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sábado, 10 de diciembre de 2022

GÉNESIS Y DESARROLLO DE LOS DERECHOS HUMANOS (Un invento norteamericano para consumo de los primates sudamericanos)

Opúsculo publicado por la Editorial del Restaurador de las Leyes, sin fecha conocida (antes de Junio de 2007). Rescatado de CIUDADANOS ALERTA.
  
GÉNESIS Y DESARROLLO DE LOS DERECHOS HUMANOS
(Un invento norteamericano para consumo de los primates sudamericanos)
   
PRIMERA PARTE
 
“Si uno observa el período de la posguerra en su totalidad, uno puede verificar que la política exterior estadounidense tiene gran cuota de continuidad” [Dean Rusk, Secretario de Estado de los presidentes John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson (1961 a 1969). Miembro del CFR hasta su muerte en 1994].
“En ningún momento en nuestra historia en tiempos de paz ha dependido el estado de la Nación tan fuertemente del estado del mundo; y jamás como ahora ha dependido el estado del mundo tan fuertemente del estado de nuestra nación” [Gerald R. Ford, vicepresidente de los EE. UU. de 1973 a 1974 y presidente de 1974 a 1977. Miembro del CFR y de la Trilateral Commission].
“Estados Unidos es aquel proceso que va de la barbarie a la civilización, sin pasar por el necesario estadio de la cultura” [Georges Clemenceau (1841-1929), Premier francés de 1917 a 1920].
 
Nace una política de Estado
En los Estados Unidos, los años que transcurrieron entre las dos guerras mundiales estuvieron signados por el idealismo en los valores políticos, siendo las ideas de Woodrow Wilson (1), la expresión acabada de ese idealismo moral que obligaba al país a ingresar a la Primera Guerra Mundial para “pelear la guerra que terminará con todas las guerras”, la que haría que el mundo fuese “un lugar seguro para la democracia”.
  
A través de los años, ese idealismo moral se transformaría en política oficial del Estado que tocó límites casi insólitos durante la administración del presidente James Carter (1977-1981), en lo referente a su iniciativa en materia de derechos humanos que se transformaría “en el alma de nuestra política exterior” según uno de los primeros discursos como presidente en 1977 (2).
 
Los derechos humanos son una cataplasma que alivia pero no los cura
La definición de los derechos humanos surge de la terminología del CFR (Council on Foreing Relations, Inc.), lupanar de las transnacionales (3), al formarse la ONU (el Vaticano de la Masonería Internacional), con su Declaración Universal de los Derechos del Hombre (4), hizo que estos derechos formaran uno de los vértices del plan de gobierno diseñado desde el CFR mucho antes de que James (Jimmy para la prensa venal) Carter asumiera la presidencia, y que se denominó Proyecto de Agenda para los Años Ochenta.
  
Tal proyecto pretendía servir como una suerte de bálsamo para el pueblo estadounidense y para la opinión pública mundial, que se encontraba aporreada y, por ello, muy sensibilizada a raíz de tener presentes en la memoria colectiva los excesos modelo Dresde y Hamburgo (5), las dos bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki (6), las brutalidades de la guerra de Corea, el escándalo Watergate, que obligó a Richard Nixon a renunciar como presidente (7) y, lo más pesado por lo reciente: los enormes abusos a los derechos humanos perpetrados por las fuerzas armadas estadounidenses durante 15 años que se extendió la Guerra de Vietnam, que produjeron un enorme trauma en la concienciade la sociedad que forma la Gran Democracia.
  
A propósito hemos dejado para otra ocasión lo ocurrido en Haití, Trinidad Tobago y Panamá para el derrocamiento del General Noriega que dejó, aunque la cifra no fue confirmada ni desmentida, el tendal de unos 25.000 muertos, de los cuales se sabe con certeza, solamente 5.000 eran militares.
  
Como en el psicoanálisis, el problema no se resuelve: se transfiere y parece otro
En lugar de realizar una saludable introspección y autocrítica (como aconsejaba Segismund Freud, al que son tan afectos estos gringos, para justificar su homosexualidad), para buscar y encontrar las razones que hicieron que la comunidad nacional norteamericana se dejara arrastrar por una élite gobernante para consumar semejantes crímenes y una guerra atrozmente sangrienta contra Vietnam, lo que les hubiese permitido localizar, juzgar y condenar a los responsables de delitos de lesa humanidad, el plan de acción psicológica preparado por el CFR se concentró en proyectar aquellos tres lustros de horrores en Vietnam, que rebasaron la copa de la paciencia, sobre los gobiernos militares de Centro Y Sudamérica (que viene a ser el viejo truco: la culpa nunca es mía: siempre es del otro; ergo yo no necesito enmienda porque soy un buen tipo).
  
Así se cumplía con una suerte de mecanismo de transferencia y compensación psicológica masiva, mientras que, al mismo tiempo, se promovían las estrategias del globalismo en toda la región (lo realmente importante) y se aceleraba el proceso de endeudamiento (obligando a los países sudamericanos a tomar préstamos en petrodólares rechazados por los árabes). En realidad la técnica no era nueva: este proceso de reemplazo casi simultáneo de los gobiernos militares sudamericanos ya se había producido en los años ochenta, al principio del fin de la Unión Soviética y el renacimiento del progresismo (aquí disfrazado de la social-democracia alfonsinista), vieja ideología donde el liberalcapitalismo y el marxismo se volvieron a abrazar como en Yalta, cuando se repartieron los despojos de una Europa malherida y del mundo restante.
 
Estrategia que tampoco es nueva; ya la habían diseñado después de la derrota de Napoleón en Waterloo (Bélgica, en 1815): América para los Americanos (doctrina del presidente Monroe de 1823) y África para los Europeos (doctrina del general Wellington de 1816; sí, el amigo de San Martín en España, que de ahí pasó a Presidente de la Cámara Inglesa, justamente cuando el prócer se autoexiliaba en Escocia al lado de Lord Fiffe, 1824). Coralario: África y Sudamérica son el mismo perro con distintos collares desde 189 años atrás. Escolio: no queremos que nos cambien el collar, queremos dejar de ser perros. Consecuencia: he ahí lo difícil para algunos que se han sentido y han sido siempre perros.
  
El punto clave a señalar radica en el hecho de que la política oficial estadounidense exigiría indirectamente a los gobiernos sudamericanos, especialmente al argentino por la audaz e imperdonable irreverencia de Malvinas, juzgar a sus ex gobernantes militares por abusos a los derechos humanos durante sus regímenes, mientras que los propios norteamericanos jamás investigarían, ni mucho menos juzgarían, la responsabilidad que les cupo a sus propios gobernantes (campeones en capitalizar los éxitos y socializar los fracasos) y a sus militares (auténticos psicópatas disfrazados de libertadores), por la masacre de 1’000.000 de vietnamitas (de los cuales 800.000 eran civiles), durante aquella guerra, a los que se le suman las más de 50.000 bajas de combatientes estadounidenses y sin contar los 433.000 heridos inválidos, mutilados, suicidas, locos, ebrios acerebelados, asesinos de alta peligrosidad y drogadictos con los sesos fritos, que les quedaron como souvenir hasta que la vida vegetativa o la cámara de gas (quien los agarre primero) concluya con ellos y los manden al horno donde rechinarán los dientes.
   
Los responsables tienen nombre y apellido
Robert S. McNamara fue Ministro de Defensa entonces y responsable directo durante buena parte de aquella guerra; Dean Rusk fue Secretario de Estado; el General William Westmoreland, fue comandante de la fuerzas armadas; Henry Kissinger (8) fue el que acordó esa caricatura de paz con el representante de Vietnam, Lê Ðức Thọ, en París a principio de los años setenta, la que precipitó la vergonzosa huida de los Estados Unidos de Indochina, y su inmediata invasión por las violentas fuerzas comunistas del Vietcong en Vietnam y del Khmer Rouge en Camboya, que se estima masacraron a 3.000.000 de personas entre 1975 y 1978.
 
Existen cientos de personalidades, casi todas ellas miembros del CFR (9), que dentro y fuera del gobierno tuvieron responsabilidades directas en la entrada, profundización y el trágico desenlace de la Guerra de Vietnam, lo que automáticamente también implica fuertes vínculos en las diversas matanzas cometidas. Estamos ante claros y bien documentados hechos de crímenes de guerra, crímenes contra la paz y crímenes contra la humanidad dentro del marco de un proceso genocida en Indochina perpetrado por los Estados Unidos y sus aliados a lo largo de quince años corridos.
  
Millones de documentos y un caso resonante
Son millones los documentos que pudieron haberse esgrimido como pruebas contundentes contra civiles y militares por las millones de muertes durante aquella guerra, pero ningún tribunal de los Estados Unidos (tan pundonorosos en las películas), tampoco la Corte Suprema (tan inflexible como nos cuentan), ni la Corte Internacional de Justicia (conventículo de chanchulleros), incluyendo aquí a Jimmy Carter (dulce imagen de la pureza y Premio Nobel de la Paz), creyeron conveniente turbar a la “opinión pública” mundial con la investigación y posterior difusión de aquel verdadero Holocausto (tal vez el único que realmente existió por causa de una conflagración, y superior al que sufrió el pueblo de Alemania, y no los judíos, a partir de enero de 1945; de hecho entonces excluimos a la Rusia stalinista a partir de 1923 y a la China Comunista comenzando de 1949, porque no nos alcanzarían la sucesión fundamental de los números naturales para cuantificar sus víctimas).
 
