Novena
dispuesta por un sacerdote devoto de la Señora y miembro de su
Hermandad, y publicada en Sevilla por la imprenta de José de San Román y
Codina en 1802.
PRÓLOGO
La
impiedad y la irreligión que en nuestro siglo, verdaderamente de
oscuridad y de tinieblas, cunde por todas partes, ha hecho que se pongan
en el crisol de una rígida y extremosa crítica las prácticas de piedad
más antiguas y mejor establecidas entre los cristianos; no con el ánimo
sencillo y recto de examinar su solidez, sino con el depravado y torcido
de buscar qué ridiculizar en ellas. Las que entre otras han sufrido más
las dentelladas de los carniceros lobos del rebaño de Jesucristo, o por
lo menos los alaridos descompasados de estos rabiosos perros, que se
contentan solo con perturbarlo, han sido las Novenas que en honor de la
Santísima Virgen María y los Santos hacen los fieles.
No
puedo persuadirme a que estos necios desatinen tanto, que lleven mal,
siquiera en lo público, esta práctica en su substancia, pareciéndoles
demasiado consagrar ocho o nueve días a la celebración de una sola
Fiesta; porque no pueden ignorar que esta ha sido siempre la costumbre
de la Iglesia en sus principales Solemnidades, y que el pueblo hebreo,
de orden del mismo Dios, celebraba así también las suyas. Concedámosle,
pues, que declamen solo contra el modo de celebrarlas; pero aun en esto
no tienen más razón ni justicia: porque esta piadosa práctica se reduce a
un cierto número de oraciones vocales que repiten todos, en que se
excitan los más vivos sentimientos de dolor de los pecados cometidos, de
esperanza de su perdón por los méritos de Jesucristo, de reverencia a
la tremenda Majestad de Dios y de su santo amor, y se pide por medio de
la intercesión de la Santísima Virgen, o de algún Santo, el socorro de
las necesidades espirituales y temporales, ya sean comunes o ya
particulares. Y esto, ¿qué tiene que no sea conformísimo con las reglas
del Santo Evangelio y las Leyes de la Iglesia? El pedir mucho y de
continuo nos lo manda Jesucristo: la oración en común la canonizó el
mismo Señor: que a Dios se honra con los actos de las virtudes nos lo
enseñan las Escrituras: la utilidad de la invocación de ños Santos, y en
especial de la Santísima Virgen, la tiene declarada la Iglesia. Con
que, ¿en qué se pueden fundar estos perseguidores de toda virtud para
ridiculizar y mofarse de las Novenas?
Un
solo efugio les queda, aunque muy miserable, y es la mala disposición
de algunas de ellas, en que por atender el autor al título o advocación
de la Imagen, o a la especial protección del Santo para el remedio de
esta o aquella necesidad, suele faltar alguna vez a la solidez en sus
discursos, o hacer algún juego de palabras chocantes, o menos digno de
la materia que trata. No niego esto absolutamente, pero sí digo que
estos defectos, especialmente en nuestros días, son muy raros y siempre
muy accidentales, para tomar de ahí ocasiones de motejar el todo de la
devoción, en lo que se ve claramente el mal espíritu que domina a esos
despiadados críticos. Y añado también que los que formaron esas Novenas,
de que ahora se ríen, las hicieron sin duda para gente de más piedad
que la que ellos tienen, y por eso atendieron solo a fomentar su
devoción sin miedo alguno de sus lenguas.
Con
todo, porque aunque este defecto sea leve, siempre es abuso y debe
evitarse, he procurado formar esta Novena sobre las sólidas reglas de la
verdadera devoción que inspira la Religión Santísima que profesamos, y
tiene señaladas la Iglesia, columna y cimiento de la verdad. En sus
meditaciones he recogido los principales privilegios, gracias y virtudes
de la Santísima Virgen, dando a Dios por ellas toda la gloria, el honor
y la alabanza como que a Él solo pertenece, por ser quien es, el
supremo culto, y a la Señora el parabien por haber sido el objeto del
Poder, de la Sabiduría y de la Bondad de un Dios infinito, sin olvidarme
de mostrar a los hombres cuánta es su felicidad en tener tal Medianera,
enseñándoles al mismo tiempo el camino de hacer provechosas a sus almas
estas meditaciones, señalándoles el fruto que deben sacar de cada una
de ellas, y haciéndolo el objeto de la particular devoción de aquel día:
todo a fin de formarlos verdaderos devotos de María por la imitación de
sus virtudes, que es el intento principal de estas santas devociones. Y
si en todo voy siempre conforme con el título de Alegría, con que
veneramos a la Señora en esta hermosa Imagen suya, no es por seguir
caprichos ni observar antiguallas, como dicen, sino porque sin ninguna
violencia, antes con mucha propiedad y solidez, se encuentra en él
cuanto produce a llenar los fines que me he propuesto.
Porque
si Dios tiene sus delicias con sus criaturas, y se complace y alegra en
ellas, como Él mismo lo ha declarado tantas veces, ¿quién le causará
más alegría que la Santísima Virgen, que es la más perfecta de todas las
puras criaturas? Si los dones de Dios hacen saltar de gozo el espíritu
de quien los recibe, como la misma Señora nos enseñó en su Cántico, ¿qué
alma más alegre que la de María, que los tuvo tan incomparablemente
mayores que ninguna otra? En fin, si en la Santísima Virgen ha
depositado Dios, según San Vernardo, el lleno de todos los bienes, para
que de ella nos venga la esperanza, la gracia y la salvación, ¿qué cosa
más alegre para nosotros que admirar sus privilegios, que meditar sus
virtudes, que implorar su protección, por la que esperamos vivir
eternamente alegres y gozosos? Pues todo esto nos enseña la Iglesia,
aplicando a la Señora aquel elogio «Tu lætítia Israël»: Tú eres la
alegría de Israel, con que engradecían a Judit los de Betulia (Judit XV,
10): porque mejor que aquella heroina de los hebreos, es María la
alegría de la Iglesia, no solo Militante, sino Triunfante también, como
lo declara San Cirilo de Alejandría: «Per te, María, Trínitas
sanctificátur: per te exsúltat Cœlum, lætántur Ángeli: et homo ipse ad
Cœlum revocátur»: Por Ti, ¡oh María!, la Beatísima Trinidad es
santificada: por Ti se regocija el Cielo, se alegran los Ángeles, y los
hombres alcanzan los gozos eternos (Homilía VI contra Nestorio). Sea así
que de la práctica de esta Novena resulte gloria a Dios, honor a la
Santísima Virgen y utilidad de nuestras almas.
