Tomado de ASOCIACIÓN CULTURAL MONTFORT.
I – Introducción: una afirmación escandalosa
Esa proporción es herética.
Estas últimas citas de Zundel nos
encaminan hacia otro problema: Lo que él entiende que ocurre, en la
Misa, con las palabras de la Consagración.
Ya vimos que, conforme a Kabbalah, la emanación sefirótica que cayó en el mundo y quedó apresada en él, es llamada de Schechinah, palabra que significa exactamente "Presencia de la Divinidad», inmanente en las cosas, y que es preciso liberar para que ella retorne al Ein Sof, a la Divinidad. Para la Kabbalah y para la Gnosis -- y la Cábala es la Gnosis del judaísmo -- la función del hombre es ser el redentor de sí mismo, y, redimiéndose, redime al propio Dios. El Hombre sería el salvador de sí mismo, y, salvándose, el hombre salvaría a Dios.
I – Introducción: una afirmación escandalosa
Imagínese que una persona
oyese a alguien decir que cree que Cristo está tan presente en la sopa
como en la hostia consagrada en la Misa.
Cualquier católico
consideraría que tal persona, o no cree en la presencia real de Jesús en
la hostia consagrada, o que es un gnóstico pancrístico, tipo Teilhard
de Chardin.
De cualquier modo, quien dijese tal frase escandalosa, sería considerado hereje.
¿Por qué razón se debería sacar otra conclusión, si fuera un sacerdote el que dijese tal frase escandalosa y maliciosa?
¿Por qué se dejaría de
lado la lógica, si quien afirmó tal frase, que huele fuertemente a
herejía, fue un sacerdote amigo del Papa Pablo VI?
Pues Maurice Zundel fue
amigo de Monseñor Giovanni Batista Montini –el futuro Pablo VI– desde
1923. Fue él quien escribió la siguiente frase increíble en la pluma de
un sacerdote:
«Coloco tanta devoción al tomar la sopa, como al celebrar la Misa, porque estamos siempre en la mesa del Señor, y es de su mano que recibimos el alimento, símbolo de su amor». (Maurice Zundel, Il Volto di Dio nel Quotidiano, Ed. Mesagero, Padova, 1989, p. 112).
En otros tiempos, un
sacerdote que osara escribir tal cosa sería inmediatamente excomulgado.
En el siglo XX, ¡fue convidado a predicar un retiro al propio Papa –Pablo VI, que era su amigo y admirador– y a los Cardenales de la Curia
Romana, en el Vaticano, en 1972!
Es claro que algunos –capaces de comprender y tragar cualquier herejía– se manifestarán
irritados por que se diga la verdad de que ese sacerdote fue amigo de
Pablo VI. Esos tales, que exigen que el Papa pida perdón por los «pecados de la Iglesia», en el pasado, no toleran cualquier alusión
crítica, por leve que sea, a los Papas postconciliares.
Extraña lógica…
Sin embargo, quien se
manifestara escandalizado con nosotros, por contar el hecho, verdadero e
histórico, de que Mons. Montini (Pablo VI) fue amigo y admirador de
Zundel, y no se chocara con la frase escandalosa que citamos de ese
sacerdote, demostraría que da más valor a las personas –aunque sea la
persona de un Papa, a la que se debe el máximo respeto– que a la propia
Fe. Ahora bien, San Pablo enseñó que, si alguien, aunque fuese un ángel
del cielo, dijese algo contra a Fe, ese ángel, inclusive, debería ser
anatematizado. Zundel, aunque amigo de un Papa, debe ser anatematizado
por su frase escandalosa y ofensiva a los oídos píos. Frase que indica,
además, que no cree en lo que la Iglesia enseña sobre la presencia real
de Cristo en la sagrada hostia.
¿Y sólo porque él fue
amigo de Montini, sólo porque él fue convidado a predicar un retiro al
Papa y a la Curia, se debería callar y tolerar esa frase escandalosa y
sospechosa de negar la presencia real de Cristo en la sagrada hostia?
¿Sólo por estas razones, se debería tolerar tal absurdo, u ocultar su
amistad con Pablo VI?
Por el contrario. El
hecho de él haber gozado de la amistad de un futuro Papa, durante cerca
de 50 años, es causa de nuevo escándalo.
¿Cómo fue posible, que un
Papa tuviese amistad con un sacerdote que dice atrevidamente tal cosa,
(y no solo no lo reprendiera, como debería aún por simple amistad, sino
que lo invita a predicar a la Curia Romana) gravemente irrespetuosa para
con la Eucaristía?
Nos diría alguien, con
voluntad insospechable de defender lo indefendible y de disculpar lo
indisculpable: «No es que Zundel niegue que Cristo está en la sagrada
hostia. Es que él es tan agradecido de Dios por sus beneficios, que,
hasta al tomar sopa, no olvida de que Dios es quien nos da todo
alimento: la sopa y la Eucaristía».
Esa «gratitud», sin
embargo, es absurdamente manifiesta, porque iguala el beneficio de la
sopa con el Don inefable e infinito de la Eucaristía. Es en esa igualdad
que está el escándalo.
Pretender defender o
excusar a Zundel por su devoción crística... por la sopa, o por su
ensopada devoción eucarística, es estar redondamente engañado. Zundel no
iguala la sopa a la Eucaristía por gratitud. Él las iguala, porque no
cree, de hecho, en la presencia real de Cristo en la hostia consagrada,
tal como la doctrina de la Iglesia lo enseña, y exige que se crea: (La
TARANSUBSTANCIACION).
¿Se quieren pruebas? Véase lo que escribió Zundel, en otro de sus libros:
«Cristo no está en la hostia.Cristo no está en la hostia, como un reloj en un estuche,o como el agua en la fuente,
o como nosotros mismos en este recinto» (M. Zundel, Un autre regard sur l’Eucharistie, Ed. Le Sarment, France, 2001, p. 117).
El primer sentido de ese
texto arriba citado es claramente contrario a la Fe, aunque haya en él
una cierta malicia bien camuflada.
Conforme enseñó
infaliblemente el Concilio de Trento, en su primera anatematización
contra los errores al respecto del sacramento de la Eucaristía:
- «Si alguien enseña que en el Santísimo sacramento de la Eucaristía no está contenido verdadera, real y substancialmente el cuerpo y la sangre juntamente con el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, y, por consecuencia, Cristo entero, sino que por el contrario, dice que apenas existe, en la Eucaristía, una señal, o figura virtual, sea excomulgado». (Concilio de Trento, De la presencia real de Jesucristo Nuestro Señor, en el Santísimo sacramento de la Eucaristía. – Canon I).
- «Si alguien dice que, hecha la consagración, no está el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo en el admirable sacramento de la Eucaristía, pero solo cuando él es usado, en cuanto se lo recibe, pero no antes, ni después; que no permanece el verdadero Cuerpo del Señor en las hostias o partículas consagradas, que se guarden o sobren después de las comuniones, sea excomulgado!» (Concilio de Trento, Canon 4 sobre la Eucaristía).
Y el Concilio de Constanza, condenó la herejía de Wyclef que afirmaba:
«Cristo no está en el mismo sacramento idéntica y realmente por su propia presencia corporal» (Concilio de Constanza, contra Wyclef. Denzinger, 583).
A primera vista, y al
primer entendimiento, Zundel cae bajo los anatemas del Concilio de
Trento. Entretanto, en el texto de Zundel, existe un matiz sutil, que le
permitiría intentar justificarse, e intentar eximirse de la condena de
Trento.
El texto de Zundel,
además de escandaloso, tiene un primer sentido herético, cayendo bajo la
condena de los anatemas de Trento, pues Cristo está verdadera, real y
substancialmente presente en la hostia consagrada.
Diría Zundel, sin embargo, que él no negó la enseñanza del Concilio. Él negó solo que Cristo esté en la hostia como un reloj en el estuche,
o como el agua está dentro de la fuente, o aún como las personas están
contenidas en la sala, esto es, como un contenido en un recipiente.
De hecho, Cristo no está
contenido en la hostia, como si ésta fuese un receptáculo de Él. La
hostia no es un recipiente del Cuerpo de Cristo. Por las palabras de la
Consagración, toda la substancia del pan es transubstanciada en el
Cuerpo de Cristo.
Entretanto, Zundel debería haber dicho que Cristo no está en el pan, y no que Cristo no está en la hostia, pues hostia designa propiamente el pan ya consagrado.
El propio Concilio de Trento, en su Canon 4, usa palabras que condenan a Zundel:
«Quien dijera ...que no permanece el verdadero Cuerpo del Señor en las hostias o partículas consagradas, que se guardan o quedan después de las comuniones, sea excomulgado!».
Dirá aún algún porfiado defensor de Zundel, que él no uso el adjetivo "consagrada", solo habló de hostia.
Esa sería una defensa apresurada, que será desmentida por otros textos del propio Zundel, como veremos en seguida.
Cualquier persona que lea
las frases en foco de Zundel, entenderá que el autor niega que Cristo
esté, verdadera, real y substancialmente presente, en la hostia consagrada, visto que nadie –a no ser que sea brutalmente panteísta o gnóstico– afirmaría que Cristo está en la hostia no consagrada.
Como ya dijimos, Zundel protestaría, en el caso de que fuese acusado, diciendo que lo que escribió es que Cristo no está contenido en la hostia, como el reloj está contenido en el estuche.
El reloj, que está contenido en su estuche, es distinto del estuche.
Si Cristo estuviese
contenido en la hostia, la hostia sería distinta de Él, y esto
implicaría que no habría habido Transubstanciación del pan en el Cuerpo
de Cristo.
Lutero decía que Cristo estaba en el pan, pero rechazaba la transubstanciación. Y esta fue una de las herejías luteranas.
Zundel juega con las
palabras, usando fórmulas equívocas, cuyo primer sentido es herético, y
sólo con un análisis más profundo y sutil, se podría, con esfuerzo,
excusarlas, dándoles un sentido aceptable que, a primera vista, ellas no
tienen.
Ese modo ambiguo de
expresarse es condenable, porque induce en error, o, en el caso, induce
en herejía, pues niega la presencia real de Cristo en la hostia consagrada, como siempre enseñó la Iglesia, excomulgando la tesis opuesta.
Ahora bien, quien escribe
o dice algo ambiguamente, expresando un primer sentido falso, errado o
herético, y, con un segundo sentido doctrinariamente aceptable, sin
embargo más oculto, y que sólo puede ser alcanzado con esfuerzo, debe
ser considerado como habiendo querido engañar e inducir en error, o en
herejía. Y la Iglesia siempre condenó ese tipo de frase como error, o
como teniendo sabor de herejía o de error.
Si Zundel hubiese escrito «Cristo no está en el pan», habría sido más exacto. Pero él escribió que «Cristo no está en la hostia», y, por hostia, se entiende normalmente, el pan consagrado,
transubstanciado en Cristo. Escribiéndolo así, da a entender que Cristo
no está verdadera, real y substancialmente presente en la hostia
consagrada. Él deja entender que no cree en la transubstanciación, como
la Iglesia la define y exige que se crea en ella.
No encontramos, en los
varios libros de Zundel que leímos –aún no los leímos todos– ninguna
frase afirmando claramente que, por la transubstanciación, Cristo está
verdadera, real y substancialmente presente en la hostia consagrada.
Encontramos, sí, muchos textos que contrarían la doctrina católica sobre la Eucaristía.
Por lo tanto, concluimos
que, en la cita de arriba, Zundel quiso inclusive negar la presencia
real, aunque él use una fórmula ambigua, para defenderse de la acusación
de herejía, pudiendo decir que Cristo no está en la hostia (en el pan)
como un contenido en un continente, en un receptáculo, pues, después de
la Consagración, toda la substancia del pan está transubstanciada, en el
Cuerpo de Cristo, y, por concomitancia, en la Sangre, Alma y Divinidad
de Cristo.
Veremos, por medio de
muchos otros textos de Zundel, que nuestro análisis y conclusiones son
ciertas: bajo fórmulas ambiguas, pero escandalosas, Zundel niega la
presencia real de Cristo en la hostia consagrada, porque niega la
transubstanciación, tal como la Iglesia la define.
Zundel es un maestro en la ambigüedad y en la anfibología. Y el caso citado arriba –«Cristo no está en la hostia, como un reloj está en un estuche,... etc.»– es un ejemplo típico de su lenguaje lleno de malicia serpentina.
Ahora bien, cuando un
texto es intencionalmente ambiguo, o cuando una persona con autoridad se
expresa ambiguamente, de propósito deliberado, se debe interpretar el
texto ambiguo en su peor sentido, porque la persona con autoridad no
puede expresarse ambiguamente. Y mucho menos en cuestión tan delicada,
como el dogma de la presencia real de Cristo en la hostia.
¿Qué interés tendría,
para hablar ambiguamente, quien cree en el dogma de la presencia real?
Quien cree serenamente en un dogma, procura siempre expresarse
claramente, para evitar errores. Es el hereje, mal intencionado, que
busca ocultar lo que piensa, hablando y escribiendo ambiguamente. ¿Para
qué jugar, haciendo paradojas y celadas acrobáticas, con palabras
dudosas, empleando fórmulas capciosas? Quien lee estas fórmulas
capciosas, ambiguas o equívocas, es inducido en verdadera herejía.
Recientemente, mostramos
estas frases escandalosas de Zundel a un sacerdote piadoso, y él,
después de leerlas, nos devolvió el libro, diciendo:
«Si usted publica eso a un gran número de sacerdotes y seminaristas en Brasil, les va a gustar, porque expresa exactamente lo que ellos creen, esto es, que Cristo, de hecho, no está en la hostia consagrada. En lugar de indignarse, ellos van a alegrarse».
