Reflexión
tomada de CATÓLICOS ALERTA. El artículo es antiguo, pero su esencia y
vigencia todavía permanece en nuestros días, en los que el bombardeo
opinionístico liberal-modernista en prensa, radio, televisión, redes
sociales y plazas públicas es incesante ad náuseam.
PENSAMIENTO CATÓLICO O LA OPINIÓN PÚBLICA
La
historia de la filosofía antigua nos enseña que en la antecámara a la
etapa de decadencia del siglo de oro de la cultura griega, aparecieron
en escena los filósofos conocidos como sofistas, que colocaban al
servicio del mejor postor, muchos de ellos políticos, su pensamiento y
su oratoria. Vanagloriándose algunos de ellos de tener la capacidad de
convencer y entusiasmar al auditorio, en el mismo día, sobre partidos
rivales e ideas opuestas. Era natural que la estructura del pensamiento
filosófico de algunos de ellos se volviera sincretista, mezclando la
verdad y el error al servicio de un fin determinado; que la moral
decayera en pragmatismo, obrando no según los sanos principios morales
sino según dictara la conveniencia; y que las conciencias terminaran
escépticas, incrédulas a todo razonamiento ante la duda completa de
llegar a conocer la verdad. Allí escucharía por primera vez el mundo la
frase ilógica y por todas partes repetida el día de hoy: “tu verdad, mi verdad”, aún tratando de principios opuestos. O bien, aquella otra: “nadie es dueño de la verdad”; descartando la capacidad que tenemos de conocerla.
Salvando
las diferencias, pareciera que estuviéramos describiendo, no el siglo
IV A.C. sino nuestro tiempo, en el que no se recurre como los antiguos
al areópago para escuchar y aprehender de los filósofos sofistas los
principios del comportamiento, sino que se enciende la radio, la
televisión o se abre el diario, para saber qué es lo que debemos pensar, decir y hacer.
Nuestras convicciones, nuestras bases, nuestros principios, nuestra
raigambre, nuestras creencias, se agitan en un vaivén intempestivo,
flotan a la deriva esperando ser empujados del puerto seguro a un lugar
incierto, para nosotros desconocido pero no para quien domina y manda en
los medios de la opinión pública.
Analicemos
un poco lo que sucede en el país en el que vivimos, en su mayoría
compuesto por católicos. ¿Se vive como católico? ¿se sigue pensando como
católico, y en consecuencia, se habla como católico? Lo que vemos y
oímos nos dice claramente que no. Podemos preguntarnos entonces, ¿qué es
lo que sucede?
Veamos
algunos casos en particular: Tras la muerte de Juan Pablo II, una vez
que la prensa agotó al máximo la historia y costumbres de los funerales
en el Vaticano, se lanzó con furia al próximo tema candente, el
cónclave; no se hicieron esperar las listas, preparadas para este gran
momento, ¿quién sería el sucesor? Negro, blanco, italiano, alemán,
europeo o latinoamericano, se jugaban listas y todos los gustos tenían
su candidato, pero un mensaje en el fondo de todas ellas quedaba en
claro: la opinión pública, o lo que es lo mismo, la opinión de la
prensa, reclamaba: “debe ser un papa más liberal”. Y tras el principio, declaraba el programa: “tendrá
que tocar y renovar sobre estos temas: aborto, homosexualidad,
celibato, sacerdocio femenino, relación con otras religiones...”.
Es
curioso encontrar, después de toda esta propaganda, a nuestros fieles
católicos de buenas intenciones, repitiendo lo que aquí había quedado
grabado: “sí, tiene que ser un papa liberal”, pensando que este
término significaba ser solamente más espléndido en las ayudas y
limosnas a los pobres. Pero era con otro significado con que creció el
coro de “la opinión pública”.
Pero, ¿por qué, preguntará alguno, comenzó comparando esta época a la de los sofistas antiguos? Veamos: Si todo fuera “jugar con el de enfrente”
y tener a nuestros guías, maestros y centinelas firmes a nuestro lado,
no preocuparía, pero hay que lamentarse de que no es así. Pues además de
escuchar al habitual degenerado decir por la radio: “ojo, yo soy católico y respeto mi religión, pero no estoy de acuerdo con que se prohíba...”,
todavía hay que escuchar, como en días pasados, a un arzobispo
brasileño (Cláudio Aury Affonso Hummes Frank OFM), que nos venga a
decir: “no se pueden dar respuestas viejas a preguntas nuevas”. O
bien, al típico cura de campo, que gasta lo poco que recuerda de
teología para pedir, como hace pocos días sucedió en un pequeño diario
de pueblo: “no imponer posturas que ya nos son conocidas de antemano...”; “debatir
el modelo de Iglesia que queremos y el modelo de obispos y sacerdotes
que éste supone, hay que replantearse la estructura y misión de la Vida
Consagrada...”; “para buscar nuevas respuestas a los temas que aún están sin respuestas...”.
¿Cómo?,
aquéllas “respuestas viejas”, o aquellas “posturas conocidas de
antemano”, ¡¿no sirven el día de hoy?! Aquello que fuera la verdad
legada, enseñada y estructurada por Jesucristo, ¿hoy ha dejado de ser
verdad, de manera que debamos debatir “qué modelo queremos de Iglesia,
como sus obispos y sacerdotes, cual es la misión de sus religiosos” y
buscar en un NO SÉ DONDE, pues Jesucristo ya no tiene una Verdad ni
cierta ni duradera, “para poder dar respuestas nuevas a los temas que
aún están sin respuestas”?
Parece
no coincidir el pensamiento de estos “buenos señores” con la verdad
enseñada por Jesucristo y su pensamiento transmitido, a través de todos
los tiempos, por Su Iglesia.
“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”.
“La
doctrina de la fe que Dios ha revelado, no ha sido propuesta como
hallazgo filosófico que deba ser perfeccionado por los ingenios humanos,
sino entregada a la Esposa de Cristo como un depósito divino, para ser
fielmente guardada e infaliblemente declarada” (SS Pío IX; Conc. Vat. I, De la Fe y de la razón).
Así
entonces, la opinión pública, que no es la opinión del católico de
buena conciencia, también hoy tiene a sus sofistas, entregados al mejor
postor. Podríamos repetirles lo que decía el Apóstol Santiago en su
carta: “¿No sabéis que la amistad con el mundo es enemistad contra Dios? Quien pues, quiere ser amigo de este siglo [quedar bien con la opinión pública] se constituye enemigo de Dios” (Epíst. Sant. IV, 4).
Quiera
Dios pues que veamos los acontecimientos de la vida a la luz de los
principios de nuestra Fe, que no cambian. Y que sepamos distinguir la
paja del trigo para saber defendernos del canto de la sirena.
Bien dijo la Verdad Eterna, Jesucristo: “Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros disfrazados con pieles de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces” (Mt. 7,15). “Mi paz os dejo, mi paz os doy... No como el mundo la da” (Jn. 14,27).
P. PEDRO HUGO ESQUIVES SJM. Revista “Integrismo”, Año I, Nº 5 (Mayo de 2005), págs. 59-60.
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