NOVENA
EN HONOR DE MARÍA SANTÍSIMA NUESTRA SEÑORA, QUE CON EL TÍTULO DE LA
ALEGRÍA SE VENERA EN LA IGLESIA PARROQUIAL DE SAN BARTOLOMÉ DE LA CIUDAD
DE SEVILLA
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos
Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del
Espíritu Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Dios
y Señor mío, que por sola tu infinita bondad y misericordia me sacaste
de la nada, y me redimiste a costa de tantos trabajos, tormentos y
angustias, dígnate inclinar tus benignos ojos a este miserable pecador,
que postrado a tus sagrados pies, confuso y humillado,protesta que ha
pecado contra su Dios, su Señor, su Rey y Esposo. No atiendas, Padre
clementísimo, a la multitud y enormidad de mis culpas, sino a tu
infinita misericordia; al inmenso amor con que diste tu Sangre y tu vida
en una cruz por mi remedio, y a la verdad con que te digo de lo íntimo
de mi corazón que me pesa de haberte ofendido, solo por ser quien eres:
que propongo, ayudado de tu gracia, nunca más pecar, y que deseo amarte
de aquí adelante con todas las fuerzas de mi espíritu. Dile a mi alma,
¡oh mi buen Jesús!, siquiera una palabra de consuelo, para que mi
abatido corazón se alegre y regocije en Ti, que eres mi Salvador. Y si
te detienen mis ingratitudes, hazlo, Señor, por los inefables méritos y
virtudes de tu Madre y mía, la Santísima Virgen María, a quien has
constituido refugio, consuelo y alegría de los pobrecitos pecadores.
Amén.
DÍA PRIMERO
MEDITACIÓN DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE NUESTRA SEÑORA
Considerad
atentamente, hermanos míos, la imponderable desgracia en que cayó por
su pecado nuestro primer Padre Adán, y los innumerables males que atrajo
sobre nosotros sus miserables descendientes. El hombre, criado a la
imagen y semejanza de Dios, enriquecido de maravillosos dones en su
alma, de muy raras prerrogativas en su cuerpo y destinado para ser
eternamente feliz, en un momento, por un pecado que cometió, no solo
pierde todas estas felicidades, sino que las cambia (por decirlo así)
por otras tantas infelicidades. Era antes hijo y amigo de Dios, y ahora
es su mortal enemigo y esclavo vilísimo del demonio. Toda su sabiduría
se ha vuelto ignorancia: no se encuentran en él más que olvidos en su
memoria, tinieblas en su entendimiento, y rebeldías en su voluntad. El
concierto de sus humores se destempla, y queda sujeto a innumerables
enfermedades, y aun a la misma muerte. ¡Triste y miserable situación del
hombre, digna de llorarse con lágrimas de sangre!
Considerad
que queriendo Dios por su sola bondad remediar al hombre, tan del todo
perdido, y ponerlo con muchas ventajas en todos sus antiguos derechos,
determinó rescatarlo a costa de su sangre y su vida; y para darle un
anticipado consuelo, y como muestra del valor y precio de su Pasión,
determinó preservar a su Santísima Madre de la culpa original, haciendo
que viniese al mundo Santa y sin mancha. Ea, hombres, ensanchad vuestros
corazones, enjugad vuestras lágrimas, dejad vuestros ayes y lamentos.
María, concebida sin mancha de pecado original, os debe excitar y mover a
una indecible alegría. En esta pura criatura veis reparada vuestra
naturaleza. Ella ha recibido de Dios el ser con las mismas y mayores
excelencias que lo recibió Adán. En su primer instante ha pisado la
cabeza al Dragón infernal, y su preservación es como una muestra que ha
dado el Señor de su poder, para que entendamos cuánto ha de ser el fruto
de su Pasión y muerte.
¡Pero
qué desgracia será la de aquellos que por no quererse aprovechar de
estas gracias, hacen inútiles para sí tantos trabajos, dolores y
afrentas como sufrió Jesucristo por su remedio! ¡Ah, Dios mío, qué necio
he sido hasta aquí, despreciando y pisando con mis culpas esa sangre
divinísima, que es el precio de mi rescate! Perdona, Señor, mi
atrevimiento y desvergüenza, que verdaderamente no he sabido lo que me
he hecho. Protesto, ayudado de tu gracia, por los méritos de tu Purísima
Madre, vivir en adelante de manera que consiga los frutos de tu
acerbísima Pasión en la Gloria.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
Purísima
Virgen María, que por los méritos infinitos de la Pasión y muerte de tu
Hijo Jesús, con especialísimo privilegio fuiste preservada del común
contagio de la culpa original, y constituida Reparadora, después de tu
Hijo, del linaje humano: alcánzanos, Inmaculada Madre, un alto
conocimiento y aprecio de los dolores, trabajos y afrentas que por
nosotros sufrió nuestro amabilísimo Redentor, para que agradecidos a tan
incomprensibles favores, vivamos con pureza de alma y cuerpo, y
logremos los frutos de su Pasión, gozándolo eternamente en el Cielo.
Amén.
