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domingo, 8 de enero de 2023

EL TOQUE TALMÚDICO: LA VERDADERA HISTORIA DETRÁS DEL CAMBIO DEL OFERTORIO

Traducción del artículo publicado en CATHOLIC TRADITION. Vía THE LAITYTUDE.
  
EL TOQUE TALMÚDICO: LA VERDADERA HISTORIA DETRÁS DEL CAMBIO DEL OFERTORIO
«En la Nueva Misa, el Ofertorio fue remplazado por una fórmula del Talmud, un clásico de la literatura de odio dirigida contra Jesús con una intensidad y perversidad tal vez nunca igualada».
por Craig Heimbichner
  
Este artículo apareció originalmente en la edición de Marzo de 2004 de Catholic Family News, y a petición mía volvió en línea. Se han escrito muchos artículos sobre los objetables cambios a la Misa que culminaron en la Misa Novus Ordo de Pablo VI, y escasamente se puede agregar algo sustancial a la incisiva Intervención Ottaviani o al estudio exhaustivo en su tercer volumen de La revolución litúrgica. Incluso el cardenal Ratzinger admitió abiertamente el desastre práctico de la reforma litúrgica. Es obvio a los católicos devotos que los fieles han estado sumergidos durante el período de la Nueva Misa en un pantano señalado por la no asistencia, increencia, inmoralidad, irreverencia, indiferentismo y tranza propagados. Los católicos han visto incluso a sus otrora ortodoxos líderes hundiéndose en las arenas movedizas de la ambigüedad. Si bien las causas de esta gran cricis no pueden ser solamente atribuidas a los cambios en la Misa, existe una importante conexión, puesto que el principio lex credéndi, lex orándi (creemos como oramos) permanece vitalmente verdadero. Con todo, uno de los cambios más sutiles y blasfemos en la oración de la Misa ha sido pasado por alto. Se nos ha dicho que el Ofertorio ha sido remplazado por una «bendición judía de la mesa», un cambio suficientemente objetable por varias razones. Pero la realidad es mucho peor: porque el Ofertorio ha sido remplazado por una oración sin ninguna conexión con los israelitas del Antiguo Testamento, sino con algo que viene de los rabinos que rechazaron a Cristo y coincidieron con el Sanedrín que demandó Su muerte. La sorprendente verdad es que en la Nueva Misa, el Ofertorio fue remplazado por una fórmula del Talmud, un clásico de la literatura de odio dirigida contra Jesús con una intensidad y perversidad tal vez nunca igualada [1]. Este sacrilegio se deslizó entre los fieles sin aviso, y merece exponerse como una razón más para demandar vivamente la restauración de una liturgia que honra en vez de blasfemar de Aquel que dijo por primera vez e instituyó la Misa.
     
Hace mucho que el Ofertorio ha sido un objetivo de los enemigos de Cristo y de Su Iglesia, puesto que claramente expresa el contenido propiciatorio del Sacrificio de Cristo que es repetido en forma incruenta en la Misa. Este fue el tema de una severa advertencia por el papa Pío XII en Mediátor Dei, que algo de la pretendida resurrección de las primitivas tradiciones era patentemente fraudulento. En ningún lugar esto es más claramente evidente que en la supuesta resurrección de una «bendición judía de la mesa» de los días de los primeros conversos judíos a la Cristiandad como remplazo para el Ofertorio. Querían que creyéramos que este desguace del Ofertorio marca un retorno al tipo de fe y liturgia de la Iglesia naciente, y además supuestamente nos recuerda nuestras raíces judías.
    
Todas estas alegadas razones y explicaciones son simplemente mentiras, y su naturaleza subversiva es revelada por el hecho que tuvieron éxito donde Lutero fracasó en eliminar el Ofertorio que él odiaba. Primero, el Ofertorio no fue remplazado por una bendición judía de la mesa, sino por una bendición rabínica del Talmud, como veremos a continuación. Segundo, el Talmud no fue escrito durante la vida de Cristo o Sus Apóstoles, y no podía haber sido reflejo de nada en la Iglesia naciente, sino de las tradiciones de sus primeros enemigos. De hecho, el Talmud fue escrito en Babilonia después que los rabinos habían rechazado al Mesías (escrito en realidad por rabinos en pleno y venenoso acuerdo con ese rechazo). Tercero, la bendición talmúdica es parte de una lista de “bendiciones” en el Talmud que también contiene maldiciones contra los cristianos.
  
