La
razón por la que la Transfiguración del Señor se celebra hoy 6 de
Agosto, es en acción de gracias por la victoria del conde Juan Húnyadi y
sus aliados sobre el sultán otomano Mehmet II en el Sitio de Belgrado
(4 de Julio a 6 de Agosto de 1456), batalla que como dijera el Papa
Calixto III, «decidió el destino de la Cristiandad». Esta es la
historia:
Belgrado
(“La Ciudad Blanca” -Београд en serbio, Nándorfehérvár en antiguo
húngaro) era la capital del Despotado de Serbia, un principado heredero
del Imperio Serbio y de la Serbia Morava, que sucumbieron tras la
derrota en la batalla de Kosovo (15 de Junio de 1389), infligida por el
sultán Murad I que, por ironías del destino, no vio el resultado de la
batalla, pues murió apuñalado por el caballero serbio Miloš Obilić,
considerado héroe nacional de Serbia. Belgrado era tenida como “la llave
de Hungría”, y un objetivo militar estratégico, ya que significaba la
entrada a Hungría, el reino cristiano más fuerte de Europa
centro-oriental, luego de la caída de Constantinopla el 29 de Mayo de
1453 a manos de Mehmet II Fatih (الفاتح, “El Conquistador” en turco
otomano).
Entrada
de Mehmet II a Constantinopla (Fausto Zonaro, Museo del palacio Dolmabahçe, Estambul). Tras esta victoria, los turcos
querían conquistar más territorios de Europa, e incluso Mehmet decía
«Dentro de dos meses estaré comiendo tranquilamente en Buda».
Las
tropas de Mehmed II eran numerosas (de treinta mil a cien mil soldados,
dependiendo de los cronistas), por lo que el déspota (título bizantino y
serbio equivalente a príncipe) Đurađ Branković, hijo de Vuk Branković
(tenido en la tradición popular como traidor y culpable de la derrota de
Kosovo), quien disponía de unos cinco mil soldados, pidió ayuda al rey
Ladislao V “El póstumo” Jallegón (que huyó a Viena a causa de la
impopularidad que tenía entre su pueblo), quien envió al voivoda (duque)
de Transilvania Juan Húnyadi, el anterior regente de Hungría. Él logró
reunir bajo su mando y a su costa (la nobleza húngara no gustaba de él)
una tropa de quince mil hombres, a los que se sumaron alrededor de
treinta y cinco mil campesinos y artesanos, mal armados, pero firmemente
convencidos de la causa por la que luchaban. Estos campesinos fueron
comandados por San Juan de Capistrano -patrono católico de Belgrado y de
los capellanes castrenses-, quien por orden del legado pontificio Juan
de Carvajal, predicó la Cruzada contra los turcos.
Así,
los cristianos podían oponer unos cincuenta mil hombres al ejército
turco, cuyos jenízaros (soldados de élite al servicio personal del
sultán) y unos 300 cañones les daban un aire de superioridad. Aparte, la
salida de la ciudad a través de los ríos Sava y Danubio estaba cortada
gracias a una flota de 200 barcos otomanos. Pero, para sorpresa de
Mehmet, la flota turca fue destruida el 14 de Julio, y los muros
resistieron los embates de artillería y los defensores abrían fuego y
lanzaban flechas contra los turcos, impidiéndole acercarse a la plaza.
El sultán, agotada ya su paciencia, ordenó un asalto definitivo el día
21, logrando entrar en la ciudad y se lanzaron sobre la fortaleza
edificada en 1404 por Esteban Lazarević, donde los esperaba el conde
Húnyadi. Bajo sus órdenes, los soldados defensores arrojaron madera
embadurnada de alquitrán y posteriormente le prendieron fuego, quemando
vivos a los asaltantes jenízaros. En otro sector de la ciudad, las
tropas del conde Miguel Szilágyi, cuñado de Húnyadi, vencieron a otro
contingente de la armada turca.
Ese
mismo día, un soldado turco intentó izar la bandera de la media luna en
una torreta, cuando el soldado Tito Dugović (se debate si era serbio o
croata) arremetió contra él y lo precipitó consigo al suelo desde lo
alto del muro, cayendo muertos los dos. En honor a este soldado, se dio
su nombre a varias calles de Hungría y se le propuso como modelo de
patriotismo y valor.
