Oh mi Madre María, Madre de Dios, no apartéis vuestros ojos de mí por mis pecados. Deseo amaros como un niño pequeño. No soy digno de que penséis en mí. ¿Cómo puedo decir que os amo cuando mi vida pecaminosa demuestra lo contrario? Lloro, pero ¿estas lágrimas valen siendo mías? ¿Son lágrimas de penitencia? ¡Ay, cuán insignificante es mi penitencia comparada con mis pecados! Oh Madre, ayudadme a mí, cuyos pecados crucificaron a vuestro Hijo. Amén.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)