«Lo que había de bueno en el liberalismo de antaño (1820-1860), era una especie de ímpetu juvenil, contra un montón de cosas que tenían que morir; a saber: a) el absolutismo de los reyes, inventado por los reformadores protestantes; b) el despotismo demasiado cerrado de los gremios y corporaciones medievales; c) una decadencia de la religión, que originó en Inglaterra el deísmo y en Francia el filosofismo.
La juventud europea de principios del siglo pasado se conmovió con la palabra libertad, porque se sentía apretada, estrecha y cansada; y al decir “queremos libertad”, de hecho, querían significar: “queremos salir de esto”. Lo que no sabían del todo, era qué se ocultaba detrás de esa dorada y sonrosada libertad del liberalismo; había primero un error, después una ficción y después una herejía: el error de la libertad de comercio, la ficción de la soberanía del pueblo y la herejía de la religión de la libertad —opuesta, aunque derivada de la religión de Cristo–».
PADRE LEONARDO CASTELLANI, Sentencias y aforismos políticos, ed. Patria Grande-Statveritas, Buenos Aires: 1981, pág. 9.
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