Al
día siguiente, fue la batalla definitiva. No se sabe bien qué ocurrió,
pero, al parecer, los cruzados campesinos lanzaron un ataque audaz -casi
suicida- contra las líneas otomanas que habían hostigado la noche
anterior. Los acontecimientos de desbordaron en saqueos al campamento
turco. San Juan de Capistrano, al principio llamó al orden, pero luego
al grito de «¡El Dios que lo comenzó se encargará de terminarlo!»
e invocando el nombre de Jesús, dirigió con 2.000 soldados una
acometida contra los otomanos por la retaguardia a través del río Sava,
siendo reforzado por las tropas que Húnyadi envió desde la fortaleza.
Los defensores de la ciudad salieron al ataque, sembrando el pánico
entre los soldados de la Sublime Puerta. Los 5.000 miembros de la
guardia jenízara del sultán no pudieron hacer absolutamente nada para
revertir la situación, y Mehmet, aunque logró dar muerte a un caballero
en combate singular, cayó inconsciente víctima de un flechazo que le
dieron en un costado. Cuando cayó la noche, los invasores se retiraron
en silencio, llevando a los heridos en 140 carros. Habían sufrido una
derrota humillante: perdieron 300 cañones, 100 naves de guerra y casi
50.000 soldados -entre muertos, heridos y prisioneros-. El sultán mismo,
que sobrevivió a la flecha, intentó envenenarse en la ciudad de Sarona
al enterarse de la derrota, lo que fue impedido a duras penas por sus
cortesanos.
Durante
el asedio, el Papa Calixto III ordenó que las campanas de las iglesias
de toda Europa tocaran al medio día para invitar a los fieles a orar por
la milicia cristiana, que se materializó el 6 de Agosto, cuando se tuvo
por terminado el mismo. Pero en muchos lugares (Inglaterra, España y
Portugal por ejemplo), la orden llegó después de conocerse la victoria,
por lo que las campanas sonaron en celebración de tan inesperada
victoria, permaneciendo la costumbre hasta el presente. Al año
siguiente, el Papa decretó que en ese día se celebraría la
Transfiguración del Señor por toda la Iglesia, dedicándose en honor a
este misterio -y de la advocación de Jesús, Divino Salvador del Mundo-
muchas iglesias (como dato curioso, la isla bahameña de Guanahani, donde
Cristóbal Colón llegó en la madrugada del 12 de Octubre de 1492, fue
llamada San Salvador).
Sin
embargo, la otra cara de la victoria fue que, a causa de la cantidad de
muertos, la plaga se desató en torno a la ciudad y la fortaleza de
Belgrado. Juan Húnyadi moriría a causa de ella el 11 de Agosto, suceso
que conmovió al mismo Mehmet; San Juan de Capistrano, de quien decían
que tenía más autoridad sobre los soldados que el propio rey, resistió
hasta el 23 de Octubre, cuando murió. Y, el 29 de Agosto de 1521, bajo
Solimán I “El Magnífico” (o como le conocen en Turquía, Kanunî/قانونى
“El Legislador”), el imperio otomano tomó Belgrado tras 34 días de sitio
y, el 29 de Agosto de 1526, el reino de Hungría fue destruido en la
batalla de Mohács, y Solimán recuperó los cañones perdidos en la
anterior batalla por su abuelo.
Hoy,
a más de 460 años de tan gloriosa jornada, el panorama es el mismo y
diferente a la vez. El mismo, porque el islam está invadiendo tierras de
Europa por medio de los “inmigrantes” y “refugiados”, e imponiendo su
ley sharia en donde llegan, invitados por la izquierda globalista seglar
(Pedro Sánchez Pérez-Castejón) y eclesiástica (Jorge Mario Bergoglio) a
órdenes del judío György Schwartz Szűcs/George Soros. Diferente, porque
en muchos países el esfuerzo cristiano está disminuído y dividido. A
esto, se refería Juan Húnyadi cuando dijo en su lecho de muerte a sus
soldados:
«Defended, mis amigos, la cristiandad y Hungría de los enemigos... No os peleéis entre vosotros... Si perdéis vuestras energías en altercados, sellaréis vuestro propio destino, así como cavaréis la tumba de vuestro país».
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios deberán relacionarse con el artículo. Los administradores se reservan el derecho de publicación, y renuncian a TODA responsabilidad por el contenido de los comentarios que no sean de su autoría. La blasfemia está estrictamente prohibida, y los insultos a la administración es causal de no publicación.
Comentar aquí significa aceptar las condiciones anteriores. De lo contrario, ABSTENERSE.
+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)