Dispuesto por un devoto de San Miguel Arcángel perteneciente a la Venerable Orden Tercera de San Francisco en Campeche, e impreso en el Colegio Real de San Ignacio de Puebla en 1765.
MOTIVOS PARA ESTA DEVOCIÓN
Si la Santidad pide de justicia veneración, si la Superioridad pide respeto, si la Dependencia pide reconocimiento: ya se ve que después de Dios Nuestro Señor y de su Madre Santísima, es entre todos los Santos muy especial Acreedor a nuestra mayor veneración, respeto y reconocimiento nuestro Amantísimo Padre Señor SAN MIGUEL, porque en Santidad se aventaja a todos los Ángeles y Santos, porque es por tantos títulos superior a todos, así en naturaleza como en gracia, en ser Patrón y Protector de la Católica Iglesia, Juez delegado de vivos y muertos, por cuyo motivo necesitamos de su amparo y favor, pues nos definede en la vida, y nos ha de juzgar en la muerte; y así ofrezcámosle con devoción este corto obsequio cada día veinte y nueve en recompensa de tan innumerables favores y beneficios como nos ha hecho desde el principio del mundo, hace al presente y hará asta el fin, y procuremos este día con una Confesión bien hecha y una Comunión muy devota, a honor de este Excelso Glorioso Archiserafín, que así conseguiremos de su amorosa piedad todo su favor en la vida y en la muerte. Amén.
DÍA VEINTE Y NUEVE, DEDICADO AL GLORIOSÍSIMO PRÍNCIPE DE LOS ÁNGELES SEÑOR SAN MIGUEL
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Jesús mío Amorosísimo, a quien venero como a Criador y Redentor mío, y amo de corazón, más que a mi alma y más que a todo lo criado. Por la Bondad infinita que en ti confieso, y por el Ser inmutable que en ti adoro, me pesa haberte ofendido, y con todas veras ofrezco enmendar mi vida, pronto a satisfacer cuanto debiere, y a confesar mis culpas, que me separan de tu apreciable amistad, la que quiero, busco y solicito, y para ello ofrezco mis trabajos, y con sus méritos, mis cortas y humildes obras, y seguro de tu Piedad confío me perdonarás, JESÚS Dulcísimo, y me darás auxilios para corregir mi vida hasta perderla por tu amor en tu santa Gracia. Y para asegurar mi palabra os presento desde hoy y para siempre por fiador de mi enmienda a vuestro fidelísimo Siervo y Amigo muy querido SAN MIGUEL, de cuya sagrada Piedad, muy semejante a la vuestra, espero aceptará esta fianza, y con su sagrada y poderosa asistencia, hará que yo cumpla lo que tan de veras prometo. Amén JESÚS, MARÍA, MIGUEL.
Las rosas y los laureles
Ciñan tus sienes, MIGUEL,
Y vítores te de el Cielo,
Ciñan tus sienes, MIGUEL,
Y vítores te de el Cielo,
Porque venciste a Luzbel.
ORACIÓN
Purísimo Espíritu, y tan Amante de nuestro Dios y Señor, venerado Padre mío Señor SAN MIGUEL, pues mereciste ser Defensor de su honra y fiel custodio de su Divinidad, con la mayor devoción y con el más inexplicable gozo de mi alma, postrado ante tu soberana presencia te doy gracias por tu soberano valor, con que tú solo sacaste la cara para defender el Divino Nombre de nuestro Soberano Criador, y te doy los plácemes por el bien que a todo lo criado le vino, pues hiciste que esos apóstatas y rebeldes desocuparan tantas Sillas como ahora ocupan tantos Santos y ocuparán los Justos hasta el día del Juicio: yo te suplico por el amor que tienes a nuestro Dios y Señor me asistas en la vida y en la muerte, para que yo tenga la dicha de lograr gozar de la Gloria en tu compañía. Amén.
Un Padre nuestro y Ave María con Gloria Patri, por los que están en pecado mortal.
Aunque indignos, ¡oh MIGUEL!,
De la culpa arrepentidos,
De la culpa arrepentidos,
Invocamos tu favor
Muy amantes y rendidos.
