangre sacratísima, y por vuestra maternal intercesión, que imploro con todas las ansias de mi corazón contrito y humillado. Haced que llore mis pecados para evitar mi ruina final: libradme, ¡oh! libradme, Virgen pía, de la perdición eterna. Oídme, Reina pía: valedme, tierna Madre: salvadme, dulce y clementísima María. Amén.
DEPRECACIÓN
¡Santísima Virgen y Madre dolorosa! Poseído de cristiana compasión por el agudo dolor que padecisteis al anunciaros el santo profeta Simeón la futura pasión y muerte de vuestro santísimo hijo Jesucristo, mi adorable Redentor, os suplico humildemente, que os compadezcáis también Vos de la penosa tribulación en que tiene puesto a este pobre hijo y siervo vuestro la tiranía de sus vicios y pasiones tan opuestas a la excelencia de vuestras virtudes y a la pureza de vuestro celestial amor. Bien sabéis, Madre mía, que no tengo rectitud de intención, suavidad de afectos, espíritu de resignación y obediencia, humildad cristiana, ni nada que sea digno de Vos y de vuestro dilectísimo Hijo tan amorosamente sacrificado para mi salud y redención; pero tengo sí, dulce Madre, vivísimos deseos de adquirir todas esas virtudes, de que estoy tan falto de corregir mi conducta pecadora, y de identificarme con Vos y con Jesucristo mi amante Redentor, y me prometo conseguirlo por los infinitos méritos de su sangre sacratísima, y por vuestra maternal intercesión, que imploro con todas las ansias de mi corazón contrito y humillado. Haced que llore mis pecados para evitar mi ruina final: libradme, ¡oh! libradme, Virgen pía, de la perdición eterna. Oídme, Reina pía: valedme, tierna Madre: salvadme, dulce y clementísima María. Amén.
Rezar un Padre nuestro, siete Ave Marías y un Gloria Patri.
℣. Ruega por nosotros, Virgen dolorosísima.
℟. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
ORACIÓN
¡Oh Dios!, en cuya Pasión el alma dulcísima de la gloriosa Virgen y
Madre María, según la profecía de Simeón, fue traspasada con cuchillo de
dolor: concede propicio que cuantos meditamos devotamente sus dolores,
alcancemos los dichosos frutos de tu Pasión: Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
DÍA SEGUNDO
Por la señal...
Oración para todos los días y Acto de contrición
Considera, alma piadosa, la dolorosa impresión que causaría en el tierno corazón de María al llegar a sus oídos el terrible edicto infanticida fulminado por el sanguinario cruel Herodes para acabar con la vida de su recién nacido hijo Jesús, de cuya aparición sobre la tierra recelaba el tirano su destronamiento y ruina, y la grande inquietud que había de angustiar el alma de la santísima Virgen en el peligroso tránsito por el desierto, camino designado por la divina Providencia para refugio y asilo del perseguido infante Jesús. Apenas el santo José, advertido de Dios por ministerio de un ángel, anuncia a María su esposa, que es preciso huir, y huir sin demora, para salvar al niño Jesús de la sangrienta persecución de Herodes, cuando la atribulada Madre sin réplica alguna se pone en marcha, ocultando en su amoroso regazo al Hijo de sus entrañas, y amada prenda de su corazón... Ni lo extremo de su pobreza, ni las incomodidades y riesgos del camino, ni la consideración de una tan larga distancia, son capaces de arredrar su ánimo fortalecido por el amor y por la fe, y en alas de este amor y de esta fe emprende presurosamente su largo viaje sin más compañía que la de su esposo y del niño Jesús, entregándose en brazos de la divina Providencia... ¡Oh amor y dolor, superiores a toda humana comprensión, cómo combatiríais el sensible corazón de María en ese momento decisivo y cruel! ¡Oh amantísima Madre, y atribulada Señora! ¡Cuántos sobresaltos y temores agitarían vuestro tierno pecho durante esa fatigosa y agitada peregrinación! Permitidme, Virgen santa, acompañaros en tan largo viaje con la ternura de mi corazón, y con el dolor de haber desterrado de él a vuestro hijo Jesús por mis culpas.
