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jueves, 14 de mayo de 2020

RELIGIONES SIN DIOS, ORACIÓN SIN POR QUÉ

Traducción del artículo publicado por Stefano Fontana en LA NUOVA BUSSOLA QUOTIDIANA – Vía ACTA APOSTATICÆ SEDIS.
   
   
La Jornada hodierna de oración y ayuno inspirada en el documento de Abu Dhabi y propuesta a todas las religiones se funda en un deseo genérico de paz y de salud que es todo humano y también el fin es totalmente humano. A la divinidad se dirige porque satisface nuestros deseos humanos. Pero sin el deseo de conversión, también la oración es sin sentido.
  
Hoy cae la Jornada de oración y ayuno propuesta por el Alto Comité para la fraternidad humana compuesto por jefes religiosos que se inspiran en el documento firmado en Abu Dhabi (clic aquí) por Francisco y por el gran imam de al-Azhar. El Comité está firmado por ocho miembros, dos católicos, cinco musulmanes, más el rabino M. Bruce Lustig de la Congregación hebrea de Washington, agregado recientemente. A la jornada ha adherido también el papa Francisco.

Fueron preparados y difundidos dos vídeos muy elocuentes sobre el nuevo espíritu de “Abu Dhabi” de esta Jornada en muchos idiomas, uno por el mismo Comité (clic aquí) y el otro por el Vaticano (clic aquí). La propuesta fue dirigida a todas las religiones e, incluso, a todos los hombres, también a los no creyentes porque, como declaró Cenap Aydın, musulmán, director del Istituto Tevere, centro de diálogo intercultural e interreligioso de Roma: “invita a todos a tener un deseo por la paz, por el bienesrar, por el bien común, y esta invitación concierne a todos”.
  
La invitación a orar juntos se basa, pues, no en las verdades creídas, que evidentmente en este caso son puestas a un lado, sino sobre un común deseo de paz y bienestar presente en todos. Para esto cada uno ora “según su religión, fe o doctrina”, cualquiera que sea. Según los dos vídeos, tal deseo nacr de la experiencia común de las dificultades durante la pandemia que nos habría hecho entender que estamos “en la misma barca” y que “juntos seremos más fuertes”.
   
Así es declarado el objetivo de la Jornada: construir “un mundo más humano y con más espíritu de fraternidad que nunca”. La motivación de partida es humana y por eso el fin no puede también no ser sino humano. Se parte de una común experiencia humana de molestia y de un humano deseo de paz y bienestar, y se acaba por orar por un mundo en el cual sean satisfechos estos deseos humanos. Entre este inicio y este fin resulta marginal, de pasada, instrumental, la divinidad a quien se ora: es indiferente quién y qué sea (indiferente también si existe eso), porque la partida y el aterrizaje siguen siendo humanos.
   
A lo divino nos dirigimos porque satisface nuestros deseos humanos. Es evidente que así no hay ningún tipo de conversión, cada uno sigue siendo lo que es, como en loa días precedentes a esta Jornada, porque no se pide a la divinidad cambiar nuestros deseos para conformarlos a los suyos, sino confirmar los nuestros. Ahora, ¿qué sentido tiene una oración sin conversión?
    
En el vídeo de presentacion de la Santa Sede se oye decir que “la oración es un valor universal” y “oremos todos juntos para sentirnos Iglesia, familia, y derrotemos la pandemia”. Esto remite incluso a un horizonte solamente humano de la oración como expresión de un deseo y a la Iglesia como indistinta y no mejor caracterizada familia humana que combate por el bienestar propio. El cardenal Matteo Maria Zuppi, en su carta a la diócesis [de Roma] en ocasión de la Jornada, extiende el discurso también al ayuno que según él debe “reforzarnos en la determinación a combatir todo mal” y en el “deber de amar y cuidar juntos nuestra única casa común”. Una cosa es cierta: un ayuno así entendido (tal vez) será humano, mas no precisamente cristiano.   
    
Volviendo a la propuesta del Comité, esa dice que “Nuestros hermanos creen en Dios creador” y por esto todas las religiones deben orar juntos a Dios Creador que venza la pandemia. Pero no es para nada cierto que todas las religiones creen en un Dios Creador: el llamado del Comité se basa en una falsedad. Para creer en Dios creador se debe creer en un Dios trascendente, en un Dios personal, en un Dios inteligente, en un Dios providente. No todas las religiones creen en un Dios de características semejantes. Para algunos Dios es solo Voluntad y no Inteligencia, para otros es una realidad anónima y no personal, para otros incluso es inmanente y no trascendente. Si el motivo para orar juntos es que todos creamos en un Dios creador, este motivo es una gran tontería.
   
Admitamos sin embargo que todas las religiones crean en un Dios creador, es necesario también cómo entienden la creación. ¿De la nada? ¿Por emanación? ¿Por evolución? ¿Según razón o según la sola voluntad? Y para cada una de estas motivaciones nacen visiones de las cosas muy diferentes entre sí. Como no basta decir “Dios creador”, no basta tampoco decir “creación”.
    
Se dice que estas iniciativas corren el riesgo de provocar en los creyentes un cierto indiferentismo religioso. La realidad, con todo, es muy diferente. Ellos de hecho se hacen posibles precisamente por el indiferentismo religioso, que ya estababen las motivaciones mucho antes que en las consecuencias. Si después, como hace el teólogo Giuseppe Lorizio en Famiglia Cristiana, se relaciona la Jornada de hoy con la alegría por la conversión al islam de Silvia Romano y entrambos hechos resaltar en la Dignitátis humánæ del Vaticano II, la confusión es completa.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)