Se rezan cinco Ave Marías en reverencia de tan duce nombre, y después la Oración siguiente, que sirve para todos los días:
Dulcísima
Virgen María, en quien el Eterno Padre se goza como en su especial y
más querida Hija; el Divino Verbo como en su única y verdadera Madre; y
el Espíritu Sato como en su singular y más amada Esposa: yyo me gozo de
que la Trinidad Beatísima te haya enriquecido con tantos dones, gracias y
privilegios para que seas la Alegría de los Cielos y la tierra, y te
suplico, amada Señora mía, que apartes de mí las negras y tristes
sombras de la culpa, y me alcances del Todopoderoso las gracias que
necesito, para que teniendo en esta vida la verdadera alegría de
espíritu, que consiste en la paz y rectitud de la buena conciencia, vaya
después a gozarle eternamente en tu compañía en la Gloria. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
DÍA SEGUNDO
Por la señal…
Acto de contrición.MEDITACIÓN DEL NACIMIENTO DE NUESTRA SEÑORA
Considerad,
hermanos míos, la perfección y santidad heroica con que aparece en el
mundo la Santísima Virgen María desde su dichosísimo nacimiento. Su
Santidad es aquella obra grande de Dios, que llena de asombro y encanta a
quien atentamente la considera, y que no solo iguala en perfección,
sino que excede mucho a todo lo que no es Dios. Las virtudes de sus
antepasados, entre quienes se cuentan los Abrahanes, los Davides y demás
Justos de la antigua Ley, montes todos de Santidad, no son más que como
los cimientos sobre que se levanta este hermoso Palacio,que ha
fabricado para sí la Divina Sabiduría, empeñando en su hermosura su
infinito poder. Los dones maravillosos con que su bondad ha enriquecido a
las demás criaturas, solo son un bosquejo y ligera muestra de los que
ha dado a esta Niña casi Divina. ¡Oh Dios Eterno! Las criaturas todas te
alaben y te den gracias, porque te has dignado engrandecer así a esta
bellísima Criatura, a quien destinas para que sea digna Madre de tu
Eterno Hijo, el Verbo Divino.
Pero
no debe parar aquí, hermanos míos, vuestra consideración, sino que
debéis pasar más adelante y llenaros de aquel sólido y verdadero júbilo
que inspira la Iglesia nuestra Madre a sus verdaderos hijos al
contemplar el feliz nacimiento de María. Porque sabed, hombres, que esta
Niña, que nace tan llena de gracias, tan adornada de privilegios, tan
colmada de insignes prerrogativas, nace así para vuestro consuelo y
alegría. Ella es la Estrella de a mañana que anuncia al mundo la cercana
venida del Sol de Justicia Cristo Jesús, la Aurora resplandeciente y
hermosa que ahuyenta las negras sombras de la culpa. el seguro Norte a
que miran todos los que navegan el proceloso mar de este mundo para
librarse de sus peligrosos escollos y tomar puerto seguro en la
Bienaventuranza. María, en fin, nace para socorro de los miserables,
para consuelo de los afligidos, para sosiego de los tentados, para
refugio de los pecadores, para maestra de los Justos y para alegría de
los Santos. Y si esto es, ¿cómo no apreciamos como debemos estos
inmensos tesoros de gracias que Dios ha depositado para nosotros en la
Santísima Virgen María? ¿Cómo no acudimos a Ella en nuestras
necesidades? ¿Cómo no le profesamos una verdadera y tierna devoción?
¡Ah! Cristianos, si creéis que la devoción a la Santísima Virgen
consiste solo en palabras, y que la amais de veras solo porque lo decís,
os engañáis miserablemente. Amar de veras a María y ofender tanto a
Jesús nopuede ser. Su verdadera devoción consiste principalmente en la
imitación de sus virtudes. ¡Oh Virgen suavísima!, ahora conozco, con
dolor de mi corazón, que hasta aquí nunca te he amado, ni he sido tu
devoto, porque jamás he tratado de darte gusto apartándome de la culpa y
ejercitando las virtudes. Compadécete de mi miseria, ¡oh Madre
clementísima!, y ayúdame con tu protección, para que corrigiendo mi
desastrada vida, me haga digno de gozar los frutos de tu patrocinio.
Amén.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
Santísima
Virgen María, que apareciste al mundo tan hermosa y perfecta en los
divinos ojos de tu Criador, que excedías ya en santidad tú sola a todos
los Ángeles y Santos juntos, no te olvides, ¡oh dulce Madre!, de que
fuiste tan enriquecida de Dios para ser el consuelo, el refugio y la
alegría de los mortales. Haz pues, Señora, que arrepintiéndonos muy de
veras de nuestras pasadas culpas, nazcamos también en nosotros a la
nueva vida de la gracia, y nos hagamos dignos de gozar los preciosos
frutos de tu patrocinio, con los que la conservemos creciendo siempre en
las virtudes, para verte después con Jesús en la Gloria. Amén.
Se rezan cinco Ave Marías, y la Oración final.