PONDERACIÓN
Pondera,
alma mía, las ansias, las fatigas, las penalidades, en fin, de toda
clase, que hubieron de atormentar el alma purísima de Maria en tan largo
y penoso viaje. El temor de ser descubierta y alcanzada por los feroces
soldados de Herodes; los quejidos de las inocentes víctimas
sacrificadas a su furor e impiedad; el llanto y alaridos de las
desconsoladas madres; las dificultades y peligros de la huida; los
rigores de su extrema pobreza... ¡ay! ¡cómo todo esto se agolparía en la
angustiada imaginación de la Madre y la llenaría de sobresalto y mortal
congoja! ¡Ah! ¡qué ansiedad y zozobra experimentaría al emprender la
marcha, y después viéndose engolfada en el desierto, pobre, necesitada
de todo, cercada de peligros, y acosada por el temor! ¡Oh! ¡cuántas y
cuántas veces se fijarían sus tiernas miradas en los ojos conturbados de
su fidelísimo Esposo, y cuántas los encaminarían ambos al Cielo
demandando amparo y socorro al Padre celestial! Y al contemplar en sus
brazos al tierno infante aterido de frío, falto del necesario alimento y
abrigo, ¡qué pena, qué dolor y amargura oprimirían su angustiado
corazón! ¡Ah Madre mía afligidísima! De esa grande tribulacion que
hubísteis de pasar en esa súbita huida tan llena de riesgos y pesares,
haced que participe también yo, culpado y negligente hijo vuestro, pues
debo y quiero venir en vuestro seguimiento, huyendo de la tiranía de mis
culpas, y bus cando un refugio y asilo a la sombra de vuestra maternal
clemencia, y del amor de Jesús mi adorable redentor.DEPRECACIÓN
Purísima y atribulada Virgen María: yo os acompaño también con piadosa y compasiva solicitud en vuestra penosa huida a Egipto, y os pido humildemente me permitáis seguiros por el santo camino de las contrariedades y tribulaciones de esta vida, para ser conducido por este trabajoso destierro al salvador asilo de la virtud. Alcanzadme, Madre mía, las luces de la divina gracia, para que acierte a escapar con paso firme y resuelto de las persecuciones y asechanzas de mis vicios y pasiones, que son mis mortales enemigos, hasta verme salvo y seguro en el inexpugnable recinto de la ley de Dios durante mi fatigoso y arriesgado tránsito por el desierto de este mundo, a fin de poder llegar felizmente al término de mi jornada, y alcanzar la dicha de verme reunido con mi redentor Jesús, y con Vos, amante Madre mía. Así lo espero por los infinitos méritos de su Sangre sacratísima, y por vuestro maternal favor, oh pía, oh clemente, oh dulcísima María. Amén.
Rezar un Padre nuestro, siete Ave Marías y un Gloria Patri. El verso y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA TERCERO
Por la señal...
