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viernes, 9 de septiembre de 2022

LOS GOBIERNOS CREARON EL MOVIMIENTO ‘ANTIVACUNAS’

Reflexión por Julie Sladen para THE SPECTATOR (Australia). 
   
MI GOBIERNO ME VOLVIÓ «ANTIVACUNAS»
Un golpe de Estado gubernamental creó el movimiento antivacunas.
  
   
Seré clara. Como la mayoría de personas defendiendo su postura sobre las vacunas de la Covid, yo solía comenzar mi apología con: «¡Yo no soy antivacunas!».
  
Habiendo probablemente recibido más vacunas que la mayoría, dado que yo soy médica y justamente he viajado mucho, ingenuamente pensé que este enfoque podía ganar credibilidad con los entusiastas de las vacunas. Debí haber ahorrado aliento.
  
En los últimos dos años, la segregación y deshumanización respaldada por el gobierno de aquellos que ejercieron su derecho a rechazar la vacuna, me ha forzado a cambiar mi identidad.
  
Cuando Australia se aisló en 2020, pronto me cansé del mantra dirigido diariamente «¡Quédate en casa, Salva vidas!», apagué la televisión, y comencé a investigar.
   
Descubrí que las medidas de cuarentena impuestas por el gobierno estaban remplazando los planes de pandemia perfectamente buenos que fueron actualizados en Agosto de 2019. Estos eran planes que, por lo que puedo decir, difícilmente verían la luz del día a pesar de cuánto costaron para ponerlos juntos.
  
Australia, y gran parte del mundo, estaba «fuera del guion».
  
No se dio ninguna atención a los bien documentados costes de aislamientos, y no se dirigió ningún esfuerzo hacia opciones de tratamiento temprano. Ni hubo intentos para mejorar la salud inmune de los australianos por medio de medidas como la nutrición, la reducción del consumo de alcohol, y el ejercicio. Nada.
   
Con todo esto del lavado de manos, comer más de la cuenta, beber, aislamiento, y miedo alarmista, los australianos eran blancos fáciles en lo que concernía a su salud. Mientras tanto, el gobierno y los Directores de Sanidad nos decían que nos sentáramos y esperáramos para que llegara la vacuna «salvadora».
   
En Agosto de 2020, cuando Scott Morrison [Primer Ministro de Australia por el Partido Laborista entre el 24 de Agosto de 2018 y el 22 de Mayo de 2022, N. del T.] anunció: «Yo esperaría que (la vacuna) sea tan obligatoria como posiblemente podáis hacerla», sentí levantar mis cejas. ¿Cómo nuestro Primer Ministro iba a hacer eso? Me preocuparon las implicaciones éticas, médicas y legales.
  
La toma de postura de la Autoridad Australiana de Regulación de Profesionales de la Salud (AHPRA) sobre la vacuna Covid llegó al correo en Marzo de 2021, y nuevamente sentí levantar mis cejas. La AHPRA decía efectivamente a los médicos que se alinearan con la política gubernamental, advirtiendo que se podría seguir acción disciplinaria si un profesional promovía declaraciones antivacunación o minaba la campaña de inmunización. Más trabajo preparatorio en acción.
  
Finalmente, en Junio de 2021, el Teniente General John Frewen fue nombrado como jefe de la Fuerza de Tarea Nacional de Vacuna de la Covid. Parecía aparentemente que éramos parte de una operación de estilo militar, especialmente considerando que habían realmente militares haciendo vigilancia policial en nuestras calles.
  
Cuando la vacuna llegó a Australia, decidí realizar un análisis personal riesgo-beneficio.
  
Como sobreviviente del cáncer (estoy bien ahora, gracias por preguntar), me tomó años recuperar la salud total y era entusiasta por seguir ese camino. La calculadora de riesgo de covid estimó mi posibilidad de sobrevida en más de 99 por ciento. Nada mal.
  