Y ese sacerdote nos
contó, entonces, que muchos padres ignoran completamente, entre otras
cosas muy esenciales, la doctrina de la Iglesia sobre la Misa y la
transubstanciación.
Pero, entonces,
preguntamos angustiados, –nosotros que no somos teólogos– pero
entonces, ¿qué es la Misa para esos sacerdotes y para esos futuros
sacerdotes? ¿Qué piensan ellos que es la Eucaristía? Para ellos, ¿qué
es la Consagración?
Y, angustiados por nuestra ignorancia teológica, preguntamos: ¿qué vale la Misa de quien niega la transubstanciación?
Si es verdad lo que nos
dice ese sacerdote –y no tenemos el menor motivo para dudar de lo que
nos dice– entonces se explica tanto descuido que se nota en la forma
de tratar la hostia consagrada. Entonces queda explicada la indiferencia
con que muchos sacerdotes tratan las sagradas partículas. Entonces nos
queda claro porqué un sacerdote dice a un joven (ahijado nuestro), que
acababa de ser bautizado –eso fue allá por 1964, en plena realización
del Vaticano II– y que le pidiera la comunión:
«Usted quiere galleta, ¿cierto? Voy a darle una galleta».
Y le dio la sagrada hostia.
Y eso fue aún antes de la Nueva Misa, en 1964. Y desde ese tiempo la cosa empeoró mucho.
Ya no se tiene el menor
cuidado con la hostia consagrada. No se cumplen las rubricas mínimas de
respeto que la Iglesia exige para con ella.
Esto se puede fácilmente
verificar, hoy, con relación a la presencia real de Cristo en la hostia:
la mera eliminación de los gestos que manifiestan la Fe en la presencia
real de Cristo en la hostia –las genuflexiones delante del Santísimo
Sacramento, o delante del tabernáculo, por ejemplo– poco a poco, lleva
a los fieles a olvidarse de la presencia real de Cristo en la hostia,
y, después, queda más fácil negar el dogma.
Parece que hasta se
siguió una táctica: se eliminan inicialmente las señales exteriores de
respeto, para después enseñar la herejía explícitamente, tal como Zundel
lo hace.
Y que Zundel quiere negar
el dogma de la presencia real de Cristo en la hostia, es lo que
veremos, adelante, por medio de muchas otras citas de sus libros. Por el
momento citemos solo alguna de las frases, que analizaremos
posteriormente más a fondo.
«Si no hubiese más amor, la Misa sería una abominación. De esto se sigue, por otro lado, como ya precisó Santo Tomás, que en la Eucaristía no hay presencia local, esto es, en otras palabras, que en la Eucaristía Jesús no puede ser tomado con las manos. Lo que tocamos con las manos son las apariencias, lo que colocamos en la boca, son las especies de pan y de vino. No tenemos contacto físico con Cristo, sólo tenemos aquel tipo de contacto [con Cristo] que tenemos con los amigos. Es este contacto que tenemos con Cristo, de modo que, comiendo la especie físicamente, espiritualmente nos nutrimos de Jesús» (M. Zundel, Il Volto di Dio nel Quotidiano, pp. 170-171. El subrayado y el negrito son nuestros).
Ahora bien, conforme enseña la Iglesia, y
junto con Santo Tomás, en las especies de pan y de vino son las
apariencias o accidentes del pan y del vino, que permanecen, en cuanto
que la substancia del pan y del vino, por las palabras de la
consagración, se transubstancian respectivamente en el Cuerpo y en la
Sangre de Cristo.
Para Zundel, comeríamos
los accidentes del pan, y no la substancia. Lo que es un absurdo lógico,
y una herejía teológica, pues, por las palabras de la Consagración, en
la hostia consagrada, está real, verdadera y substancialmente presente
el Cuerpo de Cristo, bajo las especies o apariencias de pan.
Zundel niega que, al comulgar, comamos el Cuerpo de Cristo.
Dice:
«Cuando llevamos la Eucaristía, Cristo no es transportado. Cuando comemos la hostia, Cristo no es comido. Toda las estas cosas son señales de alguna cosa que ultrapasa toda palabra. Se trata de una transformación de nosotros mismos en Cristo, en que todas esas señales, quieren decir una sola cosa: la caridad de Cristo es que nos transforma en él, para que nuestra vida sea caridad» (M. Zundel, Il Volto di Dio nel Quotidiano, p. 172. El subrayado y el negrito son nuestros).
En esas frases, Zundel
niega las propias palabras pronunciadas por Cristo en la institución de
la Eucaristía, y que el sacerdote repite en la Consagración en la Misa:
«Tomad y comed. Esto es mi cuerpo» (Mt. XXVI, 26).
Lo que dice Zundel niega también estas otras palabras del propio Cristo:
«Si no comiéreis la carne del Hijo del hombre y no bebiéreis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene la vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdaderamente comida y mi sangre es verdaderamente bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mi, y yo en él» (Jo, VI, 54-57)
Zundel niega también lo
que afirmó infaliblemente el Concilio de Trento contra las herejías
protestantes a respecto de la Eucaristía:
«Si alguien dijere que Cristo, ofrecido en la Eucaristía, es comido solo espiritualmente, y no también sacramental y realmente, sea anatema» (Concilio de Trento, Canon 8, sobre la Eucaristía, Denzinger 896).
Y Zundel dice exactamente lo que el Concilio de Trento anatematizó.
Nótese aún, que Zundel dice que, en la Eucaristía, hay solo señales. Por lo tanto, que en ella no hay realidades. Que la Eucaristía no es realmente el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Ahora bien, ya vimos que
el Canon 1 del Concilio de Trento sobre la Eucaristía condena con
anatema al que afirma que en la Eucaristía haya solo señales y no realidades.
Repetimos la parte que interesa al caso, en ese canon 1 sobre la Eucaristía:
«Si alguien dijere que sólo está Cristo [en la Eucaristía] como señal y figura o por su eficacia, sea anatema» (Concilio de Trento, Canon 1 sobre la Eucaristía. Denzinger, 883. Lo subrayado y lo negrito son nuestros).
Finalmente, Véase la
extravagancia herética de Zundel: lo que es transubstanciado en Cristo
son los hombres y no el pan y el vino.
Escribió Zundel, y a pesar de escribir eso, Pablo VI mantuvo su amistad para con él (invitándolo a predicar al clero de Roma):
«Cuando llevamos la Eucaristía, Cristo no es de ningún modo transportado. Cuando comemos la hostia, Cristo no es comido. En la comunión es significada alguna cosa que ultrapasa toda las palabras: se trata de una transubstanciación de nosotros en Jesucristo en la cual todas las señales sólo quieren decir una cosa: la caridad de Cristo transformándonos en él mismo para que nuestra vida sea caridad». (M. Zundel, Un autre regard sur l’Eucharistie, pp. 160-161).
¡Es aterrador!
¡Por la Consagración, somos nosotros los que nos transubstanciamos en Cristo!
Veremos, más adelante, en mayor profundidad, esa herejía gnóstica de Zundel.
II – Zundel deformador de la doctrina tomista sobre la Eucaristía.
Para justificar sus
herejías y su doctrina escandalosamente gnóstica, Zundel apela a nadie
menos que al propio Santo Tomás, cuya doctrina él va a torcer,
destorcer, deformar y corromper.
Véase lo que ese hereje descarado osa escribir:
«Si no hubiere más amor, la Misa sería una abominación. Se sigue, por otro lado, como ya precisó Santo Tomás, que, en la Eucaristía, no hay la presencia local, esto es, en otras palabras, que en la Eucaristía, Jesús no puede ser tomado con las manos» (M. Zundel, Il Volto di Dio nel Quotidiano, p. 170).
Zundel es repetitivo. Pero sólo repite herejías.
Atrevidamente, él intenta, entonces, justificar su herejía sobre la Eucaristía en el propio Santo Tomás, diciendo:
«Una vez admitido el milagro –o antes, los milagros– que tienen como término la presencia real (a modo de substancia) de Nuestro Señor en el sacramento de la Eucaristía, no es inútil acrecentar algunos corolarios que derivan, exactamente, del modo de ésta presencia, de la cual Santo Tomás de Aquino afirma que, de si, no es una presencia local, si bien que las especies ( de pan y de vino) bajo las cuales ella se comunica estén en un local» (M. Zundel, Quale Uomo, Quale Dio, – Conferencias alPapay al Sagrado Colegio de los Cardenales, 1972, Ed. Mesagero, Padova, 1994, p. 304).
Repárese, antes que todo,
como el tono de Zundel, en ese texto es más comedido y prudente. Él
hablaba a Cardenales, y, ante ellos, no se atrevió a comparar la sopa
con la Eucaristía. Pero se atrevió a querer justificar su herejía,
citando a Santo Tomás, y el problema de la localización de la presencia
de Cristo en la Eucaristía.
Santo Tomás, evidentemente, no tenía la doctrina herética de Zundel sobre la Eucaristía y la presencia real de Cristo en la hostia.
Por eso mismo, él enseñó que: «es necesario confesar como de Fe católica que Cristo entero está en este sacramento [de la Eucaristía]» (Santo Tomás, Suma Teológica III Q. 76, a. 1).
Santo Tomás enseña aún
–y conviene saber esto– que Cristo está presente en ese sacramento de
dos modos: por virtud del sacramento y por natural concomitancia.
Por virtud del
sacramento, bajo las especies o accidentes de pan, está el cuerpo de
Cristo, y, bajo las especies o accidentes de vino, está la sangre de
Cristo. Pues Cristo dice: «Esto es mi Cuerpo», «Esta es mi Sangre».
Por natural
concomitancia, está en la hostia consagrada lo que realmente está unido
al cuerpo de Cristo, esto es, su Sangre, Alma y Divinidad. Y, a la
Sangre, está unido, por natural concomitancia, su Cuerpo, Alma y
Divinidad. (Cfr. Santo Tomás, Suma Teológica, III, Q. 76, a. 1).
Santo Tomás, por lo tanto, enseña que,
bajo las especies o accidentes de pan y de vino, está realmente Cristo
entero. Lo que Zundel niega.«Ciertísimamente se debe creer que Cristo está todo entero, en cada una de las especies del sacramento, si bien que de modo diverso.
Bajo las especies de pan, está el Cuerpo por virtud del sacramento, y la Sangre por real concomitancia como se dice del Alma y de la Divinidad. Bajo las especies de vino, está la Sangre de Cristo por virtud del sacramento, y el Cuerpo por real concomitancia, como el Alma y la Divinidad, ya que ahora, actualmente, no está la Sangre separada de su Cuerpo, como estuvo en tiempo de su Pasión y de su muerte» (Santo Tomás, Suma Teológica, III, Q. 76, a. 2).
En el artículo 3 de la misma Cuestión 76, Santo Tomás explica que:
"La substancia del Cuerpo de Cristo está en el sacramento por virtud del propio sacramento, y su cantidad dimensiva por real concomitancia; de aquí que el Cuerpo de Cristo está en el sacramento del modo como la substancia está en las dimensiones, del modo como está la cantidad dimensiva de los cuerpos que se ajusta a la cantidad dimensiva del lugar.
Es evidente que toda la naturaleza de la substancia está en cada parte de las dimensiones que la encierran, como en cada parte del aire está toda su naturaleza, y, en cada parte del pan, toda la naturaleza del pan, ya estén el pan y el aire divididos, de hecho, en partes, ya no estén, de hecho, divididos. De aquí que sea cosa clara que Cristo está todo entero en cada parte de la especie de pan, no sólo cuando este es partido, pero también cuando la hostia permanece entera» (Santo Tomás, Suma Teológica, III, Q. 76, a. 3).
Por lo tanto, Cristo está
todo entero en la hostia consagrada. Su Carne está bajo la especie del
pan por virtud del sacramento. Su Sangre, Alma y Divinidad está en la
hostia consagrada –como expone Santo Tomás– por concomitancia real.
Del mismo modo, su
cantidad dimensiva –Él era un hombre de estatura elevada– Él está en
la hostia consagrada por concomitancia, pero enteramente. Es lo que
Santo Tomás explica en el artículo 3 de la Q. 76 de la III parte de la
Suma Teológica, y lo que él expone de modo aún más explícitamente en el
artículo 4 de esa misma cuestión 76: «Si en el sacramento está toda la
cantidad dimensiva del Cuerpo de Cristo».
Y esa cuestión es así respondida por el Aquinate:
«Cristo está presente en el sacramento por dos motivos, como decimos: por virtud del sacramento y por real concomitancia. La cantidad dimensiva del Cuerpo [de Cristo] no está por virtud del sacramento, porque de este modo está apenas solamente aquello en lo que termina la conversión, y la conversión termina en la substancia del Cuerpo, no en sus dimensiones. Es evidente que la cantidad dimensiva permanece después de la Consagración, aún que mude la substancia del pan. Con todo, como la substancia del Cuerpo de Cristo no se separa realmente de su cantidad dimensiva y de los otros accidentes, tanto esos accidentes, como aquella [la cantidad dimensiva] están en el sacramento por real concomitancia» (Santo Tomás, Suma Teológica, III, Q. 76, a. 4).
De ahí se sigue lógicamente la pregunta del artículo 5 de esa cuestión: «Si el Cuerpo de Cristo
está en el Sacramento como en un lugar», que es el punto deformado por
Zundel para montar su sofisma de que Cristo no está en la hostia
consagrada.