Oración para todos los días y Acto de contrición
PONDERACIÓN
Pondera,
alma piadosa, el dolor inmenso de Maria en la pérdida de Jesús su
hijo... ¡Qué lengua podrá bastantemente expresarlo! ¡qué entendimiento,
por elevado que sea, comprenderlo! ¡Oh dolor! ¡oh sentimiento
imponderable!... Triste y apesarada la Madre, vuelve presurosamente a
Jerusalén en busca de Jesús; penetra de nuevo en la ciudad; busca,
registra, pregunta, mas en vano, porque... ¡ay! el Niño no parece; la
lumbrera de sus ojos, la prenda, la joya de su alma enamorada no
responde a su voz maternal. Desolada y sin consuelo prosigue buscando,
corre de uno a otro lado de la ciudad: cruza todas las calles: llama a
todas las puertas: pide, gime, y suplica; hasta que por último, ya sin
fuerza y sin aliento, vuelve a penetrar en el santo templo, y... ¡oh
sorpresa! encuentra allí a su amado Hijo, atrayendo y enseñando a los
sabios del mundo y a los doctores de la ley. ¡Oh afligida y desconsolada
Madre! No cabe en mi conocimiento la pena y dolor que padeció vuestro
corazón en la pérdida de vuestro Hijo. ¡Oh! ¡quién pudiera concebir en
parte el dolor que os lastima, para entrar a la parte de vuestro
sentimiento! Vos os veis separada de vuestro Hijo por divina
disposición; pero yo, Señora, por mis culpas: mas vedme aquí dolorido y
penitente, llorando compungido la pérdida de mi dulce Salvador. Haced,
Madre mía, que como Vos lo busque solícito, y lo encuentre para siempre
en el dulce regazo de la virtud y del cristiano amor.DEPRECACIÓN
¡Oh acongojada Reina! ¡Oh amantísima y desolada María! Por el grande desconsuelo que tuvisteis en la pérdida momentánea de vuestro hijo Jesús, compadeceos de mí, sumiso hijo y siervo vuestro, que por mi sola culpa tantas veces lo he perdido. Alcanzadme, Madre mía, gracia, para que, así como su pérdida quebrantó vuestro amante corazón, así traspase también el mío un vivo dolor de haberle perdido por mi culpa; y por la agudísima pena que sentisteis en la ausencia de vuestro amabilísimo Jesús, permitidme asociarme con Vos, imitando vuestra solicitud y diligencia en buscarle apesarado y afanoso. Alcanzadme, dulce Madre, la gracia de hallarle clemente y propicio, y la dicha de no volver a perderle nunca más... ¡Oh! sí, alcanzadme por vuestra mediación y valimiento su gracia y misericordia, y haced que esa misericordia y esa gracia me sean prenda de virtud en esta vida, y después de gozo y gloria en la eterna bienaventuranza. Hacedlo, Madre pía, vida, dulzura y esperanza mía. Amén.
Rezar un Padre nuestro, siete Ave Marías y un Gloria Patri. El verso y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA CUARTO
Por la señal...
Oración para todos los días y Acto de contrición
PONDERACIÓN
Pondera,
alma piadosa, el amargo desconsuelo y cruel martirio que padeciera la
santísima Virgen en el doloroso encuentro de su hijo Jesús. ¡Corazones
sensibles! ¡tiernas y amorosas madres! reflexionad, si podéis, el golpe
terrible, la mortal impresión que hubo de recibir el tierno corazón de
la mejor de las madres, al ver reducido a tan lastimoso estado a su Hijo
dilectísimo, el más dulce, el más amable y santo de los hijos! ¡al ver
su cabeza taladrada por agudísimas espinas; su divino rostro salpicado
de sangre y empañado por el polvo e inmundas salivas; sus ojos
amortecidos; su cuerpo magullado a golpes, cubierto de llagas de cabeza a
pies, sin figura de hombre, y en medio de la gritería y enfurecimiento
de aquella muchedumbre sedienta de la sangre del Justo! ¡Oh! ¡cómo todo
concurría allí, para angustiar el alma purísima de María con un cúmulo
de penas y martirios, que exceden a toda ponderación! ¡Oh Madre mía!
¡quién me diera poder consolaros en tan extrema y mortal aflicción!