DÍA TERCERO
Por la señal…
Acto de contrición.MEDITACIÓN DE LA PRESENTACIÓN DE NUESTRA SEÑORA
Venid, Cristianos, en alas de vuestros espíritus al Santo Templo de
Jerusalén en este día alegrísimo para los Cielos y la tierra, en que se
presenta en él y se consagra a su servicio aquella Santísima Niña, de
quien son figuras y no más ese Santo Templo tan venerado de los judíos,
su Arca y su Propiciatorio. Solos tres años tenía la Santísima Virgen
cuando fue presebtada por sus Padres en el Templo, para que se criase
allí con las demás doncellas especialmente consagradas a Dios y
dedicadas al servicio de los Sacerdotes. ¿Pero quién podrá comprender
los altos sentimientos de reverencia, de humildad y de amor de aquel
alma realmente grande, que se encerraba en tan pequeño cuerpo? En ella
sola concurrían con eminencia y ventajas extraordinarias todas aquellas
rarísimas cualidades de inocencia, pureza y santidad que pedía el Santo
David a los que habían de vivir en la Casa del Señor. Nadie como esta
Niña conoció nunca la grandeza y majestad del Dios que se dignaba
habitar allí de un modo especial para tratar y conversar con los
hombres. ¡Ah, y cuáles serían sus tiernos afectos al consagrarse toda
por medio del Sacerdote al culto y servicio de su Dios! Jamás se vio en
aquel Templo sacrificio más agradable al Señor. Tantas víctimas
degolladas sobre su Altar no aplacaron, ni con mucho, su justa
indignación, como este holocausto que de sí misma ofrece hoy esta
preciosísima Criatura. Todos los inciensos y timiamas, consumidos por
tantos sigls delante de Dios, no le fueron de tan suave olor como los
tiernos afectos que despide hoy María de su abrasado Corazón. ¡Qué
vergüenza, Cristianos, para nosotros, si comparamos los fervores de esta
Niña con nuestra tibieza y frialdad! El tiempo se nos pasa en estériles
propósitos, sin acabar de darnos del todo a Dios, como tantas veces se
lo hemos ofrecido y jurado solemnemente. ¿Pues de qué nos podremos luego
quejar si el Señor nos arroja de Sí, como lo ha amenazado a los tibios?Conforme
al sacrificio que de sí hizo la Santísima Virgen, fue el tenor
de su vida todo el tiempo que permaneció en el Templo. La oración, la
lección de los santos libros, los ministerios propios de su edad y de su
destino ocupaban todo su tiempo: amante con su Dios, rendida con sus
superiores, afable con sus iguales, no solo era admiración a cuantos la
veían y observaban el lleno de sus virtudes, que se dejaba ver en todas
sus obras, sino a los mismos Ángeles, que admirados clamaban «¿Quién es
esta Niña, que camina a la más excelsa santidad, creciendo siempre en
virtud, como la luz de la mañana, sin parar ni volver atrás nunca?
Hermosa como la Luna, por la plenitud de sus gracias: escogida como el
Sol, por lo singular de su santidad: y terrible como un Ejército bien
ordenado, por el conjunto de sus virtudes, concertadas por su
incomparable caridad». Así engrandecían los Ángeles la santidad de esta
Niña, y Dios se complacía en ver su fervor, y los hombres se edificaban
de tan tierna virtud en tan tiernos años. Admirémonos y gocémonos
nosotros también, hermanos, pero aprovechémonos al mismo tiempo de la
enseñanza que nos da la Santísima Niña con su porte en el Templo, y
entendamos que es un sueño y una quimera querer vivir como Cristianos,
permanecer en la gracia ni adelantar en el camino del espíritu, sin
ejercitar las virtudes. El retiro del mundo, la lección espiritual, el
trato con Dios, la mortificación discreta y arreglada son medios
necesarios para vivir en justicia y santidad. ¿Cuántas veces nos ha
enseñado la experiencia que la falta de constancia en las distribuciones
ha sido el origen de nuestras vergonzosas caídas? ¿Y seremos siempre
inconstantes? No, Santísima Virgen María: movido de tu ejemplo, yo
prometo ejercitarme en adelante en las virtudes para conservar y
aumentar en mí la gracia de mi Dios. Amén. Se rezan cinco Ave Marías, y la Oración final.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
iOh
graciosísima y amabilísima Niña!, que presentada por tus benditos
Padres en el Templo de Jerusalén, fuiste a Dios sacrificio agradable y
suavísimo por tu santidad heroica; admiración a los Ángeles, por tus
incomparables virtudes; y ejemplo a los hombres por tus extraordinarios
fervores: suplícote, piadosísima Señora, me alcances del Todopoderoso
una gracia eficaz, para que dando enteramente de mano al mundo y a
cuanto hay en él, entable con perseverancia una vida cristiana, con la
que adelantando siempre en perfección, llegue por fin a gozar contigo
eternamente de mi Dios, que es la Santidad por esencia. Amén.
DÍA CUARTO
Por la señal…
Acto de contrición.MEDITACIÓN DE LA ANUNCIACIÓN DEL ÁNGEL A NUESTRA SEÑORA
Cuatro
mil años llevaba ya el género humano de gemir bajo la esclavitud del
príncipe de las tinieblas, ansiando y suspirando siempre por aquel
momento feliz en que se habían de cumplir las promesas hechas por Dios a
los Patriarcas y Profetas de un Libertador fuerte y magnífico, que
rompiendo sus cadenas, le había de dar entera y perpetua libertad. Pues
cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios al Arcángel San Gabriel
para que saludase a la Santísima Virgen María, y dándole cuenta de que
era la elegida para ser Madre del Hijo único del Eterno Padre, le
pudiera su consentimiento, para que se obrase en ella este portento.
Dios te Salve, le dijo el Ángel, llena de gracia, el Señor es contigo:
bendita Tú entre las mujeres. ¿Y quién podrá comprender las excelencias
de María, que se encierran en esta Salutación? En ella da testimonio el
Altísimo de su incomprehensible Santidad, asegurando que está llena de
gracia aun antes de ser Madre de Dios: de lo heroico de su perfección,
por la especialísima morada que en ella hace; y le declara que la tiene
destinada a una dignidad que la sobrepone a toda pura criatura, y la
hará el objeto de todas las bendiciones de todas. ¡Oh María dichosísima!
Tú eres la verdadera alegría del mundo, porque de Ti sola pende el
consuelo y remedio de todo él. Los Cielos y la tierra están pendientes
de tus labios, y esperam tu respuesta a la embajada del Ángel para su
total felicidad: la espera la Santísima Trinidad para ejecutar la mayor
obra de su poder: la esperan los Ángeles para ver ocupadas las sillas de
sus rebeldes compañeros: la esperan los hombres para quedar libres de
sus duras cadenas. ¡Oh excelsa Virgen!, humildemente postrado adoro y
bendigo tu sublime Santidad y tu incomprehensible Dignidad, y mucho más
al que por su bondad te la dio para que fueras el consuelo y la alegría
de sus criaturas.Pero
si tanto nos admiran las excelencias de María, que se descubren en la
Salutación del Ángel, no debe confundirnos menos la profundísima
humildad que ella muestra en su respuesta a vista de las alabanzas,
elogios y promesas que de parte de Dios le hace: solo fija sus ojos en
la nada de que fue criada, y desentendiéndose de lo demás, cuida
únicamente de protestar su indignidad para tan alto destino: Ves aquí,
responde María, la Esclava del Señor: hágase en mí según su palabra. ¡Oh
proundidad! ¡Oh abismo! ¡Oh milagro de humildad! Al paso mismo que Dios
se empeña en exaltar y engrandecer a María se esmera en abatirse y
confundirse delante de Dios. El Señor la elige para Madre suya, y ella
tiene a gran dicha el ser su Esclava. Su dignidad la constituye Reina y
Señora de Ángeles y hombres, y su humildadla pone en el último lugar de
todas las criaturas. ¡Qué asombro, hermanos! ¿Cómo será posible que haya
de aquí adelante un Cristiano soberbio, viendo tan humillada a María?
