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viernes, 25 de diciembre de 2020

RECUERDOS DE UN PASADO GLORIOSO: EL ESTOQUE Y EL CAPELO BENDITO

Estoque y capelo del rey Juan III Sobieski de Polonia

Como Vicario de Cristo, de quien Él mismo dijo «Me ha sido dado todo poder en el Cielo y en la tierra» y sucesor de San Pedro (que blandió su espada contra los que pretendían arrestar a su Señor), el Papa tiene potestad no solamente en el plano espiritual, sino también temporal, manifiesta no solamente al coronar al Sacro Emperador Romano y en nombrar y deponer reyes, sino también con una ceremonia propia: la bendición del estoque y el bonete, insignia que se otorgaba a los soberanos, nobles y jefes militares que se destacaban en la defensa de la República Cristiana contra los infieles y herejes.
  
El estoque bendito era una espada de dos manos usualmente grande, hasta de dos metros de longitud, con la empuñadura hecha en plata dorada embellecida con el escudo de armas papal y la espada con el nombre del Sumo Pontífice, quien era el verdadero Defénsor Fídei, del cual el gobernante seglar era su brazo armado. Todo complementado con una vaina y un cinturón con similares ornatos.
   
El bonete, por su parte, semejante a una birreta ducal, era hecha de terciopelo rojo  o de piel de castor (aunque algunos hubo grises o blancos, y con bordura de armiño) con dos ínfulas colgando hacia abajo desde arriba. El lado derecho del sombrero estaba decorado con una paloma nimbada decorada con perlas que representa el Espíritu Santo, simbolizando su protección y guía al portador, mientras que un sol radiante bordado en oro sobre su cima simboliza a Cristo, Sol justítiæ, que alumbra a todo hombre que viene al mundo.
   
El caballero pontificio Gaetano Morone, en el tomo primero de su libro Las Capillas Pontificias, Cardenalicias y Prelaticias, refiere que la bendición de estas insignias (que tenían igual precedencia que la Rosa de Oro bendecida en el Domingo Lætáre en las condecoraciones papales) se realizaba antes de las Maitines de la Vigilia de la Navidad, aunque algunos Papas lo hacían en la mañana de la Navidad, antes de la Misa (Clemente XI, en 1719, lo hizo poco después de la Misa de la noche) porque no intervenían ni en la función de las maitines ni presidirían la Misa Pontifical, que solía cantar el cardenal camarlengo. 
  
En todo caso, el Papa realizaba la bendición en la Sacristía pontificia de la Basílica de San Pedro o en una de las capillas del Palacio Apostólico, revestido de amito, alba, cíngulo y estola blanca, asisitido por los Cardenales diáconos, el Cardenal protopresbítero para poner el incienso en el turíbulo y dos Cardenales obispos asistentes (uno con una vela encendida, y el otro con el Ceremonial), mientras un clérigo de la Cámara Apostólica, con roquete y sobrepelliz, habiendo tomado de la mensa, y entre dos candeleros con velas encendidas, el estoque y el capelo, los sostiene de rodillas durante la bendición, cuya fórmula fue acuñada por Urbano VI en 1385:
   
BENEDICTIO ENSIS ET PILEUM
  
℣. Adjutórium nostrum in nómine Dómini.
℞. Qui fecit cœlum et terram.
℣. Dóminus vobíscum.
℞. Et cum spíritu tuo.
Orémus.
   
ORATIO
Bene  dícere dignéris, quǽsumus, Dómine Jesu Christe, hunc ensem in defensiónem Sanctæ Románæ Ecclésiæ, et christiánæ reipúblicæ, ordinátum nostræ benedictiónis offício ad vindíctam malefactórum, laudem vero bonórum: ut per eum, qui te inspiránte illo accíngitur, vim æquitátis exérceas, molémque iniquitátis poténter evértas, et sanctam Ecclésiam tuam, ejúsque fidéles, quos, ut pretióso Sánguine tuo redímeres hódie in terris descendére et carnem nostram súmere dignátus es, ab omni perículo prótegas atque deféndas, et fámulum tuum, qui hoc gládio in tuo nómine armátus erit, pietátis tuæ firma custódia múnias, illæsúmque custódias. Qui vivis et regnas cum Deo Patre in unitáte Spíritus Sancti Deus: per ómnia sǽcula sæculórum. [Suplicámoste, oh Señor Jesucristo, te dignes ben  decir esta espada para la defensa de la Santa Iglesia Romana y de la República Cristiana, ordenada por el ministerio de nuestra bendición a la vindicta de los malhechores y a la recompensa de los buenos: a fin que por medio de aquel que, por tu inspiración, la ciñe, Tú ejercites la fuerza de la equidad; con Tu poder abata la mole de la iniquidad, y protejas y defiendas de todo peligro a tu Santa Iglesia y a sus fieles, que para redimirlos con tu preciosa Sangre te has dignado hoy descender sobre la tierra y asumir nuestra carne; y a tu siervo, que en tu nombre será armado con esta espada, protejas y custodies ileso con la protección de tu misericordia. Tú que vives y reinas con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos]. Amen.
  