¡quién me diera poder cargar sobre mí la enorme cruz que tanto oprime el
debilitado cuerpo de Jesus! Mas ¡ay Señora!, que yo me veo oprimido por
mis vicios, y cargado con mis culpas y pecados, y no puedo levantarme
sin los poderosos auxilios de la divina gracia, y sin el favor de
vuestro maternal socorro. Por aquel sensible encuentro de vuestro
santísimo Hijo, haced que me levante de la postración en que me tienen
puesto mis enormes faltas, y cargue con la cruz de las penas y trabajos
de esta vida, para aligerar en parte la cruz de Jesús, y mitigar vuestro
dolor.DEPRECACIÓN
¡Oh Madre afligidísima, y por todos conceptos llena de amargura! Compadecido del acervo dolor que martirizó vuestro corazón en el cruel encuentro de vuestro Hijo en la calle de Amargura, al verle desfigurado, lleno de dolores, saciado de oprobios y oprimido por el grave peso de la cruz, os suplico con humilde rendimiento y sincero dolor de mis pecados, que me alcancéis gracia para levantarme de mi mortal abatimiento, a fin de que fortalecido con el ejemplo de vuestras soberanas virtudes, tenga valor para sostenerme en mis terribles caídas en el camino del pecado, y socorredme para que no sucumba bajo su peso, y renueve los tormentos de mi Salvador, y vuestro dolor y amarguras. Alcanzadme luz con que conozca la fealdad de mis pecados, y gracia con que deteste su malicia. Haced también que beba con ánimo resuelto y resignado el cáliz de las tribulaciones y trabajos de esta vida, que el Señor se dignare presentarme, para satisfacer por las penas debidas a mis culpas. Haced finalmente, que me asocie con Jesús y con Vos en el camino del Calvario, a fin de llegar derechamente por él a la región celestial. Amén.
Rezar un Padre nuestro, siete Ave Marías y un Gloria Patri. El verso y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA QUINTO
Por la señal...
Oración para todos los días y Acto de contrición
PONDERACIÓN
¡Quién
será capaz, alma mía, de ponderar, ni menos sentir, la agudísima espada
de dolor, que penetraría el amante corazón de María, puesta junto a la
cruz de su Hijo santísimo ¡Qué lengua, aunque sea de querubín, podrá
expresar su angustia y su martirio! Ella ve al Hijo de sus entrañas
hecho el blanco de todos los oprobios y tormentos: traspasan su corazón
los duros golpes de martillo con que clavan sus pies y manos: oye la
gritería de un ingrato pueblo, las blasfemias y sarcasmos que contra Él
vomitan los judíos: escucha con emoción las palabras amargamente tiernas
que pronuncia el labio moribundo del Redentor del género humano:
observa que su cabeza se inclina por no poder apoyarse a causa de las
espinas de que está circuida; que el peso de su cuerpo dilata más y más
sus profundas llagas; que su pecho palpita con las ansias de la muerte;
que tiemblan convulsos sus miembros; que sus entrañas arden en
cruelísima sed, y que su espíritu oprimido ni en el eterno Padre halla
consuelo. Repara en fin que encomienda su alma en manos del Padre, que
inclina la cabeza sobre su pecho y expira. ¡Oh pena! ¡oh tormento! ¡oh
dolor el de una Madre que está presente en tan tristes circunstancias, y
en un espectáculo tan desgarrador! ¡Oh dulce Madre! ¡cómo pudisteis
sobrevivir a una tan amarga escena! Yo, aunque indigno siervo vuestro,
os acompaño con la compasión en vuestra incomparable pena; pero ¡ay! que
me confundo al solo recuerdo de que he sido yo el autor de esta doble
tragedia. Cargad, Señora, sobre mí estas penas, ya que soy la causa de
ellas, por las veces que con mis culpas he vuelto a crucificar a vuestro
Hijo. Tened, Madre mia, compasion de mí, y alcan– zadme el perdon, y la
gracia de nunca mas pecar.DEPRECACIÓN
¡Purísima Virgen y angustiada Madre! Asombrado y condolido os contemplo al pie de la cruz en donde expiró para darme vida Jesucristo mi adorable redentor, bebiendo toda la amargura de su cruenta inmolación. Cuantas son vuestras miradas, tantas son las espadas que traspasan vuestro cándido y enamorado corazón; cuantas llagas veis en el cuerpo de vuestro Hijo, tantas heridas se imprimen en vuestra alma; cuantas espinas traspasan las sienes de Jesús, tantas son las saetas que hieren vuestro tierno pecho; y clavada os halláis con Jesús, Él en el cuerpo, y Vos en el alma. ¡Ay, dulce Madre!, traspasad mi corazón culpado con aquella espada agudísima que desgarró el vuestro al pie de la cruz de vuestro Hijo espirante de amor y de dolor por mí, miserable y desagradecido pecador... Yo soy... ¡oh! sí, yo soy el reo de su atroz suplicio: yo soy quien desprecio e insulto a cada paso el grande sacrificio de amor que hizo por mi eterna salvación. Yo me junto a cada instante con la turba de verdugos deicidas que le crucificaron. ¡Oh Señora y Madre mía!, tened lástima y compasión de mí. Alcanzadme gracia para que sepa crucificarme con mis vicios y pasiones, y para que ardiendo en vivas llamas de virtud y santo amor, me asocie con Vos doliente y compasivo al pie de la cruz del Redentor; para que adherido fuertemente a ella, durante todo el tiempo de esta mi fatigosa mortal vida, pueda participar del fruto de la redención, que espero alcanzar por los infinitos méritos de la pasión y muerte de vuestro santísimo Hijo, y por vuestro misericordioso valimiento, ¡oh clementísima, oh tierna y dulcísima Madre mía!