Es así como Santo Tomás expone la respuesta a la pregunta hecha en el artículo 5:
«El Cuerpo de Cristo, como ya fue dicho, no está en el sacramento conforme al modo propio de la cantidad dimensiva, sino que según el modo de la substancia. Todo cuerpo localizado está en el lugar conforme al modo propio de la cantidad dimensiva, porque es conmensurado por la cantidad dimensiva de él. De ahí se sigue, por lo tanto, que el Cuerpo de Cristo no está en el sacramento localizado, sino al modo como la substancia se contiene en sus dimensiones. La substancia del Cuerpo de Cristo sucede en el sacramento a la substancia del pan; de aquí, como la substancia del pan no estaba localmente en sus dimensiones, y sí substancialmente, tampoco está así la substancia del Cuerpo de Cristo. Entretanto, la substancia de Cristo no está sujeta a las dimensiones del pan, y la del pan, sí, lo estaba. Por eso, el pan estaba allí localmente por causa de estas dimensiones, pues se relacionaba con el lugar a través de ellas.
La substancia del cuerpo de Cristo se relaciona con el lugar mediante dimensiones ajenas –[las del pan]– no mediante las propias. Las propias se relacionan con el lugar a traves de la substancia. Y esto es contrario a la razón de ser del cuerpo localizado. Por eso, de ningún modo está localmente el cuerpo de Cristo, en el sacramento» (Santo Tomás, Suma Teológica, III , Q. 76, a . 5).
Lo que Santo Tomás expone
es que Cristo está substancialmente en la hostia por la
transubstanciación del pan en su Cuerpo. Sin embargo, la
transubstanciación no hace al Cuerpo de Cristo tomar las dimensiones de
las especies del pan. Cristo no está en la hostia como una cosa en un
receptáculo. El pan no es recipiente del Cuerpo de Cristo, pues si así
fuese, restaría aún alguna cosa de la substancia del pan, después de las
palabras de la Consagración. Ahora, eso no ocurre. Toda la substancia
del pan se convierte en la substancia del Cuerpo de Cristo. Entretanto,
las dimensiones del pan, permanecen como especie del pan, y estas
localizan la hostia.
Zundel omite, oculta,
que Santo Tomás afirma que Cristo está realmente y substancialmente
presente en la hostia, para poner de relieve que Santo Tomás demuestra
que Él no está allí localizado, porque son las dimensiones del pan –una de las especies del pan– que lo localizan, y no las dimensiones de
Cristo.
Diciendo que Cristo no
está localmente allí, Zundel hace entender que Cristo no está
substancialmente allí, en la hostia, sobre el altar, o en el sagrario.
De ese modo, Zundel induce a sus lectores a caer en herejía, negando la presencia real de Cristo en la hostia consagrada.
Véase cómo Zundel niega la presencia real de Cristo en la Eucaristía:
«Nosotros no colocamos al buen Dios sobre la mesa o sobre el altar, nosotros no colocamos al buen Dios en nuestra boca o en nuestro bolso, sino que hay en el pan y en el vino consagrados, como en la carta, el vehículo de una presencia real, de la misma forma como una carta es o vehículo de un pensamiento real» (M. Zundel, Un Autre Regard sur l ‘Eucaristía, p. 31)
Zundel repetirá esa imagen –él es muy repetitivo de sus herejías– que podemos reducir a una proporción:
carta | hostia | |
_____________ | = | _____________ |
pensamiento | Cristo |
Esa proporción es herética.
Cristo no está presente
en la hostia como la herejía de Zundel está presente en sus libros, o en
sus cartas. El pensamiento de un remitente en la carta no equivale, de
modo alguno, a la presencia real y substancial de Cristo en la hostia.
En la carta enviada por un remitente, este no está realmente y
substancialmente presente. Y Cristo está presente en la hostia de modo
verdadero, real y substancial.
Si Cristo estuviese en la
hostia, como el pensamiento de un remitente en su carta, Jesús no
estaría en la hostia así como el propio Zundel no está substancialmente
presente en sus libros o cartas. Cuando compré los libros de Zundel, yo
no lo traje para mi casa, gracias a Dios.
Este artículo que
escribimos contiene nuestro pensamiento sobre las herejías de Zundel,
pero nosotros no estamos substancialmente presentes en este artículo. Y
Cristo está real y substancialmente presente en la hostia.
Regresando a la proporción arriba citada, Zundel negó la presencia real de Cristo en la hostia.
Zundel hace otra
comparación heréticamente extravagante de la presencia real, cuando
traza un paralelo entre lo que ocurre en la Consagración, y lo que
acontece cuando ponemos la radio. Dice el hereje Zundel:
"Si quisiéramos aún una
comparación extremamente grosera -- [grosera es su herejía] -- en la
Misa, nosotros ponemos la radio juntos para entrar en contacto y
asimilar una presencia que ya está ahí, exactamente como las ondas de la
radio están ya, en el cuarto, antes de prender la radio: prendemos la
radio para captar una presencia que está siempre ofrecida, que ya está
en nosotros, pero para la cual nosotros aún no estamos presentes.
"Las especies eucarísticas son una apertura para esa presencia.
"No se trata de
imaginar que Cristo cae del cielo bajo la forma de pan y la de vino. Se
trata de ver bien que el pan y el vino se abren sobre una Presencia que
ya está en el interior de nosotros mismos, dada a cada uno: ella se abre
y nos permite alcanzarla, porque, precisamente las especies -- [de pan y
de vino] -- son los símbolos de la fraternidad, pues que estamos en la
Misa en la cena que reúne virtualmente a la humanidad entera y realiza
un horizonte universal" (M. Zundel, Un Autre Regard sur l ‘Eucharistie,
p. 36).
En ese texto de Zundel la herejía es más que clara.
En primer lugar, es
herético decir que Cristo está presente en la hostia como las ondas
radiofónicas están presentes en el aire. Que así como estas ondas ya
estaban presentes en el aire, antes que prendamos la radio, así también
Cristo ya estaba presente inclusive antes de las palabras de la
Consagración. Estas palabras solo "unirían" a los fieles a una
"Presencia" ya previamente existente.
Y, existente en nosotros !!!
La presencia de Cristo estaría en los hombres, y no en la hostia consagrada!!!
¿Y qué "Presencia" es esa, a la que Zundel hace referencia con una "P" mayúscula ?
¿"Presencia" de qué ?
¿Sería esa "Presencia" lo que en la cábala judaica se lama de Schechien lah?
De hecho, para la Gnosis
judaica, la Schechien lah - última sefirah emanada de la Divinidad
oculta -- habría caído en el mundo, y estaría presente en cada uno de
nosotros y en todas las cosas, inclusive en el pan y en el vino.
En la Misa, por las
palabras de la consagración, Cristo se hace verdadera, real y
substancialmente presente en la hostia y en el vino, y no en nosotros.
Nunca en nosotros.
¿De qué cábala Zundel
sacó eso? El la sacó de la Gnosis de Mestre Eckhart, del sistema
cabalístico de Jacob Boehme, de la Gnosis romántica de Hegel, y de la
Gnosis del Modernismo. Esas son las raíces de su herejía.
Es herético Zundel al
decir que "el pan y el vino se abren para una presencia que ya está en
el interior de nosotros mismos, dada a cada uno".
Es herético que él diga que "las especies [de pan y de vino] son el símbolo de la fraternidad".
Ya sería herético decir
que las especies consagradas son el símbolo de la presencia de Cristo.
¿Qué será afirmar que ellas "Son el símbolo de la fraternidad" ?
Para Zundel, por las palabras de la Consagración, Cristo estaría en nosotros.
¿Será que por esa razón es que, hoy, en la Misa de Pablo VI, se dice la extraña frase: "Él está en medio de nosotros"?
"No se si consigo
explicarme bien. La eucaristía no es una especie de rito mágico que hace
a Jesús caer sobre la tierra. En el momento de la Consagración brota
del "De profundis" de la Iglesia que se ofrece a él, que hace saltar
todo límite, que acepta portar con Cristo a toda la humanidad y todo el
universo, identificándose con él, diciendo :"Este es mi cuerpo, esta es
mi sangre"
"Cristo está verdaderamente en medio de nosotros, en cuanto nosotros estamos a su mesa y comulgamos con él, en comunión los unos con los otros" (M. Zundel, Il Volto di Dio nel Quotidiano, p. 169).
En otros pasajes, Zundel
confirma esa doctrina de que Cristo no pasa a estar realmente presente
en la hostia, después, y por causa, de las palabras de la consagración :
"Notad bien como la
encarnación no puede querer decir que Dios descendió del cielo para
venir sobre la tierra, donde él no estaba (Dios ya estaba en el mundo,
pero el mundo no lo conocía), como la encarnación significa una
humanidad vuelta infinitamente presente a Dios (el cual, de su parte,
estaba siempre presente a la humanidad; del mismo modo la eucaristía no quiere decir que Jesús se hizo presente, en cuanto antes él no lo estaba: nuestro Señor está siempre presente en la humanidad, no sólo por su divinidad, sino con su humanidad" (M. Zundel, Il Volto di Dio nel Quotidiano, p.166).
Según Zundel, entonces,
las palabras de la Consagración, en la Misa, no tienen el poder de
transubstanciar el pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre de
Jesucristo, antes mismo de la consagración, ya estaba presente en todos
los hombres y en todas las cosas.
Aunque fuera del ámbito
de este artículo, no podemos dejar de protestar también contra otra
herejía de Zundel relativa a la Encarnación del Verbo. Para él, la
Encarnación no consistió en que el Verbo se unió hipostáticamente a la
naturaleza humana, en el seno de la Virgen María. Para Zundel, la
Encarnación significa la humanidad hecha presente a Dios (???). Y eso
también es herético.
"La encarnación de Cristo
no significa una bajada del cielo sobre una tierra de la cual, hasta
entonces, él estaba ausente; bien antes de la Encarnación, Dios estaba
en el mundo pero el mundo no lo conocía. La Encarnación es la venida en
el mundo de una humanidad, la de Jesús, infinitamente presente a Dios, y
"conocedora" de Dios.
"Pasa la misma cosa
con la Eucaristía: la Eucaristía no quiere decir que Jesucristo se hace
presente, siendo que, hasta entonces, él no estaba presente. No! En la
realidad, Nuestro Señor está siempre presente a la humanidad no
solamente por su Divinidad, sino también por su humanidad. Y es preciso
decir más aún: la humanidad de Jesús está siempre presente en cada uno
de nosotros; ella es "la luz que ilumina a todo hombre" (Jo. I, 19)."(M Zundel, Un Autre Regard...p. 156).
Creemos que ya está
suficientemente claro que Zundel no cree en la presencia real y
substancial de Cristo en la hostia consagrada. Por eso, nos dispensamos
de dar otras citas de él que comprueban esa herejía
Veremos, sin embargo, más
adelante, como Zundel niega el valor de la Consagración, negando que,
por las palabras de la Consagración, Cristo se torne real y
substancialmente presente en la hostia.
III -- Eucaristía = Materialismo e idolatría.
Según piensa Zundel, la
Iglesia, en la ansia de combatir la herejía protestante, materializó la
Eucaristía, haciendo de ella un ídolo:
"Los católicos se
petrificaron en la realidad de la presencia de nuestro Señor en el
Santísimo sacramento y materializaron tal presencia contra los
protestantes, los cuales, en vez, contrarios a tal materialización, la
redujeron a algo simbólico.
" Ambas partes
habían perdido de vista la causa esencial de la presencia real, que es
la de ser la presencia comunitaria. Esto significa que nuestro Señor
podía estar presente en la humanidad solamente bajo la forma de iglesia (M. Zundel, Il Volto di Dio..., p. 164).
En realidad, Zundel juzga que la Iglesia siempre erró en su comprensión de la eucaristía.
Para él, lo que la
Iglesia siempre enseñó y siempre practicó con relación a la Eucaristía
fue materialismo e idolatría. Fue necesario que naciera Zundel para que
la humanidad lograra alcanzar la verdadera comprensión del sacramento de
la Eucaristía.
Para Zundel, ser adorado
Cristo en el Santísimo Sacramento, ser guardado en el sagrario, era pura
idolatría, el culto faraónico y materialista para un objeto ineficaz.
Veamos algunas citas de Zundel sobre este tema:
"Una especie de
materialismo religioso, el peor de todos, puede trágicamente
establecerse en torno de la Eucaristía: ahí, [en ella] se tiene un
amuleto, un pararrayos celeste encima de la casa, se puede dormir
tranquilamente, Dios está ahí, en su cajita [el sagrario] y se lo tiene
constantemente a su disposición" (M. Zundel, Un Regard... p. 71).
Véase bien a lo que
Zundel reduce la devoción eucarística que la Iglesia siempre practicó: a
un materialismo, el peor de todos los materialismos, el materialismo
religioso.
¿Se desea una confirmación de esa blasfemia y de esa herejía ?
Léase esta:
"¿Podemos ahora pensar
que Jesús nos haya dado la Eucaristía a fin de que refabriquienos un
culto idolátrico, a fin de que podamos poseerlo, tenerlo al alcance de
la mano, encerrado en una cajita, porque él es propiamente nuestro?
"¿Se puede imaginar
tal materialismo por parte del Señor? Se puede pensar que él haya
substraído su presencia visible a los apóstoles para darnos en la
eucaristía un foco de idolatría, como si pudiésemos disponer de Dios
como se puede hacer con un objeto? Es absolutamente imposible. Es verdad
lo contrario."
