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ORGULLOSAMENTE HISPANOHABLANTES

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lunes, 30 de agosto de 2021

TRIDUO A NUESTRA SEÑORA DE LOS ÁNGELES DE CARTAGO

Dispuesto por el Padre fray Dionisio de Llorens OFM Cap., y publicado en Barcelona en 1913.
   
TRIDUO A NUESTRA SEÑORA DE LOS ÁNGELES, EN OBSEQUIO A LA MILAGROSA IMAGEN QUE CON ESTE TÍTULO SE VENERA EN LA CIUDAD DE CARTAGO, DE LA CUAL ES PATRONA INSIGNE, LO PROPIO DE LA DIÓCESIS DE COSTA RICA
   
   
Por la señal ✠ de la Santa Cruz; de nuestros ✠ enemigos líbranos, Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
    
ACTO DE CONTRICIÓN
Jesucristo, Hijo del Eterno Padre, que, por amor a los hombres, bajasteis del Cielo a redimirnos, por medio de vuestra dolorosa pasión y muerte ¿Qué pecador habrá que no aliente su esperanza, al contemplar el infinito valor de su rescate? Considerando lo muy obligados que estamos a amar y servir a tan generoso bienhechor y lo mal que le hemos correspondido, debían romperse de dolor nuestros corazones, pero la malicia los ha endurecido y solo un milagro de vuestra misericordia puede mover estas piedras, que frías por la culpa no sienten, ni conocen el fatal estado de perdición en que se hallan. ¿Quién podrá interceder por nosotros? Solo Vos, Inmaculada Madre, siempre Virgen María, Reina de los Ángeles y Corredentora de los pecadores, por ella, pues ¡Oh Jesús divino! os pedimos nos perdonéis y nos deis gracia eficaz para dejar el vicio y practicar la virtud, y así ir a gozar de vuestra amable vista por toda la eternidad. Amén.
    
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Reina de los cielos!, cuyo poder y hermosura admiran los Ángeles y engrandecen a los hombres, porque sois Madre nuestra, no desdeñándoos de llamar hijos a los pobres pecadores. Con esta confianza venimos a postrarnos ante vuestra presencia, en este santo templo, donde os aparecisteis para favorecernos en nuestras necesidades, mostrándonos vuestro amor en esa pequeña y milagrosa Imagen, por la que hacéis tantos milagros, premiando así la fe con que os veneran vuestros hijos, aclamándoos en sus trabajos, pues hallan siempre alivio en sus males y socorro en sus penas. ¡Oh Reina de los Ángeles! recibid estas humildes oraciones que os dedicamos en este Triduo, honrando los tres días de vuestras apariciones, en las que manifestasteis que era vuestra voluntad que aquí os buscásemos, para derramar sobre nosotros vuestras gracias celestiales. Aquí tenéis a vuestros sagrados pies al más necesitado de vuestros hijos, pidiéndoos amparo para sí y para todos los atribulados, pues sois refugio de los tristes y salud de los enfermos. Volved vuestros ojos a esta porción de vuestro cariño y no dejéis sin consuelo a los que en Vos confían. Amén.
   
DÍA PRIMERO – 30 DE JULIO
MARÍA, REINA DE LOS ÁNGELES, HIJA DE DIOS PADRE
    
MEDITACIÓN
Saludamos los cristianos a la Virgen Santísima, como Hija, Madre y Esposa de nuestro Dios, y en estos títulos descansa la razón teológica y ascética de las imponderables grandezas y privilegios de María Inmaculada y los motivos de nuestra confianza. Como consecuencia de tan divinos dictados atribuimos a María una plenitud participada y conforme a la humana condición, de poder, sabiduría y amor, que consideramos de modo absoluto en el Padre Eterno, en el Verbo Hijo y en el Divino Espíritu. Por el poder, sobre toda ponderación y sobre cuanto podemos barruntar en nuestros ensueños de grandeza, llamamos a nuestra Madre, María Inmaculada, Omnipotente por gracia, y afirmamos ser sus ruegos como mandatos para el Criador, pues todo lo alcanza y jamás ha sufrido repulsa en sus peticiones. Efecto de tan incomprensible poder de la Virgen María, es su dominio sobre los cielos y tierra y sobre los abismos. En los cielos porque está sentada junto al trono de Jesucristo, situado en lo más elevado del celeste empíreo y en el lugar más distinguido sobre los coros de los ángeles y de los bienaventurados, de los que ha sido constituida reina y soberana, y a quien rinden honor y vasallaje los moradores de la eterna bienaventuranza. En la tierra donde todas las generaciones la aclaman bienaventurada y le dirigen alabanzas y los humanos corazones acuden a ella en demanda de auxilio y protección, pues María es la defensora de las almas atribuladas, la victoria de las oprimidas, al guía y sostén de las perfectas, la salvadora de las gracias y favores que ha resuelto otorgar el Omnipotente Dios a sus criaturas, la árbitra de las leyes naturales en cuanto se relaciona con sus bondades, la salud de los enfermos, el bienestar de los corazones rectos y la esperanza de los pecadores y de toda la creación. Y sobre los abismos, donde María domina por el terror que su nombre infunde en los demonios, por el espanto que les ocasiona su presencia, y porque no les permite realizar sus designios, antes, se los desbarata por completo, siendo ella sola para los infernales espíritus más terrible que un ejército puesto en orden de batalla. ¿Quién no sentirá ensanchársele el corazón, al recordar que este ser tan poderoso, que esta Virgen Inmaculada, que es la Reina de los Ángeles y de las criaturas todas, es también nuestra cariñosísima Madre? ¿es la que se interesa por nuestra salvación mucho más de lo que nosotros mismos podemos hacerlo a favor nuestro? Confiemos pues en María, e imploremos su indefectible protección todos los días de nuestra vida. ¡Oh María! Nuestra Señora de los Ángeles, Hija de Dios Padre, Omnipotente por gracia, rogad por nosotros.