ORACIÓN
Mi amantísimo Padre y mi Juez, antes que llegue aquel tremendo día en que me he de ver ante tu soberano Tribunal, quiero, como reo que soy de tantas culpas como he cometido contra la Majestad Soberana, postrarme ante su soberana presencia, benignísimo MIGUEL, Padre mío, para que reconociéndome tu Justicia digno de eterno castigo, ahora que tengo remedio me dirijas a las mejores sendas de mi salvación, pidiendo a Dios nuestro Señor, pues sois tan Valido suyo, mi ayuda con su Gracia, para que viviendo como debo, merezca en mi muerte de tu sagrada boca oír la sentencia favorabe de Bienaventurado. Amén.
Un Padre nuestro y Ave María con Gloria Patri, para que Dios mantenga en su gracia a los que están en ella.
Ofrece al Eterno Padre,
Sumo Ministro de Dios,
A ese Verbo Encarnado,
Pues vino al mundo por nos.
Sumo Ministro de Dios,
A ese Verbo Encarnado,
Pues vino al mundo por nos.
ORACIÓN
Nobilísimo Príncipe del Cielo, que como Sumo Sacerdote del Altísimo le ofreces en superabundante satisfacción por nuestras culpas los infinitos méritos de Jesucristo Señor nuestro, yo te suplico que cada día, cuando ofreces el Incruento Sagrado Sacrificio del Altar, lo ofrezcas especialmente por mí, mísero pecador, para que con tan sin igual satisfacción sea limpio de mis culpas, y vaya luego que salga mi alma de mi cuerpo en vuestros sagrados brazos a ver a Dios nuestro Señor en tu compañía en la Gloria. Amén.
Un Padre nuestro y Ave María con Gloria Patri, por los devotos de nuestro Gloriosísimo Arcángel.
BREVE CONSIDERACIÓN
Considera que en el Cielo, siendo el lugar más sagrado, no faltó un demonio que con su escándalo arrastrara la tercera parte de los Ángeles a los infernales calabozos, y advierte con atención que los que allí quedaron fueron protegidos de la Virtud de su soberano Príncipe MIGUEL: Considera que a los Santos que gozan de ese dichoso día que no se acaba, ha favorecido el poderoso Patrocinio de nuestro amado Padre Señor SAN MIGUEL: Y que si los Ángeles y los Santos necesitaron de su favor, ¿con cuánta mayor razón nosotros, que estamos llenos de culpas y carecemos de méritos?
Considera que en el Cielo, siendo el lugar más sagrado, no faltó un demonio que con su escándalo arrastrara la tercera parte de los Ángeles a los infernales calabozos, y advierte con atención que los que allí quedaron fueron protegidos de la Virtud de su soberano Príncipe MIGUEL: Considera que a los Santos que gozan de ese dichoso día que no se acaba, ha favorecido el poderoso Patrocinio de nuestro amado Padre Señor SAN MIGUEL: Y que si los Ángeles y los Santos necesitaron de su favor, ¿con cuánta mayor razón nosotros, que estamos llenos de culpas y carecemos de méritos?
Y para que puedas formar algún juicio del honor tan grande de que la Majestad Soberana se ha servido conferir a este Gloriosísimo Santo Arcángel, advierte, como aseguran algunos autores, que este Gloriosísimo Archiserafín es el Canciller de Dios, que tiene el sello de la Majestad Divina en las manos, con que marca y señala a los predestinados, según se introduce en el Apocalipsis, mandando a los cuatro Ángeles ministros de la Divina Justicia que no hagan daño en la tierra ni en el mar hasta que se señalen en las frentes los Siervos de Dios, y así no parece creíble que no sean los primeros señalados con esta marca los Justos que sean devotos de este Gloriosísimo Arcángel, porque ¿cómo no ha de querer Dios que sean sellados los devotos del mismo que tiene, y a quien fió su Sello? Considerando esto atentamente, di con gran atención los siguientes Gozos.