Hombre, hombre, ¿para qué te engríes? ¿De qué blasonas? Párate un poco y
mira lo que eres. Por tu naturaleza polvo, corrupción, podredumbre y la
misma nada. Por tus culpas aun mucho menos que eso: Esclavo del
demonio, cautivo de satanás y enemigo declarado de Dios. Si tienes algo
bueno, es de Dios que te lo dio. Pues, ¿por qué te glorías de ello como
si fuera tuyo? Aprende de la Madre de Dios a ser humilde, si quieres ser
exaltado como ella. Se rezan cinco Ave Marías, y la Oración final.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
Dios
te Salve, María Santísima, que elegida de Dios para ser Madre del Verbo
Eterno, trajiste al Mundo la deseada Alegría, enseñándole al mismo
tiempo, con tu profunda humildad, el camino seguro de la verdadera
exaltación. Yo te alabo y te bendigo una y mil veces por esa
incomprehensible dignidad que te hace el objeto de las aclamaciones de
los Ángeles y de los hombres, y te pido, Madre Santísima, me alcances de
tu dulce Hijo espíritu de profunda humildad, para que a imitación tuya
cuide solamente de conocerme y abatirme en su divina presencia, y logre
de este modo el premiode los humildes, que es una perpetua exaltación en
el Cielo. Amén.
DÍA QUINTO
Por la señal…
Acto de contrición.MEDITACIÓN DE LA VISITA DE NUESTRA SEÑORA A SANTA ISABEL
Luego
que el Verbo Eterno tomó carne en las entrañas de la Santísima Virgen,
inspiró Dios a la Señora que saliese de Nazaret, y fuese a las montañas
de Judea a visitar a su prima Santa Isabel, y no bien hubo sentido la
voz de Dios en su espíritu, cuando sin alegar excusas, sin poner
reparos, sin admitir dilaciones, llena de extraordinario gozo, toma muy
de prisa el camino para poner en ejecución lo que entiende ser voluntad
de Dios. Ni lo débil de su complexión, ni lo tierno de su edad, ni lo
áspero del camino, ni la fanta de medios para hacerlo con alguna
comodidad, nada la detiene, porque el gozo y alegría de su espíritu en
ejecutar los designios de Dios, excede incomparablemente a cualesquiera
dificultades que pudieran presentársele. No repara en dejar su amado
retiro, ni la alta contemplación en que se ejercitaba de continuo, ni
aquel trato con Dios, tan íntimo y regalado, que excedía a cuanto se
puede encarecr; porque sabía, como nadie, que la legítima y sólida
devoción no consiste en las consolaciones sensibles del espíritu, sino
en la prontitud y fidelidad en obedecer la voz del Señor, y en ocuparse
en las cosas de su servicio. ¡Qué confusión para nosotros, si hacemos
comparación de su fervor con nuestra tibieza! María no aguarda orden
expresa ni ley penal que la obligue, sino con solo conocer que era gusto
de Dios, le basta para hacerlo sin detención. Y nosotros andamos
siempre examinando si es o no expreso en la ley, si será o no pecado
mortal, porque en no habiendo Infierno que temer, nada nos mueve. María,
para obedecer a una inspiración, se desentiende de todos los motivos
que pudieran legítimamente excusarla; y nosotros, o los fingimos o los
abultamos para no cumplir los más graves preceptos. María, en fin,
obedece con prontitud y alegría, y nosotros, o no lo hacemos, o lo
hacemos de mala gana, sin espíritu y sin fervor. ¿Pue de qué nos
quejamos luego, si no sentimos en nosotros los bellos efectos de las
visitas de la Santísima Virgen, si le somos tan desemejantes en todo?Considera
que entrando la Santísima Virgen en casa de Zacarías, entró también en
ella toda la alegría. Aquellas sencillas palabras con que saludó a su
prima Santa Isabel fueron tan eficaces que derramaron en su alma el gozo
espiritual que es fruto del Espíritu Santo, de que fue llena en aquel
punto. El dichoso infante que tenía en sus entrañas, comenzó a dar
saltos de placer, viéndose libre en aquel mismo instante de las
ligaduras de lpecado original, santificado y lleno de dones
sobrenaturales. La misma Señora fue también inundada de alegría, viendo
que por su medio obraba Dios tan grandes maravillas y el júbilo de todas
se explicó en el Cántico del Magníficat, con que dieron a Dios las
debidas gracias. ¡Ah, Cristiano, de cuántos bienes nos priva nuestra
tibieza y flojedad en el servicio de Dios! Si fuéramos puntuales en el
cumplimiento de nuestras obligaciones, si correspondiéramos con
prontitud a las divinas inspiraciones, si viviéramos con fervor,
oiríamos con mucha frecuencia la voz de la Santísima Virgen en nuestra
alma, y experimentaríamos en nuestra santificación. ¡Oh Madre
piadosísima, suene en mis oídos tu dulce voz, que me enseñe a
corresponder fielmente a las inspiraciones de la gracia. Se rezan cinco Ave Marías, y la Oración final.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
Santísima
Virgen María, dechado acabadísimo de la más sublime perfección, con la
que sin reparar en dificultades ni detenerte en inconvenientes, por
seguir la inspiración del Cielo fuiste a visitar a tu prima Santa
Isabel, llenando de gozo y santidad toda aquella afortunada casa con tu
venerable presencia: ruégote, compasiva y dulce Madre, que te dignes
visitar a mi pobre alma, para que con tu vista y conversación sacuda la
tibieza que la domina, y cobre nuevos bríos y alientos para obedecer
siempre con vigor y prontitud a las divinas inspiraciones. Amén.