(M. Zundel, Stupore e Povertà, Ed. Messagero, Padova, 1991, p.99 e Un Regard...p.75).
¿Cómo ese padre, ese infeliz, se atrevió a escribir tal blasfemia ?
¿Cómo puede publicar esa frase absurda: la Eucaristía es un foco de idolatría?
¿Y cómo, publicando eso,
no fue excomulgado como se hacía otrora con cruz, agua bendita y
apagando la antorcha encendida, lanzándola al suelo, y pisando sobre su
llama?
¿Y cómo ese hereje pudo
gozar, por décadas, de la amistad y de la admiración (públicas) de Pablo
VI? ¿Y cómo Pablo VI lo convidó a predicar un retiro, en el Vaticano,
al Sumo Pontífice y a los Cardenales de la Curia Romana?
Eso es inexplicable !
¿Habría considerado
Monseñor Montini -- después Pablo VI-- que afirmar que Cristo no está en
la hostia, que no comemos el Cuerpo de Cristo al comulgar, sino que
entonces sólo recibimos las especies de pan, que la Eucaristía es un
foco de materialismo e idolatría, que todo eso no tiene importancia?
¿Que nada de eso es condenable? Que, por el contrario, todo eso es
admirable, o, ¿por lo menos, aceptable?
Pero, entonces, ¿Qué es lo que tiene importancia?
Zundel es insistente en
sus herejías. Repetirá lo que dice, variando un tanto las palabras, pero
nunca su pensamiento herético. Esto trae la ventaja de que se hace
difícil negar que haya enseñado las herejías que denunciamos.
"Es cierto que una especie de materialismo religioso es el peor de todos los materialismos, y que un cierto materialismo trágicamente
puede tomar pié en torno de la Eucaristía: es la presencia real, en la
cual se cree firmemente, con profunda seguridad. Es pues una defensa, un
pararrayos celeste sobre la casa, se puede dormir tranquilamente. Dios
está ahí, encerrado en su cajita, y se lo tiene siempre a disposición.
"Confieso mi horror
delante de tales imágenes. Me parece verdaderamente la degradación del
evangelio, tengo la impresión de estar en pleno faraonismo, en una
religión sin esfuerzo, que no suscita nada de particular en la vida" (M. Zundel, Stupore e Povertà, pp. 95-96)
Confesamos nuestro horror
y nuestra indignación por esas frases de un sacerdote acusando de
materialismo la creencia firme que el pueblo tenía en la presencia real
de Cristo en la Eucaristía !
Confesamos nuestro horror
y nuestra indignación contra ese padre que denomina faraonismo el culto
eucarístico que la Iglesia practicó durante 2.000 años.
Confesamos nuestro horror
y nuestra indignación contra ese padre que, tendría que vivir para el
sagrario y que se atreve a llamarlo "cajita".
Recientemente vimos una foto de un sagrario que fuera transformado en... casita de cachorro!
Ese fue el resultado de
la (libre) predicación (al interior y desde lo alto de la Iglesia) de la
Teología de Zundel: el sagrario relegado a un lugar secundario, cuando
no transformado en casita para un cachorro.
Es imposible no concluir:
la religión predicada por Zundel es opuesta a la religión Católica. Lo
que él llama materialismo y faraonismo es el verdadero catolicismo.
Desgraciadamente, ese satanismo anti eucarístico no fue condenado por Pablo VI.
Para confirmar ese satanismo anti eucarístico, Zundel vuelve a decir:
"En torno a la hostia se estableció todo un materialismo, exactamente porque se perdió de vista la exigencia fundamental" (M. Zundel, Stupore e Povertà, p. 104).
Zundel repite la doctrina
anti eucarística del padre Boyer contra el culto a Jesús como Rey. Su
democratismo e igualitarismo se revelan contra los homenajes a Cristo
Rey. Ciertamente -- como otros que dan culto al hombre-- él preferiría
que los homenajes hechos a Cristo Rey, fuesen dados a... Barrabás.
"¿En qué medida tal liturgia no tiene, ella también, algún trazo de este intercambio ambiguo entre realeza ["regalità",
en el texto italiano] terrena y la realeza divina? Antes, ¿ en qué
medida la realeza divina no deriva simplemente de la realeza humana? ¿
En qué medida, en Bizancio, -- [el mismo ejemplo dado por el Padre Boyer
para combatir el culto eucarístico, y contradictoriamente tanto Boyer
como Zundel admiraban la liturgia bizantina] -- el
ceremonial de la corte y la liturgia de Santa Sofía no coincidían en el
mismo modelo en que realeza divina y realeza humana , a su vez, se
confundían ?
"¿Y en qué medida
nuestra liturgia no es aún una sobrevivencia de aquellas liturgias
reales que nunca comprometen lo más profundo del alma? Se trata de
prestar homenaje a un soberano, de hacer una procesión en torno del
altar, de erigirle un santuario, y, hecho eso, todo está cumplido, y se
está libre de cualquier obligación. Todo eso se puede realizar sin
ningún esfuerzo místico" "¿No
raya eso tal vez en la idolatría? ¿ No es la religión burguesa, la
religión satisfecha, la religión que se da una patente de honorabilidad,
de buena consciencia y que, en el nivel más bajo, se expresa con estas
palabras de un párroco: "Aquí, cuando un obrero se hace patrón, comienza
a usar guantes de piel y comienza a ir a la Misa"?"
(M. Zundel, Stupore e Povertà, pp. 93-94).
Zundel combate los trazos
monárquicos en la liturgia. Él querría, ciertamente, una liturgia
proletaria, proletarizada y proletarizante.
Esa oposición al culto de
Cristo eucarístico como Rey, y esa negación de la presencia real de
Cristo en la hostia es lo que causó, desde el Vaticano II y la reforma
de la Liturgia de Pablo VI, la desaparición casi total de las
bendiciones del Santísimo Sacramento, prácticamente el fin de las Horas
Santas y de las exposiciones del Santísimo, para ser adorado por los
fieles, ceremonias, hoy, rarísimas, el sabotaje a las procesiones
eucarísticas, particularmente la procesión del Corpus Christi.
Zundel va más allá de la
acusación de idolatría y de regalísmo faraónico en el culto eucarístico
que la Iglesia siempre practicó: él niega cualquier eficacia a la
Eucaristía tal como la Iglesia siempre la entendió y practicó.
"La hostia en el
tabernáculo, como objeto, es ineficaz, tan ineficaz de la presencia del
Verbo que brilló a traves de las tinieblas y que las tinieblas no la
acogieron" (M. Zundel, Stupore e Povertà, p.103).
Lo que es una nueva negación implícita de la presencia de Cristo en la hostia.
Zundel podía tener cualquier religión. Católico, él no lo era.
"La presencia de la
hostia en el tabernáculo como un objeto no puede tener ningún efecto;
ella es tan ineficaz cuanto la presencia del Verbo que brilla en las
tinieblas sin que las tinieblas la reciban" (M. Zundel, Un Autre Regard..., p. 99).
Véase ahora este extraño texto de Zundel:
"Jesús no se
presentó a Caifás, a Herodes, a Pilatos, él no se presentó simplemente
al mundo fenomenológico. Se debe decir lo mismo de todos esos discursos
sobre la Presencia real, ellos se refieren a la presencia real en el
mundo en "él" , es en ese mundo en "él" que se llegó a hablar de Jesús prisionero en el tabernáculo." (M. Zundel, Un Autre Regard..., p.137).
Para Zundel, entonces,
creer que Cristo está en la hostia como la Iglesia siempre enseñó y
creyó e hizo creer, discutir sobre la presencia real de Cristo en la
hostia es situarse en el mundo materialista, en el mundo en "él" -- en
el mundo en que hay el otro, en el cual se distingue el yo del él.
Zundel, con todos los románticos, especialmente con los gnósticos,
Hegel, Baudelaire e Rimbaud, identifica el yo con el otro, con el él. El
mal sería distinguir sujeto y objeto.
Es en ese mundo en que se
juzga existir el "él", y no sólo el yo personal, es que se distingue el
yo personal del él. Se distingue, falsamente, a Cristo en la hostia,
como objeto, del yo, sujeto.
De donde se sigue que,
considerar la hostia consagrada -- la presencia real de Cristo en la
hostia -- como objeto, es separar sujeto y objeto. Es romper la unidad
ontológica de todos los seres.
De donde...
"Si quisiéramos absorber a Jesucristo para nosotros solos, reduciéndolo a las relaciones personales
-- [ individuales, particulares] -- que tenemos con él, él se convierte
en un ídolo" (M. Zundel, Un Autre Regard..., p. 155; Il Volto... pp.
166 y 171).
Por lo tanto, comulgar, teniendo una relación personal con Cristo es hacerlo un ídolo.
Para Zundel, entonces, la
Iglesia siempre patrocinó la idolatría, mandando a los católicos
comulgar, procurando unirse personalmente a Cristo. Y ese hombre, a
pesar de decir todo eso, fue convidado (dándole prestigio y "autoridad"
moral) a predicar un retiro en el Vaticano al Papa Pablo VI y a los
Cardenales de la Curia !
¿Es de espantar que, casi
por toda parte, se destruyó, o por lo menos se perdió, todo el respeto
por la Eucaristía y que se la trate como pan vulgar? (cfr. eliminación
de los signos exteriores de adoración, comunión de pie, en la mano, dada
por hombres y mujeres no consagrados, sin recoger las partículas que se
caen, etc.)
Zundel pregunta
atrevidamente, él, que era sacerdote y que, rezando la Misa tenía a Dios
en sus manos en la hostia consagrada - en el caso que él consagrase
realmente-:
"¿Qué quiere decir
entonces: tener a Dios en las manos ? ¿Tener a Dios en la boca, o en un
tabernáculo, o en la iglesia ? ¿Llevar al buen Dios? [En
viático, para un moribundo]. Esto, todo esto, en esas expresiones puede
parecer de tal modo idolátrico!. Sí, es idolátrico, en la medida en que
se olvidó esta cosa capital, que la Eucaristía es el sacramento del
Cuerpo de Jesucristo. Se olvidó muy fácilmente y regularmente que hay en
la Eucaristía un sacramento, esto es, una realidad, un valor: se accede a Jesucristo en la medida en que se accede a sí mismo" (M. Zundel, Un Autre Regard..., p. 148. El negrito y el subrayado son nuestros).
Quiere decir que, para Zundel, sólo "se accede a Jesucristo, en la medida en que se accede a sí mismo" ( ???).
Pero Entonces, para Zundel, ¿es que nosotros somos Cristo?
¿ Es que nosotros somos Dios ?
Véase esta otra cita, para comprender como Zundel (y los de su escuela) entiende la Consagración y la transubstanciación:
"La Consagración
consiste en colocarnos en la línea de la catolicidad. Vengamos a los
pies de la cruz, invoquemos a Nuestro Señor y digamos en el momento de
la Consagración sobre el Cuerpo de Cristo aquello que decía la Virgen,
cuando lo recibía en sus brazos: "Esto es mi cuerpo, esto es mi sangre"
Identifiquémonos con ese cuerpo crucificado, identifiquémonos con el
amor inmolado. Entonces Cristo puede alcanzarnos, tocarnos; él se
identifica con nosotros, dice también sobre nosotros: "Esto es mi
cuerpo, esto es mi sangre", y nosotros nos cambiamos con él" (M. Zundel, Il Volto..., p. 168).
Por lo tanto, por la Consagración, el fiel es el que se transubstancia en Cristo.
Veremos que eso mismo es lo que piensa Zundel, pues él es un gnóstico agazapado.
Para ese sacerdote, el
catolicismo, tal cual fue enseñado y practicado durante casi 2.000 años,
era magia, era materialismo, el peor materialismo que existe: el
materialismo religioso.
Fue necesario que naciera
y creciera Zundel, para alcanzarse el verdadero sentido de la
Eucaristía y de los demás sacramentos, para llevar a la Iglesia a un
catolicismo adulto, como querían Maritain y los Modernistas. A un
Catolicismo "espiritual", y no materialista.
"Es el gran drama:
el de una cristiandad que no llegó a su mayoría espiritual y está aún
largamente enredada en sus creencias mágicas, y que no vio que el
sacramento estaba en las antípodas, en las antípodas de la magia." (M. Zundel, Un Autre Regard... p. 42).
No hay duda; Zundel tiene una Fe opuesta, diametralmente opuesta, a la católica. En las antípodas del catolicismo.
El problema gravísimo es que la religión zundeliana se difundió por el mundo, y está ahogando al catolicismo.
"El drama:
¿descubrimos al verdadero Cristo? ¿Estamos nosotros en el verdadero
evangelio? No hicimos de la Biblia una magia diciendo: "He aquí el
libro!" La Biblia, una magia, y los sacramentos otra magia, cuando
nosotros decimos: "He aquí, el Señor está ahí, Cristo está ahí -- sobre
la mesa!?" (M. Zundel, Un Autre Regard..., p. 41).
El drama -- la tragedia
-- es que esa religión anti católica penetró profundamente en las
mentalidades de los católicos, y especialmente hoy, infelizmente, en la
mentalidad de muchos sacerdotes.
La doctrina de Zundel --
que se expandió entre el clero de modo subterráneo, ya que ese autor fue
prácticamente desconocido cuando estaba vivo (hasta 1.975) -- esa
doctrina herética que considera todo el culto eucarístico de la Iglesia
durante 2,000 años como magia, y toda la doctrina eucarística como falsa
y foco de materialismo e idolatría, la doctrina de Zundel que considera
al Santísimo Sacramento en el sagrario como objeto ineficaz, ¿qué
consecuencias saca sobre el Santo Sacrificio de la Misa que la Iglesia
siempre rezo?