Rezar un Padre nuestro, siete Ave Marías y un Gloria Patri. El verso y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA SEXTO
Por la señal...
Oración para todos los días y Acto de contrición
PONDERACIÓN
¡Quién
será capaz, alma piadosa, de ponderar, ni menos explicar el inmenso
quebranto y el dolor agudo que penetró el sensible y tierno corazón de
Maria al tener. muerto en sus brazos al Autor de la vida! ¡Quién podrá
sondear el mar de aflicciones que combatieron entonces su alma! ¡Con qué
angustiado afán y mortal congoja examinaría allí la inconsolable Madre
el cúmulo de heridas, de que veía cubierta la sacrosanta humanidad de su
amante Hijo!... ¡Ay! ¡con qué ansioso afán buscaría en vano en aquel
rostro sin figura los hermosos rasgos y la sin par belleza que fueron la
lumbre y el embeleso de sus virginales ojos, el arrobo de los cielos y
el encanto y la delicia de la tierra! ¡Ah! ¿es este, diría con la
Esposa, es este el semblante de mi amado, cándido y rubicundo cual la
naciente aurora, cuya cabeza era un brocado de finísimo y luciente oro?
¡Oh! ¡cómo se ha oscurecido y eclipsado ese clarísimo y esplendente
sol!... Y entonces, ¡oh! entonces la dolorida y quebrantada Madre
aplicaría sus labios a las desangradas llagas del Hijo, e imprimiría en
su fría y pálida frente, ardientes ósculos de sollozante afecto, y
estrecharía con las trémulas, aquellas yertas y sagradas manos que
profusamente habían derramado los beneficios de su divina gracia y
caridad, y contemplaría con llorosos ojos aquellos pies sagrados que tan
solícitos anduvieron en busca de los pecadores, y ofrecería al Padre
eterno el presente de sus penas y dolores junto con el sacrificio de su
Hijo y su amor. ¡Oh! ¡qué pena! ¡qué martirio! ¡qué dolor para una
madre, y madre como María! ¡Oh Virgen santa! yo me enternezco al
contemplaros en tan cruelísima y mortal situación; pero me confundo al
mismo tiempo considerando que mis culpas son las que causaron tan
horroroso estrago en la impecable humanidad de vuestro excelso Hijo.