Existió un solo caso resonante, imposible de tapar por lo horroroso, que fue el de la matanza en el villorrio vietnamita de Mỹ Lai por un pelotón del ejército estadounidense, cuyo oficial al mando, el Capitán Calley, y sus hombres, serían luego indultados por el presidente Nixon. Ningún otro funcionario o militar resultó enjuiciado o condenado por abusos a los derechos humanos, y hoy cuando el mundo ya tiene una Corte Criminal Internacional, según el estatuto firmado en Roma en 1998, nos encontramos ante la paradoja de que, el impulsor de tal corte supranacional, los Estados Unidos, deciden no firmar dicho tratado debido a los “temores del Pentágono por la suerte de sus fuerzas de paz en todo el mundo (…) y su principal preocupación de que el presidente, los miembros de su gabinete quienes integran el National Security Council y otros altos líderes civiles y militares responsables de nuestras políticas de defensa e internacional, pudieran ser blancos potenciales de algún juez no subordinado (a los intereses estadounidenses) dentro del marco de la Corte creada en Roma” (10).
  
Ahora bien: como se sabe los delitos de lesa humanidad y los crímenes de guerra no prescriben, de modo que es de esperar que los EE. UU. no firmarán jamás ese tratado que es el remedo amplificado de Núremberg, su propio invento. De hacerlo algún día, esos estrados se llenarían de personajes norteamericanos y esa nación deberá pagar cifras fabulosas por indemnizaciones por asesinatos alevosos, masacres, auténticos holocaustos y daños provocados, algunos de carácter irreversible (11).
  
Estados Unidos traiciona a sus empleados sudamericanos
La política de los EE. UU. en materia de derechos humanos durante los años setenta y ochenta los condujo a concentrarse, casi exclusivamente, sobre el conjunto de gobiernos militares de derecha (eufemismo por: empleado, genuflexo o alcahuete), particularmente aquellos que se encontraban en el poder en Sudamérica. A pesar de que dichos gobiernos en otras épocas (en nuestro país solamente desde 1809) (12), se encontraban instalados gracias a que el propio Departamento de Estado norteamericano los consintió, les brindó su asistencia y toleró esas dirigencias castrenses para que se derrocaran gobiernos civiles, constitucionales, democrática y limpiamente elegidos porque, en determinado momento, resultaban “poco confiables” para los intereses del globalismo.
 
Tales son los casos emblemáticos de Salvador Allende en Chile (en 1973, previo pago a los caciques castrenses transandinos de sobornos siderales, traídos desde Washington a Ezeiza y llevados de allí a Santiago, por altos jefes militares argentinos, acólitos del general Lanusse), y de Isabel Martínez de Perón en Argentina (en 1976, previo abonar el terreno por la prensa desvergonzada, predisponiendo a la opinión pública por medio de la subversión marxista-terrorista, y hacer los chequeos del circuito a cargo del terrorista Brigadier Capellini, por el lado militar, y del terrorista dirigente Calabró, por el lado sindical).
  
Al rememorar estos infaustos trances, no pretendemos determinar si aquellos gobiernos civiles (el primero se caía solo por la bancarrota del Estado y al segundo le faltaban cuatro meses para entregar el poder), y sus reemplazantes militares fueron buenos o malos ya que, en el caso de nuestra Patria al menos, existe un amplio consenso de que ambos se desempeñaron de manera lamentable (sea el del Caracalla chileno o del Calígula argentino), sino más bien descubrir la trama oculta de hipocresía y falsificación de la realidad histórico-política a la que nuestro subcontinente se ha visto expuesto, a través de una compleja y poderosa campaña de acción psicológica centrada en la supuesta defensa de los derechos humanos.
  
SEGUNDA PARTE
  
Esto les pasa a los empleados que estorban al patrón
Hacia finales de los años setenta, los regímenes militares (otrora empleados dignos y eficientes), habían dejado de ser útiles, necesarios y confiables, comenzando en algunos casos, que puede ser el argentino (caso de la obtención de la energía nuclear, el desarrollo misilístico del Cóndor II y Malvinas), aunque no el chileno y otros con menos dignidad, a manifestarse como verdaderos estorbos para el Imperio al darse pasos decisivos en el coloniaje (por ejemplo: incremento fenomenal de las deudas internas que del 10 al 15% del PBI pasaron al 48%, hoy después del tándem Menem (masón)-Cavallo (masón y CFR)-dela Rúa (masón y CFR), sobrepasa el 100%, luego: es impagable), justamente en el momento en que recobraba vida la idea de la globalización y el nuevo paradigma (las fronteras nos separan; los Estados Unidos nos unen): la disolución de los estados nacionales.
  
En esta parte Adrián Salbuchi dice que el Departamento de Estado chocó, para ejecutar sus designios perverso, con los militares nacionalistas. Humildemente creemos que esto no fue así. Primeramente si un militar es detectado como nacionalista en el Ejército Argentino sería dado de baja a día siguiente: la jerarquía castrense ha sido, en este sentido, un germicida muy eficiente (13). Seguidamente creemos que lo que se vieron venir los militares latinamerican, fue que, al desaparecer los Estados-Nación desaparecerían las hipótesis de conflictos. Esfumadas que fueran éstas, las fuerzas armadas no tendrían más razón de ser, quedando los EE. UU. como gendarme del Mundo. Sin embargo, blandiéndose sobre sus cabezas semejante espada de Damocles, a los militares argentinos, cada día más progresistas, parece importarles muy poco; en su cretinismo han perdido, aparte del honor y el decoro, el más elemental de los instintos: el de conservación.
  
Volviendo al tema: se operó entonces, para el logro de aquéllos fines nefandos, tanto desde el gobierno norteamericano y sus aliados europeos (con España y el Borbón que supieron conseguir a la cabeza para que no se espante), como a través de una multitud de organizaciones nogubernamentales internacionales (financiadas desde Washington) de defensa de los derechos humanos, como Amnesty International, cuyo directorio lo integraba el judío Zbigniew Brzezinski, ideólogo marxistoide, cofundador de la Trilateral Commission y director del CFR.
  
Para preparar la campaña de acción psicológica que habría de llevarse a cabo contra la Argentina y otros países de la región, se comenzó a prestigiar a Amnesty International otorgándole el Premio Nobel de la Paz en 1977, justamente cuando Jimmy Carter estaba a punto de cumplir su primer año de gobierno. Digamos que fue una casualidad. Escolio: sepa el lector cómo y a quiénes se entregan los Premios Nobel, que los tilingos vernáculos hacen creer a la gente inocente que tales personajes premiados tienen una palabra como la de los profetas.
  
Lo dicho no son excusas que laven las culpas
Al señalarse estos aspectos de la política estadounidense sobre derechos humanos, no se pretende minimizar la responsabilidad que les cupo a aquellos regímenes militares de nuestra región. En el caso argentino, la negligencia espantosa, la ignorancia supina e incompetencia superlativa de las cuatro juntas militares del Proceso de Reorganización Nacional, que gobernaron el país entre marzo de 1976 y mayo de 1983, quedó ampliamente demostrada, particularmente en el fallido intento de recuperar Malvinas el 2 de abril de 1982.
  
Desde un principio aquellos gobiernos militares, hato de brutos sin costura, implantaron políticas económicas altamente nocivas para el país y su soberanía, a través de personalidades de confianza de la tecnocracia supranacional, como fue su Ministro de Economía, José Martínez de Hoz (la deuda externa, por ejemplo, pasó de 6 mil millones con Isabel Perón a 74 mil millones de dólares: se pavimentaba lentamente el camino hacia la social-democracia de Alfonsín y sus boys, con Nosiglia de jefe y Sourruille en Economía). No obstante ello, no deben perderse de vista los abusos a los derechos humanos que esos militares cometieron, pero sin olvidarse, por un lado, que los mismo fueron realizados dentro del marco de una guerra antisubversiva y, por el otro, que quien conoce la guerra saben que muchas veces son inevitables por la naturaleza misma de las operaciones.
 
De todas maneras estos hechos, exagerados si prefiere el lector, no se justifican pero empalidecen soberanamente ante la barbarie de los crímenes cometidos por los Estados Unidos en Vietnam solamente; por la vieja URSS en Afganistán y de nuevo EE. UU. en el mismo país, buscando a Osama ben Laden (antiguo agente de la CIA y viejo amigo de Bush), así como las masacres cometidas por los aliados de ambas superpotencias en Medio Oriente, en Centro América, en Africa y en Asia. Hoy mismo el presidente ruso Vladimir Putín (nosotros no tenemos la culpa que se llame así, o que Roosevelt fuera Delano, porque alguien, viéndolo, se inspiró y lo llamó désta manera, que es parte pudenda, pero por algo será), ha anunciado represalias indiscriminadas por los atentados perpetrados por los nacionalistas chechenos. ¿Cuántas mujeres, niños y ancianos morirán esta vez?
 
Dicen los chechenos (obsérvese: presentados siempre barbudos y mugrientos, contra los rusos limpitos y ordenados), que los rusos en sus represalia mataron más de 50.000 niños solamente y han dejado cerca de 250.000 lisiados de por vida. Repetimos: niños solamente. ¿A dónde estás Carlotto que no te pudimos ver? ¿O la muerte de un niñito checheno es distinta de los nietecitos que ella busca, pero que se guardó de dar la lista para que todos nos enteremos cuáles son los 400 desaparecidos? ¿No será Carlotto que tus nietecitos no pasan de 9 y, de saberse, tu negocio podría quedar arruinado? Para evitar estas preguntas molestas, señora: publique la lista de nietecitos.
  
Los civiles serán canallas e ignorantes: pero son más dóciles y confiables
El problema central radicó en el hecho de que los militares en la Argentina, Chile, Perú, Paraguay, Uruguay, Bolivia y Brasil y otros que se nos olvidan sin querer, para ese entonces ya habían dejado de ser empleados confiables del Imperio sustentado por la tecnocracia supranacional. Por diversas razones, era imprescindible suplantarlos. Para ello eligieron individuos pertrechados de resentimiento y pasado ignominioso. Conformaron así regímenes mafiosos, bandas asoladoras de asaltantes, tan nocivos y perniciosos como las mafias militares, pero más dóciles y controlables.
   