¿Qué pensaba Zundel de la Misa de San Pío V ? ¿Para Zundel sería ella pura magia?
¿Qué pensaba ese amigo de
Pablo VI -- el Papa que presentó una Nueva Misa en 1969 -- al respecto
del valor de la Misa antigua? ¿Cómo juzgó la Misa elaborada (fabricada)
por Monseñor Bugnini y por seis Pastores protestantes, en 1969, e
impuesta por Pablo VI ?
Pues si Zundel considera
que Cristo no está en la hostia, que sólo comemos las especies de pan, y
no el Cuerpo de Cristo, si creer que Cristo está realmente en el
sagrario es idolatría, es colocar ahí un ídolo, si la transubstanciación
no hace a la substancia del pan ser la substancia del Cuerpo de Cristo,
¿qué sería la Misa para Zundel ?
Este sacerdote enseñaba lo opuesto de lo que la Iglesia siempre enseñó:
"Si quisiéramos absorber Jesucristo para nosotros solos
-- como siempre fue practicado en la Iglesia -- reduciéndolo a motivos
personales que tenemos con él, se vuelve un ídolo" (M. Zundel, Un Autre
Regard..., p. 155).
Comulgar, buscando
establecer una relación personal con Jesucristo, sería entonces crear un
ídolo. Durante 2.000 años, se habría practicado idolatría con la
Eucaristía. Fue necesario venir Zundel, para salvar a la Iglesia del
faraonismo idolátrico del culto eucarístico, que ella sustento durante
20 siglos.
Por eso, consecuente con sus herejías, Zundel condena la Misa privada:
" Porque la Misa no
consiste en un rito mágico que opera sobre un sujeto. Se trata de una
ecuación de luz y de amor entre la comunidad y su Jefe, entre la
comunidad y su Señor.
"No existe, por lo tanto, liturgia o comunión privada" (M. Zundel, Stupore e Povertà, p. 103).
Comulgar no sería recibir a Jesús en la
hostia consagrada, entrar así en comunión con Cristo Dios, sino que
comulgar sería entrar en comunión con la humanidad."Esto es absolutamente fundamental, porque la Eucaristía no es jamás una cosa privada.
La Misa es siempre universal. Comunicarse [= comulgar] es abrirse
infinitamente al amor de Cristo, abriéndose sin límites a la humanidad.
De modo que cada comunión es una luz para todos los hombres. La comunión
tiene esta vastedad universal: alcanza al mundo entero, de otro modo
sería pura magia, que reduce a Cristo a un ídolo" (M. Zundel, Il Volto di Dio nel Quotidiano, pp. 169-170).
Zundel, como siempre,
expresa su pensamiento de modo muy ambiguo. El primer sentido de tal
frase parece condenar la Misa privada.
Ora, el Concilio de Trento condenó esa herejía protestante que Zundel insinúa capciosamente, en las citas arriba:
"Si alguien dice
que las misas en que sólo el sacerdote comulga sacramentalmente son
ilícitas y deben ser abolidas, sea anatema" (Concilio de Trento, Cánones sobre el Santo sacrificio de la Misa. Canon 8. Denzinger 955).
Una vez más, constatamos cómo la doctrina de Zundel es heterodoxa.
Para Zundel todo lo que se hacía con
relación al Santísimo Sacramento era "pleno faraonismo" (M. Zundel,
Stupore e Povertà, p. 95)."Las
palabras de la consagración brotan, por lo tanto, de la profundidad del
Cuerpo místico. Cada liturgia supone a toda la humanidad reunida en
torno de la mesa del Señor. Es preciso que en el mundo haya, por lo
menos, un alma que cargue este peso de amor, que sea la caución de este
convite. Si en el mundo, no hubiese ni un alma en estado de gracia,
en estado de comunión universal, toda Misa se tornaría repentinamente
sacrílega e imposible" (M. Zundel, Stupore e Povertà, pp. 102-103. El subrayado y el negrito son nuestros).
En ese texto Zundel
defiende una doctrina totalmente herética. Según Zundel, las palabras
sacramentales de la consagración de la hostia no actuarían ex opere
operato, esto es, que su eficacia dependería de que, por lo menos una
persona en el mundo estuviese en estado de gracia. Esa es una posición
donatista radicalísima.
En esas frases de Zundel,
primeramente, hay una renovación de la herejía donatista, que afirmaba
que los sacramentos, para ser válidos, exigían la santidad del
sacerdote. Zundel es aún más radical que el hereje Donato, combatido por
san Agustín. Donato sólo exigía que el sacerdote estuviese en estado de
gracia, para el sacramento tener validez. Zundel exige que por lo menos
una persona fiel esté en estado de gracia.
También los herejes
Fraticelli fueron condenados por afirmar que los sacramentos solamente
serían válidos si son administrados por sacerdotes que estuviesen en
estado de gracia (Cfr Denzinger 53 y 486).
La Consagración es
eficaz, inclusive si el sacerdote que la pronuncia está en pecado. Aún
que la Consagración sea pronunciada delante de pecadores. Ella no
depende del estado de gracia del sacerdote o del pueblo.
Ahora bien, la tesis de
que el sacramento es ineficaz si es administrado por alguien que está en
pecado mortal fue condenada por el Concilio de Trento.
"Si alguien dice
que el ministro que está en pecado mortal, por el hecho de observar todo
lo que es esencial que se refiere a la realización o colación del
sacramento, no realiza o confiere el sacramento, sea anatema"
(Concilio de Trento, Cánones sobre los Sacramentos en general, 12, Denzinger, 855).
Entonces es doctrina
contraria a la Fe aquella que afirma que el sacramento es ineficaz si es
administrado por un sacerdote en pecado mortal. No es necesario que el
sacerdote esté en estado de gracia para que la Misa sea válida y eficaz.
Contra lo que dice Zundel:
Sin estar unido a la humanidad se celebraría y se asistiría a la Misa de modo sacrílego e ineficaz.
Zundel expresa, en
esa frase subrayada y citada por nosotros más arriba, que toda las Misas
rezadas sin que haya por lo menos una persona en estado de gracia, como
siendo "sacrílegas e imposibles".
Por lo tanto, como pecaminosas e ineficaces, en otras palabras, como Misas no válidas y sacrílegas.
"Para comprender
eso imaginen que en la Iglesia, si fuese posible, no haya más ni una
sola persona que ame, que no exista sino rechazo, blasfemia, odio.
Imaginen que la Misa venga a ser celebrada en la humanidad en la cual
nadie más, inclusive el sacerdote celebrante, amase a Cristo. Tal Misa
sería una blasfemia, porque se procuraría aprisionar a Cristo
materialmente, se lo reduciría a una especie de ídolo obediente a unas
palabras mágicas; en cuanto la Eucaristía es aferrar a Cristo con su
corazón, es abrirse a su amor. La Misa sólo es legítima si en algún
lugar hay un corazón amante que lo invoca"(...) "Si no hubiese más amor,
la Misa sería una abominación" (M. Zundel, Il Volto di Dio..., p. 170).
Por lo tanto, para
Zundel, la doctrina en que siempre la Iglesia fundamentó la Misa, y que
la Iglesia siempre enseñó y exigió que se aceptase bajo las penas más
severas, durante 2.000 años, haría todas las Misas rezadas, en el
decurso de tantos siglos, sacrílegas e ineficaces.
Conforme a la doctrina (y
a la escuela) de Zundel si no hubiere unión con la humanidad, por lo
menos por parte de un hombre que se identifique con la humanidad, la
Consagración es inútil, pues no se daría la transubstanciación:
"...si no estamos
en ese estado de comunión unos con los otros, si entonces no tomamos el
encargo de toda la humanidad y de todo el universo, en el momento de la
Consagración nada acontecería. La propia condición del contacto entre
esta humanidad de Cristo y nosotros mismos es esta comunión universal" (M. Zundel, Un Autre Regard... , p. 172).
Se explica, entonces,
como hoy se manifiesta tanto odio por la Misa de siempre, prácticamente
prohibiéndola, y persiguiendo como a leprosos -- como escribió el
Cardenal Ratzinger -- a aquellos que la defienden y asisten a ella.
Se explica porqué se hizo una Misa Nueva esencialmente comunitaria.
Y recordemos que, para Zundel, Comunidad = Humanidad. (= Iglesia?)
Peor aún es el hecho de que Zundel considere que el estado de gracia consiste en estar unido a toda la humanidad.
Pues escribió Zundel: "Si
en el mundo, no hubiese ni una alma en estado de gracia, en estado de
comunión universal, toda Misa se tornaría repentinamente sacrílega e
imposible"
Que extraño concepto tiene Zundel del estado de gracia !
Estar en estado de gracia
significa tener la gracia santificante en el alma, esto es, participar
de la vida divina por la gracia, por el hecho de estar bautizado, y de
no haber cometido pecado mortal. El estado de gracia nada tiene que ver
con el estar en unión con la "humanidad", y sí en estar en unión con
Dios. (a no ser que se quiera insinuar que la Humanidad es Dios)
La extraña tesis de
Zundel sobre el estado de gracia hace suponer que es la humanidad la que
es Dios. Ahora, veremos más tarde, en otro trabajo que haremos sobre la
doctrina de Zundel, que, para él...
"Es preciso admitir , por
lo tanto, con los más humildes fieles, que Jesús escribió realmente en
el centro de la historia esta prodigiosa ecuación:
El hombre = Dios"
(M. Zundel, Quale Uomo,
Quale Dio, ejercicios espirituales predicados a Pablo VI y a la Curia
Romana, 1972 , ed Mesagero, Padova, p. 158).
Y Pablo VI dice una frase
en que parece aceptar esa misma doctrina, porque, en la clausura del
Concilio Vaticano II, el 7 de diciembre de 1965, él proclamó:
"Nosotros, más que cualquier otro, tenemos el culto del hombre"
( Pablo VI , Discurso de clausura del Concilio Ecuménico Vaticano II, 7-XII-1965)
Después de considerar
todo eso, se puede entonces preguntar: ¿hasta qué punto, el masón
Monseñor Bugnini -- que fabricó la Nueva Misa de Pablo VI, con la ayuda
la de seis pastores protestantes -- ¿en qué medida ese Monseñor Bugnini
fue contagiado por la doctrina gnóstica y modernista de Zundel ?
En otras palabras, ¿en qué medida la doctrina de Zundel está en la raíz de la Nueva Misa, y en qué medida a explica ?
Es por su extraña doctrina que relaciona la transubstanciación con la humanidad, que Zundel escribe:
"Es totalmente
inútil construir una iglesia con el pretexto que ahí se colocará el
Santísimo sacramento, si nadie vive de él, si esa presencia no es sentida [?] como una presencia comunitaria en la Iglesia, de la Iglesia, por la Iglesia, esto es, en la humanidad, de la humanidad, por la humanidad. Si esa presencia no es sentida como presencia comunitaria que nos quiere fraternalmente unidos, estamos completamente fuera de la perspectiva del Evangelio"
"En torno de la hostia se estableció todo un materialismo, exactamente porque se perdió de vista la exigencia fundamental" (M. Zundel, Stupore e Povertà, pp. 103-104. El subrayado y el negrito son nuestros).
Nótese, antes que todo, la confirmación de lo que decimos, que, para Zundel, comunidad = humanidad.
En segundo lugar, que la
"Presencia" -- la misteriosa "presencia" que se parece mucho con la
gnóstica sefirah Malkult, la Schechinah de la Kabbalah, que también es
llamada de la comunidad, o la Ecclesia de Israel (Cfr. Gerschom G.
Scholen, ??? ---
causada por la consagración en la Misa, se hace "en la humanidad, de la humanidad, por la humanidad", y que si no se hiciere así, entonces, se está "completamente fuera de la perspectiva del Evangelio"."Es
imposible celebrar la Misa sin vivirla, antes de todo, como un
encuentro con toda la humanidad, es preciso vivirla como una reunión de
toda la historia, como un retorno a los orígenes, como una
recapitulación de toda la creación: nadie está ausente, ni los
muertos, ni los vivos, ni los antiguos, ni los modernos, ni la
posteridad, ni los contemporáneos, todos están ahí, en torno de la mesa
del Señor. Y es porque todos están ahí que la misa se torna un acto
universal, un acto infinitamente humano, un acto de comunión con la
humanidad." (M. Zundel, Un Autre Regard..., p. 103 El subrayado y el negrito son nuestros.
¿Entonces la Misa es un acto infinitamente humano ?
¿Y dónde queda la presencia de Cristo en la Eucaristía? Queda en el hombre. Queda en la humanidad, responderá Zundel.
Teniendo en vista lo que
hoy se hizo de la Misa, -- un acto puramente naturalista, porque volcado
enteramente hacia el hombre y hacia el pueblo -- hay que preguntarse si
esa doctrina de Zundel no fue la causa de tanto naturalismo y del
profundo antropocentrismo que inunda las Misas actuales.
¿Sería posible imaginar un sistema más claramente gnóstico respecto de la transubstanciación y sobre la Misa?
IV -- La Transubstanciación de la humanidad en Cristo
Vimos que Zundel niega lo
que la Iglesia siempre ha creído y siempre enseñó: que Cristo está
verdadera, real y substancialmente presente en la hostia consagrada.