Haced, Madre mía, que la vista lastimosa del desangrado cuerpo de Jesús
mi salvador hiera el mío con un vivísimo dolor de haber renovado tan
acerbos tormentos; haced que la sangre de Jesús mi salvador limpie y
enardezca mi corazón hasta ahora tan corrompido y tan frío; haced que su
suplicio y vuestros dolores me muevan a dolor y penitencia de mis
culpas, a fin de que regenerado por la divina gracia os acompañe
compasivo, y logre consolaros a fuerza de afecto, rendimiento y
gratitud.DEPRECACIÓN
¡Oh Reina de los mártires! Tierno y compasivo os contemplo sumergida toda en un mar de quebranto, al sostener en vuestros brazos el sacrosanto cuerpo de vuestro santísimo hijo Jesús, muerto y sacrificado por los hombres todos, sin exceptuar a sus desapiadados verdugos e implacables enemigos, a impulsos de su amor finísimo y de su ardiente y acendrada caridad. Yo os contemplo en vuestra desolación, oh Madre tiernísima sin hijo, fiel esposa sin amante esposo, estrella de gracia privada de la luz del sol, y sosteniendo apenas pesarosamente esa vida vuestra que solo vivía de la vida y de la gracia de Jesús. ¡Ah! Inmenso como el mar hubo de ser vuestro quebranto, hondamente inmensa vuestra pena y desolación. ¡Ay!, ¡cuánto me confundo yo, Señora, al reconocerme tan culpado como los bárbaros judíos y sayones ejecutores de la pasión y muerte de Jesús mi redentor, y de todas las aflicciones y amarguras de vuestro tierno y amante corazón. Pero Vos sois madre de misericordia y refugio de los insensatos pecadores: tened, pues, Señora, tened lástima y compasión de mí, que, si hasta ahora he sido rebelde hijo e indigno siervo vuestro, quiero en adelante consagrarme todo a Vos por medio de la fervorosa y compasiva meditación de vuestros acerbísimos dolores, llorando con amargura y vivo arrepentimiento el cruel estrago que he causado en el sagrado cuerpo de vuestro Hijo y en vuestro pecho maternal. Mas para esto necesito la asistencia de la divina gracia: alcanzádmela, clemente Madre mía, a fin de que después de esta vida triste y pasajera, pueda acogerme en vuestro amante seno, y gozar eternamente de la gloria celestial. Amén.
Rezar un Padre nuestro, siete Ave Marías y un Gloria Patri. El verso y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA SÉPTIMO
Por la señal...
Oración para todos los días y Acto de contrición
PONDERACIÓN
¡Oh
alma mía! ¡qué palabras, qué frases pueden encontrarse bastante
expresivas para describir todo lo patético y cruel de la soledad de
María! ¡Quién podrá ponderar la grandeza de su quebranto y la inmensidad
de su dolor, al dejar sepultado a su hijo Jesús! ¡Ay! cómo se ve
Ella... sola sin Hijo vivo: sola sin Hijo muerto: sola sin luz y sin
guía; sola sin consuelo ni lenitivo alguno; y sola, en fin, sin el que
era su aliento y su vida y su encanto y su luz. ¡Ah! ¡que no hay
entendimiento que pueda comprender, ni fortaleza que pueda resistir la
desgarradora vista de ese cuadro desoladísimo que presenta la Virgen en
su amarga soledad! ¡Oh dolor imponderable de la más tierna, de la más
sensible y más santa de las madres! ¿con qué otro dolor te compararé?
¿Quién me prestará los sublimes afectos de los espíritus angélicos?
¿Quién los acentos inspirados de las almas santas, para expresar de un
modo tal cual digno la grandeza y profundidad de ese dolor? ¡Ay!
Únicamente Vos, Señora; Vos únicamente podéis comunicar al alma mía
sentimientos de pena y amargura apropiados a vuestra desolada soledad.
Alcanzadme, pues, Virgen santa y tierna Madre mía, los auxilios de la
divina gracia, para que sintiendo lo vivo y amargo de vuestro dolor,
pueda, como fiel siervo e hijo vuestro, acompañaros y consolaros en
vuestra soledad.DEPRECACIÓN
¡Oh afligida y solitaria Virgen! ¡Oh tristísima y desolada Madre! Yo os contemplo doliente y contristado, en el fúnebre desierto de vuestra amarga soledad. Yo me presento a Vos, poseído de compasivo respeto, y con vivos deseos de acompañaros en vuestro triste aislamiento, contemplando mentalmente con Vos la dolorosa escena del Calvario, y los tormentos y la sangrienta muerte de Jesús, de que fuisteis Vos inmóvil y quebrantada espectadora. ¡Ay Madre mía afligidísima! Yo me acerco a Vos deseoso de consolaros con filial y piadoso afecto, y de acompañaros y serviros en vuestra desolada soledad. Yo vengo con firme propósito de seguiros en vuestra vía dolorosa, ansioso de llegar por ella al seno consolador y feliz de la virtud, llorando en la soledad de mi corazón contrito y humillado, mis innumerables culpas y extravíos causadores de los tormentos a Jesús y de vuestros dolores y amarguísima soledad. Mas para ello necesito, Madre mía, el auxilio poderoso de la divina gracia, que rendidamente imploro y espero alcanzar por los infinitos méritos de la pasión y muerte de Jesús, y por la eficacia de vuestro maternal favor. Conseguidme esta luz celestial, para que, guiado por ella, atraviese sin tropiezo el fragoso destierro de este mundo de malicia y dolo, y logre la inefable dicha de acompañaros para siempre en la patria celestial, que espero de la infinita misericordia de Jesús mi salvador, y de vuestra piadosa intercesión, ¡oh tierna! ¡oh pía! ¡oh dulcísima Madre mía! Amén.