Este proceso estaba íntimamente ligado a la problemática económica en torno a las deudas externas (que hicieron crecer al doble sobre las de las gestiones militares, que ya de por sí eran casi impagables) que esos países mantenían con la estructura bancaria privada, que es la que motoriza la tecnocracia supranacional, cuya situación había comenzado a comprometerse por aquellos años.
 
En otras palabras, para la tecnocracia globalista, resultaba mucho más fácil imponer dificilísimos condicionamientos económicos, que se generarían a través de instrumentos de superficie como el FMI, sobre gobiernos civiles democráticos (la dependencia y la entrega a mansalva del patrimonio se haría con leyes votadas por el Congreso, de donde resulta inapelable el proceso), que sobre regímenes militares (la dependencia y la entrega se hacía por decreto firmado por el unicato y sus sirvientes, lo que hace al proceso altamente vulnerable). Para colmo a comienzos de la década del ochenta se presenta un rebrote del añoso concepto de soberanía nacional con la ocupación de Malvinas y esto fue: un mal ejemplo para los integrantes del resto del Imperio; una irreverencia sin precedentes al pretender enfrentarse militarmente con Gran Bretaña, es decir, con las fuerzas políticas y militares de la propia tecnocracia y, finalmente, hacerlo en el preciso momento en que la globalización se había puesto en marcha para dar el asalto final. De allí que mandaran la Task Force y que Malvinas fuese una guerra inconcebible, perdida antes de nacer.
   
De manera que en Malvinas hubo victoria y escarmiento especial y excepcional, que tomó forma a través de un amplio proceso iniciado inmediatamente después de la derrota en junio de 1982, que un año y medio después instalaría a Raúl Alfonsín, a la social-democracia y que aún hoy sigue profundizándose sin solución de continuidad.
  
El jucio a las Juntas Militares fue un escarnio y una autoflagelación
Al indecoroso radical Alfonsín le tocaría en suerte, y está visto que así pasará a la historia, de ser el que llevaría adelante el infame juzgamiento de los comandantes de las juntas militares por sus crímenes antes que por sus errores (he aquí la trampa en este sainete criollo con acento gringo), parodiando los juicios de Nüremberg contra Alemania.
  
Decimos por un lado, que el juzgamiento fue infame porque solamente algunas naciones derrotadas militarmente son expuestas por el oponente victorioso a este tipo de proceso, siempre discutible y peligroso e igualmente denigrante. Pero aquí no hubo derrota militar, sino la victoria proveniente de una contienda electoral, de manera que, en última instancia, se podría hablar de adversarios políticos pero no de oponente militar, porque entre ambos conceptos media un abismo que no se puede sortear de un tranco. De manera que de lo único que se puede hablar en este caso es de autoflagelación. Y ya sabemos que los casos de autoflagelación pertenecen a la psiquiatría, como patologías mentales que son. De donde resulta que este caso es único. Ni Inglaterra, ni Francia, ni Estados Unidos, ni Rusia, ni China, ni Holanda, ni Bélgica, ni Israel, jamás han montado juicios públicos contra sus militares exponiéndolos a la crítica mirada internacional para su desguace, como lo hizo Argentina. Ni jamás lo harán.
  
Pero hilando más finamente la madeja comprobamos que en Núremberg lo que se llevó a los estrados judiciales fueron a los jerarcas responsables del NacionalSocialismo. En Núremberg, esto debe quedar bien claro, no se juzgó al Ejército Alemán. Este quedó excluido como institución y todos los intentos por involucrarlo fueron rechazados de inmediato por los mismos vencedores. Y los que propiciaban su inclusión en el gran paquete de convictos, sus razones valederas tenían: el Ejército Alemán aceptó los emblemas del partido en su uniforme, llevaban sus banderas y millares de casos se cuentan en donde desde el Regimiento hasta el Cuerpo de Ejército sus hombres actuaron completamente consustanciados con el régimen y el partido NacionalSocialista hasta hacerse inmolar.
  
Semejantes autoflagelaciones solamente se realizan sobre algunas naciones derrotadas. Y así no en todas, porque la derrota es circunstancial y no necesariamente incluye el desprestigio y la autoflagelación. De todas maneras detrás del juicio a las Juntas militares se yergue enhiesta la figura de la venganza-escarmiento por Malvinas.
 
Por el otro lado hemos dicho que el juicio a las juntas se llevó a cabo haciendo trampas. Bien: como buenos radicales que se profesan, son tramposos por definición. Digamos que en esto son históricamente eruditos: con más de cien años a la espalda han hecho un doctorado en el chanchullo. Decimos esto porque se movió un aparato judicial formidable para juzgar a las juntas por algo que jamás debieron ser juzgadas: la guerra, porque tal vez fue lo único que hicieron bien desde que lograron la victoria, ¿o no eran acaso militares los contendientes? No se los juzgó por lo importante: el haber dejado al país y a sus instituciones (incluidas sus Fuerzas Armadas) en estado de quebranto y desolación, y a la economía destrozada por varias generaciones. No se los incriminó por el derrocamiento injustificado de un gobierno constitucional y los cinco años de prisión sin causa de una Presidente. No se los sentó en el banquillo de los reos para que expliquen la parodia de guerra con Chile (Navidad de 1978) que dejó un saldo de 15 mil millones de dólares en el crecimiento del endeudamiento externo y otro tanto en el interno. No. Si se los hubiese juzgado por estas cosas hubiesen ido a la cárcel sin ley de amnistía, ni punto final, ni perdón presidencial. Los juzgaron por lo otro, porque sabían que por aquello, tarde o temprano, habrían de zafar. Tal como ocurrió. Luego entonces, aparte de la autoflagelación, lo que se buscó fue el escarnio de una institución de la República, para no arreglar nada desde luego, menos dar justicia, obrando al más puro estilo del gatopardismo garibaldino.
  
El juicio a las Juntas Militares quebró el sentimiento de identidad nacional
Desde aquellos días, la sociedad argentina ha ido dejando de lado en forma creciente todo sentir de identidad nacional y la defensa de su soberanía política, económica y militar. Pues nadie puede dudar que hubiera sido un buen ejemplo para la “opinión pública” mundial si un juicio como el de las juntas militares se hubiese realizado en los Estados Unidos con el juzgamiento de personalidades directamente responsables por la muerte y desaparición de decenas de miles –si no millones-, de personas como Robert McNmara, Henry Kissinger, Dean Rusk, Gerald Ford y el general W. Westmoreland (no incluimos aquí el caso de los Bush, padre e hijo, porque este conflicto no ha terminado, pero ya están asomando las atrocidades), y cientos de otros responsables directos en la guerra de Vietnam. O si se hubiese juzgado a los militares rusos que durante más de una década invadieron Afganistán, o si deseásemos hacer una reparación histórica, a los gobernantes y militares británicos durante su ocupación de la India, o a los franceses en Indochina y Argelia, o a los Israelíes que ya llevan más de medio siglo de atrocidades en Palestina.
   
El juicio a las Juntas Militares: un hito terrible en la historia del mundo
Como decíamos, el único antecedente jurídico de lo realizado en la Argentina por la socialdemocracia alfonsinista, fue el Tribunal de Núremberg, hecho que nos conduce a uno de los principios axiomáticos de la tecnocracia supranacional: en el nuevo orden mundial, los únicos juzgados y condenados han sido, son y serán aquellos que pierdan las guerras. Corolario: ¿y quiénes deberán ser estos? Serán todos aquellos que hacen guerras o luchan por objetivos que no sean o no cuadren dentro de la planificación del nuevo orden mundial.
  
Con este axioma y su corolario, todo concepto de justicia y derecho queda supeditado a una Ley de Hierro: quien dispone de la mayor fuerza militar es el que tiene la razón. De manera que uno de los primeros mensajes del globalismo es: quien tiene la fuerza tiene siempre la razón. Escolio: como nuestro país jamás tendrá una fuerza militar que sea directamente proporcional al potencial de las riquezas que atesora, jamás tendrá la razón y mucho menos cuando la tenga, como fue el caso Malvinas.
  
De allí que siempre debamos tener presente que toda declamación o palabrerío acerca de los valores democráticos, la justicia y los derechos humanos, serán interpretados en su correcta perspectiva y debido contexto: porque estos valores quedan siempre supeditados a las condiciones impuestas por aquellos que detentan mayor fuerza militar, más allá que los acompañe o no la razón y la justicia.
  
Masón y marxistoide, Carter se lanza a Nicaragua
En aquellos años de la presidencia de Carter se brindó una amplia asistencia a grupos que tenían “buena prensa” (entiéndase por tal la generada por ellos mismos), en materia de derechos humanos, como fue el caso del Movimiento Sandinista liderado por el bolchevique Daniel Ortega (iniciado en la masonería mejicana y huésped de Cuba por varios años), que derrocó a Anastasio Somoza en Nicaragua. Carter había presionado al FMI y al Banco Mundial (dos entidades de superficie del CFR, que para nosotros son lo mismo), para que no realizaran nuevos préstamos a Somoza, un empleado caído en desgracia por haber sido declarado poco confiable (al conocer las nupcias Carter-sandinistas se les volvió rebelde). El embajador estadounidense en Nicaragua, Lawrence Pazzullo (miembro del CFR, masón y judío de origen italiano, fue puesto a prueba por la patronal en esta ocasión), sería el instrumento para el derrocamiento de Somoza. Por esta razón Somoza, exiliado en Paraguay haría “incómodas” revelaciones en su libro Nicaragua Traicionada y, muy atrevido, amenazó con seguir hablando. Hecho que lo sentenció a muerte con la inapreciable ayuda del masón menchevique Stroessner (entregado de cuerpo y alma a Brasilia, Itamaraty y a las superabundantes logias masónicas brasileñas: punto final de su exilio).
  
