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martes, 19 de julio de 2022

SAN SÍMACO, PAPA


El Liber Pontificális relata que San Símaco era hijo de un tal Fortunato y que nació en Cerdeña. Recibió el bautismo en Roma, donde fue nombrado diácono por el Papa San Félix III archidiácono del Papa Anastasio II, a quien sucedió en el pontificado el 22 de noviembre del año 498. Pero el día mismo de la elección de San Símaco en San Juan de Letrán, una minoría del clero, que simpatizaba con Bizancio, se reunió en Santa María la Mayor y eligió Papa a Lorenzo, arcipreste de Santa Práxedes. En la empresa les ayudó, con dinero, un senador llamado Festo, a quien Anastasio, el emperador de Constantinopla que debía proteger más tarde a los monofisitas, había pagado para que procurase que el nuevo Papa confirmase el documento imperial conocido con el nombre de “Henótikon de Zenón”, condenado por su predecesor.
  
Tanto San Símaco como Lorenzo apelaron al arriano Teodorico el Grande, rey de Ravena, quien zanjó la cuestión el 1 de marzo del 499 en favor de San Símaco, porque éste había sido elegido antes que Lorenzo y por un número mayor de miembros del clero (es de advertir que regía una ley del regente Odoacro que establecía que el rey de Italia tenía el derecho de ratificar la elección del Romano Pontífice). Teodorico aprovechó la ocasión para afirmar que Símaco «amaba al clero y al pueblo y era bueno, prudente, amable y gracioso». 
   
El sínodo vio la sumisión de Lorenzo, que fue nombrado luego obispo de Nocera, y declaró además por el decreto Consílium dilectiónis vestræ que cualquier clérigo romano que en vida de un Romano Pontífice intrigara para designar a su sucesor o hiciera consultas para tal fin, no solo era excomulgado sino también depuesto de su dignidad; y que en caso que el Papa no hubiese escogido su sucesor, lo sería el que tuviese mayoría de votos del clero, quedando los laicos (incluso los reyes) excluidos de esta elección.
  
Sin embargo, la sentencia de Teodorico no puso fin a las dificultades que habían de perturbar la primera mitad del pontificado de San Símaco. El cisma revivió en el año 501 cuando Festo acusó en Rímini a Símaco de diversos crímenes​ (San Símaco celebró la Pascua el 25 de marzo según el uso romano y no según el bizantino el 22 de abril; pero al llegar él a Rímini supo que lo acusaron de faltar a la castidad y malversar los bienes de la Iglesia) y convenció a Lorenzo para que regresase a Roma. El Papa se negó a comparecer ante el rey Teodorico para responder de las acusaciones en otro sínodo en la Pascua de ese año (el rey había nombrado al obispo Pedro de Altino como Visitador Apostólico, insinuando que la Sede estaba vacante, pero este se había pasado al bando cismático) alegando que ningún poder temporal tenía jurisdicción sobre él. Hubo mucha violencia, e incluso los sacerdotes Dignísimo y Gordiano (de San Pedro ad Víncula y los Santos Juan y Pablo) fueron asesinados por la facción de Lorenzo cuando San Símaco se dirigía a la basílica de la Santa Cruz en Jerusalén.
    
Se convocó nuevamente un sínodo (el Sínodo Palmario, por reunirse en la Puerta Palmaria de la basílica constantiniana de San Pedro) que, en medio de tumultos, el 23 de octubre de 502, decretó que ninguna corte humana podía enjuiciar a un papa ya que este sólo podía ser juzgado por Dios. Se urgió a los partidarios de Lorenzo a reconciliarse, y se decretó que ningún clérigo podía celebrar en Roma sin consentimiento del Papa so pena de cisma.
   
Ante esto, Teodorico instaló a Lorenzo en el Palacio de Letrán como papa, con lo que el cisma se mantuvo abierto durante cuatro años hasta que, en 506, el rey retiró su apoyo a Lorenzo por su excesiva connivencia con la corte bizantina y, tras expulsar a todos los probizantinos, apoyó definitivamente a Símaco. Lorenzo murió en el exilio en un lugar pantanoso.
   
El nombre del santo no figura en los martirologios más antiguos, y apenas sabemos algo sobre su vida. Cuando Trasimundo, el rey arriano, desterró a Cerdeña a muchos obispos del África, San Símaco les envió dinero y vestidos para ellos y sus fieles. Todavía se conserva la carta que les escribió para consolarlos y que les envió junto con algunas reliquias de mártires.
  
San Símaco combatió enérgicamente por la ortodoxia de la fe: Fulminó el anatema contra el emperador Anastasio, que favorecía la herejía monofisista y honraba al cismático patriarca Acacio de Constantinopla; expulsó a los maniqueos de Roma y quemó sus libros, defendió a los obispos orientales en contra del Cisma Acaciano, y el 5 de Octubre del 512, le escribió una carta a los obispos de Iliria recordando que no pueden tener comunión con los herejes. En el año 513, San Cesáreo de Arlés, exiliado entonces en Italia por el conflicto con el obispo Avito de Vienne, visitó a San Símaco, quien lo promovió como arzobispo metropolitano y le otorgó el palio, siendo el primer obispo fuera de Italia en recibirlo.
  
San Símaco fundó tres posadas para los pobres, socorrió a las víctimas de las incursiones de los bárbaros en el norte de Italia y rescató a numerosos cautivos. También decoró o restauró varias iglesias de Roma y construyó las basílicas de San Andrés, de San Pancracio Extramuros y de Santa Inés, en la Vía Aurelia. Según la costumbre de la época, todos estos hechos se conmemoraron en inscripciones. En una de ellas, refiriéndose al fin de las dificultades con el antipapa Lorenzo, San Símaco dice: «Los lobos han cesado de mordernos».
  
También estableció los beneficios eclesiásticos al permitirle a los obispos conceder a los clérigos posesiones estables para su sustento, concedió la libertad a los esclavos que había en Liguria, Milán y otras provincias. Asimismo, se le atribuye la construcción inicial del Palacio Apostólico Vaticano. Litúrgicamente, extendió el uso del Glória in excélsis (cuya forma definitiva fijó) a los domingos y las fiestas de los mártires.
  
El santo Pontífice murió el 19 de Julio de 514 mientras aguardaba la respuesta imperial a una propuesta de un Concilio ecuménico en la ciudad de Heraclea Póntica, y fue sepultado en la antigua basílica de San Pedro. Su tumba lastimosamente se perdió.
   
La figura de San Símaco pertenece a la historia general de la Iglesia, de suerte que su biografía detallada puede verse en obras como la de Hefele-Leclerq, Histoire des Conciles daprès les documents originaux, vol. II, pp. 957-973, 1349-1372; Grisar, Geschichte Roms und der Päpstum, etc. Cf. Duchesne, L’Église au VIe. siécle (1925), pp. 113-130. Véase también el Liber Pontificalis (Duchesne), vol. I, pp. CXXXIII ss., 44-46 y 260-263. Las cartas de San Símaco se hallan en Thiel, Epístolæ Romanórum Pontíficum.
   
ORACIÓN
Atiende, Señor, te rogamos, las súplicas que te dirigimos en la fiesta de tu Confesor y Pontífice San Símaco, y por la intercesión de quien te sirvió dignamente, absuélvenos de todos nuestros pecados. Por J. C. N. S. Amén.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)