Traducción del artículo publicado en THE PILLAR CATHOLIC.
LOGIAS MASÓNICAS, ÁSHRAMS, CLUBES XXX: ¿QUÉ ES UN USO ‘SÓRDIDO’ PARA UNA EX-IGLESIA?
John D. Flynn y Edward Condon
25 de Marzo de 2022
Sala
de reuniones de la Logia Masónica Boyer Mountain #134, en una ex
iglesia parroquial renovada. El símbolo masónico se levanta en lo que
había sido un altar mayor. Crédito: Boyer Mountain Masonic Lodge
#134/Facebook.
Cuando
la parroquia católica de la Presentación de Santa María en la ciudad de
Deer Park al este de Washington superó el edificio de su iglesia
parroquial, los católicos locales supieron que era tiempo de construir una iglesia más grande.
La parroquia recolectó dinero, incluso consiguió que alguien diera fondos,
y construyó un hermoso edificio en las afueras de la ciudad, al lado de
una franja de camino flanqueado por altos pinos y amplios cielos
azules.
Eso
significó que la parroquia necesitaría cerrar su antiguo edificio
eclesial en la calle principal de Deer Park, y ponerlo a la venta.
Y
el 16 de Junio de 2011, la parroquia de la Presentación de Santa María
vendió su antiguo edificio eclesial a la Logia Masónica Boyer Mountain
#134, el capítulo local de los francmasones.
Las
cruces salieron de la otrora iglesia, los bancos fueron retirados, y
los símbolos masónicos fueron al lugar donde antes había estado el altar
mayor. La iglesia devino en un salón, usado para colectas de la Logia y
eventos caritativos, rentada para fiestas, y albergar los rituales en
los cuales los hombres se hacen francmasones, buscando el “nuevo
nacimiento” pidiendo la “remoción del velo que oculta la verdad divina
de [su] vista no iniciada”.
Cuando
un edificio eclesial no puede más ser usado para el culto sagrado, el
derecho canónico permite que sean desconsagrados —relegados, en lenguaje
canónico, a “uso profano”— un término técnico que significa seglar.
Las
iglesias desconsagradas a veces son reutilizadas para apostolados
católicos, renovadas en salones de conferencias, bancos de alimentos, o
incluso refugios. Más frecuentemente son vendidas a compradores buscando
un uso seglar del espacio, planeando convertir antiguas iglesias en
condominios o restaurantes.
Paro
la Iglesia no permite que las antiguas iglesias sean puestas para “uso
sórdido”. La expresión es otro término técnico, que denota un propósito
sacrílego, inmoral o escandaloso.
La
idea es que un espacio que una vez fue dispuesto para bautismos,
confesiones, matrimonios, y el Santo Sacrificio de la Misa no se
convierta en un lugar diseñado para algún propósito ofensivo (sería
irrespetuoso para los sacramentos ofrecidos allí, para los sacerdotes
que los ofrecieron y para los laicos católicos que se sacrificaron para
construir el lugar y que adoraron a Dios allí).
Por
supuesto, eventualmente la Iglesia pierde el control de un edificio que
ya no está usando. Una iglesia desconsagrada puede cambiar de manos
varias veces, y eventualmente ser usada para un propósito inmoral. O un
comprador puede ocultar su intención para un edificio eclesial por el
que está pujando.
Pero
la Iglesia es clara que cuando una iglesia desconsagrada está para ser
vendida, el obispo local debería hacer alguna diligencia debida sobre
quién lo comprará, para asegurarse que no sea puesto para algún
propósito “que pueda traer ofensa al sentimiento religioso del pueblo
cristiano”.
El
obispo no es el único con esa responsabilidad. El derecho canónico
requiere que la venta de un antiguo edificio eclesial tenga la
aprobación del obispo diocesano, el consejo financiero diocesano, y el
colegio diocesano de consultores, un cuerpo de sacerdotes principales en
puestos de liderazgo.
Eso nos trae de vuelta a Deer Park.
Frecuentemente,
las logias masónicas son vistas como simples sociedades fraternales,
donde hombres de todas las religiones y ninguna pueden reunirse, dejando
sus diferencias en la puerta.
Pero
de hecho, la Iglesia siempre ha enseñado que la francmasonería tiene
una naturaleza religiosa explícita, la cual es antitética a la
Cristiandad.
El
ritual para la iniciación en el primer nivel de la Masonería, por
ejemplo, implica renunciar al poder salvífico único de la Iglesia y los
sacramento, y aceptar que todas las religiones son esencialmente
verdades parciales, con la masonería ofreciendo la verdad verdadera y
secreta necesaria para entender a Dios.
Los
grados más altos de algunas ramas masónicas, como el Arco Real y los
Ritos Escoceses —cuya membresía ha incluido a algunos masones de Deer
Park— tienen rituales explícitamente anticatólicos.
En una ceremonia de iniciación [el del grado 30.º REAA, “Caballero Kadosh”, N. del T.],
una réplica de una calavera humana portando una tiara papal de burlas
es presentada al candidato, para representar “el cruel y cobarde
pontífice”, un “impostor” pretendiendo ser el vicario de Cristo. El
candidato es invitado a apuñalar la calavera con una daga, y pisotear la
tiara.
En su catecismo masónico “Moral y Dogma,”
el fundador del Rito Escocés y antiguo general confederado Albert Pike
describió la sociedad como “dedicada desde sus orígenes a la causa de la
oposición a la tiara de Roma”.