Llama la atención que su asesino haya sido el ex líder ERP-Montoneros Gorriarán Merlo, terrorista (¿bolchevique?) que, junto con sus bandas, alfombró el camino para la llegada de Videla; que después estuvo con los sandinistas, previo pasaje por Cuba, cumpliendo los mandatos de Carter y terminó en el ataque a La Tablada. Pero, ¿cómo los marxistas de ayer y de hoy aparecen como empleados y mano de obra del CFR? Este hecho bastaría para desnudar a este setentista nato y neto, que fuera indultado por Duhalde junto con Seineldin (¿una casualidad o un agradecimiento por haber rasurado a todo el nacionalismo del Ejército Argentino?). Aclaramos además que en la muerte de Somoza no estuvo exenta la CIA y agentes cubanos en el hecho y en el apoyo logístico. De manera que Gorriarán Merlo, la CIA, los sandinistas, Fidel Castro, Jimmy Carter, ERP, Montoneros, el CFR… son todos lo mismo, porque si dos cosas son iguales a una tercera resultan iguales entre sí.
 
El asunto Somoza fue pasado por alto rápidamente por la prensa corrupta que nos asiste y, porque Reagan, adoptó una postura opuesta a la de Carter, poniéndole mil trabas al sandinismo al que finalmente logró desplazar. Pero no porque Reagan haya sido bueno. No. Porque el que ya no estaba era Somoza (el verdadero interés del Imperio), entonces resultó ser Ortega el que sobraba. Así le fue.
  
Carter como Nixon, se va para la China Comunista y come arroz con ellos
Carter es el que inicia su política de apertura hacia China que venía impulsando desde hacía años el CFR. Ella fue inaugurada formalmente por Nixon y Kissinger que visitaron China a principios de los años setenta. Pero Carter formalizó sus relaciones con la China Comunista en 1978, lo que automáticamente implicó renunciar al tratado de defensa que mantenía con la República China en la isla de Taiwan, y dejar de reconocerla como nación soberana. Así pasó Taiwan a ser formalmente una provincia rebelde de la China comunista (14).
  
Recordamos de paso que por entonces aún estaba fresca en la memoria la “Gran Revolución Proletaria”, lanzada por Mao Tse-Tung entre 1966 y 1967, con sus matanzas y brutalidades ejercidas en toda China por las turbas del Partido Comunista pertrechadas bajo la axila del famoso “libro rojo” del presidente Mao.
  
A Carter en China, ante lo inhumano, se le olvidaron los derechos humanos
Esta cruel carnicería interna no pareció molestarle mucho al futuro Premio Nobel de la Paz. Ni tampoco le pareció oportuno pontificar ante el gobierno chino acerca de los “derechos humanos”, de los cual ya era su paladín, por más que ha quedado demostrado que el régimen comunista chino fue el que más personas masacró en toda la Historia de la Humanidad, superando al judío bolchevique Stalin, que no es poco decir.
 
Desde la revolución que lo llevó al poder en 1949 (con ingente e inapreciable ayuda norteamericana para evitar que Japón, aliada con Alemania, atacara a Rusia por el sur: verdadera causa de la llamada Guerra del Pacífico), pasando por el proceso de consolidación en los años cincuenta, la Revolución Cultural de Mao Tse-Tung y hasta la masacre de la Plaza de Tiananmen en 1991, se estima que el régimen tolerado por la tecnocracia globalista y hoy su más importante socio comercial, asesinó a no menos de 50’000.000 de personas. Entonces, ¿se puede decir con soltura que China Comunista es un invento norteamericano? Sí. Y si lo dudan pregúntenle al general Chiang Kai-Shek traicionado por los EE.UU.
 
En sus memorias, Keeping Faith, Carter mantiene un significativo silencio acerca de estos hechos y sus obvias implicancias éticas y morales para cualquier persona que pretenda erigirse en defensor de los “derechos humanos”. Estas “memorias” también parecen olvidar por completo a los 3’000.000 de camboyanos masacrados por el régimen de Pol Pot entre 1975 y 1978. Por ese entonces, Carter y su gobierno estaban demasiado ocupados con los militares chilenos y argentinos. Esas políticas de Carter no fueron sólo una idea suya y de su Consejera en Asuntos de Derechos Humanos, Patricia Derian (miembro del CFR), su Asesor para Asuntos Latinoamericanos, el judaico Sol Linowitz (también del CFR), sino que fue una política premeditada y puntual diseñada desde el CFR y la Trilateral Commission, para consumo de los aborígenes sudamericanos, años antes de que Carter siquiera soñase con llegar a ser presidente.
  
La prensa es un aliado incondicional
Las campañas por los derechos humanos se vieron adecuadamente avaladas y propagadas por los medios de prensa bajo el control del CFR. Por ejemplo, en un estudio de medios realizado recientemente (American Foreing Policy: Pattern & Process), en 1976 cuando se estimaba que el régimen de Khmer Rouge de Camboya había asesinado a más de 1’000.000 de sus compatriotas, periódicos como el New York Times, tan citado por la prensa vernácula como pontífice del periodismo, sólo menciona el problema de los derechos humanos en Camboya cuatro veces, mientras que el mismo período publicó 66 artículos sobre abusos a los derechos humanos en Chile. A su vez, Washington Post, otro heraldo de los mamarrachos locales, publicó 9 artículos sobre abusos a los derechos humanos en Camboya, pero 58 sobre el mismo tema en Chile.
  
Las grandes cadenas televisivas de aquellos años, también ignoraron el caso Camboya y, durante el año 1976 en que Carter fue elegido presidente, sólo mencionaron a Camboya dos veces la CBS, una vez la NBC y ninguna la ABC, mientras sus pantallas se cubrían sistemáticamente y en notas amplias y detalladas, todo abuso a los derechos humanos perpetrados en Chile y en la Argentina.
 
La prensa estadounidense y la vernácula en manos del CFR
Debido a la gran importancia que tienen los medios de difusión mundiales en la conformación –o la fabricación, como dice el judío Noam Chomsky-, de la opinión pública, cabe acotar que estos y muchos grandes medios de difusión dentro y fuera (15) de los Estados Unidos han estado o están bajo el control de miembros de CFR desde hace décadas, conformando así un dilatado y sutil monopolio informativo.
 
El caso del Washington Post resulta interesante, por cuanto su chairman y CEO, Katherine Graham, controla no sólo este diario sino también el semanario Newsweek (16) y el periódico global International Herald Tribune. La familia circuncisa Ochs Sulzberger, miembros del CFR, es propietaria del The New York Times y, además, un numeroso grupo de editores y redactores también provienen del CFR y de la Trilateral Commission, tales como la judía Flora Lewis (principal columnista internacional); la hebrea Judith Miller (redactora especialista en asuntos de Medio Oriente… ¡pobres palestinos!); el mosaico John M. Lee (editor gerente asistente) y el israelita Thomas L. Friedman (corresponsal diplomático). Similar situación se comprueba en los demás grandes diarios y en las cadenas de televisión: así, por ejemplo, la ubicua y aparentemente neutral CNN (que llega a nuestro país en la edición en español), tiene como presidente al ashkenazi Thomas W. Johnson, miembro del CFR y de la Trilateral Commission. Finalmente es conveniente agregar que casi todos estos circuncisos son miembros antañones de la Logia Masónica B’Nei Brith, exclusiva, como se sabe, para miembros de la comunidad Hija Predilecta del Señor de Israel: por ejemplo, el último de los citados.
  
Medios para monitorear la marcha de la sinarquía: la Masonería no alcanza
También durante la gestión Carter se habilitó en el Departamento de Estado un área dedicada a monitorear y evaluar a diversos países del mundo no-industrializado según el nivel de respeto por los derechos humanos que mantienen: desde la óptica, desde luego, norteamericana. El seguimiento y la evaluación le otorga a cada administrador y los súbditos menesterosos del Imperio una calificación. Esta calificación le otorga a ese país una cierto orden de mérito. Dicho orden de mérito es el que determina cuáles serán las políticas económicas, militares y sociales que Estados Unidos implementará hacia dichas naciones.
  
Pero esto, en realidad, no es todo. Supongamos que el administrador de Argentina haya obtenido, por el cuchitril que funciona dentro del Departamento de Estado y las logias masónicas desperdigadas por toda la nación, la calificación “x – 3” que la lleva a estar 43.º en el escalafón confeccionado por el Campeón de los Derechos Humanos del Mundo, los EE. UU. Esa calificación debe pasar para su aprobación definitiva y antes del cúmplase, por el cernidor del CFR. Y bien: de allí Argentina puede tener la calificación “x – 9” y pasa a ocupar, siempre cómodamente, el puesto 91.º dentro del Imperio. Siguiendo esta fórmula y método tan sencillo, se explicará el lector cómo China Comunista, con 50 millones de muertos a la espalda, pueda ser en este momento el principal receptor de las inversiones norteamericanas. Y por qué el administrador Mao es un líder asiático que nunca sale por televisión y el administrador Videla con el administrador Pinochet son cogidos todos los días por las cámaras, arrastrando sus cadenas y penas sin gloria.
  