DÍA SEXTO
Por la señal…
Acto de contrición.MEDITACIÓN DE LA PURIFICACIÓN DE NUESTRA SEÑORA Y PRESENTACIÓN DEL NIÑO JESÚS EN EL TEMPLO
Considerad
que aunque no ignoraba la Santísima Virgen que la ley de la
purificación, impuesta por Dios a las mujeres que concebían según el
orden común de la naturaleza no podía comprehenderla a Ella, que había
concebido a su Hijo por virtud solo del Espíritu Santo, y que tampoco
hablaba con el Unigénito del Padre, la que mandaba ofrecer al Señor
todos los primogénitos de los hebreos; quiso, sin embargo, sujetarse a
ambas para cumplir de esta manera con el oficio de Corredentora del
linaje humano a que estaba destinada, asemejándose en todo lo posible a
su Hijo, y contribuyendo en cuanto era de su parte a los designios del
Eterno Padre sobre su persona. Conocía la Señora, como nadie, la alteza y
dignidad de Jesús, y que siendo por esencia Santo, se había anonadado
por amor de los hombres hasta hacerse uno de ellos, y tomar sobre sí
todas sus maldades. Lo acababa de ver pasar plaza pública de pecador,
sujetándose a la ley de la circuncisión, y sabía muy bien que por las
humillaciones y afrentas había de llegar a ofrecer el sacrificio de sí
mismo con que había de aplacar a su Padre, y por tanto llena de júbilo, y
rebozando aquel gozo indecible que resulta en las almas santas de la
perfecta imitación de las heroicas acciones del Salvador, se presenta
como cualquier mujer en el Templo: se confunde con las demás, cumple
aquel ceremonial que tanto la degrada, y hecha por estas humillaciones
un vivo retrato de su Hijo, se dispone para ofrecerlo después en
sacrificio por los hombres. ¡Ay hombres, qué siegos estáis, si tales
ejemplos no os abren los ojos! ¿Cuándo acabaréis de entender que sin
imitar a Jesús no hay salvación? ¿Que para andar seguros habéis de
seguir sus pisadas? ¿Y que solo por las tribulaciones y trabajos se
entra en su Bienaventuranza? Llamarse Discípulos de Jesucristo, y no
conformarse con Él en las obras, es mentir al Espíritu Santo, es ser
enemigos de la cruz de Cristo, y Anticristos en vez de Cristianos. ¡Qué
al contrario de vosotros la Purísima María! No solo imita a Jesús
humillado por nuestro amor, sujetándose a una ley que tanto la
obscurece, sino que lo ofrece también al Eterno Padre por nuestra salud.Entregando
Dios a su Unigénito Hijo a la muerte, dio la mayor prueba que podía de
lo que amaba al mundo; y este Hijo, hecho ya hombre, se ofrece gustoso a
los tormentos y afrentas para complacer a su Padre y salvar a todos los
hombres. Ved aquí, Cristianos, los sublimes sentimientos con que entra
María, llena de gozo, a ofrecer a Jesús en el Templo. El amor ternísimo
que tiene a los hombres le hace desprenderse voluntariamente de aque
Hijo que era toda su complacencia. Ni los trabajos y dolores que le
profetiza de su Hijo y que a Ella se le representan ya con suma viveza,
ni aquella aguda espada de dolor que ha de atravesar su Santísima Alma
pueden entibiar su amor ni el deseo en que se abrasa de la salud del
mundo. ¡Oh caridad! ¡Oh amor de María a los hombres, fuerte como la
misma muerte! Decid, criaturas, ¿qué más pudo hacer por vosotros esta
dulce Madre, que no lo haya hecho? Si el Padre nos dio a su Verbo, Ella
nos da a su Hijo. Y si Jesús se ofrece a los tormentos por nosotros,
Ella sufre con alegría sus dolores por nuestro amor. ¡Qué conformidad
tan maravillosa de sentimientos, los de María con los de Dios! ¿Y qué
contrariedad tan horrorosa de los nuestros con los de de Dios y los de
María! ¿Dónde está, Cristiano, vuestra caridad con el prójimo? ¿Tanta
dureza con el pobre? ¿Tanta seguedad con el afligido? ¿Tanto desprecio
como se muestra al necesitado, son señales de muy encendido amor? Contad
las proezas de vuestro celo por su salvación: o más bien decid, si
podéis a cuántos habéis perdido eternamente con vuestros trajes
provocativos, con vuestras conversaciones livianas, y con vuestras
acciones del todo escandalosas? ¡Ay de mí! Mis acciones y mis
intenciones han sido opuestas a las de Jesús y María. Sus corazones son
un incendio y un volcán de amor a los hombres, y el mío una nieve y un
hielo para con mis prójimos. ¡Virgen Santísima!, apiádate de mí, y
alcánzame de tu Hijo una encendida caridad. Se rezan cinco Ave Marías, y la Oración final.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
Dulcísima
y tenrísima Madre de los pecadores, copia la más acabada y perfecta del
infinito amor de Dios para con los hombres, que movida de tu
ardentísima caridad, a costa de tus mismas humillaciones te presentaste
llena de gozo en el Templo de Jerusalén para ofrecer al Eterno Padre a
tu dulcísimo Hijo por nuestro remedio y salvación: te pedimos,
piadosísima Señora, nos alcances de ese Dios, que es todo amor, una
centella de verdadera caridad, para que amando a nuestros prójimos de
corazón, tengamos la dicha de ser tus imitadores, como Tú lo fuiste del
amorosísimo Jesús. Amén.