Para Zundel, eso sería materialismo e idolatría.
Para él, al pronunciarse
las palabras de la Consagración no es el pan y el vino que se
transubstancian en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo.
Por las palabras de la
Consagración sería toda la comunidad -- toda la humanidad -- todos los
hombres, desde Adán hasta el último hombre que existirá hasta o fin del
mundo, todos, sin excepción alguna, sin exceptuar uno sólo, todos serían
transubstanciados en Cristo, haciéndose su cuerpo místico, esto es, la
Iglesia.
Más aún, conforme a
Zundel, no sólo la humanidad es transubstanciada en Cristo, sino también
todo el universo. El cosmos se convertiría en el Cuerpo de Cristo.
Veamos los textos en los cuales Zundel expresa ese pancristismo gnóstico, en la línea de Teilhard de Chardin.
"Dejándonos la
Eucaristía, Cristo quiso reunirnos en un sólo Cuerpo, tanto que,
finalmente el sentido de la Misa es la transformación de toda la
humanidad y de todo el universo en su cuerpo y en su sangre" (M. Zundel, Un Autre Regard...,p. 95).
"Para reencontrar a Cristo, es preciso entrar en las profundidades del Amor.
"Esto quiere decir que las
palabras de la Consagración eucarística deben repercutir sobre toda la
humanidad y sobre todo el universo: su fin último es esta transformación
de toda la humanidad y de todo el universo en el cuerpo y sangre del
Señor, nosotros no podemos decirlas con sinceridad sino viviéndolas
hasta su fondo, y esto no se puede hacer sin apagarnos en el Yo de
Cristo que las pronuncia a través de nosotros" (M. Zundel, Un Autre Regard..., p. 97).
No hay duda de que esa doctrina es herética, afirmando una idea absolutamente extraña al catolicismo.
Esa "Misa" según Zundel,
esa, sí, que es materialismo religioso, el peor materialismo que pueda
existir. Esa pretendida transformación del universo y de la humanidad en
el cuerpo y sangre de Cristo, eso, sí que es magia e idolatría.
Cualquier sacerdote
que celebrase la Misa teniendo esa doctrina y pretendiendo
transubstanciar a la humanidad y al universo en Cristo, estaría
cometiendo un sacrilegio increíble y un acto de magia grosera. Esa Misa sería absolutamente inválida e ineficaz.
Para Zundel, la Misa, tal cual siempre se la practicó, habría sido no sólo magia e materialismo, sino que también, sólo teatro.
"Además de eso, es preciso vivir [la liturgia] solamente como sacramento y permanecer intensamente unidos a toda aquella humanidad y a todo el universo de los cuales tenemos la misión. De otro modo [la liturgia] es solo teatro, aún que bello, no es lo que quería Jesús»(M. Zundel, Stupore e Povertà, pp. 112 -113).Es claro que tal doctrina no puede conciliarse con la doctrina católica. Y Zundel tiene consciencia clara de que su religión está en las antípodas del catolicismo de siempre. Por eso, él mismo dice:
"Nos es preciso reencontrar una concepción totalmente diferente y opuesta de los sacramentos: el sacramento es una actuación [une prise] comunitaria sobre la presencia de Cristo por la comunidad y para la comunidad. En la Eucaristía, no se trata de una apropiación [prise] física de Cristo.
En la Consagración, si estamos en el eje de nuestra Fe, nos solidarizamos con Cristo inmolado formando una cadena de amor que engloba al mundo entero:
La Iglesia pronuncia la consagración sobre Cristo, y Cristo pronuncia la consagración sobre la Iglesia, esto es, sobre su cuerpo místico. La cena entonces se volvió sacramento. Una nueva relación fue introducida la en la cena eucarística entre Cristo y la Comunidad, hay una doble corriente entre Cristo y la Comunidad.
Cristo no está encerrado en el pan y en el vino, sino que el pan y el vino se abrirán para la presencia de Cristo, ellos están en estado de apertura para con esa presencia. Es, por lo tanto, un camino comunitario que permite una actuación [prise] de amor sobre esa presencia siempre dada. Debemos vivir esa ordenación comunitaria y tomar consciencia de las exigencias de este pensamiento comunitario» (M. Zundel, Un Autre Regard..., p. 45. El subrayado y el negrito son nuestros).
Por lo tanto, para
Zundel, es la humanidad, es el mundo entero que se transubstancia en
Cristo, formando la comunidad que, para Zundel equivale a la humanidad, y
ésta es la que sería el Cuerpo místico de Cristo, es decir la Iglesia.
En Cristo, por las palabras de la Consagración, toda la humanidad formaría una sola persona, un solo ser:
"Cristo quiso que todos nosotros formásemos un sólo cuerpo, una sola vida, una sola persona, un solo ser en su presencia. Esto es lo que Cristo quiso; él, que es el segundo Adán y el gran reunidor, él que es el Hombre y no solamente un hombre, él que contiene toda la historia, él que es la unidad del género humano, él que está en toda las generaciones es el contemporáneo de cada una: él quiso que formásemos un sólo cuerpo, una sola vida, una sola persona, un solo ser en su presencia» (M. Zundel, Un Autre Regard..., p, 103-104. El subrayado y el negrito son nuestros.).
Queda enteramente claro que Zundel tiene un concepto monista y gnóstico de la Eucaristía.
Sería preciso citar, in
extenso, capítulos y capítulos de los libros de Zundel, en los cuales
ese pensamiento es repetido "ad nauseam", con pequeñas variaciones
accidentales.
Véase, por ejemplo, este otro texto:
"No se trata de imaginar que Cristo cae del cielo bajo a forma de pan y la de vino, se trata de ver bien que el pan y el vino se abren sobre una Presencia que ya está ahí, en el interior de nosotros mismos, dada a cada uno: ella se abre y nos permite tocarla porque precisamente, las especies son el símbolo de la fraternidad, puesto que nosotros estamos ahí en la refección que reúne virtualmente a la humanidad entera y realiza un horizonte universal.Nosotros no tenemos actuación [prise] física sobre Cristo por medio de la Eucaristía, nosotros tenemos una actuación [apropiación] espiritual, y la señal de que esa toma de posesión [prise] espiritual es verdaderamente realizada es que estamos juntos y realizamos juntos la comunidad humana de la cual nadie está excluido.
Y esto es de tal modo verdadero -- escuchad bien esto -- es de tal modo verdadero que, si no hubiese más , en el mundo, un sólo ser abierto, por lo menos, en estado de deseo, toda consagración sería imposible porque, entonces, faltaría en ella la condición esencial: ser un llamado de la comunidad, para la comunidad, y en la comunidad.
Si la consagración pudiese ser válida sin esta garantía de amor, sin esta caución de una intimidad humana ofreciéndose a la intimidad de Dios, entonces Dios, verdaderamente sería tomado en la celada la de las fórmulas, y los sacramentos serían ritos mágicos» (M. Zundel, Un Autre Regard..., pp. 36-37. el subrayado y el negrito son nuestros).
Está ahí, en esa larga,
escandalosa cita la doctrina de Zundel. Dios está real y
substancialmente presente en cada hombre, en toda la humanidad, en todas
las cosas, en todo el universo.
Por las palabras de la
Consagración no serían ni el pan, ni el vino que se transubstancian en
el Cuerpo y en la Sangre de Cristo. Es la comunidad, esto es, la
Humanidad, nos dice Zundel, que se transubstancia en Cristo.
La Misa no sería entonces
la renovación del sacrificio del Calvario -- como siempre la Iglesia la
definió -- sino una ceremonia en la cual, por las palabras de la
consagración, la presencia de Cristo en el hombre -- en cada hombre- en
la humanidad, se realiza de modo sacramental, haciendo de toda la
humanidad un sólo cuerpo, el Cuerpo místico de Cristo, esto es, la
Iglesia.
"Lo esencial en la Eucaristía es ésta apertura de la humanidad a Jesucristo en el misterio de la Iglesia, de la cual nadie es excluido, a fin de que nuestro corazón no límite a Cristo, no haga de él un ídolo» (M. Zundel, Il Volto..., p. 169)
Sería por eso, que en la
Misa Nueva se dice, aquí en Brasil: "Él está en medio de nosotros".
Sería porque Cristo está presente en cada hombre, que, hoy, no se
considera al sacerdote jerárquicamente superior a el pueblo, teniendo un
poder sacramental propio, superior al de los laicos. Por eso, también,
en la Nueva Misa, el sacerdote es considerado solo como presidente de la
asamblea, igual en dignidad a cualquier otra persona. Consecuentemente,
entonces, si todos tienen el mismo poder sacrificial, una mujer podría
ser sacerdote, como se exige hoy, cosa que, gracias a Dios (sic), el Papa Juan
Pablo II ha condenado reiteradamente.
La oposición entre la concepción católica de Misa y la concepción zundeliana la de eucaristía queda patente en esta otra cita:
"La Misa puede significar toda suerte de cosas diferentes conforme la gente se coloque delante del verdadero Dios, un Dios interior y desapegado de si, o sino delante de un Dios Emperador celeste que maneja los hilos de la historia y delega sus poderes a una jerarquía que sería justificada precisamente por el ejercicio de esos poderes» (M. Zundel, Un Autre Regard..., p. 100. El subrayado y el negrito son nuestros).
Para Zundel entonces, hay
dos religiones en lucha: aquella que adora un Dios transcendente, Señor
de toda las cosas, y que instituyó una Iglesia jerárquica -
evidentemente la Iglesia Católica -- y otra religión, la de Zundel, que
cree en un dios inmanente, interior al hombre.
La religión del Dios
transcendente -- la Católica -- cree que Cristo está realmente presente
en la hostia consagrada, guardada en los sagrarios de la tierra -- "una
cajita" para guardar un ídolo, dice Zundel. La otra religión, la
religión que da culto al hombre, -- la religión zundeliana que se
difundió, hoy, entre los católicos -- adora al dios inmanente que se
identifica con el hombre, la religión que acepta la ecuación
verdaderamente redentora del hombre y del dios encarcelado en la
materia. Ésta religión, dice Zundel, cree que Cristo está en el hombre:
"No, Jesús no iba a montarnos una celada materializando su presencia, colocándola al alcance de nuestra mano para hacer de ella un ídolo!
La Eucaristía es entonces otra cosa: significa tanto precisamente que nosotros sólo podemos tocar a Jesús en la comunidad, por la comunidad y para la comunidad. Nosotros no podemos tocarlo, y no hay otro camino para ir hasta él, sino asumiendo con él a toda la humanidad, sino entrando en su pobreza y en su universalidad, lo que es idéntico» (M. Zundel, Un Autre Regard..., pp 101- 102).
De paso, conviene notar,
que si toda la humanidad hace parte del Cuerpo místico de Cristo, --
toda la humanidad sería la Iglesia -- Entonces quedaría explicada la
nueva definición de Iglesia adoptada por el Concilio Vaticano II:
"La Iglesia es el sacramento o señal, e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano» (Vaticano II, Constitución Dogmática Lumen Gentium, nº 1).
Todos los hombres, de
hecho, harían parte de la Iglesia, hasta los paganos, los ateos e
infieles. Y ésta noción explica el ecumenismo.
Este pensamiento herético
que identifica la Iglesia con toda la humanidad a través de la
Eucaristía, independiente del bautismo y de la ortodoxia, es repetida
por Zundel en otros libros:
- "Los hombres son todos juntos un sólo pan y un sólo cuerpo en Cristo Jesús» (M. Zundel, Un Autre Regard..., p. 185).
- "Este hecho -- [a Eucaristía] -- este hecho es la Iglesia, y nosotros tenemos ahí la propia conclusión de la realización efectiva de la presencia real de Jesús en el Santísimo sacramento: es preciso inicialmente que el cuerpo místico de Cristo, es preciso inicialmente que toda la Iglesia en la cual toda la humanidad y toda la creación sean abarcadas, es preciso que el cuerpo místico se constituya. Porque solamente él esta en la posesión sobre su Jefe, solamente él está en posesión sobre su Cabeza que es Jesucristo» (M. Zundel, Un Autre Regard..., p. 184).
Veremos esto, más a fondo, en otro trabajo.
Retornemos al análisis de la cita anterior de Zundel. En ella, él afirma que:
"...si no hubiese más en el mundo un sólo ser abierto, por lo menos, en estado de deseo, toda consagración sería imposible porque, entonces, faltaría en ella la condición esencial: ser un apelo de la comunidad, para la comunidad, y en la comunidad».
Si no hubiese, en la
Misa, por lo menos una persona queriendo unirse a toda la humanidad, la
consagración no se realizaría y la Misa sería inválida.
Y Zundel no duda,
pidiendo que se preste bien atención, que, sin esa condición esencial,
la Misa es magia, la Misa sería inválida e ineficaz.
"La consagración, en efecto, sería inválida e imposible sin ésta reunión universal, porque, justamente, ella solo se puede realizar en la comunidad, por la comunidad, y para la comunidad» (M. Zundel, Un Autre Regard..., p. 105).
De ese modo Zundel
considera que todas las Misas que son rezadas conforme a la doctrina
tradicional de la transubstanciación fueron, y son, inválidas e
ineficaces. Son magia que debería ser prohibida.
De ahí, el odio contra la
Misa de siempre, contra la Misa de San Pío V, y la insistencia obsesiva
que se hace, hoy, para que todo sea hecho "comunitariamente". La
palabra "Comunidad" se torno obsesiva. Se torno obligatoria. Casi un
tabú o talismán. Hay! de quien no la usa o de quien rechaza diluirse en
la "Comunidad".