Sin embargo, la verdadera intención no se encuentra en este manoseo perverso. Porque mientras los Estados Unidos hace toda esta parafernalia (bulliciosa por la prensa perversa) contra sus administradores regionales, oculta deliberadamente la situación de los derechos humanos en el propio terreno estadounidense (en sus reservas indígenas, los barrios poblados de negros o de hispanos y de otras minorías como las asiáticas), en las que conocemos se vienen cometiendo abusos a los derechos humanos desde hace generaciones y hoy mismo los juzgados reciben centenares de denuncias diarias por discriminaciones raciales y violaciones sexuales cometidas contra mujeres de etnias no blancas (a pesar de que al Ku Kux Klan –organización masónica- le han prohibido la nafta, los fósforos y los rebenques para flagelar negros y quemarlos de vez en cuando). Pero al mismo tiempo le permite encubrir las violaciones a estos derechos en territorios extranjeros ocupados militarmente por las fuerzas armadas de los EE. UU. No sabemos con qué habremos de encontrarnos cuando se corra el velo sobre lo que realmente está sucediendo en Irak. Ya ha trascendido algo de lo que está pasando en la base de Bahía Guantánamo, en la isla de Cuba, con los prisioneros afganos supuestamente integrantes de la red Al Qaeda, y de cómo se hace el interrogatorio de prisioneros en Bagdad. Pero al escribir esto nos preguntamos: ¿que pasó en Faluya, Samarra, Ramadi, la Provincia de Ambar, en Amara, Tel Afar, Mosul? En fin, la memoria se nubla, no alcanza…
 
Los derechos humanos vinieron con yapa
No piense el lector que la yapa fue Hebe de Bonafini y la Carlotto. No. Estas y el serrallo que les hace comparsa son en realidad residuos de la moralina norteamericana (residuos aparentemente reciclables, porque a pesar de los años la cantidad de estas matusalénicas se mantiene constante y ¡cada vez más jóvenes! ¿Acaso serán inmortales como les profetizó el hebreo Sábato?). Los lineamientos de esta política diseñada desde el CFR entre 1976 y 1980, como dijimos al principio, vino con otra yapa, pero de verdad, como corresponde a quien se considera tácitamente un Imperio y tira unas limosnas a sus menesterosos. Efectivamente, junto con los derechos humanos se resucitaron las políticas de no-proliferación de armas nucleares y la prohibición de incursionar en la tecnología misilística a todo aborigen irreverente que ande suelto por territorio de propiedad Americana (es decir, tierras de los EE. UU., único al que se identifica con la palabra americano, el resto son southamerican o simplemente south). Ambas cuestiones habrían de darnos en el plexo solar y sería un motivo más de humillación, con los silencios cómplices del liberal-capitalismo y sus socios marxistas (digamos el progresismo).
  
En cuanto asumió la administración del Masón Grado 33.º y sinarca Raúl Alfonsín merced a las elecciones (bien pavimentadas con varios años del Proceso de Reorganización Nacional y el remate final que le dio el flemático judío Italo Luder) de 1983 (con la social-democracia, sus muchachos y un buen hato de subversivos que luego le hicieron meter la pata en La Tablada), el Contraalmirante Jorge Castro Madero, director de la Comisión Nacional de Energía Atómica, hace público que la Argentina ha dominado el ciclo completo de producción de plutonio. Las implicancias estratégicas, militares y económicas de este anuncio eran demasiado importantes, por cuanto le daba a la Nación autonomía casi total para el uso de la tecnología nuclear para fines pacíficos o militares y la posibilidad de exportar tecnología de punta. La administración de Alfonsín, preocupada por atender los juicios a las Juntas, las cajas del PAN, a la Bonafini y a la CONADEP con el judío Sábato (Grado 33.º en el Rito Escocés de Antiguos y Aceptados Masones), haciendo agua porque no juntaba los 30.000 desaparecidos (pasaron días enteros en que no recibían una sola denuncia; resultando que ledieron 6 meses más de prórroga, con sueldos pagados por el erario público), que le habían prometido a la ciudadanía (en su libro Nunca Más junta exactamente 3.482 desaparecidos por todo concepto, es decir, un poco más de 10% de lo prometido con bombos y platillos), ni se daría por enterado de la herramienta poderosa que tenía entre sus manos para negociar una mejor posición para Argentina. Terminaría cediendo a las presiones y abandonaría el programa nuclear.
  
Fue así que se entregaron las investigaciones y materiales con diseños propios y exclusivos. Pero esto no le alcanzaría a la Gran Democracia Americana: para que ningún otro gerente cometa osadías, los obligó a todos ellos y a otras tribus a afirmar el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (Tratado de Tlatelolco). Sin embargo naciones aliadas de los EE. UU. como Israel no firmaron este tratado y no sabemos que los Reagan, los Clinton, ambos Bush, el pundonoroso Tony Blair, ni el progresista de Aznar, hayan tomado alguna medida contra el gobierno de la Tierra Prometida por el Señor de Israel. ¿Será por esto, de que son Los Elegidos del Señor, que se les permite tener armas de aniquilamiento que provocan un gran desequilibrio en el Cercano y Medio Oriente?
 
Pero algo se nos va quedando en el tintero: ¿quién pagó los miles de millones de dólares invertidos durante más de 20 años por el Pueblo Argentino en esta megaempresa verdaderamente fabulosa, que quedaron dilapidados? Alfonsín, generoso hasta el tuétano, seguro que no. ¿Tal vez Martínez su vicepresidente? Tampoco. ¿O Nosiglia, Storani, Stubrin o algún otro de la Sinagoga Radical? ¿Acaso no es ésta una forma de dilapidar y malversar los fondos públicos? ¿Es o no es un delito como para que “honesto” y “prolijo” fiscal Strassera lo siente en un banquillo y lo acuse?
 
En forma similar el administrador Menem, obedeciendo a presiones ejercidas por los EE. UU. (relaciones carnales contra natura) y Gran Bretaña (con el “paragua” que invento el musulmán), debió ceder (se prodigó a los brazos de los yanquis debajo del paraguas) entregando todos los motores, planos e inhabilitando la planta misilística del proyectil de rango intermedio Cóndor II.
   