Por
esa razón, el derecho canónico siempre ha descrito a las logias
masónicas como “sociedades que maquinan contra la Iglesia”. La Iglesia
considera como delito canónico que un católico se haga masón, y mantiene
penalidades para cualquiera que lo haga, incluyendo el recién revisado
Libro VI del Código de Derecho Canónico, promulgado por el Papa Francisco el año pasado [en realidad, el canon 1374 wojtyliano se limita a decir que el que se inscriba a “sociedades que conspiran contra la Iglesia” recibirá “una pena justa”, mientras que el 2335 pío-benedictino prevé que cualquiera que se inscriba
“a la secta masónica o a cualquier otra sociedad de su tipo que maquine
contra la Iglesia o las legítimas potestades civiles” es excomulgado
ipso facto con excomunión reservada simplemente a la Sede Apostólica, N.
del T.].
A la luz de esto, no es claro por qué el relevante obispo diocesano en Deer Park (en ese caso, el obispo
Blase Cupich de Spokane, Washington) firmó en 2011 la venta de la
otrora iglesia parroquial a la logia masónica, ni por qué el colegio de
consultores y el consejo financiero diocesano siguieron con el plan.
Tal
vez habían pocos oferentes para la propiedad. Tal vez, en una ciudad
con unos pocos miles de personas, vender la otrora iglesia parroquial a
los masones parecía algo amable que hacer. O quizá la oposición eclesial
a la francmasonería parecía una idea anticuada y pasada de moda.
Pero
pocos canonistas disputarían que renovar una ex-iglesia en una logia
masónica, cuando la membresía masónica sigue prohibida a los católicos,
constituye un “uso sórdido” del edificio.
Tal
vez la idea parecía más ambigua en 2011. Pero que no quede duda, la
directriz de 2013 de la vaticana Congregación para el Clero explicó que
sería mejor demoler una ex-iglesia que venderla “para un uso
inconsistente con su dignidad”.
Con todo, mientras las diócesis en Europa y Norteamérica enfrentan a congregaciones encogiéndose, y mientras los obispos
fusionan y cierran parroquias, el Vaticano ha ofrecido pocas
directrices concretas sobre dónde encontrar la línea entre el uso
“profano” y “sórdido”.
Transicionar
una ex-iglesia en un salón masónico probablemente golpearía a la
mayoría de católicos informados como un uso sórdido. Y otras
posibilidades extremas también aparecerán demasiado evidentes por sí
mismas: la diferencia entre un restaurante y un lugar de “bailes
exóticos”, por ejemplo.
Pero otros ejemplos pueden probar ser más duros de analizar: ¿Qué sobre un club nocturno? ¿O un bar?
La
línea parece difuminarse aún más cuando viene a negociarse con
potenciales compradores con un propósito religioso o espiritual.
Mientras la Iglesia [Conciliar] enseña el respeto a las personas de
otras fes, también ve una diferencia categórica entre el culto a Dios y
cualquier otra cosa.
La reciente venta de una antigua iglesia católica en la diócesis de Rochester ha hecho la escasez de directrices vaticanas sobre la materia un desafío agudo.
Esta semana, The Pillar informó
que la iglesia desconsagrada anteriormente conocida como Nuestra Señora
de Lourdes fue vendida este año por una parroquia en la diócesis de
Rochester a un movimiento hindú, el cual tenía planes de renovar el
otrora espacio sagrado en un templo hindú.
Los
nuevos propietarios de la otrora iglesia anunciaron en Enero sus planes
de instalar estatuas de dioses hindúes en lo que fue el santuario de la
iglesia, mientras retenían elementos del uso anterior del edificio,
incluyendo vidrieras describiendo escenas del Evangelio y las vidas de
los santos.
Instalar
estatuas describiendo otros dioses en el mismo lugar donde la Misa fue
ofrecida por años golpearía a muchos católicos como sacrílego, no
obstante la desconsagración del edificio.
Obviamente,
otros pueden ver el viraje de un edificio eclesial por los rituales y
ceremonias hindúes como un tipo de gesto laudable de cooperación
interreligiosa, a pesar de las persistentes advertencias de la Sagrada
Escritura sobre la adoración de algo que sea distinto al único Dios
verdadero.
Y,
de hecho, alguno puede pensar que sería poco amistoso rehusar la venta
de una iglesia a un grupo de masones tomando medidas para su logia, aun
cuando el Vaticano considera al grupo como una sociedad conspirativa
contra la Iglesia.
Pero
en el momento, los detalles del “uso sórdido” se dejan mayormente al
juicio de los obispos individuales, a menos que los parroquianos envíen
extensas y costosas apelaciones al Vaticano. Y dados los crecientes
promedios de desafiliación religiosa en Occidente, el prospecto para
decisiones cuestionables en este frente se está convirtiendo más
probable.
Sea
en una logia masónica del este de Washington o un temlo hindú al norte
del estado de Nueva York, vale preguntar si la Congregación para el
Clero vaticano pronto emitirá reglas más específicas para las ventas de
iglesias, para ayudar tanto a los obispos a tomar
decisiones concretas como a los católicos que esperan que sus amadas
iglesias parroquiales no sean vendidas a cualquier comprador impropio
que presente la puja más alta.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)