Rezar un Padre nuestro, siete Ave Marías y un Gloria Patri.
OFRECIMIENTO EN EL ÚLTIMO DÍA
Purísima y angustiada Señora, reconocido a los grandes favores de vuestra soberana beneficencia; os doy afectuosísimas gracias, y singularmente por los que me habéis dispensado en estos siete días dedicados a la compasiva consideración de vuestros dolores. Recibid, dulce Madre mía, estos humildes obsequios, pues para que os sean gratos os ofrezco de nuevo mi corazón herido con la espada que atravesó el vuestro. Aceptadlo, Señora, hacedle todo vuestro, que para Vos es dedicado a vuestras angustias; vengad en él mis pasadas ingratitudes, que han hecho más agudas vuestras heridas, y ayudadme para que jamás se aparte de mí la memoria de vuestras acerbas penas. ¡Oh Madre amorosa!, si me alcanzáis esta gracia, os prometo que vuestras angustias serán siempre las delicias de mi corazón; despediré continuamente suspiros dolorosos por Vos; arderé en amor vuestro, y todo lo haré con el fin de consolaros: para que perseverando fiel y constante en el llanto de mis culpas, de los tormentos de Jesús y de vuestros dolores, pueda llegar algún día, mediante vuestra poderosa intercesión, a gozar de aquella alegría que por todos los siglos inundará vuestro corazón, y a disfrutar de vuestra dulce y amable compañía en el Cielo, que el Señor nos conceda a todos. Amén.
Rezar tres Ave Marías en honor de las lágrimas de la Santísima Virgen durante la vida, Pasión y muerte de su Hijo amantísimo. El verso y la Oración se rezarán todos los días.
OFRECIMIENTO EN EL ÚLTIMO DÍA
Purísima y angustiada Señora, reconocido a los grandes favores de vuestra soberana beneficencia; os doy afectuosísimas gracias, y singularmente por los que me habéis dispensado en estos siete días dedicados a la compasiva consideración de vuestros dolores. Recibid, dulce Madre mía, estos humildes obsequios, pues para que os sean gratos os ofrezco de nuevo mi corazón herido con la espada que atravesó el vuestro. Aceptadlo, Señora, hacedle todo vuestro, que para Vos es dedicado a vuestras angustias; vengad en él mis pasadas ingratitudes, que han hecho más agudas vuestras heridas, y ayudadme para que jamás se aparte de mí la memoria de vuestras acerbas penas. ¡Oh Madre amorosa!, si me alcanzáis esta gracia, os prometo que vuestras angustias serán siempre las delicias de mi corazón; despediré continuamente suspiros dolorosos por Vos; arderé en amor vuestro, y todo lo haré con el fin de consolaros: para que perseverando fiel y constante en el llanto de mis culpas, de los tormentos de Jesús y de vuestros dolores, pueda llegar algún día, mediante vuestra poderosa intercesión, a gozar de aquella alegría que por todos los siglos inundará vuestro corazón, y a disfrutar de vuestra dulce y amable compañía en el Cielo, que el Señor nos conceda a todos. Amén.
Rezar tres Ave Marías en honor de las lágrimas de la Santísima Virgen durante la vida, Pasión y muerte de su Hijo amantísimo. El verso y la Oración se rezarán todos los días.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)