Tomado de RADIO SPADA.
Mientras
asistimos al oprobioso espectáculo de la exaltación y de la práctica
del chamanismo por parte de la jerarquía católica, actuación de decenios
de diálogo interreligioso, ofrecemos a los Lectores un extracto de la
biografía de Monseñor Marcel Lefebvre, infatigable Misionero en África.
Pocas líneas hacen resaltar la diametral disonancia entre la praxis de
la Iglesia Romana consciente de ser depositaria de la Verdad y
responsable del anuncio de Ésta a los paganos esclavizados por los
demonios, y la praxis de los modernistas que desde el Vaticano II en
forma siempre más abominable y criminal hacen estragos y escarnio de la
Iglesia con daño a las almas.
«Ciertas noches los tam-tam y otros leños huecos, resonaban a un ritmo endiablado y los hombres, con el estómago lleno de carne de facóquero y de vino de palma, después de haberse reunido en tenebroso conciliábulo, y con la cara cubierta de impenetrables máscaras, se ponían a danzar a la luz de las antorchas, contorsionándose, saltando sobre el fuego ante una multitud que, con las pupilas dilatadas, debido a la asunción del iboga, una planta que “abre la mente” provocando alucinaciones, se reunía alrededor. El Padre Marcel no toleraba todo esto y así, más de una vez, buscó, acompañado de robustos aprendices, intentar dispersar esta gente. Tras la fachada de estas sombrías y malsanas tradiciones, tal vez francamente obscenas, entreveía con casi demasiada claridad el poder de los demonios para tener la mínima voluntad de dialogar. Ciertamente no lo enfrentaba directamente, pero si llegaba a saber que un cristiano o un catecúmeno era relapso en el feticismo, no lo soportaba. Una vez lo veía entrar en la casa del culpable y, a los ojos temerosos de este último, destruía a golpes de machete un fetiche. La degradación de la religión en fetichismo hería mucho al padre Marcel, sobre todo cuando los Africanos ofrecían sacrificios no en señal de sumisión a Dios, sino como medio para alejar a los espíritus malvados que a veces verdaderamente los circundaban. Así hablaba Mons. Lefebvre: “Ellos creen en los demonios, pero viven en el temor, y sus sacrificios son distorsionados desde el principio; llegan incluso a practicar sacrificios humanos. Es la religión desviada de su auténtico objetivo. En la verdadera religión, la oblación de la víctima o de la ofrenda es señal de nuestra oblación interior”». (Mons. BERNARD TISSIER DE MALLERAIS, Monseñor Marcel Lefebvre. Una vida, Albano Laziale, 2018, pág. 145).
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)