Cuarto, lo que conocemos como judaísmo –el pantano rabínico de blasfemia y paganismo codificado en el Talmud– no tiene ninguna conexión con la fe del Antiguo Testamento, porque la anula (Mateo 15, 1-9). Quinto, tomar prestada cualquier oración del Talmud es posiblemente traicionar a Cristo, porque el Talmud –quemado por varios Papas astutos– contiene las más horribles blasfemias conocidas por el hombre contra Jesús y María, de las cuales citaremos solo unas pocas a fines de documentación.
    
Antes de respaldar estas aseveraciones, vale notar que todos los Padres del Concilio Vaticano II fueron advertidos que fuerzas encubiertas del judaísmo y la francmasonería iban a dar un “golpe” en el Concilio, so capa de una «reconciliación fraterna» y so pretexto de «construir puentes». Esta advertencia vino en la forma de una nota larga y profundamente documentada por mí titulada Complot contra la Iglesia, escrito por varios autores bajo el pseudónimo de Maurice Pinay. Uno de los verdaderos autores fue el P. Joaquín Sáenz y Arriaga, posteriormente sujeto de una cuestionable excomunión luego de exponer la ostensión pública del efod judío de Caifás por Pablo VI, un emblema repleto de simbolismo masónico y rabínico.
    
Debe también resaltarse que el arquitecto de la Nueva Misa, el arzobispo Annibale Bugnini, ha sido expuesto como un francmasón secreto. Una redada en una logia italiana en 1976 reveló una lista de prelados vaticanos de alto rango, sus fechas de iniciación en la francmasonería, e incluso sus nombres clave. Bugnini entró a la Hermandad el 23 de Abril de 1963, y su nombre clave fue Buan [2].
   
Varios Papas han codenado a la francmasonería, comenzando por Clemente XII en 1738, y por una buena razón. El intento conspirativo de la francmasonería no fue solamente indicado por sus espeluznantes juramentos de obediencia ciega a los superiores so pena de asesinato (como sucedió en el caso de William Morgan [3]), sino también en los grados superiores  como el grado judaico Kadosh [4], donde una corona de burla y una tiara papal de burla son apuñaladas en un inequívoco ataque contra la Iglesia y el Estado (este grado es el grado 30.º en el Rito Escocés actual) [5]. Adicionalmente, el británico Grado Arco Real, la culminación del Tercer Grado o Maestro Masón, contiene una invocación «por el bien de la Masonería en general, pero la nación judía en particular» [6]. Por eso la Francmasonería como institución está claramente jurada para combatir contra la Iglesia y el Estado bien ordenado, y para servir a los intereses del judaísmo encarnados en el Talmud. Por estas graves razones, varios Papas reconocieron la amenaza planteada por esta sociedad secreta subversiva y la censuraron en los términos más fuertes posibles [7].
  
Sin embargo, los masones se infiltraron, según sus propios planes que habían sido expuestos por Mons. George F. Dillon en 1884 y publicado por el Papa León XIII un año después a su propia costa, después que el mismo Papa redactó Humánum Genus, la más contundente condena papal contra la francmasonería que se haya escrito [8]. Uno de los consiguientes triunfos masónicos contra la Iglesia fue claramente la demolición de la liturgia, llevada a cabo por uno de sus propios miembros, como hemos visto. Las señales de traición son aparentes a los que tienen ojos para ver y un sentido católico, y no es menester recapitularlas. Pero este contexto de subversión e intriga anticristiana requiere ser señalada para entender la verdaderamente blasfema sustitución del Ofertorio con un pasaje casi verbátim de los amos a quienes la institución masónica ha jurado servir como se evidencia en el Grado Arco Real referenciado arriba.
  