DÍA SÉPTIMO
Por la señal…
Acto de contrición.MEDITACIÓN DEL TRÁNSITO DE NUESTRA SEÑORA
La
ley del morir, impuesta por Dios al hombre en pena del pecado, no pudo
comprehender a la Santísima Virgen María, que no solo estuvo libre de
toda culpa actual, sino que fue preservada también del pecado original.
Sin embargo, como Jesucristo, que era la Santidad misma, escogió de su
voluntad la muerte, fue conveniente que María, siguiendo en todo su
ejemplo, muriese como todos los demás, para que así como por la dolorosa
muerte de Jesús adquirimos derecho a una eterna vida, por el dulce y
suave tránsito de María cobremos esperanza de una sosegada y feliz
muerte. Considerad, pues, hermanos, que si la muerte de todos los Justos
es preciosa a los ojos del Señor, ¿cuánto lo sería la de aquella que
era más Santa ella sola que todos los Santos juntos? Como el amor no
sufre ausencia, e inclina fuertemente a la unión de los amantes, y el
amor de María a su Dios era tal que excedía en mucho al de los más
encendidos Serafines, no hay entendimiento que pueda alcanzar los
ardientes deseos y vivas ansias con que suspiraba por verse unida para
siempre con su Amado. Pues a proporción de este deseo fue su alegría
cuando supo que era llegado ya el tiempo de dejar este mundo. Entonces
sus virtudes, siempre heroicas, crecieron hasta un punto
incomprehensible, y el incendio de su caridad subió tan alto que
aniquilándole dulcemente las fuerzas del cuerpo, le quitó por fin la
vida. ¡Oh muerte dichosa! ¡Oh tránsito feliz y lleno de alegría para
María! ¿Cuál sería tu gozo, ¡oh Virgen Santa!, al ver que desataban las
prisiones de la carne, que te habían detenido tanto tiempo en esta
tierra de miserias, y se llegaba la hora de entrar a poseer para siempre
los premios debidos a tantos y tan sublimes méritos como los tuyos?
Hombres, no juzguéis de esta muerte por lo que veis en los demás. El
dolor, el llanto, la enfermedad, el miedo y el espanto no tienen lugar
en el tránsito de María. Confortada del Espíritu Santo, asistida de
Jesús, escoltada de los Ángeles y rodeada de los Apóstoles y demás
Discípulos de su Hijo, entre dulces deliquios y amorosos transportes de
su espíritu, que rebosan y se dejan ver en su hermoso semblante, espira y
deja esta vida con la serenidad, tranquilidad y dulcísima paz que eran
debidas a su incomprehensible dignidad y a su incomprehensible Santidad.El
tránsito de la Santísima Virgen debe ser también para nosotros un
motivo de suma alegría, por la fundada esperanza que nos inspira de una
buena y sosegada muerte. Si la muerte de los pecadores es mala y
malísima delante de Dios: si en aquel momento comienzan a beber el cáliz
de su justa indignación: si son en aquella hora víctimas de la infinita
Justicia que toda su vida despreciaron, son solo aquellos protervos
pecadores que permanecen en sus culpas y no se acogen nunca de veras al
patrocinio de María. La suerte de sus verdaderos devotos es muy
distinta. Justamente confiados del perdón de todas sus culpas, que en
tiempo oportuno han pedido a Dios por la poderosa intercesión de su
Madre, llenos de méritos por la imitación de sus virtudes, y protegidos
en aquella hora, más que nunca, de tan poderosa y tierna Madre,
experimentan también aquella tranquilidad y alegría que hicieron tan
dulce el tránsito de esta Señora. ¡Ah, Cristianos!, cuando la devoción
sólida a la Madre de Dios no nos trajera otra utilidad que la esperanza
de su protección en la hora de la muerte, esto solo debería bastar para
movernos a procurarla a toda costa. ¡Oh Virgen gloriosísima!, desde
ahora yo me resuelvo a ser tu fiel imitador todo el tiempo de mi vida,
porque quiero parecerme también a Ti en la muerte, y asistido de Ti, dar
en tus santísimas manos el último aliento de mi vida. Amén. Se rezan cinco Ave Marías, y la Oración final.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
Santísima
Virgen María, consuelo y alegría de los afligidos: por el inefable gozo
de que fue inundado tu espíritu en tu dichoso tránsito, premio debido a
tu singular inocencia, te pedimos nos alcances del Señor la gracia de
perseverar en justicia y santidad hasta la muerte, en la que protegidos
de tu bondad y fortalecidos de tu poder, triunfemos de nuestros enemigos
y pasemos dulcemente de esta miserable a la eterna vida, donde en tu
amable compañía gocemos siempre de Dios. Amén.
