«Sin duda, “no debemos odiar a estos restos de la Jerusalén infiel sobre los cuales Jesucristo lloró” [1]. Pero no debemos, por una caridad mal organizada, entregar desprevenidamente, en manos pérfidas y rapaces, el cuerpo social al que pertenecemos y el tesoro de nuestras tradiciones religiosas y nacionales (2.ª Tes. 2, 15).
El judío, para nosotros, es un enemigo [2]. Bien aún nutra las ineptas doctrinas del Talmud con el odio secular [bimilenario] que nunca cesó de animarlo contra los discípulos del Nazareno, o bien, sometido a la acción corrosiva del libre pensamiento, ya no ponga sus esperanzas mesiánicas en la restauración —tomada en sentido literal— del reino de Israel, sí en el adviento de una humanidad-divinizada atiborrada de oro y de placeres [3], su influencia social es una amenaza para cualquier pueblo que penetre; es una calamidad para toda sociedad donde llegare a dominar.
Es, por tanto, nuestro deber, como canadienses —sea como cristianos, sea como ciudadanos—, esforzarnos para apartar este peligro.
Cristianos, recordemos la antigua legislación de la Iglesia, que, donde aún sea posible aplicarla, no puede ser letra muerta. Reavivemos su espíritu en nuestro celo discreto, a fin de preservar nuestras relaciones familiares, amicales y hasta comerciales del contacto judaico».
Mons. LOUIS ADOLPHE PÂQUET DEMERS, Protonotario Apostólico. Droit Public de l’Église - Principes généraux, 1908, pág. 279.
NOTAS (del original)
[1] Luis Veuillot, Mélanges religieux, historiques, politiques et littéraires, 2.ª serie, tomo V, pág. 149. — Cf. Padre Julio Cellier, Pour et contre les Juifs (1896).
[3] No debe entenderse esto de los judíos como individuos, pero sí en cuanto nación en general, y de sus disposiciones actuales.
[4] Claudio Jannet, hablando de los judíos de los Estados Unidos, dice que la mayor parte, sobre todos los más ricos, pertenecen a una suerte de partido reformado. Para estos, «el Mesías no es más que un símbolo. La humanidad, en tanto que raza elevada, feliz, próspera, gozando de larga vida, de salud, de comodidad terrestre... he aquí el Mesías que ellos esperan, y que, según sus rabinos modernizados, Moisés y los profetas han designado bajo metáforas poéticas. Este es precisamente el fondo del ideal masónico. Los judíos de esta escuela pasaron rápidamente del deísmo al panteísmo» (États-Unis contemporains, t. II, pág. 372, 4.ª ed.). — Cf. Questions actuelles, tomo XV, págs. 170-175.
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