Medítese lo que acaba de leerse, y pídase la gracia que se desea alcanzar.
    
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
Amorosísimo Dios Omnipotente y Padre de las misericordias, yo os adoro, bendigo y glorifico porque escogiste entre todas las criaturas a la Santísima Virgen María, para que fuera vuestra Hija predilecta y Madre de la Divina Gracia, comunicándole vuestro amor y poder para socorro y remedio de nuestras necesidades y dolencias, y para que en ella fueseis glorificado ahora y por los siglos infinitos. Amén.
   
Dios os salve, Hija dulcísima del Eterno Padre, yo os doy mil parabienes con todos los ángeles y bienaventurados, por las gracias y poder con que os coronó como a Hija predilecta, fortalecednos Señora, contra todas las asechanzas de nuestros enemigos, ahora y en la hora de nuestra muerte. Así sea. Padre nuestro, Ave María y Gloria.
    
Amoroso Dios y sapientísimo Hijo del Eterno Padre, yo os adoro, bendigo y glorifico, porque entre todas las mujeres, escogisteis singularmente para Madre vuestra y Madre de las Misericordias a la Santísima Virgen María, comunicándole vuestro amor y sabiduría para que fuera refugio en nuestra tribulaciones y congojas, y para que en ellas fueses glorificado ahora y por los siglos infinitos. Amén.
   
Dios te salve, Madre dulcísima de Dios Hijo, yo os doy mil parabienes con todos los ángeles y bienaventurados, por todas las gracias y sabiduría con que os coronó como a Madre amantísima, alumbrad Señora mi entendimiento con la luz de la fé, para no perderme en las sombras y tinieblas del pecado. Así sea. Padre nuestro, Ave María y Gloria.
    
Amorosísimo y Divino Espíritu por naturaleza Santo, que sois todo amor y todo fuego, yo os adoro, bendigo y glorifico, porque entre todas las vírgenes, escogiste por esposa singularmente vuestra y Madre de pureza, a la Santísima Virgen María, comunicándole vuestro amor y santidad, para que fuera amparo y consuelo en todas nuestra angustias y penas, y para que en ella fueses glorificado ahora y por todos los siglos. Amén.
    
Dios os salve, Esposa dulcísima del Espíritu Santo, yo os doy mil parabienes con todos los ángeles y bienaventurados, por el singular amor con que os coronó como a Esposa castísima, encended, Señora, nuestro corazón en el amor de Dios, para servirle y después gozarle en vuestra compañía por toda la eternidad. Así sea. Padre nuestro, Ave María y Gloria.
    
Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A Ti, celestial Princesa,
Virgen Sagrada María,
yo te ofrezco en este día
alma, vida y corazón.
Mírame con compasión,
no me dejes, Madre mía.
   
℣. Tu Inmaculada Concepción, Virgen Madre de Dios.
℞. Anunció la alegría a todo el mundo.
   
ORACIÓN
Oh Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen María preparaste a tu Hijo una digna morada, y en previsión de la muerte de tu Hijo la preservaste de todo pecado, concédenos por su intercesión llegar a ti limpios de todas nuestras culpas. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
   
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
    
DÍA SEGUNDO – 31 DE JULIO
Por la señal…
Acto de contrición y Oración para todos los días.
    