Luego miré las vacunas de ARN modificado. Los primeros datos del extranjero mostraban algunas señales preocupantes de seguridad y evidencia sorprendente de promedios de transmisión similar tanto por vacunados como por no vacunados. Solamente podía ponderar: hemos tenido nueva tegnología de fármaco, con datos limitados, preocupantes señales de seguridad, e indicaciones de que no prevenía la infección o transmisión.
  
Para mí, los riesgos no excedían los beneficios, especialemte si eso significaba que todavía podía infectar a mis pacientes.
  
Cuando el gobierno de Tasmania impuso las vacunas para todos los trabajadores sanitarios, fui personalmente, investigación en mano, y hablé con tantos políticos como pude, recomendándoles que adopten un enfoque de manejo de riesgos.
  
Pasé horas escribiendo, llamando por teléfono, y visitando, argumentando el punto con base en evidencia científica, ética y manejo de recursos médicos.
  
Razoné que nuestro estado no podía permitirse perder a ningún profesional médico que preferiría renunciar antes que tomar la vacuna.
  
Pedí el punto medio y un enfoque estratégico que incluyera equipo de protección personal (EPP), prueba rápida de antígeno, y telesalud –no solo vacunación– para preservar tanto la autonomía como la fuerza de trabajo para que el sistema de salud no sufriera más.
  
Muchos simpatizaron a puerta cerrada, pero no estaban dispuestos a hablar públicamente (excepto el senador Eric Abetz, gracias Eric).
  
Cuando los mandatos entraron en vigencia, escogí permanecer sin vacuna junto con otros cientos y fui forzada a dejar de trabajar. Ni siquiera me fue permitido hacer telesalud (¿alguien puede explicarme eso?). Me sentí castigada.
  
Ahora la verdad está saliendo a la luz.
  
Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) han anunciado que no había diferencia entre vacunados y no vacunados puesto que las vacunas no previenen la infección o transmisión.
  
Adicional, la Administración de Bienes Terapéuticos australiana (TGA) ha recibido más reportes adversos en 2021 y a través de Junio de 2022 (18 meses) por las vacunas de covid que en los últimos 50 años por todas las otras vacunas combinadas. Esto no es simplemente por el número de vacunas de Covid.
  
Alrededor del mudno ha habido un porcentaje significativamente más alto de eventos adversos y muertes reportadas por las vacunas de Covid en comparación con vacunas no-Covid como las vacunas contra el sarampión, la polio y la gripe.
  
Y finalmente, las últimas estadísticas de admisión hospitalaria no apoyan el reclamo que los no vacunados están más en riesgo de un caso serio de Covid, hospitalización o muerte.
  
¿Cuán malo es esto? No sabemos. No hay estudios de toxicidad a largo plazo, carcinogenicidad (causar cáncer), genotoxicidad (efecto sobre los genes), o fertilidad.
  
Esta «cosa» que hemos estado haciendo en los dos años pasados no es atención sanitaria. No sé qué es esto, pero no es atención sanitaria, y era obvio desde el comienzo. No fue para beneficiar el «bien mayor». No es mirar por la abuela. No es «hacer nuestra parte y proteger a los demás». No es salvar vidas.
   
Nunca lo fue.
  
Mientras se levanta la niebla de la guerra de la Covid, sospecho que nos daremos cuenta que más personas han sido dañadas por este resuelto enfoque «vacuna o nada» que cualquier otra intervención endilgada a la gente hasta ahora. Esto verdaderamente es una crisis jatrogénica causada por un tratamiento «médico» prescrito por burócratas. 
   
Si un «antivacunas» es alguien que no puede dar un consentimiento informado a una «vacuna» que falla en prevenir la infección o transmisión, tiene alarmantes señales de seguridad, y debe ser llevado para ganar de vuelta el derecho a vivir y trabajar en sociedad, para una enfermedad que tiene un porcentaje de sobrevida mayor de 99 por ciento, entonces «», soy antivacunas…
  
Mi gobierno me hizo serlo.
 
La Dra. Julie Sladden es una médica y escritora independiente apasionada por la transparencia en el sistema de salud.

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