Traducción de la devoción dispuesta por el padre Antoine Ricard S.Th.D., Canónigo honorario de Marsella y Carcasona, y publicada en París por la Librería de los Hermanos Perisse en 1878.
MES DE SANTO DOMINGO, O EL MES DE AGOSTO CONSAGRADO A LA MEDITACIÓN DE LA VIDA Y LAS VIRTUDES DE SANTO DOMINGO
Por la señal ✠ de la santa Cruz; de nuestros ✠ enemigos líbranos, Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
23 DE AGOSTO – DÍA VIGESIMOTERCERO DEL MES DE SAN DOMINGO: LA TERCERA ORDEN
PRELUDIO
Demos gracias a Dios y pidamos la intercesión de nuestro santo fundador para que nos dé la gracia de ser dignos de este gran favor que nos ha hecho miembros de su Tercer Orden.
PENSAMIENTOS
No hay acuerdo en la fecha de esta maravillosa creación, que, transformando el mundo en un vasto monasterio, lo cubrió de flores divinas que hasta entonces parecían necesitar el amparo del claustro para florecer en los jardines de la santa Iglesia. Pero, al menos, sabemos con certeza que la Tercera Orden tuvo como autor a Santo Domingo. Es también muy probable que el santo patriarca la fundara durante su estancia en Lombardía, donde los desórdenes que reinaban entonces en muchos lugares de Italia, excitaron más de una vez los esfuerzos generosos de su celo incansable.
Su objetivo era elegir y reunir a cristianos generosos que luchan en defensa de la fe y de los fieles. Por eso esta Tercera Orden tomó por primera vez el título de “milicia de Jesucristo”, porque, dice Suárez, fue constituida para defender los bienes de la Iglesia contra los usurpadores injustos. Pero desde entonces, añade el gran teólogo, una vez cesada la persecución, esta milicia cambió su nombre por el de “Penitencia” o “tercera regla”, y sus miembros se llamaron a sí mismos “los Hermanos de la Penitencia de la Tercera Orden de Santo Domingo”. A partir de entonces, los numerosos fieles que se habían alistado en esta santa milicia aplicaron sus reglas a las batallas y luchas espirituales del hombre interior.
De éstos es que el gran Papa Gregorio IX escribió al sucesor de Santo Domingo en el cargo de Maestro General de la orden de los Hermanos Predicadores, el Beato Jordán de Sajonia, ordenándole formar, por sí mismo y por sus hermanos, al ejercicio de la virtud, sus amados Hijos, los Hermanos de la milicia de Jesucristo, «cuyo piadoso Instituto», dice el Papa, «determina a muchos a ascender a la asamblea de los santos; y los anima eficazmente en la conservación de la caridad, trabajando para que, mediante suaves exhortaciones, el número de miembros de esta milicia aumente cada vez más para gloria del Redentor».
Santo Domingo trazó, para esta nueva sociedad que no era ni el mundo ni el claustro, y que participaba de ambos, reglas apropiadas a su doble destino, y que sometían a los miembros a prácticas de piedad y mortificación religiosa que fueran compatibles con los deberes ordinarios de la vida doméstica y civil. La austeridad de algunas de estas reglas, que hoy asombra nuestra debilidad, no impidió que la Tercera Orden progresara rápidamente y se extendiera hasta la propia Orden de los Hermanos Predicadores.
Con razón se ha dicho: las Órdenes Terceras de Domingo y Francisco completaron la conquista del mundo y colocaron el hábito religioso sobre el pecho de los guerreros y el manto de los reyes. La barrera que separa el mundo del claustro se encontró medio rota, y la santidad más heroica fue puesta al alcance de miles de personas que, antes, quizás no se elevaban más allá de la piedad más ordinaria.
PRÁCTICA: Muéstrate digno de la gloria de ser terciario de Santo Domingo.
INVOCACIÓN: Santo Domingo, Padre nuestro, ¡ruega por nosotros!
RASGO HISTÓRICO: La Tercera Orden en el siglo XIX.
