Devoción dispuesta por el Padre fray Dionisio de Llorens OFM Cap., y publicada en Barcelona en 1913, con licencia eclesiástica.
Por la señal ✠ de la Santa Cruz; de nuestros ✠ enemigos líbranos, Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
¡Dios mío y Señor mío, que por mi amor quisisteis nacer en un pesebre y morir en una Cruz! ¡Cuán odiosa ha sido mi ingratitud, cada vez que me he permitido ofenderos! ¡Cuán grande mi atrevimiento cada vez que he faltado a vuestra Santa Ley! Vos Señor, ostentando vuestra misericordia para conmigo, os habéis mostrado Dios, pues solo en un Ser Infinito puede caber tanta inmensa bondad, y yo, cada vez que he desobedecido vuestros preceptos, he dado prueba de mi pequeñez, de mi vileza y de mi nada. Por eso vengo ahora arrepentido a implorar vuestro perdón, tanto más necesario, cuanto más ingrato me considero ¡Perdón Dios mío! ¡Perdón Padre amantísimo! Os ofendí y al considerarlo, siento vivísimo temor, pero al veros en la Cruz, renace mi esperanza y confío seré perdonado. Así lo espero y por esto con el Profeta Rey, os digo desde el fondo de mi alma: ¡Apiadaos de mí Dios mío, según vuestra gran misericordia! Así sea.
SALUTACIÓN Y PLEGARIA A LA VIRGEN SANTÍSIMA
¡Reina de los Ángeles, Inmaculada María! A vuestros pies está un pecador que os saluda con filial cariño, y que desea y ha deseado amaros con todo el corazón, pero que no ha sabido cumplir su deseo, y no se ha conducido como verdadero devoto vuestro. Sin embargo, ¡qué consuelo tan grande ha sentido siempre que os ha invocado! Recuerdo que desde muy pequeñito, vuestra Sagrada Imagen era para mí muy querida, y que en las grandes aflicciones de la vida encontré en vuestro Santuario tranquilidad, resignación y paz…
Hoy vengo a implorar de nuevo vuestro maternal auxilio, seguro de que también seré escuchado, vengo a pediros mucho, porque sé que mucho podéis y mucho necesito de vuestra maternal protección. Mis penas, mis deseos, mis necesidades Vos las conocéis muy bien porque las madres siempre leen en el corazón de sus hijos: os entrego, pues, mi alma y mi cuerpo y os pido me alcancéis lo que deseo, si ha de ser para mi bien eterno, y si no, dadme resignación y un grande amor a Vos, mi Madre querida y Reina de los Ángeles. Amén.
Récense tres Avemarías saludando a la Santísima Virgen como Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo.
Se concluye con la siguiente
ORACIÓN
¡María! ¡Consuelo de los afligidos! permitidme llegar a Vos, para depositar en vuestras manos mis alegrías y mis penas, mis temores y mis deseos. Acordaos, Señora de los Ángeles y de los hombres, que vuestro Hijo Divino nada os niega, y valeos de vuestro poder en mi favor, ¿habré de hacer el relato de mis necesidades, para que me alcancéis el remedio? ¡Bien se que no! Y por esto, me limito a rogaros por mí y por los míos, por las necesidades de la Santa Iglesia, hoy tan combatida, y por mi pobre patria, tan amada de Vos, y que tan mal corresponde a vuestros favores. Oídme, Señora, acordaos de los motivos que tengo para pediros, acordaos que sois mi refugio porque soy un pecador, mi consuelo porque estoy afligido, y mi amorosísima Madre porque soy vuestro devoto. Seguro estoy de que no olvidareis estos títulos, y esto me basta para quedar consolado. ¡Adiós Madre mía! Dadme vuestra bendición, antes que yo abandone este lugar. Recibid mi agradecimiento por los consuelos recibidos de vuestra intercesión, y concededme la gracia de alabaros siempre en la vida y por toda la eternidad. Así sea.
Récese una Salve por las necesidades espirituales y temporales de la Iglesia y de la Nación.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)