Perdónenos el paciente
lector repetir tantas citas, confirmando las mismas ideas de Zundel. Si
citamos repetidos textos de ese autor es porque su pensamiento es de tal
modo inaceptable, y tan absurdamente herético, que dando una sola frase
de él, se podría poner en duda si realmente él quiso afirmar aquél
delirio.
Se preguntaría: "¿Será
que verdaderamente es así ? ¿Será que no hubo un error de impresión, o
una falta de claridad en la expresión? ¿Será que no hubo algún equívoco?». Y tales dudas pueden
nacer aún del susto que se tiene al constatar cómo esa doctrina absurda
explica ideas muy difundidas hoy, en los medios católicos, y,
prácticamente, en cada parroquia
Y el susto es aún mayor
al percibir cómo las doctrinas de Zundel transparecen bajo las palabras y
fórmulas extrañas que se usan en las Misas, hoy en día, cómo ellas se
muestran subyacentes en la Nueva Misa de Pablo VI, así como en muchas
doctrinas que convulsionaron la Iglesia después del Vaticano II.
Por eso repetimos citas.
Por eso, pedimos a nuestros pacientes lectores que lean ésta otra cita
de Zundel referente a la transubstanciación de la comunidad = humanidad
en el Cuerpo de Cristo.
"Se sigue de ahí que la Eucaristía es esencialmente una presencia comunitaria, una presencia a la comunidad, por la comunidad y para la comunidad.
No es que Cristo no esté presente: él está siempre enteramente presente en cada uno de nosotros, en cada uno de nosotros! Porque, si nosotros, nosotros no podemos estar presentes e interiores en los otros, en el interior de los otros, porque somos limitados, y porque nuestras fronteras nos impiden ésta presencia en los otros, y porque nuestro egoísmo nos encierra en nuestra soledad, Cristo, él, no tiene fronteras, ni límites, y, en consecuencia, está en el interior de cada uno de nosotros: está en el interior de los otros -- ("Él está en medio de nosotros").
Cristo, por lo tanto, ya está presente en todos, dignos o indignos, él está presente a todos, somos nosotros los que no estamos presentes a Cristo, y en la Eucaristía se trata precisamente que nosotros nos volvamos presentes a él, que tengamos actuación [prise] sobre él, no una posesión material, no ! Se trata de captar con nuestra intimidad esa intimidad de Dios que se nos ofrece. Y precisamente, el gesto comunitario, si lo cumplimos lealmente, va a producir sus frutos» (M. Zundel, Un Autre Regard..., p. 34. El subrayado y el negrito son nuestros).
Si Cristo está presente
en cada hombre, si en el sagrario él no está presente, si, por el
contrario, está presente en la "Comunidad", entonces se explica porqué
el sacerdote debe estar vuelto hacia el pueblo y no hacia el sagrario.
La doctrina de Zundel explica la necesidad de que la Misa sea rezada por
el padre cara al pueblo, y no hacia el sagrario...
Es evidente, en ese texto
citado arriba, que Zundel tiene una concepción gnóstica de la
Eucaristía: Cristo ya está presente en todos los hombres, dignos o no,
en pecado o no. Entonces, a doctrina católica de la gracia es destruida.
Los pecadores tienen, ellos también, Dios realmente presente en ellos.
Todo el orden sobrenatural se derrumba por tierra. El hombre, por su
propia naturaleza, sería divino.
Y si Cristo ya está
presente en todos los hombres, en cada hombre -- aún cuando sean
indignos -- por lo tanto, esa sería una presencia que no dependería del
estado moral de la persona; se debe preguntar si esa presencia es
ontológica. Porque, si esa presencia fuere ontológica, todo hombre, por
el simple hecho de ser hombre, aún que no sea católico, aún que ni
siquiera sea bautizado, tendría a Cristo presente (naturalmente por su
gracia sobrenatural) en sí mismo.
Y es lógico que Zundel
piensa eso mismo; pues afirma que, por la consagración, Cristo pasa a
estar presente en toda la humanidad, sin exceptuar a nadie. Por esa
razón es que él señala que Cristo no tiene límites, no tiene fronteras,
ni dogmáticas, ni morales. Pues el dogma es un límite. El estado de
gracia -- como la Iglesia lo define -- es otro límite.
La doctrina de Zundel es
un pancristismo semejante al de Teilhard de Chardin, y ese pancristismo
es el que explica el actual ecumenismo.
Si toda la humanidad es
el cuerpo místico de Cristo, como el Cuerpo místico de Cristo es la
Iglesia, se concluye que la Iglesia es el conjunto de la humanidad, sin
excluir a nadie. Bastaría ser hombre, bastaría ser concebido, para ser
miembro de la Iglesia. Todo hombre, cualquiera que sea la religión que
él profese, ya sea protestante, mahometano, macunbero, budista,
espírita, pagano o ateo, hombre de buena, o hasta mismo de mala
voluntad, por el solo hecho de ser hombre, tiene a Cristo presente en sí
mismo, y ya es miembro de la Iglesia. Todos hacen parte del cuerpo
místico de Cristo. Todos son miembros (naturalmente) de la Iglesia. (Es
el fin de la distinción del ordene de lo natural y lo sobrenatural
gratuito por los méritos de NSJC, es decir que lo sobrenatural sería un
derecho natural de la criatura y no un don gratuito del Creador, o la
criatura sería igual o lo mismo que el Creador).
Pregunta Zundel:
- "¿Qué hacemos nosotros en
la Liturgia? Nosotros no pronunciamos, las palabras mágicas para
colocar Dios en un local. ¿Qué hacemos nosotros en la Eucaristía?
Nosotros hacemos que toda la humanidad apele para Cristo, y se
solidarice con él, diciendo sobre él: "Esto es mi cuerpo. Esto es mi
sangre". Toda la humanidad viniendo a colocarse a los pies de la cruz.
Y Cristo, en las mismas palabras, inviste a su comunidad y se da a la humanidad, diciendo sobre ella: "Esto es mi cuerpo, esto es mi sangre". Y, al final de la enunciación de esas palabras, la presencia real de la fraternidad se da verdaderamente a los suyos. Él se da a la comunidad, por la comunidad y para la comunidad». (M. Zundel, Un Autre Regard..., p. 35). - "Es exactamente este desapego que Cristo quiso provocar en la Eucaristía estableciendo entre él y nosotros toda la humanidad, todo el universo. Para venir a mi, nos dice Jesús -- [¿Dónde es que Jesús dice eso? Zundel inventa palabras que pone en la boca de Jesús, palabras que Cristo nunca dice] -- para encontrarme realmente, para no hallar una caricatura o un ídolo, para no repetir la ilusión mortal de los apóstoles, será preciso que asumáis toda la humanidad y todo el universo -- por lo menos en intención, esto es, con toda las energías de que sois capaces en ese momento. Cuando hubieres formado juntos mi cuerpo místico, cuando estuvieres todos reunidos en mi mesa, entonces será el momento de llamarme, y no dudaré en responder» (M. Zundel, Stupore e Povertà, pp. 99-100).
Como se ve, Zundel no
duda en inventar palabras y colocarlas en la boca del propio Cristo,
elaborando así un nuevo evangelio apócrifo: el Evangelio según Zundel
"Se sigue de eso que la Eucaristía es esencialmente una presencia comunitaria, una presencia a la comunidad, por la comunidad, para la comunidad». (M. Zundel, Un Autre Regard..., p. 34).
Es claro que no faltará
quien pretenda justificar a Zundel presentando el argumento de que
Cristo dice: "Donde dos o más estuvieren reunidos en mi nombre, yo
estaré en medio de ellos» (Mt. XVIII, 20).
Pero, la prometida
presencia de Cristo entre los que se congregan en su nombre es
esencialmente diferente de la presencia real y substancial de Cristo en
la Eucaristía. En el pueblo reunido en su nombre, la presencia de Cristo
es una gracia (de presencia meramente espiritual). No es una presencia
verdaderamente substancial de su Cuerpo, Sangre, Alma e Divinidad, como
ocurre en la hostia. Equiparar estas dos formas diferentes de presencia
es hacer sofismas, y querer engañar, usando la palabra "presencia"
anfibológicamente, con sentidos diferentes.
Para Zundel, Cristo no
está real y substancialmente presente en la hostia, pero está presente
en la Comunidad, esto es, en la humanidad.
Si eso fuese así, ¿no es
lógico y natural que el sacerdote celebre la Misa vuelto hacia el
pueblo, hacia la comunidad, en la cual Cristo está realmente presente, y
no vuelto para el sagrario, donde, según Zundel, está un objeto
ineficaz guardado en la cajita, o un ídolo semejante a un faraón?
El centro de todo, en la Misa, sería el Pueblo-Cristo, el Pueblo de Dios, y no la hostia consagrada. ¿No sería esta doctrina sacrílega y herética de Zundel la que inspiró la Misa Nueva de Monseñor Bugnini?
Entonces, cuánta razón
tiene el Cardenal Ratzinger en decir que fue un error mudar la regla que
obligaba a hacer que el altar, el sacerdote y el pueblo quedar vueltos
hacia el Oriente, y no hacia el pueblo. Que, por lo tanto, fue un error
mandar al sacerdote rezar la Misa vuelto hacia el pueblo.
Eso explicaría
también porqué los Cardenales Bacci y Ottaviani, en su examen de la
Nueva Misa de Pablo VI le hayan escrito que a Nueva Misa era "un impresionante alejamiento de la teología católica de la Santa Misa» (Cardenales Bacci y Ottaviani, Breve examen crítico del Novus Ordo Missae).
Para Zundel, por tanto, la presencia de Cristo sólo puede ser comunitaria, sólo puede ser en la humanidad.
"Esto significa que Nuestro Señor sólo puede estar presente para la humanidad bajo a forma de Iglesia: y esto quiere decir que Nuestro Señor es el segundo Adán, como decía San Pablo. Nuestro Señor, en el cual toda la historia reinicia, se recapitula, Nuestro Señor que es el centro del universo, Nuestro Señor que une todo en sí mismo toda la creación, para que el universo todo sea solo una sola persona, no podía de lar otro local de encuentro para a la humanidad sino ésta Iglesia, la cual responde por lo tanto a las exigencias de una comunidad» (M. Zundel, Il Volto..., p. 164).
V - Transubstanciación del cosmos en Cristo
Pero él va más allá.
La consagración
realizaría no sólo la transubstanciación de la humanidad en el cuerpo de
Cristo, sino que haría aún más: transubstanciaría el cosmos en Dios, en
Cristo. La consagración divinizaría la materia:
"La Eucaristía no es solo a realización de la humanidad, ella es también la realización del universo. Porque el universo debe, él también, entrar en la vida divina: el universo, él también debe ser transfigurado por la mirada de Jesús. La vocación del universo es la de ser el ostensorio de Dios» (M. Zundel, Un Autre Regard..., p. 75).
Por ahora, el universo es presentado solo como "ostensorio de Dios"... Después... Zundel insinúa, dice sin decir... Hace entender, dejando siempre una vía de escape. Pero acaba diciendo lo que es, en qué consiste esa "vocación del universo»:
"Y después, también -- pero habría tantas cosas que decir! -- hay la transubstanciación que se realiza en esa liturgia: esa mudanza esencial de la estructura del pan y del vino en el Cuerpo y Sangre del Señor. Hay ahí una especie de miniatura resumida inconmensurable en la cual lo más alto toca lo más bajo, en que a materia es abrazada de algún modo por el amor de Dios, en que la materia es transfigurada, transformada, transubstanciada, para no conservar sino sus apariencias que vehiculan la Presencia real de Nuestro Señor.Y bien parece que eso nos muestra una vocación del universo: del universo no está cerrado en un determinismo y en una fatalidad materiales. No! Él está abierto, el universo está abierto, el universo tiene una vocación, el universo es tocado por el espíritu, él es llamado a espiritualizarse, a liberarse, y esto quiere decir que Dios quiere comunicarse a el universo, hasta al menor átomo de la materia, tanto cuanto él sea capaz de recibir esta comunicación: hay ahí una miniatura [raccourci] extraordinaria». (M. Zundel, Un Autre Regard..., pp. 192-193).
Por lo tanto, para Zundel, la materia debe "liberarse". Y por liberación él entiende la divinización del universo material.
Eso es confirmado por otros textos de este autor.
"Cuando Jesús transforma o "transubstancia" el pan y el vino, cuando él introduce la libertad en el corazón de la materia, como él lo hace en todos los milagros, justamente él revela que la vocación del universo es la de ser divinizado: el universo sólo tiene un movimiento continuo que va del átomo al hombre y del hombre a Dios. El propio sentido del universo es el de reflejar el rostro de Dios, es el de participar de su amor, es el de entrar en el júbilo de la Trinidad divina.
Y es ahí que exactamente a través de las especies consagradas la materia es liberada, el universo físico se personaliza y la unidad de la creación, por lo menos por un momento, se realiza». (M. Zundel, Un Autre Regard..., pp 175-176. El negrito y el subrayado son nuestros).
En esas frases Zundel expresa una doctrina bastante afín con el pancristismo del gnóstico y modernista Teilhard de Chardin.
Es ese pancristismo que hace entender esta otra cita del hereje que focalizamos en este artículo:
"La comunión es algo universal; y la manducación es la señal que representa otra manducación, una identificación misteriosa que se realiza en lo más profundo de nosotros, si estamos conscientes de la presencia universal de Cristo. Vuestra comunión es siempre la comunión de toda la Iglesia, de toda la humanidad, de todo el universo; y por esto podéis aproximaros de la comunión si no tenéis ningún sentimiento sensible, porque vuestra comunión es la comunión de la Iglesia entera» (M. Zundel, Il Volto..., p. 71).