DÍA OCTAVO
Por la señal…
Acto de contrición.MEDITACIÓN DE LA ASUNCIÓN DE NUESTRA SEÑORA
No
era conveniente, dice San Agustín, que dejase Dios por mucho tiempo en
los horrores del sepulcro el purísimo cuerpo de María, del cual se había
formado el de su Unigénito Hijo. Ni puede imaginarse sin temeridad que
el Salvador que había encarecido tanto en su Ley el honor que los hijos
deben a sus padres, se dispensase en lo más mínimo de esta obligación,
no haciendo cuanto era posible para honrar y distinguir a tan digna
Madre. El privilegio concedido a otros Santos de la total incorrupción
de sus cuerpos hasta el fin de los siglos era poco premio de la dignidad
y mérito singular de María, y así la distinguió sobre todos,
resucictándola y subiéndola a los Cielos al tercer día de su feliz
tránsito. ¿Y quién podrá comprehender la gloria y majestad con que subió
al Cielo la Santísima Virgen, y el gozo de su Alma benditísima y de
todos los Bienaventurados en este alegre día de su glorioso triunfo? Los
Cielos se despueblan: las Jerarquías Angélicas bajan a escoltarla: su
mismo Divino Hijo le sale al encuentro y recostándola dulcemente en sus
brazos la introduce en su Gloria. ¿Qué gozo sería el de María al verse
ya unida para siempre con su Dios? ¿Con qué afectos le diría aquellas
ternísimas expresiones de la Esposa en los Cánticos? Ya hallé yo al
Amado de mi alma: ya lo veo como Él es en sí, y estoy unida con Él para
no separarme jamás. ¿Y qué admiración la de los Espíritus Angélicos al
ver tanta Santidad y gloria en una pura criatura? ¿Qué Mujer es esta,
dirían, que sube de la tierra, donde todo es corrupción y pecado,
colmada de delicias y recostada sobre su amado Hijo? ¿Qué cánticos de
alabanza entonarían? ¿Cómo engrandecerían sus heroicas perfecciones y
mucho más al que con ellas la enriqueció? De esta manera, entre vítores y
aclamaciones celestiales,llena de gozo, entra la Santísima Virgen en la
Gloria a gozar para siempre el premio de sus virtudes.¿Y
qué Cristiano habrá tan tibio en amar a María, y tan olvidado de sí que
al meditar esta gloria y triunfo de su verdadera Madre, no se llene de
indecible alegría, y se sienta con deseos vehementísimos de acompañarla y
tener parte en sus eternos gozos? A la verdad, hermanos, la viva
aprehensión de la hermosura y belleza de esta Señora, y la memoria de la
inmensa gloria que posee en el Cielo, hace saltar de placer en el pecho
al corazón más duro, y al alma más fría la enciende en vivas ansias de
tener algún día la dicha de verla, y gozar de su dulce compañía.
¿Pero
podremos esperar que la consigan muchos a vista de la conducta de los
más? Si el Cielo fuera prenio de estériles deseos y de vanos propósitos,
todos serían Bienaventurados; pero no se consigue sino con buenas
obras, y sin ellas no hay salvación. La gloria que goza la Santísima
Virgen es el premio de sus merecimientos, y solo imitando sus virtudes
podremos ser felices nosotros. Si deseamos de veras acompañar
eternamente a nuestra dulce Madre en el Cielo, desprendámonos ahora de
las cosas viles de la tierra, que tan encantados y unidos nos tienen a
ella. Ea, Cristianos, elevemos nuestro espíritu, y consideremos aquellos
bienes inefables que nos están preparados, que este conocimiento nos
hará aborrecer el mundo y cuanto hay en él, y nos enseñará que no son
nada los trabajos y penalidades que aquí se padecen, por conseguir la
Gloria, en comparación del descanso y gozo perdurable que allí se posee.
Mi
resolución, Virgen gloriosísima, ya está tomada: yo quiero salvarme a
toda costa, y para ello renuncio desde ahora todos los bienes, honras y
gustos del mundo, que me pueden impedir esta felicidad. Solo por el
Cielo suspira ya mi alma, donde espero, ayudado de Ti, tener la dicha de
verte y gozar de mi Dios por una eternidad. Amén.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
Gloriosísima
Virgen María, que en premio de tus sublimísimos merecimiento, inundada
del más puro gozo y con el triunfo más brillante, fuiste llevada por tu
Hijo Jesús a los Cielos, alegrando con tu amable presencia a los
Espírtitus Angélicos: te rogamos, dulce esperanza nuestra, nos alcances
del Señor un claro conocimiento de los eternos bienes que gozan sus
escogidos, con el que ayudaba nuestra flaqueza, despreciando todas las
cosas de la tierra, y apreciando solo las del Cielo, vivamos de manera
que logremos algún día ver tu rara hermosura, y gozar contigo de la
infinita de Dios. Amén.
DÍA NOVENO
Por la señal…
Acto de contrición.MEDITACIÓN DE LA CORONACIÓN DE NUESTRA SEÑORA
Considerad
que el trono de gloria que ocupa María en el Cielo es correspondiente a
su altísima dignidad, y que así como no hay ni puede haber quien le
iguale en ella, tampoco puede haber quien se le asemeje en su gloria. El
trono que Salomón preparó a la derecha del suyo, para exaltación de su
madre Betsabé, es una viva imagen de la gloria que goza María a la
diestra de Jesús, inferior solamente a la de su Hijo. Elevada sobre los
nueve Coros de los Ángeles, exaltada incomparablemente más que toda otra
pura criatura, es reconocida, reverenciada y proclamada Reina y Señora
de Cielos y tierra. Salid, pues, hijas de Sion, almas verdaderamente
devotas de María: venid en espíritu y ved a vuestra Reina con la corona
de honor y gloria con que la ha coronado la Beatísima Trinidad en el día
de su perpetua unión con Dios; día de la alegría de su Corazón. El
Eterno Padre la ha enriquecido con su Poder, dándole potestad sobre
todas las criaturas del Cielo, de la Tierra y del Infierno, y
constituyéndola sobre todas las obras de sus divinas manos. El Divino
Verbo la ha adornado con su Sabiduría, infundiéndole el más claro
conocimiento que puede haber de la Divina Esencia, y una penetración
profundísima de todas las cosas criadas. El Espíritu Santo la ha
hermoseado, comunicándole, casi sin medida, el don santo de la caridad
con que ama a Dios y a sus prójimos más que todos los hombres y Ángeles
juntos. ¡Oh Reina Soberana!, mi alma se goza de verte tan sublimada y
exaltada por Dios, y humildemente postrado te reconozco y venero por mi
legítima Reina y Señora, a quien deseo siempre honrar y servir con todas
mis fuerzas.ORACIÓN PARA ESTE DÍA
Soberana
Reina y Señora del Cielo y tierra, en quien el Altísimo ha depositado
los tesoros de su Poder, Sabiduría y Bondad para consuelo y alivio de
todos los hombres: llenos de confianza acudimos a Ti, piadosísima
Virgen, y te pedimos humildemente, que aunque indignos, nos recibas en
el número de tus amados hijos y en todas nuestras necesidades nos
socorras como amorosa Madre, para que libres de todo mal, por tu
poderosa intercesión, consigamos en esta vida los verdaderos bienes de
alma y cuerpo, que nos lleven a gozar contigo los eternos de la otra.
Amén.
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