Un mito moderno es que esta «bendición judía de la mesa» tiene sus raíces en el culto de los tiempos de Esdras. Buscando en la Biblia se revelará que esta historia está ausente en las páginas de la Sagrada Escritura. ¿Dónde, pues, se origina? La Enciclopedia Judía [9] (publicada entre 1901-1906, consistente en doce volúmenes) nos dice, en su artículo sobre Bendiciones, que la historia del origen de las “bendiciones” en el judaísmo es una “tradición rabínica” en el mismo Talmud, de hecho está en el tratado Berajot 33a. Sin embargo, como fuente histórica, el Talmud debe ser rechazado de tajo, tal como uno debe rechazar las historias talmúdicas que la Santísima Virgen María fue una «ramera» (Sanedrín l06a), que Adán tuvo relaciones sexuales con todos los animales en el Jardín del Edén (Yevamot 63a), que Jesús «aprendió brujería en Egipto» (Shabbos 104b), o que Jesús está en el Infierno siendo hervido en «excremento caliente» (Guitín 57a). Se debe resaltar que estos pasajes y muchos otros, antes negados por los rabinos, han sido incluidos en la traducción más reciente y autorizada del Talmud  –del cual varios volúmenes aún están en producción– dirigida por el reconocido estudioso talmúdico rabino Adin Steinsaltz. El rabino Steinsaltz comenta sobre versiones anteriores truncadas y censuradas del Talmud: «Donde quiera que el Talmud hace referencias insultantes a Jesús o a la Cristiandad en general, el comentario era completamente borrado. y el nombre de Cristo era sistemáticamente removido» [10].
    
En The Essential Talmud (Lo esencial del Talmud), el rabino Steinsaltz escribe de la suprema importancia del Talmud de Babilonia: «Los eruditos de Babilonia fueron pronto atraídos al nuevo centro y miles de discípulos confluyeron a estudiar allí» [11]. Lo que Cristo condenó como «las tradiciones de los mayores» (Marcos 7, 1-13), el rabino Steinsaltz lo llama la “ley oral”, declarando que «la tarea de preservar y codificar el vasto cuerpo de la ley oral se realizó por varias generaciones» [12]. Esta ley oral fue eventualmente escrita como el Talmud, siendo su versión más importante y autorizada el extenso Talmud de Babilonia. El rabino Steinsaltz traza el desarrollo y redacción gradual del Talmud de Babilonia, comentando que «las autoridades naturales mejor equipadas para aclarar los problemas fueron los directores de las grandes academias babilonias de Sura y Pumbedita». Su autoridad no fue cuestionada, y por consecuencia el Talmud asumió la mayor importancia posible, eclipsando el Antiguo Testamento como el texto central del judaísmo: «Históricamente hablando», escribe el rabino Steinsaltz, «el Talmud es la columna central de la cultura judía» [13]. Notar: el Talmud, no el Antiguo Testamento. De las tradiciones orales talmúdicas redactadas, que Cristo denunció como una nota de los fariseos y los escribas, vino lo que conocemos hoy ser el judaísmo. Y es de esta falsa religión, fundada en el rechazo a Jesús, que fue tomado el remplazo del Ofertorio en la Misa.
    
Alguno puede responder que el judaísmo no es una religión diferente, sino simplemente una «fase» previa de la alianza hoy llamada Cristiandad [14], con oraciones que después de todo están dirigidas al mismo Dios. En respuesta a esta caracterización completamente falsa, que confunde como hace la fe de los israelitas con la corrrupción de los fariseos, ya en tiempos de Cristo bien atrincherados, citaré a un Doctor de la Iglesia universalmente rechazado hoy. San Juan Crisóstomo responde incisivamente: «Pero en cualquier medida los judíos dicen que ellos, también, adoran a Dios. Dios no quiera que yo diga eso. ¡Ningún judío adora a Dios! ¿Quién dice así? El Hijo de Dios lo dice. Porque Él dijo: “Si conociérais a Mi Padre, me conoceríais también a Mí. Pero ni me conocéis a Mí ni conocéis a Mi Padre”. ¿Podría producir un testigo más confiable que el Hijo de Dios?» [15].
    
