Traducción de la reflexión publicada por Stefano Fontana en LA NUOVA BUSSOLA QUOTIDIANA.
NO SOLO “TUCHO”: DETRÁS DE “Fidúcia súpplicans” ESTÁ EL NUEVO PARADIGMA DE FRANCISCO
La “guerra civil” provocada por la declaración sobre las bendiciones a las parejas irregulares u homosexuales viene marcada por dos visiones de la fe irreducibles entre sí (e irreducibles a la sola “gestión Fernández”).
La “guerra civil eclesial” provocada por la declaración Fidúcia súpplicans puede ser comprendida en sus dinámicas internas volviendo al concepto de “nuevo paradigma” aplicado al pontificado de Francisco. Existen innumerables artículos y libros que utilizan la expresión. Que se trataba de un nuevo paradigma quedó patente desde los primeros pasos del pontificado. Ya en los añadidos al texto inacabado de Lumen Fídei o en la entrevista a La Civiltà Cattolica todos habíamos notado un nuevo paradigma en embrión, que luego se desarrolló ampliamente en esta década y ahora, con la Fidúcia súpplicans, ha mostrado definitivamente su rostro revolucionario, dividiendo a la Iglesia. Debemos evitar atribuir el efecto desastroso únicamente a la última declaración del cardenal Fernández. Fue preparado durante una década y está directamente relacionado con el capítulo 8 de Amóris lætítia, pero no solo. Por eso vale la pena reexaminar la noción de “nuovo paradigma”.
Esta expresión proviene de la filosofía de la ciencia y en particular de la escuela popperiana. Thomas Kuhn interpretó el desarrollo de la ciencia como una sucesión de revoluciones sobre la base de nuevos paradigmas que deben entenderse como programas de investigación. El nuevo paradigma tenía que ser capaz de explicar tanto lo que el anterior explicaba como lo que el anterior no lograba explicar. La cuestión tuvo una evolución interesante cuando Imre Lakatos argumentó que un nuevo paradigma no nace después de que se ha descubierto un hecho anómalo que falsifica el anterior, sino que primero se desarrolla el nuevo paradigma y luego se pueden ver y explicar los hechos anómalos comparados con el anterior, que de otro modo permanecerían en la oscuridad o serían adaptados a la fuerza al antiguo esquema. Por lo tanto, el hecho nuevo sólo puede ser visto como nuevo si la nueva manera de ver las cosas ya ha surgido primero, y no después. Primero pasamos a los nuevos criterios y sólo entonces afrontamos los nuevos hechos, ahora visibles a la luz del nuevo paradigma. Un hecho no es nuevo porque sea nuevo, sino porque es nueva la forma de verlo.
Esta idea puede ayudarnos a comprender la nueva situación en el campo de la teología y de la pastoral, para no quedar atrapados en esta lógica. Según la doctrina de la sucesión de paradigmas, la bendición de las parejas de hecho heterosexuales y homosexuales es un hecho nuevo que los “retrógrados” no pueden entender por qué permanecieron dentro del paradigma anterior, pero es totalmente claro y aceptable para quienes han adquirido el nuevo. La novedad no reside en las parejas homosexuales, sino en la mirada inédita que ahora les lanza el nuevo paradigma. La bendición de esto último es una creación del nuevo paradigma, que planteó la nueva pregunta después de crear la nueva forma de abordarla. El problema surge porque ya tenemos en mente la manera de solucionarlo.
Esto explica otros dos aspectos de la nueva situación eclesial que vivimos. El nuevo paradigma explica cosas nuevas, pero también pretende confirmar las explicaciones proporcionadas por el paradigma anterior, de lo contrario no hay paso adelante. De hecho, Fernández dice que la doctrina anterior expuesta más recientemente en el Respónsum de 2021 no se niega sino que se amplía mediante un nuevo paradigma. Las nuevas afirmaciones son, por tanto, indiscutibles: no pueden ser criticadas a la luz del nuevo paradigma, porque fue precisamente él quien las produjo, y ni siquiera pueden ser criticadas a la luz del antiguo, porque era inadecuado y de hecho era reemplazado por el nuevo, que, sin embargo, nunca deja de explicar lo que explicó el viejo. De esta manera el modelo del nuevo paradigma pretende garantizar la continuidad de la tradición.
Esta visión es deudora del enfoque no realista pero idealista del pensamiento moderno, que parte del sujeto y no del objeto. Así, toda nuestra visión del mundo es un “gran paradigma”, a partir del cual construimos la realidad.
Este es el invento que acabamos de exponer, la realidad es otra. El esquema ahora visto tiene un primer error enorme: entiende la tradición sólo como un “paradigma previo”, al cual se refiere Francisco cuando habla de “repetición de esquemas que generan inmovilidad”, o como una sucesión de paradigmas. Así, la tradición es llamada “viva”, pero en realidad está muerta porque un paradigma no es conocimiento de la realidad, puesto que él mismo la plantea. A lo sumo es interpretativa, lo cual es demasiado poco y distorsiona la definición de la tradición de la Iglesia. Además, no es cierto que el nuevo paradigma permita explicar, a su propia luz, lo que explicaba el anterior. Esto se debe a que plantear nuevas realidades después de inventar un nuevo paradigma también arroja una luz diferente sobre verdades anteriores, vinculadas a una interpretación ahora obsoleta. Este es el punto delicado donde se insertan estratagemas engañosas: en realidad Fidúcia súpplicans suprime el Respónsum porque las nuevas supuestas razones pastorales no son sólo pastorales sino plenamente teológicas. De hecho, pertenece al nuevo paradigma sostener que la pastoral no es aplicativa sino creadora de doctrina.
En la Iglesia actual hay dos visiones de fe y dos códigos de pensamiento irreductibles entre sí. El Dicasterio para la Doctrina de la Fe lleva adelante la visión de la sucesión de paradigmas, mientras que los cardenales, obispos y laicos que se oponen se aferran a la tradición, que no es un paradigma destinado a ser reemplazado por otro.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)