NOTAS
(1) Thomas Woodrow Wilson (1856-1924) fue presidente electo de los EE. UU. en 1913 y reelegido en 1916. En la Guerra Mundial I (1914-1918) los EE. UU. tuvieron un ingreso tardío (1917) pero definitivo porque facilitó el rápido triunfo Aliado. A fines de 1918 Wilson reclutó a diversos miembros de la comunidad académica de su país con el propósito de diseñar estrategias que resolvieran los problemas políticos de la Europa de la posguerra. El resultado fue la formación de un grupo de hombres que pasó a llamarse “The Inquiry” (La Investigación). Este grupo fue puesto a cargo del Coronel Edward Mandell House (1858-1938) que, desde luego no era ni coronel ni se llamaba así, sino que era el viejo israelita Isaiah Mandelsohn, con último domicilio en la calle 155 esquina Brodway, de Manhattan, Nueva York. El objetivo fijado por el “Coronel” Mandell fue el de reunir datos para diseñar “un mundo seguro para la democracia.” La organización, que comenzó siendo secreta porque todos sus miembros eran masones, tenía un periódico llamado como ellos: The Inquiry y cuyo director fue un paisano de Mandell: Isaiah Bowman, importante geógrafo y geopolítico, director de la American Geographical Society entre 1915 y 1938. El reclutador de “cerebros” para la nueva secta fue el joven circunciso Walter Lippmann, periodista y oculto sionista, que en 1914 había fundado el periódico The New Republic. Lo relatado sería el antecedente más remoto del CFR según lo cuenta Peter Grose (miembro del CFR) en su Continuing The Inquiry: The Council Foreing Relations from 1921 to 1996. Ed. del propio CFR, Nueva York 1996 (para que nadie dude de la autenticidad).
(2) Si nuestro lector piensa que este James Carter es el mismo James Carter que supervisó, convalidó y bendijo el enorme y vergonzoso fraude electoral en el Referendum Revocatorio para la destitución de Chavez y su camarilla militar-bolchevique del gobierno venezolano, le decimos que ha acertado de pleno. Ahora bien, queda por determinar qué papel juega en todo esto la Organización de Estados Americanos (tabernáculo de la mentira y el chanchullo).
(3) Casi simultáneamente con el grupo The Inquiry se había formado en junio de 1918 un conjunto de financistas y abogados internacionales que agrupados (108 miembros al iniciarse) se llamaban a sí mismos Council on Foreing Relations, presidido por otro hebreo, Elihu Root, secretario de Theodore Roosevelt (1858-1919), cuando fue Presidente (de 1901 a 1903) y Premio Nobel de la Paz. La misión de este grupo sería “realizar reuniones para tomar contacto con personalidades extranjeras proclives al libre comercio”. Este grupo se fusionaría en 1921 con The Inquiry para formar el CFR tal cual se conoce hasta nuestros días. Previamente, el 30 de mayo de 1919, reunidos en el Hotel Majestic de París (con la asistencia de Anatole France, el judío León Blum, el líder sionista Chaim Weizmann, y los súper masones Ignacio Paderewski –luego Presidente de Polonia- y Tomáš Masaryk junto con el mosaísta Edvard Beneš –futuros presidentes de la flamante República de Checoslovaquia), habían resuelto formar dos institutos: uno en Londres (luego el Royal Institute of International Affairs) que controlaría a las sucursales de la Mancomunidad de Naciones Británicas y el otro en Nueva York (Council on Foreing Relations) que controlaría a las sucursales hispanoamericanas en general y a las nuevas inversiones de pos guerra en Europa y la naciente Unión Soviética. Al Royal Institute (RIIA) pertenecieron Arnold Toynbee (sobrino del historiador) y Harold Nicolson (ambos figuran como fundadores según Whitney Sheparson), el economista de la sociedad fabiana John Maynard Keynes, Lionel Curtis, Lord Robert Cecil y T. E. Lawrence (el homosexual Lawrence de Arabia para nosotros).
(4) La Declaración Universal de los Derechos del Hombre es un remedo de los que hiciera la Ilustración después de la autodenominada Revolución Francesa. Como aquélla tiene una grave falencia en su génesis: es una declaración unilateral. Es decir no existe una paralela Declaración Universal de los Deberes del Hombre. ¿Acaso los hombres solamente tienen derechos? Nosotros, acusados de incultos y violentos, creíamos, aferrados al orden natural, que los derechos devenían de los deberes. Es decir: “porque yo hice tal deber, merezco ejercer tal derecho”. Por ejemplo: “Porque he trabajado tantas horas, merezco tantas horas de descanso.” Pero descansar, en sí mismo, ¿es acaso un derecho? Pida usted a su patrón un salario justo y digno (un derecho) sin haber trabajado puntualmente (un deber) y vaya a saber si no lo internan afectado de locura o le dan de pateaduras por vivillo y ladrón. Pero a esto no lo hace ni dice el gringo Culaciatti, que sirve los mejores cortados en el distinguido bar “Chanta Cuatro”, sino las Naciones Unidas.
(5) Se desconoce la cifra de muertos ocurridos en Dresde y Hamburgo, pero seguramente superan las 250.000 personas, como consecuencia de las “oleadas” de Lancaster enviados por Churchill (con bombas de 5 a 11.000 kg), en donde fue tal el odio desencadenado que se llegó a bombardear sobre los escombros y los incendios. La falta de precisión en el número de víctimas fatales se debió, fundamentalmente, a la gran cantidad de cadáveres reducidos a cenizas. La mayoría de las personas asesinadas en estos bombardeos, que en su momento se creía la mayor tragedia de la historia hasta Hiroshima y Nagasaki, fueron niños, mujeres y ancianos. Ninguna de las dos ciudades eran objetivos militares. De manera que si los norteamericanos y Jimmy Carter buscan “desaparecidos southamerican”, deberían comenzar por los cientos de miles de verdaderamente desaparecidos (desde que fueron reducidos a cenizas y no se sabe quiénes eran) en Dresde y Hamburgo. Véase de José Alberto Vidal Díaz, Diplomacia e Inteligencia Estratégica, pág. 22, Ed. Esnaola, Bs. As. 1965, y el comentario publicado en el diario La Razón de Bs. As. del 23 de abril de 1962, titulado La noche que murió Hamburgo que lleva la firma de Martín Gaidin.
(6) Hiroshima y Nagasaki configuran la mayor tragedia de la Humanidad en toda su historia. No existe antecedente en la crueldad ni en el número de víctimas, la mitad de las cuales fueron muriendo en lenta agonía a lo largo de todos estos años. Aún se sienten los efectos de aquel devastador ataque en las descendencias y enfermedades mortales en su mayoría. En estos dos casos, paradigmas de la brutalidad, también hubo miles y miles de desaparecidos: son los que pasaron directamente del estado sólido al gaseoso (sublimación) por efectos de la explosión. Vale decir que en este caso los norteamericanos no dejaron ni las cenizas como en Dresde: evidentemente se iban perfeccionando y las bombas de 11.000 kg les resultaron pequeñas. Dejando de lado este martirio del pueblo japonés por su fidelidad a su Emperador, conviene recordar aquí que los norteamericanos disponían de sólo dos bombas atómicas (los japoneses suponían que tenían cuatro por lo menos y de allí su apuro en rendirse). No obstante ello y de acuerdo a investigaciones más o menos recientes, ha trascendido que esas dos bombas eran para Alemania y fueron financiadas por la judería alemana particularmente residente en los EE. UU., para que las indemnizaciones de posguerra fueran más suculentas (Warburg, Khun y Loeb, cuyas casas matrices estaban, precisamente, en Hamburgo). No se animaron a lanzarlas por las consecuencias fatales que habrían tenido para Alemania, sus vecinos y para ellos mismos que venían en son de conquista. Pero a esto y otras cosas no las dice un nazi, sino un judío: Jacques Zoilo Scyzoryk, El Imperio Judeo-Sionista, Cap. VII, pág. 58, Bs. As. Septiembre de 1972
(7) El asunto Watergate (una incursión de la policía paralela, típicamente norteamericano), que sumando miembro a miembro y aplicando la propiedad cancelativa no es más que un vulgar incidente electoral (de no ser que se descubrieron las remesas de dinero enviadas por Fidel Castro como contribución a la caja Demócrata; he ahí el único delito: descubrir las fechorías del Patriarca de las Américas, entregando dinero para una campaña electoral yanqui, mientras andaba pidiendo plata prestada y hambreando al pueblo cubano), pasó a ser un escándalo político de ribetes sensacionales atizado por la prensa judía: el Washington Post (dirigido desde 1945 por el yerno del circunciso Eugene Meyer, Graham –de Harvard, director del Newsweek con el hebreo Ben Bradlee como redactor jefe-, y a la muerte de este último en 1963, por su viuda la hebrea Katherine Meyer Graham, secundada por los reporteros israelitas Carl Bernstein y Ben Woodward –recompensados por su “celo” periodístico en este asuntejo con el Premio Pulitzer, concedido el 7 de mayo de 1973 por la Universidad de Columbia (6 Capítulos de la logia masónica Acacia-Fraternity) en un acto espléndido con porristas y todo-, y el New York Times regenteado por sionista Sulzberger.
(8) Cuando Richard Nixon ganó por estrecho margen las elecciones del 5 de noviembre de 1968 sobre Hubert Humphey, heredó como “alcade de Palacio” a un mentor situado junto a él por su rival liberal, el hebreo Rockfeller, a Henry Kissinger, missus domínicus que, con sus incesantes y atrevidas intervenciones dejará pastando en la sombra al resto de los ministros, e incluso al mismísimo Nixon. Profesor de Harvard (en Cambridge, establecimiento universitario donde funcionan 7 Capítulos de la Acacia-Fraternity, logia masónica universitaria, dentro de un estado, el de Massachussets, que cuenta con un total 956 logias masónicas y 280.675 miembros, quinto en el orden de mérito de los satanistas en EE. UU. después de New York, Ohio, Pensilvania e Illinois. Da la casualidad de que casi todos nuestros economistas salieron de Harvard), libertino, calabacín y pervertido en sus ratos libres (divorciado de la mosaica Ann Fisher, con la que tuvo dos hijos –entre 1949 y 1964-, este judío libidinoso frecuentaba cabarets prostibularios y actrices, tipo Jill Saint-John, al punto que se lo apodó Nix-singer –“el trovador de Nixon”-)., Henry Kissinger nació en 1923 en Fürth (Baviera), de una familia de judíos prófugos, unos dicen que de los nazis y otros que de la justicia que los perseguía por defraudaciones y estafas reiteradas, refugiados en 1938 en los EE. UU. En 1943 se naturalizó (de allí el acento germánico que tiene su inglés) e ingresó en el Servicio de Información en el cuarto año de la guerra. En Harvard se lo hizo responsable de los cursos de verano para los extranjeros (fundamentalmente latinamerican people, africans and asiatics) sobre temas internacionales. En 1957 se especializó en un programa de Estudios sobre la Defensa Nacional al cabo del cual publicó su obra Armas nucleares y política exterior. Fiel a la consigna judía de “liquidar” Indochina para tener las manos libres para asistir a Israel en el Cercano Oriente, preconizó en el Foreing Affairs (enero de 1969), una nueva conferencia de Ginebra y unas conversaciones directas con los comunistas de Hanói, pensando que las llevaría a buen puerto. Miembro del CFR, se rodeó de sus colaboradores (110 en total, que le costaban a los estadounidenses un presupuesto de 2 millones de dólares al año), transformando el entorno de Nixon en una sinagoga con ejemplares como: Arthur Frank Burns (originario del ghetto de Stanislavo, en Ucrania) en el control de la Policía y de la Administración; Ronald Salinger en el control de la prensa; Weinberger control del Presupuesto; Stein control de las Finanzas junto con Paul McCracken (Universidad de Míchigan) y Lee Dubridge (del Instituto Tecnológico de California) y el terrible hebreo Daniel Moynihan en el control de la política urbana. En este consejo “áulico” residía todo el poder de la Gran Democracia del Norte y Ejemplo del Mundo. Sin embargo Nixon se ufanaba diciendo que en su gabinete (dado a conocer el 12 de diciembre de 1968) no había negros ni judíos (¿para qué habría de tenerlos si a una cuarta y cuatro dedos de él tenía casi 10 docenas de los Predilectos Hijos del Señor de Israel, que solamente lo dejaban respirar para que no se muera y firmara lo que ellos le decían?).