El verdadero origen de la denominada «bendición judía de la mesa» es por toda evidencia el Talmud mismo, por la ausencia de cualquier otro testimonio que atribuya un auténtico origen veterotestamentario a las prácticas de aquellos que inventaron libremente tantas objetables tradiciones que el mismo Cristo les condenó en varias ocasiones (Marcos 7, 1-13; Mateo 15, 1-9; Mateo 23, 25-26). Por eso en la explicación de las «Bendiciones» en la Enciclopedia Judía, encontramos que «con el paso del tiempo todas estas bendiciones asumieron una forma estereotipada; y el Rav [Akiva] reguló que para ser considerada como una bendición regular (Berajot 40b), toda bendición debe contener el nombre de Dios, y el rabino Yohanán [ben Zakai] que debe contener el atributo de la realeza de Dios». En otras palabras, el Talmud y sus autores rabínicos dictaron la forma de la bendición en el judaísmo que posteriormente hallamos descaradamente importada en la Nueva Misa por el comité de Bugnini. Por supuesto, para el tiempo del Vaticano II, las voces que clamaban por la «paz con el judaísmo» eran fuertes. Se puso en marcha en la Iglesia una nueva «apreciación» del judaísmo, culminando en el decreto de Nostra Ætáte que los judíos no mataron a Jesús [16]. Azotada por el látigo del Holocausto, la Iglesia estaba en marcha tratando de probar su simpatía por las sinagogas. Si solo Pablo VI, al revisar este audaz “intercambio” en la Misa, hubiese escuchado la fuerte exhortación de San Juan Crisóstomo: «Como hay algunos que piensan de la sinagoga como un lugar sagrado, debo decirles a ellos algunas palabras. ¿Por qué reverenciáis ese lugar? ¿No debéis despreciarlo, tenerlo en abominación y huir de él? Ellos responden que allí son guardados la Ley y los libros de los profetas. ¿Qué es esto? ¿Será un lugar santo cualquier lugar donde estos libros estén? ¡De ninguna manera! Es por esta razón por encima de las demás de por qué odio la sinagoga y la aborrezco. Ellos tienen a los profetas pero no les creen; leen los escritos sagrados pero rechazan a sus testigos, y esta es una señal de culpables del mayor ultraje» [17]. Pero el consejo de este Doctor de la Iglesia no solo fue ignorado, uno puede decir que ha sido el objeto de una disculpa papal dada dentro de la Sinagoga de Roma el 13 de Abril de 1986 [18].
    
La fuente del remplazo para el Ofertorio es aclarada en la Enciclopedia Judía, que introduce ¡una lista de «bendiciones prescritas en el Talmud y adoptadas en la liturgia; cada una de ellas comenzando con la fórmula “Bendito seas, oh Señor, Dios nuestro, Rey del Universo”»! Aunque la liturgia del judaísmo es entendida en la referencia de arriba, irónicamente esta bendición talmúdica deviene repetida casi verbátim en la Nueva Misa. Pero una ironía aun más grande es el hecho que en este caso el latín es más cercano en la forma al Talmud que la traducción inglesa hecha por el ICEL: porque en el latín se lee «Benedíctus es, Dómine, Deus univérsi», que traducida literalmente se convierte en «Bendito seas, Señor, Dios del Universo», mientras la traducción común que uno encuentra es: «Bendito eres Tú, Señor Dios de toda la creación». La diferencia es pequeña, pero el latín refleja más explícitamente el Talmud. Trágifamente, los que esperan una «purificación» de la Nueva Misa vertiéndola en latín solo encontrarán más exacto el blasfemo paralelo entre el remplazo del Ofertorio y el Talmud.
   
Mientras uno lee el Talmud y la Enciclopedia Judía, se hace aparente que esta fórmula se extiende a todas las bendiciones, no solamente a las bendiciones de la mesa. Declara la Enciclopedia Judía que para el siglo II «ya estaban fijadas en su forma y número, puesto que el rabino Meïr declara ser deber de todos decir cien bendiciones diariamente». Estas «bendiciones» incluyen recitar una «bendición» después de exonerar el vientre («que has formado al hombre en sabiduría y creado muchos orificios»), agradeciendo a Dios por no hacerlo un gentil, y agradeciendo a Dios «que no me has hecho una mujer».
 
