Tomado de LA PUERTA ANGOSTA.
Wolfgang Amadeus Mozart, bautizado católico en un país católico, nació el 27 de enero de 1756. A los cuatro años realizaba su primera composición, a los 7 una sinfonía, a los 8 un concierto, a los 12 una ópera y una fama creciente por toda Europa. El niño prodigio fue educado en la Fe Católica, y muchas fueron las obras que regaló a la Iglesia (siempre vigente según San Pío X): Misas, Oratorios, Cantatas religiosas, etc. Pero también compuso cantatas masónicas, compuso muchas obras a partir de 1784 en clave francmasónica; ciertamente por cuestiones culturales y aún económicas. Aunque más allá del sentido religioso de su ser masónico y de su ignorancia vencible o no... La bula In Eminénti, que condena a los masones, no nos deja mucho lugar para pensar, si no que Mozart arde en el infierno, sí que mucho, los que tanto lo amamos, y muchísimo debemos rezar por su alma...
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El 14 de diciembre de 1784, Mozart se convirtió en francmasón y fue admitido por la logia Zur Wohltätigkeit (Salomón). La francmasonería jugó un papel importante en el resto de la vida del compositor, ya que acudió a muchas reuniones, muchos de sus amigos eran masones y en varias ocasiones compuso música masónica.
Mozart, además de padecer la Masonería, padeció también la coprografía. Objeciones serias hay de que la coprolalia fuese una verdadera enfermedad psíquica; pero es cierto que Mozart, tanto en cartas privadas como en algunos cánones (de bellísima armonía) demostró poseerla. De las 371 cartas suyas que se conservan, en 39 de ellas se han encontrado términos malsonantes y esCatológicos.
Hasta el día de la fecha, tantas millones de misas por su alma se han rezado (aún con la música de su propia autoría) que sólo conoce la Misericordia Divina cómo ha obrado en sus últimos minutos de vida, lúcidos y sufrientes, meditando en el Infierno de su Requiem.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)