(9) Hace años cuando comenzamos a estudiar sistemáticamente a la Masonería abrevamos en los clásicos que tratan del tema. Digamos que unos 120 títulos (de Serra y Caussa a Alberto J. Triana y Patricio Maguire), sobre los 12.000 que dicen hay escritos y tratan específicamente sobre la Hermandad y unos 22.000 que la mencionan tangencialmente de Tolstoi a Federico García Lorca. De donde lo visto por nosotros resulta una miseria, pero alcanza. En estos libros se detalla desde cómo debe hacerse el reclutamiento de los candidatos, pasando por las descripción de los grados, ceremonias, símbolos y terminando en los fines que persigue esta secta que tiene el raro privilegio de haberse hecho acreedora a unas 19 condenas explícitas por parte de la Iglesia Católica, desde 1735, es decir apenas fue creada, hasta nuestros días. Ahora bien: la pregunta que se hace todo neófito es, ¿quién gobierna la Masonería Universal o Internacional? Y aquí aparecen las discusiones sin fin. Pero resulta que después de la aparición del CFR (1921), nosotros no nos animamos a decir cuál es el vértice de la pirámide masónica. Parecería ser que aquellos misteriosos aerópagos, traslogias y Grandes Orientes que nosotros pensábamos eran los autores de un gran plan para dominar el mundo, se hubiesen concentrado en el CFR. No faltará alguno que piense con razón que el CFR es distinto de la Masonería. Puede ser, pero todos los miembros del CFR primero fueron (y lo seguirán siendo de por vida) masones antes que del CFR. Por eso tenemos la sensación de que por sobre el CFR no hay nada y por debajo de él están todos los herméticos y satanistas. Si esto fuere así resultaría que la Masonería ha pasado a ser la fuente de reclutamiento de los miembros del CFR (sean organizaciones locales de bajo perfil hasta aquellas de alto nivel que funcionan en los EE. UU.) y, desde luego, órgano de aplicación de todas las tácticas y estrategias diseñadas por aquél. El resto de las estructuras masónicas continuarían iguales, incluidas las fuentes de reclutamiento de la craft-masonry (casos del Rotary Club, Lions Club, Centros de Estudios, Fundaciones, clubes de barrio y, hoy, sin ninguna duda, las universidades privadas y estatales). Pero finalmente nos asalta una duda: como la Masonería siempre ha funcionado así, con un vértice que los maneja y que ellos mismos desconocen, vale preguntarse si el CFR nació entre 1918 y 1921 como dicen, o es una vieja organización masónica completamente remozada y a la que se le han cambiado el nombre, los objetivos y les han actualizado las tácticas acordes con los adelantos científicos. En otras palabras: ¿el CFR existió siempre o es ahora el brazo ejecutor de 287 años de masonismo en el mundo y que ha aparecido para asestar el golpe final porque “la fruta está madura”?
(10) La Corte Criminal Internacional conforma una prolongación y universalización del Tribunal de Nüremberg formado a fines de 1945 para juzgar a funcionarios y dirigentes del gobierno NacionaSocialista alemán. Ella tiene jurisdicción sobre cuatro clases de crímenes internacionales: a) Genocidio; b) Crímenes contra la humanidad; c) Crímenes de guerra y d) Crímenes de agresión. La Argentina, juntamente con todos los países hispanoamericanos, adhirió al Estatuto de Roma en 1998. El “caso Pinochet” se encuentra fuera del marco que otorga aquel Estatuto, sin embargo se ha conformado en una suerte de “caso piloto” para determinar cuán efectiva resultaría la aplicación de tribunales y jurisprudencia supranacionales, en el caso en el que un juez español (Baltazar Garzón, masón y empleado del CFR, alabado por el progresismo vernáculo), logra hacer arrestar en Inglaterra y gestiona la extradicción a España de un ex jefe de Estado de facto (Pinochet). Pero observe el lector el movimiento: la creación de la Corte para el juzgamiento fue iniciativa de los EE. UU. (Estatuto que luego se niega a suscribir); el elegido es un Jefe de Estado southamerican (lugar donde se quiere concentrar la atención del pueblo norteamericano y de la comunidad internacional); Pinochet viaja intempestivamente a Londres para hacerse detener (arguyendo motivos de su salud que pudieron ser atendidos en Chile); Garzón (CFR y Masonería) lo hace detener; Garzón era parte del gobierno de Aznar (por favor no argüir aquí la monserga de la “Justicia Independiente”); el gobierno de Aznar (España) se revela con el caso Irak como la dependencia de servicios de Inglaterra y los EE. UU; Chile (o sea Pinochet) es un aliado centenario de Inglaterra y es un país confiable (recordar las palabras de agradecimiento a Chile de Margaret Thatcher por el caso Malvinas); el progresismo argentino aplaude estas medidas de Garzón pero repudia a Aznar y quema banderas estadounidenses. Ergo: ¿se da cuenta el lector que todo está dentro de lo mismo y que es una maniobra de entre casa donde los operadores tienen un comportamiento previsible? Más aún: ¿qué fue el caso Atocha, donde el 80% de los muertos eran latinamerican y, dentro de ellos, un 20% de indocumentados? ¿Acaso fue un atentado selectivo, donde no debían morir españoles para no erizar al pueblo? ¿Quién colocó las bombas de cara a un proceso electoral: Rodríguez Zapatero, Aznar o Al Qaeda? Usted elige. El otro estado que no suscribió el Estatuto de Roma fue Israel: los desplazamientos violentos de palestinos y su concentración en Gaza, los asentamientos de colonos judíos en tierras palestinas y los miles de denuncias presentadas por el Estado Palestino por crímenes y atentados, conforman una clara violación de los Estatutos de la Corte Criminal Internacional. Incuestionablemente, según las pautas de esta Corte, muchos altos funcionarios políticos y militares israelíes deberían ser juzgados por crímenes de distintas características (según John R. Bolton, artículo Courting Danger aparecido en el The National Interest, invierno de 1998-99. Este Bolton (CFR) es presidente del banco de cerebros American Exterprise Institute, y fue Subsecretario de Justicia y luego Subsecretario de Estado del Presidente George Bush).
(11) Hasta no hace mucho ciertos grupos ecologistas aseguraban que el virus del HIV, o SIDA, habría aparecido en Vietnam y no en África como se ha proclamado insistentemente. La causa de la mutación de este virus habría sido una combinación de: los insistentes bombardeos con desfoliantes (la famosa nube rosa) y otros hechos con la mezcla de agroquímicos altamente tóxicos y prohibidos en casi todo el mundo (como el Parathion), sumados a las bombas incendiarias que desarrollaban entre 1.500 y 2.000 °C. Las sospechas recayeron en este sector del planeta porque los primeros casos reportados serían de soldados norteamericanos que habían estado en Vietnam. La enfermedad apareció como de transmisión sexual entre varones, mientras las mujeres homosexuales no registraron caso alguno al comienzo de la peste (1980). Como se sabe la promiscuidad sexual entre los soldados norteamericanos destacados en Vietnam fue moneda corriente, provocada fundamentalmente por la drogadicción, el alcoholismo y el aislamiento forzoso. ¿Acaso llegará el día en que realmente conozcamos el verdadero tejido de lo que pasó en Vietnam? Nosotros no somos optimistas en este particular.
(12) Para conocer esto en detalle ver a José María Rosa, Defensa y pérdida de nuestra independencia económica, pp. 15 y ss. y a Diego Luis Molinari, La representación de los hacendados y Petitorio de Dillon y Thwaites, grandes descubrimientos que hiciera este autor para estudiar el expediente iniciado en 1809 por el cual se abrió el Puerto de Buenos Aires al comercio inglés y norteamericano (que entre ellos y teóricamente eran enemigos), con la complicidad del canalla de Cisneros que aparece como sorprendido por la Revolución del 25 de mayo de 1810.
(13) Existe un informe del Servicio de Inteligencia Militar argentino (publicado en Boletín Confidencial en 1986, en pleno Plan Austral), que decía que el Ejército Argentino estaba conformado por: un 30% de liberales recalcitrantes y progresistas; un 30% de nacionalistas ideológicamente formados y un 40% que estaban allí por el sueldo, resultándoles indiferente cualquier bandería o ideología. El informe tenía por origen a Washington (¿la CIA o el CFR?). Entre otras cosas concluía diciendo que “con esta estructura era imposible lograr el despegue de Argentina” (el “despegue” era Menem que asomaría al año siguiente con patillas a lo Facundo Quiroga). A renglón seguido aseguraba que el principal obstáculo para que Argentina fuese un país líder (recordar que el FMI lo terminó diciendo) era el ala nacionalista del Ejército a la que había que suprimir lisa y llanamente. ¿Pero cómo hacerlo para satisfacer rápidamente al Imperio si no se conocían estos cucos con nombre y apellido? Pues bien, amable lector, dióse la casualidad que casi simultáneamente apareció el Teniente Coronel Aldo Rico y Semana Santa. Allí se puso en evidencia el ala nacionalista no solamente del Ejército sino también de otras fuerzas, pero con grados, nombres, apellidos y número de documento. Primera purga. Pero como quedaban otros bolsones reteniendo nacionalistas sobrevino el segundo alzamiento de Rico. Segunda purga. La cinta y el moño de este paquete la terminó poniendo la chirinada del Coronel Seineldin. Purga final y telón de fondo. ¿Fue esa la intención de Rico? Seineldin lo acusa y dice que sí. ¿Fue esa la intención deliberada de Seineldin que según se dijo venía de traicionar al general Noriega en Panamá, pasándole a la CIA toda la organización militar panameña a la que él tenía acceso directo? Las víctimas que perdieron sus brillantes carreras, dicen que sí. ¿Fue Balza el canalla designado para hacer el final de obra que no dejó ni un solo nacionalista en el Ejército? Todo el Ejército dice que sí. Sea como fuere cuando Menem inicia su mandato no había ni un solo nacionalista dentro de la Institución. Hoy la institución Ejército lleva el tercer Comandante progresista o menchevique si prefiere el lector. Y a las pruebas nos remitimos. Así quedó. Así nos fue. Así nos irá hasta su desaparición total.