La estructura básica de las bendiciones fue eventualmente cristalizada en 18. Comenta el rabino Steinsaltz: «La Gran Asamblea… decidió componer una oración estándar reflejando los deseos y aspiraciones de todo el pueblo [la Amidá, N. del T.]. Fue compuesta por diez y ocho bendiciones, cada una tratando brevemente una materia. Esta oración, que en su mayor parte ha sobrevivido hasta el presente y constituye la base del servicio en la sinagoga, consiste en tres bendiciones de apertura, tres bendiciones de cierre, y doce intermedias conteniendo varias demandas y súplicas» [19]. Sin embargo, merece señalarse el hecho que las «bendiciones» diarias del judaísmo contienen una maldición contra los cristianos. Como nos dice el profesor Israel Shahak de la Universidad Hebrea: «en la sección más importante de la oración semanal –las “diez y ocho bendiciones”– hay una maldición especial, originalmente dirigida contra los cristianos, los judíos convertidos a la cristiandad y demás judíos herejes: “Que no haya esperanza para los apóstatas, y perezcan en un instante los cristianos”» [20]. Comenta el rabino Steinsaltz: «Una de las alteraciones introducidas al servicio poco después de la destrucción [del Segundo Templo] no estaba, sin embargo, conectada al mismo Templo sino al problema de las sectas heréticas, gnósticas y cristianas… Los problemas llegaron a tal punto que los sabios del Sanedrín en Jamnia decidieron añadir al Shemoné Esré [en hebreo שְׁמוֹנֶה עֶשְׂרֵה, “Las diez y ocho bendiciones”, nombre con el que es conocida la Amidá, N. del T.] una bendición adicional (la cual en realidad es una maldición) sobre los herejes… [21]». Uno puede ver que la oración patrón en la Nueva Misa no era usada solo para las «bendiciones» de la mesa e incluso en el baño, sino también para abrir las maldiciones a los cristianos, como incluso es admitido reluctantemente por el rabino Steinsaltz.
    
Tal es el contexto escalofriante de la fuente de la oración que remplazó el Ofertorio en la Nueva Misa. Seamos sincero: el contexto es amplio de blasfemia y sacrilegio, porque el Talmud y sus autores estaban llenos de odio y maldiciones, verificables hoy en el Talmud de Steinsaltz, contra Cristo y los cristianos [22]. El hecho que la versión de la oración presente en la Nueva Misa no sea abiertamente blasfema no es más defensa de su inclusión que lo sería la importación de un pasaje que suene inocente del Libro de la Ley del satánico Aleister Crowley [23] en nombre de alcanzar a los «descarriados» o «conectar con los que tienen, aunque oscura, una Semilla del Verbo». Dejemos a un lado tan notoria bazofia y llamemos las cosas por su nombre, llamemos blasfemia a la blasfemia, y demandemos a viva voz y persistentemente de Roma la plena restauración de lo que es nuestro por derecho: una Misa no nacida en la traición y marcada por el sacrilegio.
    
Porque los Padres Conciliares fueron debidamente advertidos, como lo fue Pablo VI. Citando del libro entregado a cada obispo en el Concilio Vaticano II: «Se está consumando la más perversa conspiración contra la Santa Iglesia. Sus enemigos traman destruir sus más sagradas tradiciones y realizar reformas tan audaces y malévolas… con el fingido celo de modernizar a la Iglesia y ponerla a la altura de la época, pero en realidad con el oculto propósito de abrir las puertas… y preparar la futura destrucción del Cristianismo. Todo esto que parece increíble, se pretende realizar en el Concilio Vaticano [II]. Tenemos datos de que todo se ha tramado en secreto contubernio…» [24]. Pero hoy no necesitamos evidencias de la traidora planeación, porque podemos ver los resultados en la implementación de las reformas posconciliares, incluyendo la reforma de la liturgia. Y en ninguna parte es más notoria la mano de un enemigo que en el remplazo del Ofertorio con palabras que son una nota de una religión diferente, reproducida del principal texto anticristiano en la amplia historia de la resistencia humana a la gracia.
    
Craig Heimbichner es un converso y reconocido experto sobre la Francmasonería y el ocultismo. Conferencista y escritor, él está disponible para discutir los peligros del ocultismo y su influencia en la actualidad. Él puede estar a cargo de Catholic Family News.
  
