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sábado, 31 de julio de 2021

UN PREFACIO “POLÍTICAMENTE INCORRECTO” EN EL SACRAMENTARIO LEONIANO

En tiempos del Sacramentario Leoniano, cuando se trataba de fórmulas litúrgicas, la libertad estaba a la orden del día. Pero a partir de este momento, se empezó la codificación de los textos de la Misa.
   
Entre los elementos codificados en el Sacramentario Leoniano se hallan las “oratiónes et præces diúrna” (oraciones y preces diurnas), consistentes en 31 Misas, se encuentra el siguiente prefacio, perteneciente a la Misa 20:
LATÍN
Vere dignum et justum est, ǽquum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine sancte, Pater omnípotens, ætérne Deus, per Christum Dóminum nostrum. Qui cœléstibus disciplínis ex omni parte nos ínstruens, quáliter a fidélibus tuis falsos fratres discernéremus osténdis, Unigéniti tua voce pronúntias: ‘ex frúctibus eórum cognoscétis eos’. De his sunt enim infláti sensu carnis suæ, et non tenéntes caput. De his sunt, qui terréna sapiéntes ídeo deprecántium te verba fastídunt, quia ánimales atque carnáles, quæ sunt spíritus Dei, stulta mente non cápiunt. De his sunt réprobi circa fidem, quam, nesciéntes quæ loquántur néque de quíbus affírment, sæpe subvertére conáti sunt et conántur. De his sunt súbdoli operárii, qui introeunt exploráre Ecclésiæ libertátem quam habet in Christo, ut eam secum in turpem rédigant servitútem. De his sunt, qui penétrant domos, et captívas ducunt muliérculas onerátas peccátis, non solum viduárum facultátes, sed devorántes étiam maritárum. Isti jam nec justos appétunt se vidéri, nec saltim defóris sunt vel dealbáti vel loti, sed palam pudóre calcáto, de pravis conversatiónibus suis étiam gloriántur, et domi fórisque spurcítiam contrahéntes, non tam reférti sunt óssibus mortuórum, quam magis ipsi sunt mórtui. Quíbus evangélica senténtia conveniénter exclamat: ‘Si lumen quod in te est tenébræ sunt, ipsæ tenébræ quántæ sunt?’. Nam cum in his quæ vidéntur obscúra sint et malæ famæ nigra dedecóre, satis evidénter ápparet hæc eos in occúlto gerére, quæ étiam turpe sit dícere. Isti non solum ad tuam grátiam veniéntes sui fœditáte detérrent, sed étiam intrínsecus frátribus constitútis, pro quíbus Christus est mórtuus, offendículum suæ perversitátis oppónunt. Tales cavére nos jubes per Apóstolum tuum, docens, ‘Separáte vos ab omni fratre inordináte ambulántem’. Et ea nos præcípis operári, quæ vidéntes cuncti vere fidéles tui te cœléstem Patrem colláudent atque magníficent, a quo rationábiles consciéntiæ bónæque famæ donum omne perféctum óptimumque descéndit, per Christum Dóminum nostrum. Per quem majestátem tuam láudant Ángeli, adórant Dominatiónes, tremunt Potestátes, Cœli cœlorúmque Virtútes ac beáta Seraphim sócia exsultatióne concelébrant. Cum quíbus et nostras voces ut admítti júbeas, deprecámur, súpplici confessióne dicéntes: Sanctus
  
TRADUCCIÓN
Verdaderamente es digno y justo, equitativo y saludable, que te demos gracias en todo tiempo y lugar, oh Señor Santo, Padre todopoderoso y eterno Dios, por Cristo, Señor nuestro. Que instruyéndonos en todas partes con doctrinas celestiales, nos muestras cómo podemos distinguir a los falsos hermanos de entre tus fieles (Gálatas 2, 4), pronunciando por voz de tu Unigénito, “por sus frutos los conoceréis” (San Mateo 7, 16). Porque entre estos están los que están inflados en el sentido de la carne (Colosenses 2, 18), y no sostienen sus cabezas. Entre estos están los que, pensando (solo) de las cosas de la tierra (Filipenses 3, 18), se molestan por tanto en las obras de los que Te alaban, porque son como animales y carnales, y en su mente estúpida no reciben las cosas que son del Espíritu de Dios (1.ª Corintios 2, 14). Entre estos están los que son reprobados respecto a la fe (2.ª Timoteo 3, 8), la cual frecuentemente tratan y han tratado de subvertir, no sabiendo lo que dicen o declaran. Entre estos están los operarios engañosos (2.ª Corintios 11, 13), que vienen a espiar la libertad que la Iglesia tiene en Cristo (Gálatas 2, 4), que ellos tratan de reducir consigo en torpe servidumbre. Entre estos están los que se meten a las casas, y arrastran a las mujercillas cargadas de pecados (2.ª Timoteo 3, 6), devorando los bienes no solo de las viudas, sino también de las que tienen marido (San Marcos 12, 40). Estas personas ni siquiera buscan parecer justos, y ni siquiera se han blanqueado o lavado exteriormente, sino que, habiendo desterrado todo sentido de vergüenza, presumen abiertamente de su malvada conducta, y llevan consigo la inmundicia en casa y en público, no tanto están llenas de los huesos de los muertos, sino que ellos mismos están muertos (San Mateo, 23, 27). De estos clama apropiadamente la sentencia evangélica: “Si la luz que hay en ti es tinieblas, ¿cuán densa será la oscuridad?” (San Mateo 6, 23). Y puesto que las cosas que se ven en estas personas son sombrías y negras con la desgracia de la mala fama, es claramente evidente que ellos hacen en secreto esas cosas que es vergonzoso incluso mencionar (Efesios 5, 12). Estas personas no solo alejan con su necedad a los que vienen a Tu gracia, sino que también ponen piedra de tropiezo de su propia perversidad ante sus hermanos establecidos dentro de la Iglesia, por la cual Cristo murió. Tú nos diste orden de evitar a tales gentes, enseñándonos por medio de Tu Apóstol: “Apartaos de cualquiera de entre vuestros hermanos que proceda desordenadamente” (2.ª Tesalonicenses 3, 6). Y Tú nos ordenaste hacer aquellas obras que todos tus verdaderos fieles pueden ver, y alabarte y glorificarte a Ti, Padre Celestial, del cual desciende toda conciencia razonable de buena fama, y de todo don perfecto y excelente (Santiago 1, 17), por Cristo nuestro Señor. Por quien alaban los Ángeles a tu majestad, adoran las Dominaciones, se estremecen las Potestades, y la celebran con igual júbilo los Cielos, las Virtudes de los cielos y los bienaventurados Serafines. Te rogamos, que, con sus voces admitas también las de los que decimos, con humilde confesión: Santo...
   
La autoría de este Prefacio particularmente extenso y lleno de referencias escriturísticas ha sido materia de debate: quién lo atribuye a San León Magno contra los herejes y cismaticos (entre ellos Dióscoro de Alejandría), quién lo adjudica a San Gelasio contra los senadores romanos que querían revivir la fiesta Lupercália, aunque más parece dirigido contra los arrianos, que se habían convertido en la religión de las monarquías ostrogoda y visigoda. Y en todo caso, se debe reconocer en su autor que denuncia proféticamente la inmoralidad y la corrupción moral que se entronizó y radicalizó en estos tiempos apocalípticos en que nos ha tocado vivir.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)