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viernes, 9 de julio de 2021

MES EN HONOR A SANTA ANA (DÍA 9)

Recopilado por el P. Dr. Vicente Alberto Rigoni, Cura Párroco de Santa Ana en Villa del Parque (Buenos Aires), el 12 de Mayo de 1944. Tomado de RADIO CRISTIANDAD.

DÍA NOVENO
   
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
  
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Dios os salve, ¡oh gloriosa Santa Ana, cuyo nombre significa la gracia de la que fuiste por Dios llena, gracia que distribuís a vuestros devotos. Nosotros, postrados a vuestros pies, os rogamos que aceptéis estos humildes obsequios con los cuales pretendemos honraros, como a madre de nuestra amantísima Madre y Reina y como abuela de nuestro dulcísimo Redentor Jesús. Y Vos, en señal de que os agradan nuestros homenajes, libradnos del maldito pecado alcanzándonos la gracia de modelar nuestra vida conforme a vuestros ejemplos, y obtenednos luz, fervor y constancia para que con la meditación que vamos a hacer, crezcamos en virtud y seamos más y más gratos al Señor. Amén.

MEDITACIÓN: Elevación de Santa Ana hacia el Señor.
El Damasceno dice que Santa Ana de las rentas y frutos del haber doméstico formaba, con el consentimiento de su marido tres partes: la primera la ofrecía al templo de Jerusalén para el culto del Señor; la segunda la distribuía entre los pobres, y la tercera la empleaba en el sostenimiento honesto de la familia. Así es verdaderamente; cuando Dios es el tesoro del corazón no hay apego a los bienes terrenales, que hoy son y mañana desaparecen; por el contrario, dándole gracias a El que los da, cómo y cuándo quiere, se le vuelven donándolos a su culto y a sus pobres. He aquí como la casa de Santa Ana llega a ser un asilo de ángeles, un paraíso floreciente de virtudes. Los afligidos, atribulados y enfermos son llevados allí, y Ana los recibe por amor a Dios y los fortalece. En verdad ¿qué maravilla no es que el mismo Dios se alojase en esa casa y hallase en los brazos misericordiosos de Ana el reposo que después tuvo en el seno de su hija?
    
Cosa óptima es, ¡oh cristiano!, mirar con reconocimiento los dones que Dios nos ha dado y devolvérselos a El mismo, para atesorar centuplicadamente en el Cielo. Contribuyendo al lustre y decoro de la casa de Dios, tú lo reconoces por absoluto dueño de cuanto posees; y con aliviar la indigencia haces tu deudor a Dios mismo, que dices: Lo que hicieres con mis pobres, conmigo lo hicisteis. Dad y se os dará. Es verdad que no todos podrán ser espléndidos con la Iglesia y con los pobres; pero como Dios mira más el afecto del donante que la suma donada, acepta la pequeña moneda de la viuda con más agrado que la ofrenda de los ricos. El no te exige que te prives de cuanto necesitas; y está dispuesto a hacerte merced por un vaso de agua dado por su amor, y tu caridad será encomiada el día del juicio, en presencia del universo. ¡Oh!, bienaventurados, los misericordiosos; el que mucho siembra, abundantemente recoge.
    
Favorecida de gracias especiales, Santa Ana sentía en grado sumo la necesidad de acercarse en todo momento a su Dios, vivir en Él, reposar en Él, y todo a Él lo encaminaba aún su misma esterilidad, que parecía, según la opinión hebraica, indicio de maldición y cólera divina.
    
Con invicta paciencia y admirable resignación a su pesar y a su llanto unía humildes y fervorosas súplicas, ayunos prolongados y rigurosos, frecuentes y generosas limosnas.
    
Suplicaba al Señor tuviera de Ella piedad y misericordia, y sus oraciones subían al trono de Dios omnipotente como blanquecina nube de oloroso incienso. Ella debía soportar y soportaba muy santamente el desprecio de las personas que la conocían, la frialdad de los Sacerdotes y todas las impertinencias de las personas que en su esterilidad querían ver una prueba de desagrado del Señor.
    
Y Santa Ana no hacía más que suplicar al Señor con todo el amor de su corazón para que la librara de aquellas amarguras.
    
Tomemos ejemplo del modo cómo debemos suplicar para obtener: primero la gracia del Señor; después aquello de que tengamos más necesidad.
   
EJEMPLO: En Bruselas en el año 1864, una pobre mujer cuyo marido se había dado a todos los vicios, oyó hablar de los continuos prodigios obrados por Santa Ana y sin más, emprendió, como peregrina el camino hacia su Santuario para demandar y obtener la deseada conversión. No la arredró los 500 km. de camino, al contrario, abrazó voluntariamente los terribles trabajos del tal viaje persuadida de obtener la gracia. Llegó a la Iglesia de la Santa desfallecida y con los pies ensangrentados; se postró ante su trono y tanto lloró, tanto suplicó que por fin se sintió el alma inundada de alegría, preludio cierto de la gracia obtenida. Levantóse con fe y de regreso a su patria encontró al esposo completamente mudado de vida. Respetuoso y bueno, emprendió de nuevo sus prácticas religiosas y en todos sus días llevó vida cristiana y edificante.
   
OBSEQUIO: Prometamos al Señor alejar de nosotros la indolencia en el divino servicio.
   
JACULATORIA: Misericordiosísima Santa Ana, estimuladnos a continuas aspiraciones hacia el Señor.
   
ORACIÓN
¡Oh, piadosísima Santa Ana, que imitando los encomios de la mujer fuerte y teniendo siempre a Dios en la mente y el corazón, fuisteis generosa con el templo, larga con los pobres y multiplicasteis riquezas para el Cielo con el esplendor de vuestras acciones virtuosas; por esto el honor de la mujer que de Vos recibió la vida os llama bienaventurada, y bienaventurada, os repiten cuantos son sus hijos. ¡Oh, gloriosísima madre!; tended una mirada también hacia mí, que, aunque pobre y miserable, fui engendrado por vuestra hija al pie de la cruz y pertenezco al número de vuestros devotos. Extendedme vuestra mano, proveedme de la doble vestidura de vuestros devotos domésticos; llenadme de fortaleza y decoro, a fin de que pueda ser reconocido por vuestro en mi último día. Amén. Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
    
℣. Ruega por nosotros, bienaventurada Santa Ana.
℞. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
        
ORACIÓN
Oh Dios, que te dignaste conceder a Santa Ana la gracia de dar al mundo a la Madre de Vuestro Unigénito Hijo, haz, por tu misericordia, que nos ayude junto a Ti la intercesión de aquélla cuya fiesta celebramos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
    
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)