En otro pasaje, Zundel escribe:
"Dios nos inmortaliza, él es la respiración de nuestra vida, solamente él puede hacer de nosotros una presencia universal que abarque toda la humanidad y todo el universo para hacer de él una hostia para la gloria del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (M. Zundel, Un Autre Regard..., p. 186).
Habíamos visto que Zundel
definirá al universo transubstanciado como "ostensorio de Dios». Ya
ahora, él lo define como "hostia"...
Véase la
confirmación de ese pancristismo zundeliano, que no inventamos, en el
título de un capítulo de su libro Un Autre Regard sur l’Eucaristie: "La Promoción de la materia en eucaristía»:
"La Eucaristía, es ya la transfiguración de todo el cosmos y de todo el universo en un resumen prodigioso. En esa transfiguración, lo que hay de más material en el universo es desposado por Dios y transformado por él hasta tornarse el vehículo de la Presencia real.
La materia es promovida a volverse el signo, y el sacramento, que nos comunica la presencia del Señor, es una miniatura de toda la historia del universo, es la realización de su vocación postrera, que es ésta transfiguración en la luz de Dios: jamás la materia, lo que nosotros llamamos materia, se encuentra tan profundamente glorificada!
Es como la imagen del cuerpo glorificado, del cuerpo que no significa más finalmente en su unidad sino la Presencia infinita que la penetra y que es su vida» (M. Zundel, Un Autre Regard..., p. 190).
No hay duda entonces que,
para Zundel, el propio cosmos está destinado a ser transubstanciado en
Dios. La materia sería transubstanciada, divinizada en Cristo.
Para Zundel, en toda las cosas existiría lo que él denomina la "Presencia».
Ya vimos que, conforme a Kabbalah, la emanación sefirótica que cayó en el mundo y quedó apresada en él, es llamada de Schechinah, palabra que significa exactamente "Presencia de la Divinidad», inmanente en las cosas, y que es preciso liberar para que ella retorne al Ein Sof, a la Divinidad. Para la Kabbalah y para la Gnosis -- y la Cábala es la Gnosis del judaísmo -- la función del hombre es ser el redentor de sí mismo, y, redimiéndose, redime al propio Dios. El Hombre sería el salvador de sí mismo, y, salvándose, el hombre salvaría a Dios.
Ahora, véase cómo Zundel afirma esa misma doctrina típicamente gnóstica:
"Es preciso admitir, por lo tanto, con los más humildes fieles, que Jesús inscribió realmente en el centro de la historia esta prodigiosa ecuación: el hombre = Dios.
Para conseguir entender esto -- en cuanto es posible conseguirlo -- se debe reconocer que la comunicación de la intimidad divina es el propio sentido de la creación, cuyo surgir inaugura un régimen nupcial que se expresa más profundamente en el lenguaje humano, por la frase: "Tu eres yo" del antiguo ritual hindú. De hecho, es gracias a esta identificación que era formulada en este secular uso el consentimiento que constituía el matrimonio. Es este "Tu eres yo", llevado al origen del mundo, que ilumina y fundamenta la ecuación redentora: para dios, el hombre = Dios» (M. Zundel, Quale Uomo, Quale Dio, p. 158. Subrayado y el negrito son nuestros).
El hombre es Dios. Este es el primer artículo del credo de Zundel (Cfr. al final de éste trabajo el Credo de Zundel)
Curiosamente, Zundel
acusará la doctrina de la Iglesia, sobre la Eucaristía, de ser el peor
tipo de materialismo que pueda existir: el "materialismo religioso».
Ahora bien, es él quien viene ahora a declarar que por las palabras de
la Consagración, en la Misa, la materia es liberada y se realiza
entonces la vocación del universo material: entra en la vida divina.
Zundel es un hereje que
procura estafar a los católicos con el peor materialismo que pueda
existir: el "materialismo religioso", muy parecido a aquél que se
encuentra en la Cábala y en el Romanticismo.
VI -- Iglesia, Ecumenismo y Apocatástasis
Como vimos, la doctrina
de Zundel identifica la humanidad con el Cuerpo místico de Cristo. En el
momento de la consagración, todo el universo, toda la humanidad todos
los hombres, sin exceptuar uno sólo, son transubstanciados en el cuerpo
de Cristo. De este modo el universo y la humanidad, sin exceptuar ni un
sólo hombre, son divinizados e identificados con Dios, formando un sólo
ser, una sola persona con Cristo. En esto se realizaría la verdadera
redención de la humanidad.
En consecuencia, todo
hombre, aún que no sea católico, y ni siquiera bautizado, haría parte de
la Iglesia. (la cual se identificaría con la Humanidad y finalmente con
el cosmos).
De ese modo, el dogma
católico "Fuera de la Iglesia no hay salvación» sería un absurdo, porque
nada y nadie puede estar fuera de la Iglesia.
Zundel va aún más lejos. Como él afirma que en
todo hombre hay una misteriosa "Presencia" -- algo de la propia
Divinidad substancialmente inmanente en todas las cosas y en todos los
hombres -- todos acabarían salvándose. Nadie podrá ser condenado,
porque, caso contrario, Dios estaría condenándose a sí mismo, porque:
hombre = Dios.
Esa doctrina de la
salvación universal -- la apocatástasis -- fue condenada como herética
por la Iglesia, pero Zundel la defiende sin temor (y hasta ahora,
envenenando al rebaño fiel, sin sanción o advertencia alguna) en sus
libros.
"Cristo quiso que todos formásemos un sólo cuerpo, una sola vida, una sola persona, un sólo ser en su presencia. Es esto lo que Cristo quiso, él que es el Segundo Adán y el gran reunidor, él que es el Hombre, y no solo un hombre, que contiene toda la a historia, el que es la unidad del género humano, el que es todas las generaciones y el contemporáneo de cada uno: él quiso que nosotros formásemos un sólo cuerpo, una sola vida, una sola persona, un sólo ser en su presencia.
Si hay un vacío, se hay una exclusión, se alguien está ausente en nuestro corazón, se alguien es repelido o condenado, nosotros no podemos ser una presencia real porque ahí está la cuestión: la cuestión no es que Jesús esté o no esté ahí., él está siempre ahí porque él es interior a cada un de nosotros, él está siempre ahí (como también estaría en la sopa de Zundel) en una expectativa infinita, él está siempre ahí, cualesquiera que sean nuestras renegaciones, es a nosotros que corresponde estar ahí» (M. Zundel, Un Autre Regard..., pp 103-104. Subrayado y el negrito son nuestros).
En ese texto Zundel deja
clara su doctrina cristicamente monista, que tiene por consecuencias
necesarias la identificación de la Iglesia con a la humanidad, y de ésta
con la Divinidad, sin excluir a nadie. Por lo tanto, nadie puede
condenarse.
Zundel afirma -- contra lo que enseña San Pablo -- que no es preciso temer por nuestra salvación:
"No se trata más, por lo tanto, de temer por nuestra salvación, sino de temer por la crucifixión de Dios. Nada arriesgamos del lado de Dios. ¿Cómo es que una madre podría ser otra cosa sino madre? ¿Será que una madre va supliciar a su hijo? No, ella va a tomar el lugar de él. ¿Será que Dios es menos madre, menos madre de lo que es una madre humana, cuando ella es perfecta? Es imposible. Él es infinitamente más madre que todas las madres. Nosotros no arriesgamos nada de la parte de Dios., es Él que arriesga todo de nuestra parte, porque podemos cerrarnos, podemos negarnos, podemos destruirnos, podemos ausentarnos y Él está sin defensa contra nosotros» (M. Zundel, Silence, Parole de Vie, Ed. Anne Sigier, 1990, p. 68).
Zundel excluye la
posibilidad de que Dios castigue a los hombres eternamente en el
infierno de fuego, como Cristo lo dice y como la Iglesia enseña.
Él ironiza y blasfema del Dios Ultor, del Dios vengador:
"¿Cómo se puede presentar el infierno como un "asador" inventado por Dios, en el cual Dios sumerge eternamente criaturas miserables que dan en espantosos gemidos? Es claro que el infierno puede ser visto en diferentes niveles y que el infierno corresponde de un modo general a esta idea, a esta certeza que hay una diferencia entre el bien y el mal, que, por consecuencia, el bien y el mal no pueden conducir al mismo resultado. Y esta idea profundamente justa, es preciso no debilitarla, todo lo contrario. Es preciso subrayar constantemente que el bien y el mal son diferentes y que ellos no pueden tener la misma salida. Es preciso no olvidar aún que, en el Nuevo Testamento, el Bien es Alguien a amar y que es preciso tornarse el Bien, lo que ya constituye una diferencia, así como el mal es una herida hecha a Alguien, y no, antes de todo, la violación exterior de una ley exterior a nosotros mismos» (M. Zundel, pp. 68).
Y de ahí Zundel saca una conclusión increíble:
"Y esto es el infierno cristiano: un Dios crucificado en nosotros, si rechazamos amarlo, eternamente crucificado en nosotros, si rechazamos eternamente amarlo. Entonces, el juicio no es más el juicio del hombre por Dios, es el juicio de Dios por el hombre». (M. Zundel, Silence, Parole de Vie, pp 68).
Conclusión que él confirma, diciendo aún:
"y es por eso que el cristiano está descargado del cuidado de su salvación: no se trata más de salvarse sino de salvar a Dios de nosotros, de salvar a Dios de nuestras tinieblas, de nuestros límites, de nuestras rechazos, de nuestras ausencias, de nuestras distracciones, a fin de, como dice San Pablo, no afligir al Espíritu» (M. Zundel, Silence, Parole de Vie, p. 68).
Dios es quien estaría siendo salvado, y no el hombre (todo al revés). ¿Cómo explicar esta afirmación sorprendente? No venos otra explicación posible sino la de la Gnosis. El hombre, y toda las
cosas, tendrían dentro de si una partícula divina. La misión del hombre
sería reconstituir la unidad divina perdida en la creación, haciendo que
todas las partículas divinas, aprisionadas en la materia, retornen al
pleroma divino rehaciendo la unidad perdida de Dios. El hombre sería
salvador de Dios. Pero esta salvación es fatal, ineluctable. Por eso,
por más que surjan vicisitudes y contratiempos, Dios acabará siendo
salvado por el hombre. No hay que temer por nuestra salvación. Dios es
que puede temer que fallemos, haciendo durar más tiempo el exilio de la
Divinidad en el mundo.
Pero, al fin y al cabo,
todos los hombres serían salvos, porque para esta salvación, no se tiene
en cuenta la moral -- la obediencia a una ley exterior a nosotros ,
impuesta por un faraón, exterior al hombre -- sino que la salvación
tiene razón ontológica, no moral. Todos los hombres se salvarán, porque
todo hombre = Dios.
Esta sería la ecuación redentora inscrita en el corazón de la Historia, como vimos que Zundel afirma.
Todas esas
consideraciones permiten comprender mejor, ahora, por lo menos algunos
de los artículos del Credo de Zundel, en el cual él substituye a Dios
por el Hombre:
"Creo en el hombre criador del hombre.
Creo en la trinidad humana: padre, madre e hijo.
Creo en la virginidad de la paternidad y de la maternidad auténticas.
Creo en la virginidad del amor.
Creo en la comunión de luz en la cual las personas recíprocamente se generan y se reconocen.
Creo en el valor infinito del cuerpo humano y en su eternidad.
Creo que Dios es la vida y el secreto del cuerpo como él se revela en él.
Creo que Dios se hace cuerpo tanto como él se hace hombre.
Creo que el cuerpo sólo se torna él mismo desarrollando la dimensión mística que lo personifica y que escapa a toda posesión.
Creo que el amor es un sacramento que es preciso recibir de rodillas». (M. Zundel, Credo, apud Marc Donzé, La pensese théogique de Maurice Zundel, Ed. du Tricorne, Genebra, ed. Cerf, París, 1980-981, p. 290).
Ese
extraño "Credo" que nada tiene de católico fue encontrado entre los
papeles de Zundel que trataban del amor y de la sexualidad, por Marc
Donzé, que o publico en su libro citado arriba.
Varios artículos de ese "Credo" son ininteligibles sin una explicación más profunda de la teología de Zundel.
Además, como es natural,
es esa teología la que explica la doctrina herética y gnóstica que
Zundel y su escuela tienen sobre la Eucaristía.
Esa doctrina teológica de Maurice Zundel pretendemos estudiarla en otro trabajo que haremos, en breve.
De cualquier forma
queremos, una vez más, registrar nuestro espanto de que un hombre, con
esa doctrina herética, pueda haber gozado de la amistad y del favor de
Monseñor Montini, y, después de la amistad del Papa Pablo VI que lo
promovió. Nuestro espanto crece aún más, llegando a rayar en el
escándalo, por saber que Maurice Zundel fue convidado por el Papa Pablo
VI para predicar "ejercicios espirituales" al Papa, a los Cardenales y
a la Curia Romana, en el Vaticano, en 1972. (No puedo dejar de
preguntarme: ¿a cuántos Prelados habrá intoxicado?).
Queda identificado el "humo de Satanás" que Pablo VI denunció haberse infiltrado en el Templo de Dios.
São Paulo, 27 de Marzo de 2.002
Orlando Fedeli
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