Luego el Papa asperjaba el estoque y el capelo con agua bendita y lo incensaba. Acto seguido, el Papa se ponía una capa magna de seda roja y partía la procesión hacia Santa María la Mayor, donde se hacían las Maitines. El clérigo de la Cámara Apostólica llevaba el estoque y el bonete bendito frente a la cruz procesional, flanqueado por dos maceros papales. Llegados a destino, las insignias eran puestas sobre el altar en el lado de la Epístola, o entregadas a uno de los maceros, que se ubicaba en tal lado.
   
Papa Gregorio XVI bendiciendo un estoque y capelo
  
Clérigo de la Cámara Apostólica llevando el estoque y el capelo benditos
   
Si el homenajeado se encontraba presente para la bendición, era revestido con el roquete y el Papa le leía el Breve Solent Románi Pontífice de Sixto IV (25 de Diciembre de 1454), que explicaba el significado de las insignias:
«[…] Nos te nombramos, ¡oh príncipe santo!, como otra espada de la Santa Sede, que tiene en ti un hijo devotísimo, como lo declaramos con este fino presente, y también por este bonete declaramos que eres una fortaleza y baluarte para proteger a la Santa Iglesia Romana contra los enemigos de la Fe. por tanto, que tu mano permanezca firme contra los enemigos de la Santa Sede y del Nombre de Cristo, y que tu diestra esté levantada, ¡oh intrépido guerrero!, mientras los remueves de la tierra, y que tu cabeza sea protegida contra ellos por el Espíritu Santo, simbolizado por la paloma perlada, en estas cosas consideradas dignas por el Hijo de Dios, junto con el Padre y el Espíritu Santo. Amén»
tras lo cual era revestido con roquete y se le ceñía al cinto el estoque bendito y luego una capa pluvial blanca (si era emperador, se ponía la capa con la apertura hacia adelante; de otro modo, con la abertura sobre el lado derecho) y el bonete sobre la cabeza, que se removía para la postrátio (besar la mula –zapatos rojos con una cruz bordada de oro– y el anillo pontificio). Llegados a Santa María la Mayor para las Maitines, se quitaba el bonete bendito y se lo entregaba a un familiar o un escudero, para cantar la lección V de las Maitines, que comienza «In quo conflíctu pro nobis iníto», de la Homilía I de San León Magno (el Emperador cantaba la lección VII «Éxiit edíctum a Cǽsare Augústo ut describerétur univérsus orbis», de San Lucas II, 1-14, sin descubrirse la cabeza). Antes de pedir la bendición con las palabras «Jube, domne, benedícere», con el estoque desenvainado golpeaba tres veces la tierra y otras tantas lo blandía en el aire, en señal de disposición para defender el Evangelio, y luego lo envainaba nuevamente. Acabadas las Maitines, era despojado de los ornamentos e insignias y partía a su residencia en Roma, precedido por un hombre de armas (lancero de caballería) que portaba las insignias y acompañado por los familiares del Papa y sus prelados domésticos, por los ministros extranjeros, o por otros nobles.
   
En caso que el homenajeado estuviese en el extranjero, el protocolo era similar al de la entrega extra curiam de la Rosa de Oro: un legado papal partía en la primavera siguiente con una comitiva, el Breve papal, las insignias y un salvoconducto. A una jornada del destino, el receptor enviaba una comitiva para escoltarlo en sus dominios, y se celebraba una Misa Mayor en la catedral o la iglesia más importante de la ciudad en un día domingo o fiesta de precepto. Acabada la Misa, presidida por el emisario o por un obispo o abad designado por el Papa, se daba lectura al Breve y el celebrante entregaba el estoque y el bonete, siguiéndose al final la misma ceremonia procesional que en Roma. 
  
Si bien se cuenta que la primera espada bendita fue obsequiada al rey Pipino el Breve por el Papa San Pablo I en el 758, y que en 1202 el Papa Inocencio III envió el primer estoque bendito al rey Roberto el León de los Escoceses, el primer destinatario registrado del estoque y el bonete fue el confaloniero de la República de Luca Fortiguerra Fortiguerri, que lo recibió de Urbano VI en 1386. Originalmente, era un regalo que los nobles o reyes recibían por visitar Roma en la Navidad, pero luego pasó a ser enviado a naciones lejanas como reconocimiento o como invitación a la defensa de la Iglesia. Nicolas V hizo fabricar y bendecir muchos de estos, para enviarlos como llamado a la Cruzada contra los turcos.
   
Se conservan muy pocas de estas insignias en nuestros días: el estoque más antiguo (dado por Eugenio IV al rey Juan II de Castilla en 1446) se conserva en la Real Armería de Madrid, la espada que Julio II enviara a Jacobo IV de Escocia en 1507 (actualmente hace parte de las joyas de la corona escocesa), el último bonete (bendecido por Clemente XIV y regalado a frey Francisco Jiménez de Tejada y Eslava, último Gran Maestre español de la Soberana Orden de Malta) está en el Museo de la Edad Media en París; y en el castillo real Wawel de Cracovia se halla el estoque y bonete regalado del Beato Inocencio XI al rey Juan III Sobieski en 1684 tras su victoria sobre los turcos en el 2º Sitio de Viena. Los úlitmos estoques y bonetes fueron bendecidos por León XII en 1823 (enviado a Luis Antonio de Artois, Duque de Angulema y futuro Luis XIX de Francia) y por Pío IX en 1877 (para el general Hermann Kanzler, último Jefe de Estado Mayor y Comandante en jefe de los Estados Pontificios).

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)