(14) A principios de 1996, los EE. UU. observaba con inquietud la creciente agresividad de China hacia Taiwán, que desembocó en maniobras militares peligrosamente cercanas a sus costas, en momentos en que se aprestaban grandes cambios en la región incluyendo la restitución de las colonias europeas de Hong Kong y Macao a China en 1977 y 1999, por parte de Gran Bretaña y Portugal, respectivamente. Sin embargo, las políticas ante China quedan claramente bajo la orientación del CFR y sus organizaciones hermanas. En efecto, la interpelación al Subsecretario de Defensa para Asuntos del Lejano Oriente, Kurt M. Campbell (CFR), y al Subsecretario de Estado para Asuntos del Lejano Oriente y el Pacífico, Winston Lord (CFR y Trilateral Commission), fue realizada por los siguientes hebreos: Dianne Feinstein (CFR) demócrata por California; Clairborne Pell (CFR) demócrata por Rhode Island y Charles S. Robb (CFR) demócrata por Virginia. Las organizaciones “hermanas” que participaron de la interpelación fueron: American Enterprise Institute y Center for Strategic & International Studies. Indicio cabal de quién es el que orienta el proceso de planificación de políticas hacia China: el CFR. Lo más interesante de este ejemplo es que a los ojos del pueblo trabajador son todas personas distintas, como realmente las estamos viendo, pero con un solo dios verdadero: el CFR.
(15) Siendo la Argentina una productora de tilingos y palanganas a escala industrial, al extremo que llegó a exportarlos como fue el caso del medio judío Che Guevara, no podía faltar en las orillas del Plata un cuerpo gerencial (exento de imaginación para generar políticas argentinas: en eso son unos castrados), que no sabrán hacer otra cosa que seguir aplicando sus talentos y conocimientos técnicos en pos de la ejecución de políticas ajenas, ordenadas por sus patrones, ubicados en los centro del poder mundial. Nos referimos a los turiferarios Domingo Cavallo, Roque Fernández, José Luis Machinea, Ricardo López Murphy y los varios centenares de técnicos que conformaron la Fundación Maditerránea y que tomaron por asalto el Ministerio de Economía y el Banco Central (*) (todos ellos del primero al último egresados de Harvard y, consecuentemente y sí o sí, masones pertenecientes a la Acacia-Fraternity cuya filial para Argentina es la Logia Masónica George Canning, dependiente de la Gran Logia de Inglaterra; es decir, ni como masones son argentinos). Cabe mencionar aquí al CARI (Consejo Argentino para las Relaciones internacionales) (**), con sede en Buenos Aires que, como la Fundación Mediterránea, trabaja en estrecha colaboración con el CFR. Entre sus miembros fundadores se encuentran Roberto Alemann (mano derecha, junto con su hermano y Alvaro Alsogaray, en asuntos económicos de todos los gobiernos militares), Fernando de la Rúa (ex presidente de la nación), Nicanor Costa Méndez (¡el Ministro de Relaciones Exteriores durante Malvinas!), Mariano Grondona (ideólogo de todos los golpes militares y hoy Pontífice televisivo), Jorge Wehbe (ex Ministro de Economía y continuador del Plan Prebisch, de la escuela de Federico Pinedo y Julito Roca), el General Alcides López Aufranc (golpista de la primera hora, casado con una hija de Jacobo Peuser y sustento del gobierno de Onganía), Juan Aguirre Lanari y Jorge Vanosi. Tanto la Fundación Mediterránea, como el CARI, el CELS y FIEL son las versiones argentinas de la Trilateral Commission fundada por el judío Zbigniew Brzezinki (mano derecha de Clinton, su asesor e ideólogo; a la otra mano la tenía ocupada Bill con la hebrea Mónica Lewinsky que lo terminó delatando). Viendo esto, compungidos y llenos de lágrimas, nos preguntamos elevando nuestra mirada al cielo: Argentina, ¿cuál es tu destino que has vivido malpariendo estos engendros y has matado a tus mejores hijos? Todos los miembros del CARI pertenecían o pertenecen a la Masonería y hoy ostentan el Grado 33.º en el REAAM adherido al antiguo Gran Oriente Federal Argentino con sede en la Calle Cangallo (hoy Pte. Perón) al 1200 de la ciudad de Buenos Aires, desde 1956 con homologación de grados con la Gran Logia de Inglaterra.
(16) Algún lector recordará la rapidez con que la revista Newsweek le brindó una columna semifija al periodista y ciudadano ruso proveniente de Argentina, Jacobo Timerman, miembro de la B’Nei Brith, ex director del diario sionista La Opinión (socio del Grupo Graiver, asesor del ex Ministro de Economía, el judío Bruno Ber Gelbard, implicado en el cobro del secuestro de los hermanos hebreos Born, depositante del dinero en las arcas de Fidel Castro y más tarde desaparecido misteriosamente; maniobras de las que no estuvo exento, por sus vinculaciones con Timerman y Graiver, Ramos (según su propia confesión), actual director de diario sinárquico Ámbito Financiero), quien fuera encarcelado (realmente estuvo en prisión domiciliaria) por el gobierno de Videla (se le comprobó sus vinculaciones con ERP-Montoneros y que usaba su periódico para enviar cripto mensajes entre las bandas terroristas), y a quien la prensa norteamericana pretendió convertir en un símbolo de la lucha por los derechos humanos. Su hijo, Héctor Timerman (ladero en un programa televisivo de Mariano Grondona (CFR) y con su propio programa por el Canal 7, El Canal Rojo Menchevique), sigue repitiendo este latiguillo y parece que se lo ha creído. O piensa que nosotros nos hemos olvidado de quién fue su “papi” (como él todavía le dice al geronte ya finado). Al mismo tiempo, el oportuno otorgamiento en 1980 del Premio Nobel de la Paz al marrano (¿argentino?) Adolfo Pérez Esquivel, también cuadraba dentro del marco de aquellas políticas de utilizar las campañas a favor de los derechos humanos para fines políticos. Ya Hebe de Bonafini lo ha dicho a los gritos desde la barricada.
(*) El primer Ministro de Economía del Proceso de Reorganización Nacional fue el abogado José Martínez de Hoz del nuevo gabinete entronizado el 28 de marzo de 1976, conformado por Albano Harqguindeguy en Interior; Contraalmirante César Guzzetti en Relaciones Exteriores; Brigadier Luis María Klix en Defensa; General Horacio Liendo en Trabajo y Contraalmirante Julio Bardi en Bienestar Social. La nominación de Martínez de Hoz marca definitivamente a este denominado Proceso: se trata, como ya dijimos de un abogado, pero inclinado a hombre de negocios, con intereses en la agricultura, presidente del Centro Azucarero y, a la vez, director general de la siderúrgica Acindar, que fue ministro de José María Guido (entre 1962 y 1963), después del golpe contra Arturo Frondizi y Secretario de Agricultura el 21 de marzo de 1973 en la presidencia de Lanusse. Se trata de un liberal a ultranza, de la “escuela de Chicago” (de allí lo de sus Chicago Boys o “monetaristas”; recordando de paso que en la Universidad de Chicago, en Chicago, Illinois, funcionan 6 Capítulos masónicos de la Acacia-Fraternity, en un estado con 3.148 logias y unos 218.000 miembros), ligado a través de la Western Telegraph a la I.T.T. y de Acindar a la U. S. Steel, a la banca Morgan (es decir: de donde vino Prats Gay al Banco Central, reemplazado hoy por el Golden Boy Martín Pérez –porque Redrado es el apellido de su madre- que, a su vez, es de la escuela de los Chicago Boys), ligado consecuentemente a las multinacionales y al gran capital yanqui (preferentemente judaico y golondrina, hoy “fondos buitres”). Las tesis y teorías de Martínez de Hoz no han sido superadas aún, ni el pueblo completamente esquilmado las ha podido digerir. Es difícil encontrar en nuestros días un solo economista (¿argentino?) que no tenga o haya tenido algo que ver con don Alfredo, o con sus Chicago Boys, que es lo mismo. Si bien sabemos que son todos masones, ignoramos cuántos de ellos pertenecen al CFR en sus versiones nacionales. Y Cafiero, ¿acaso es un Chicago Boy a pesar de estar fosilizado? No lo sabemos. Sí sabemos que el 13 de agosto de 1975, estando de Embajador en Bruselas (el puesto que tenía Lavagna y fue reemplazado por Remes Lenicov después de la pesificación; ¿qué hay en Bruselas de donde todos vienen y a donde todos van? ¿Acaso es un santuario?), fue llamado para ocupar el Ministerio de Economía (ahí aparece su ladero favorito: Lavagna), quien después de “conversar” en Washington con los hebreos William Simon y William Roger (el 3 de septiembre), obtuvo 600 millones de dólares de créditos, de los cuales 330 fueron del FMI, 200 de la Banca Morgan + Chase Manhattan + el National City + Venezuela. Lo que se dice una maravilla. Con este “aporte” del “peronista” Cafiero, la deuda externa de Isabel Martínez de Perón llegaría a 7.050 millones de dólares, con una galopante inflación y depreciación de la moneda que alcanzaría al 359, 3% en 1975. Sus dos hijos son “progre”: uno, es un inservible redomado que vegeta con los montoneros del ex montonero Felipe Solá, y el otro, baila la cumbia villera con la zurda de quiosco (o vernácula). Nada que sea nacional ni enancado al proyecto peronista. Por los frutos los conoceréis…
(**) En este triste catálogo seríamos injusto si no recordamos algunas cosillas como la que siguen. El golpe de estado que derrocó a Isabel Martínez de Perón tenía “luz verde” de Washington desde por lo menos un mes atrás, cuando se supo quiénes integrarían la Junta Militar. La prueba de ello es que la dicha Junta fue reconocida al día siguiente por el Gobierno de los EE. UU. como legítima (es decir en vísperas de Carter, luego Campeón Internacional de los Derechos Humanos, que acusaría a los militares de violaciones a tales derechos y obligaría al sinarca Alfonsín a sentar en el banquillo de los acusados a los viejos conocidos de los Estados Unidos). El segundo país que reconoció como legítima a la Junta instalada el 24 de marzo de 1976 fue el Reino de España (si lector, ha acertado: donde vive el juez Baltazar Garzón y el rey Borbón con ascendientes judíos: para esto basta mirarle la cara, no hacen faltas más pruebas de que una judía, llamada Paloma, anduvo haciendo travesuras en su familia y les dejó la marca). El general Videla, muy “católico” él (el que comía velas y defecaba diablos) -digamos que como Lonardi que vivió toda su vida rodeado de Masones-, casado con la medio judía de familia conversa Alicia Raquel Hartridge, fue miembro de la Junta Interamericana de Defensa en 1974 y luego Consejero de la Delegación Argentina en los EE. UU. Por su parte el Almirante Emilio E. Massera (antiguo golpista de 1955 al lado del Vicealmirante Samuel Toranzo Calderón, de quien era su secretario, durante los bombardeos del 16 de junio) perteneció a la Junta de Defensa y el Brigadier Orlando R. Agosti (¿qué papel jugó en el bombardeo a Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955 junto con el Brigadier Cacciatore, que piloteó uno de los Gloster-Meteor en aquella jornada, que quedó como Intendente de la ciudad de Bs. As.?), fue agregado aéreo en Washington (15 de diciembre de 1972). He aquí la prueba de que los tres terroristas subversivos que se hicieron cargo del ejecutivo después del golpe de estado del 24 de marzo, eran bien conocidos del Secretario de Estado, del FMI, del Banco Mundial, del CFR y, fundamentalmente, de la Masonería, denominador común de todos estos tránsfugas. Tal es el motivo del rápido visto bueno por parte de la Gran Democracia del Norte y Ejemplo del Mundo.

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