NOTAS
[1] Por esta razón fue ordenado por Inocencio IV en la Bula Ímpia Judæórum Perfídia la quema del Talmud, y posteriormente también por varios Papas.
[2] Los hechos fueron relatados en un artículo del 12 de Septiembre de 1978 en la revista Osservatore Politico en Roma (Italia) titulado “La gran Loggia Vaticana”. El autor, Carmine Mino Pecorelli, presuntamente murió después de imprimir la lista de prelados.
[3] El capitán William Morgan, francmasón del Arco Real, publicó en 1827 los rituales y juramentos secretos masónicos. Él fue secuestrado y asesinado por sus hermanos masones, un evento que llevó al original tercer partido político en los Estados Unidos: el Partido Antimasónico.
[4] Hebreo (קָדוֹשׁ) para «santo» o «consagrado».
[5] Ver Secret Societies Illustrated (Las sociedades secretas ilustradas), publicado por la editora masónica Ezra A. Cook Publications, Inc., pág. 123.
[6] Duncan’s Masonic Ritual and Monitor (Ritual y monitor masónico de Duncan), Malcolm C. Duncan, pág. 249.
[7] La excomunión de los francmasones fue removida del Código de Derecho Canónico de 1983, aunque el cardenal Ratzinger aclaró subsecuentemente el 26 de Noviembre de 1983 que la membresía es un «pecado grave» que excluye de la recepción legítima de la Sagrada Comunión. Con todo, uno se pregunta por qué fue removida la explícita prohibición canónica. Es ciertamente real que muchos católicos oyeron de este cambio y se unieron a las logias masónicas.
[8] El lector es referido al excelente resumen de estos documentos por John Vennari, Las Instrucciones Permanentes de la Alta Vendita. Un plan masónico para subvertir a la Iglesia Católica (TAN Books and Publishers, Inc.) Disponible en Catholic Family News, $4.00US contraentrega.
[9] Disponible en línea en www. Jewishencyclopedia.com
[10] Adin Steinsaltz, The Essential Talmud, pág. 84.
[11] Adin Steinsaltz, Ibid., pág. 43.
[12] Steinsaltz, Ibid., pág. 41.
[13] Ibid., pág. 266.
[14] La premisa abíblica y acatólica de la obra del cardenal Ratzinger Muchas religiones–Una única Alianza: Israel, la Iglesia y el Mundo, Ignatius Press, 1999.
[15] San Juan Crisóstomo, Discurso sobre los cristianos judaizantes, III (2).
[16] El día en que fue promulgado, San Simón de Trento, el niño mártir que había sido asesinado por los judíos en Viernes Santo por odio a Cristo, fue removido del Calendario Romano.
[17] San Juan Crisóstomo, Ibid., V (2).
[18] El Papa Juan Pablo II fue directamente confrontado en esta ocasión con la quema del Talmud por sus predecesores. Su respuesta fue disculparse por «los actos de discriminación, la limitación injustificada de la libertad religiosa… respecto a los judíos… por quienquiera que sea», y agregó: «Repito: por quienquiera que sea». Ver a Luigi Accattoli, Man of the Millennium: John Paul II (en español: Karol Wojtyła: El hombre más famoso del siglo XX, págs. 176-177), págs. 139-140. Si Juan Pablo II incluyó a los Papas anteriores en su disculpa, por clara implicación incluyó a San Juan Crisóstomo, que fue famoso por su enérgica denuncia del veneno talmúdico.
[19] Adin Steinsaltz, Ibid., págs. 101-102.
[20] Israel Shahak, Jewish History, Jewish Religion (Historia judía, religión judía), pág. 63.
[21] Adin Steinsaltz, Ibid., p. 105.
[22] Un excelente resumen de estos pasajes puede hallarse en la concisa obra de referencia Judaism’s Strange Gods (Los dioses extraños del judaísmo) por Michael A. Hoffman II.
[23] Por ejemplo, ¿un neo-católico objetaría la frase: «No hay lazo que pueda unir los divididos más que el amor»? Suficientemente inocente en sí misma, es una cita del odioso Libro de la Ley de Crowley, el cual, como el Talmud, contiene blasfemias contra Jesús y María. Si uno encuentra objetable (como debería) una cita de Crowley, a fortióri debe objetar a los rabinos que vivieron cercanos al tiempo de Cristo, y aun así Lo denigraron en el Talmud con blasfemias cada vez peores.
[24] Maurice Pinay, Complot contra la Iglesia, pág. 15.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)