MARÍA, REINA DE LOS ÁNGELES, MADRE DEL VERBO DIVINO
     
MEDITACIÓN
Estaba en el poder del Criador, formar para el Verbo Eterno que había resuelto tomar la humana naturaleza, la Madre a su arbitrio, y ¿Quién podrá suponer que no la formase lo más santa y perfecta posible? ¿Cómo no escogerla como altísima predilección entre todas las criaturas y adornarla de los más ricos privilegios concebibles a un ser humano, objeto de las singulares complacencias divinas? Por esto cuanto grade y excelso se encuentra en todas las criaturas, cuanto admirable y digno hay repartido entre todos los seres, decretó el Omnipotente se hallará reunido en la dichosa criatura que había aceptado por Madre, con la sola diferencia de que el Señor depuró esta misma grandeza y estas excelencias, las enriqueció con otros indecibles dones que sobrepujan la capacidad de los sencillo y natural y las dedicó a su Madre, resultando el ser más admirable salido de las manos del Criador. El Verbo – Hijo de Dios hizo a María participante, en la posibilidad de la humana condición, que aquel infinito piélago de sabiduría, con que ordenó todas las cosas y las dispuso a su gloria. Fuele dado a la Virgen Santísima leer con inmensurada capacidad en los decretos de Dios, vislumbró tales divinos misterios y tan excelsas verdades, que mejor que San Pablo pudo decir en su corazón, que excedían a la inteligencia humana, las cosas que le habían sido manifestadas. Por efecto de tan incomprensible sabiduría, el conocimiento que la Virgen María tenía de las verdades de la fe y de la religión, era claro y más penetrante que el de los sabios más esclarecidos y santos más celebrados, pues María, con razón, es llamada Madre y Trono de la sabiduría. Si nosotros queremos poseer la luminosa sabiduría de las verdades de la fé, si deseamos adelantar en la ciencia de la virtud, si anhelamos guiarnos por el admirable conocimiento de la voluntad de Dios, que es el supremo de los conocimientos, estudiemos a María, pidámosle luz, supliquémosle que nos guíe e ilumine en nuestro viaje por el mundo. Recordemos que consecuencia de la incomparable sabiduría de María, que Dios se la comunicó, la Virgen Santísima sabe las inclinaciones de nuestra alma, lee en el fondo de nuestro corazón, conoce nuestras necesidades y no se le oculta el remedio necesario. Y este pensamiento nos anime, y este recuerdo nos obligue a ponernos más y más en sus manos, a solicitar su protección, a obsequiarla con nuestras devociones, a fin de que, se digne venir en nuestro auxilio, ahora y siempre y más particularmente en la hora de nuestra muerte. ¡Oh María, Reina de los Ángeles, celestial Trono de Sabiduría, rogad por nosotros!
    
Medítese lo que acaba de leerse, y pídase la gracia que se desea alcanzar. Las demás Oraciones se dirán todos los días.
    
DÍA TERCERO – 1 DE AGOSTO
Por la señal…
Acto de contrición y Oración para todos los días.
    
MARÍA, REINA DE LOS ÁNGELES, ESPOSA DEL ESPÍRITU SANTO
  
MEDITACIÓN
Las almas que poseen la divina gracia, son templos vivos del Espíritu Santo, que se complace derramando en ellas los subidos dones de que es dispensador magnífico. Cuanto mejor dispuesta se halla un alma tanto se complace el Divino Espíritu en comunicarles sus favores. Por esto nunca comprenderemos suficientemente el cúmulo de privilegios y distinciones de que haría objeto a aquella criatura privilegiada que por antonomasia es su Esposa predilecta. La plenitud del Divino Espíritu descansó en la Virgen María según la capacidad de que la había dotado el poder del Padre y la Sabiduría del Verbo, que era eminentemente superior a las criaturas todas, y solo inferior a la de la persona divina de su Hijo Jesús. Resumen de todos los dones y excelso remate a la vez de tanta perfección, fue el encendidísimo amor que abrasó su corazón. La vehemencia de la llama divina que ardía en el interior de la Virgen Santísima, mil veces habría consumado su preciosa vida material si un milagro continuo no le hubiese conservado las fuerzas naturales. Ensalcemos y ponderemos cuanto nos sea dado el más puro y afectuoso amor de los ardientes serafines, y las arrobadoras ansias y estupendos éxtasis de los santos y bienaventurados y el conjunto de este indecible amor sería pálida figura de la realidad incomprensible de amor y afecto que la Virgen María, posee para Dios, participación excelsa del amor del Divino Espíritu. Como en Dios, el amor de María se traduce en vehementísimo amor hacia las almas, que experimentó su más estupenda crecida al presenciar lo que se dignó obrar el Redentor en favor de las mismas, y rebasó toda ponderación al recibir el encargo del mismo Jesús, de que velase por las almas como tierna madre. La manifestación más arrobadora del amor, es la que señala el amor de una madre, y María es madre de los mortales por expreso encargo de Dios y como a tal debe poseer toda la ternura y todo el amor de que es capaz el corazón de una madre, y en consecuencias es imponderable el amor que la Virgen Santísima tiene a cada uno de nosotros. Es amor de compasión, amor de sacrificio, amor activo y continuo, que no se amortigua por nuestra ingratitud y se halla dispuesto siempre a defender a sus hijos por lo que es llamada, Reina y Madre de misericordia. Si la Virgen María por necesidad nos ama, desea y quiere nuestra salvación, porque es nuestro único bien ¿Cómo no se animará nuestra confianza? ¿Cómo no podrá quedar frio nuestro corazón, cuando se reconoce tan tierna y eficazmente amado? Amemos a María, amemos a nuestra Madre, que puede, sabe y quiere ayudarnos. ¡Oh María Reina de los Ángeles, causa de nuestra alegría, rogad por nosotros!
    
Medítese lo que acaba de leerse, y pídase la gracia que se desea alcanzar. Las demás Oraciones se dirán todos los días.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)