Habían pasado ya casi cuatro meses del armisticio de Israel y Siria, que puso fin a la primera guerra árabe-israelí, pero las consecuencias aún se sentirían hasta nuestros días en la región, comenzando por una expansión de Israel a costa de sus vecinos y el desplazamiento forzado de la población palestina, que vio impotente cómo sus casas y propiedades fueron ocupadas por los colonos judíos. Pío XII, con esta exhortación Apostólica, hace un nuevo llamado a la oración por la paz en Tierra Santa.
EXHORTACIÓN APOSTÓLICA Sollémnibus Documéntis
Pío, por la Providencia de Dios Papa XII, a los Venerables Hermanos, Patriarcas, Primados, Arzobispos, Obispos y demás Ordinarios en paz y comunión con la Sede Apostólica.
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica.
En estos últimos tiempos, con Nuestros documentos y discursos solemnes, todas las veces que se presentó la oportunidad, invitamos a Nuestros hijos dispersos por el mundo entero rogar a Dios por aquella Sagrada Tierra, «de la cual, ya desde los oscuros primeros años de la historia, ha surgido para todos los hombres tanta luz de verdad» (Encíclica Auspícia Quǽdam, A.A.S., 1948, pág. 170).
Y hoy, mientras en públicas asambleas se discute sobre la organización futura de la Palestina, Nos, fieles al deber de Nuestro apostólico ministerio, deseamos vivamente que todos aquellos que unidos a Nos se glorían del nombre de cristianos, impetren con súplicas más insistentes para aquellos Lugares Santos los dones de la paz, del amor y de la justicia.
Como todos saben, junto a la Gruta de Belén, los Ángeles, cantando la gloria de Dios, anunciaron la paz a los hombres de buena voluntad (Cf. Luc. II, 14); pasó por las ciudades, los castillos y las aldeas de Palestina pasó haciendo el bien (Cf. Act. X, 38) Aquel que dio a los hombres, errantes como ovejas sin pastor (Cf. Matth. IX, 36), no solo Su precepto, sino también el ejemplo del amor; sobre el Gólgota, Cristo, Dios y Hombre, ofreciéndose como Víctima inmaculada por los pecados de los hombres, mereció con Su Sangre el triunfo de la verdadera libertad y de la justicia.
Luego si el recuerdo reconocido de tan grandes beneficios está indisolublemente ligado a aquella sacra región, es estrictamente imperativo que hoy más que nunca se eleven al Cielo ardientes plegarias por aquella Tierra, que, en los siglos, fue meta de fervorosos peregrinajes de innumerables cristianos; que suscitó en ellos entusiasmos capaces de cualquier sacrificio; que ocupó y ocupa en buen derecho un puesto de privilegio en el pensamiento y en el afecto de todo cristiano.
Quiera la Virgen María Madre de Dios, movida de la bondad de su Inmaculado Corazón, obtener —como Nos confiamos y ardientemente imploramos— del Divino Redentor que, por esta nueva cruzada de oraciones, venga finalmente dada a Jerusalén y a toda la Palestina un ordenamiento según las normas de la verdadera justicia, que aleje realmente para el futuro el peligro de guerras y de ruinas; que conserve, en su carácter sagrado, aquellos Lugares a la veneración y al amor de los fieles; que proteja todos los derechos que en el pasado la piedad viva, la operosidad, el celo y los sacrificios de tantos hijos de la Iglesia han asegurado al mundo católico.
Con esta confianza, a todos y cada uno de vosotros, Venerables Hermanos, y a la grey confiada a vuestros cuidados, en auspicio de los celestiales favores y como testimonio de Nuestra benevolencia, de corazón impartimos la Bendición Apostólica.
Dado en Castel Gandolfo, cerca de Roma, el 8 de Noviembre 1949, año undécimo de Nuestro Pontificado. PÍO XII.
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)