Voltaire y Rousseau (grabado anónimo, c. 1794).
«[…] Durante mucho tiempo, como ya habían denunciado los predicadores, la religión y la virtud habían sido vergonzosamente vilipendiadas en la alta sociedad parisina, incluso por las mujeres. “Ninón”, es decir Ana de los Enclos (1615-1706), amiga de Carlos Marguetel, señor de San Evremundo, y mujer ingeniosa pero inmoral, reunió en su salón la flor de la gente frívola y ávida de placer, abogó por la emancipación de la mujer y patrocinó las embellecidas vicio del ingenio: embellecía la corrupción. A este círculo se dirigieron muchas personas incrédulas. Entre ellos estaba Juan Bautista Rousseau (no confundir con Juan Santiago Rousseau), hijo de un zapatero parisino, que se hizo famoso por sus canciones espirituales, pero luego por otros poemas monstruosamente obscenos y por la sodomía, fue expulsado de Francia, y luego vivió en Suiza, en Austria, Bélgica e Inglaterra. Estaban el abate Guillermo Amfrye de Chaulieu, su amigo y poeta igualmente obsceno (+1720); el poeta idílico Carlos Antonio, marqués de La Fare, y Bernardo le Bovier de Fontenelle, versado en matemáticas, en ciencias naturales y en los autores griegos de la decadencia, enemigo secreto de las doctrinas de la Iglesia y de las buenas costumbres; y Antonio Houdart de la Motte, autor de pequeñas obras de teatro. Siendo todavía un niño, Francisco María Arouet, más tarde llamado Voltaire, se introdujo en este círculo por su padrino Francisco de Castagnères, abad de Châteauneuf; y pronto estaba publicando himnos de alabanza a Luis XIV y a la Madre de Dios, mientras que en secreto vituperaba en pésimos versos la religión, el rey y la nobleza; muchos ya preveían en aquel joven al enemigo más peligroso del cristianismo. Después de la muerte de Lenclos, hubo otras damas de hermoso espíritu, que reunieron a su alrededor círculos similares de eruditos y poetas; de hecho, pronto pudieron levantarse abiertamente».
Card. JOSÉ HERGENRÖTHER HORSCH, Historia universal de la Iglesia, vol. 11: “La fundación de la masonería, el febronianismo, la supresión de los jesuitas”.
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)