«La Tercera Orden ha tenido el honor, en los últimos años, de dar a la Iglesia Confesores y Mártires. Durante la cruel persecución que acaba de asolar la Iglesia de Tonkín, siete miembros de la Tercera Orden mezclaron su sangre con la de dos obispos dominicos y con varios religiosos de la misma orden, para la defensa de la fe. Después de largos sufrimientos soportados con invencible constancia, el primero de ellos que tuvo esta dicha fue el venerable José Nguyễn Đình Uyển, quien murió confesando el nombre del Señor en medio de tormentos hasta su último aliento. El segundo, el venerable José Hoàng Lương Cảnh, un anciano de unos setenta años, quiso marchar a la ejecución vestido con el hábito blanco de la Tercera Orden y le cortaron la cabeza. Los otros cinco todavía eran novicios de la Tercera Orden cuando fueron arrestados. Al no poder recibir la visita del Padre misionero de su distrito en su calabozo, le enviaron su profesión en una carta, que es un monumento a la sencillez de su obediencia y al fervor de su fe. ¡Es un espectáculo conmovedor el de cinco jóvenes, sometidos desde hace más de un año a todos los horrores de un terrible cautiverio, y que se acusan y piden perdón por no siempre poder observar los ayunos y la abstinencia con la precisión de la regla! ¡Qué ejemplo y qué lección para sus hermanos de Europa!... Todos fueron estrangulados mientras invocaban el santo nombre de Jesús. Hay motivos para esperar que pronto serán honrados con un culto público y que la Tercera Orden podrá gloriarse de estos nuevos intercesores. Así la Tercera Orden, en el siglo XIX, recordó noblemente su primer título, dotando a la milicia de Jesucristo de soldados intrépidos que con sangre dieron testimonio de él en la tierra» (Nota histórica sobre la Tercera Orden, del Reverendo Padre ALEJANDRO VICENTE JANDEL).
LETANÍA DE NUESTRO PADRE SANTO DOMINGO
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Dios Padre celestial, ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.
Santísima Trinidad, un solo Dios, ten piedad de nosotros.
Santa María, ruega por nosotros.
Santa Madre de Dios, ruega por nosotros.
Santa Virgen de las Vírgenes, ruega por nosotros.
Magno Padre Santo Domingo, ruega por nosotros.
Lumen de la Iglesia, ruega por nosotros.
Luz del mundo, ruega por nosotros.
Antorcha del siglo, ruega por nosotros.
Predicador de la gracia, ruega por nosotros.
Rosa de paciencia, ruega por nosotros.
Sedientísimo por la salvación de las almas, ruega por nosotros.
Deseosísimo del martirio, ruega por nosotros.
Gran director de las almas, ruega por nosotros.
Varón evangélico, ruega por nosotros.
Doctor de la verdad, ruega por nosotros.
Marfil de castidad, ruega por nosotros.
Varón de corazón verdaderamente apostólico, ruega por nosotros.
Pobre en bienes temporales, ruega por nosotros.
Rico en la pureza de vida, ruega por nosotros.
Tú que cual antorcha ardías de celo por los pecadores, ruega por nosotros.
Trompeta del Evangelio, ruega por nosotros.
Heraldo del Cielo, ruega por nosotros.
Modelo de abstinencia, ruega por nosotros.
Sal de la tierra, ruega por nosotros.
Resplandeciente como el sol en el templo de Dios, ruega por nosotros.
Tú que te apoyaste en la gracia de Cristo, ruega por nosotros.
Revestido de estola real, ruega por nosotros.
Flor de flores elevada en el jardín de la Iglesia, ruega por nosotros.
Tú que regaste la tierra con tu piadosa sangre, ruega por nosotros.
Trigo recogido en los silos del Cielo, ruega por nosotros.
Resplandeciente en el coro de los Vírgenes, ruega por nosotros.
Jefe y padre de la Orden de Predicadores, ruega por nosotros.
Para que en la hora de la muerte seamos recogidos contigo en el Cielo, ruega por nosotros.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, escúchanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros, Señor.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
℣. Señor, escucha mi oración.
℟. Y llegue mi clamor hacia Ti.
ORACIÓN
Te suplicamos, Dios Omnipotente, nos concedas a cuantos padecemos bajo el peso de nuestros pecados, alcanzar el patrocinio de tu confesor nuestro bienaventurado Padre Santo Domingo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠ , y del Espíritu Santo. Amén.
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)