GOZOS AL SANTO ARCÁNGEL
Pues en la Corte del Cielo
Gozáis tan altos blasones,
Dad a nuestros corazones,
Dad a nuestros corazones,
Señor San Miguel, consuelo.
De la Escuadra Celestial
Sois el primer Coronel,
Que al atrevido Luzbel
Venciste en guerra campal,
Venciste en guerra campal,
Echando al fuego infernal
Su rabia y furioso anhelo.
Dad a nuestros corazones,
Su rabia y furioso anhelo.
Dad a nuestros corazones,
Señor San Miguel, consuelo.
Vos al hombre desterraste,
Que profanó el Paraíso,
Bien que con piadoso aviso,
Bien que con piadoso aviso,
Su enmienda solicitaste,
Pues con piedad le enseñaste
Pues con piedad le enseñaste
A llevar con pan su duelo:
Dad a nuestros corazones,
Dad a nuestros corazones,
Señor San Miguel, consuelo.
Vos al pueblo de Israel
Sacaste libre a buen puerto,
Y guiaste en el desierto,
Porque a Dios sirviese fiel;
Dándole por pan aquel
Maná, que bajó del Cielo:
Dad a nuestros corazones,
Dándole por pan aquel
Maná, que bajó del Cielo:
Dad a nuestros corazones,
Señor San Miguel, consuelo.
De la escuadra de MARÍA
Fuiste el Cabo principal
Y Embajador especial
De quién Cristo se valía,
Cuando a su Madre quería
Consolar acá en el suelo.
Dad a nuestros corazones,
Dad a nuestros corazones,
Señor San Miguel, consuelo.
Cuando Cristo en Oración
Estuvo en el Huerto triste,
Vos del Cielo le trajiste
Estuvo en el Huerto triste,
Vos del Cielo le trajiste
El consuelo en su aflicción:
Dando alivio en la ocasión
Dando alivio en la ocasión
De su mayor desconsuelo:
Dad a nuestros corazones,
Dad a nuestros corazones,
Señor San Miguel, consuelo.
Aprecio mucho en el Juicio
De Dios tu virtud alcanza,
Pues te fía la balanza
Para hacer de Juez oficio:
Pesando virtud y vicio
Del grande y del pequeñuelo.
Dad a nuestros corazones,
Dad a nuestros corazones,
Señor San Miguel, consuelo.
La empresa más gloriosa
Fía Dios a tu destreza,
Y emplea tu fortaleza
En las más dificultosas:
Haces obras tan pasmosas
Que admiran la Tierra y el Cielo.
Dad a nuestros corazones,
Dad a nuestros corazones,
Señor San Miguel, consuelo.
Abogado y Protector
De la Iglesia Militante,
Cuida siempre vigilante
De darla auxilio y favor;
Y cuando el riesgo es mayor,
Tanto es mayor su desvelo.
Dad a nuestros corazones,
Dad a nuestros corazones,
Señor San Miguel, consuelo.
Dad, pues, Arcángel Glorioso
Aliento a nuestra esperanza,
Pues tenéis tanta privanza
Con el Todopoderoso;
Venga a todos presuroso
Vuestro favor en su vuelo.
Dad a nuestros corazones,
Dad a nuestros corazones,
Señor San Miguel, consuelo.
De vuestro Amparo sagrado
Fiamos en nuestra muerte,
Seguro el logro, y la suerte
De salvación, pues postrado
De salvación, pues postrado
Huye el Infierno turbado
Del brazo de vuestro celo.
Dad a nuestros corazones,
Dad a nuestros corazones,
Señor San Miguel, consuelo.
ORACIÓN QUE ENSEÑÓ SEÑOR SAN MIGUEL A UN GRAN DEVOTO SUYO LLAMADO DIONISIO, ENCARGÁNDOLE LA REZASE TODOS LOS DÍAS
Señor mío: por tu infinito poder y virtud, y por los merecimientos de la preciosa muerte de tu Glorioso Hijo, te suplico que tenga siempre limpio mi corazón y mi lengua enfrenada, y que haga tales cosas como a ti te agradan. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)