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lunes, 16 de octubre de 2023

UN EXAMEN DE LA RESPUESTA A LA DUBIA PRE-SINODAL

Traducción del artículo publicado en NOVUS ORDO WATCH.
   
¿FRANCISCO APROBÓ BENDECIR A LAS PAREJAS HOMOSEXUALES? EXAMINANDO SU RESPUESTA A LA DUBIA PRE-SINODAL
Continúa el juego bergogliano de las preguntas…
   

El 2 de Octubre de este año fue el Día D (‘Día de las Dúbia’): El Dicasterio vaticano para la Destrucción de la Fe, hoy dirigido por el ‘Cardenal’ Victor Manuel Fernández, publicó las respuestas oficiales y autorizadas (firmadas personalmente por Jorge Bergoglio, alias ‘Papa Francisco’) a dos conjuntos de Dúbia que les habían sido sometidas el mes de Julio: un conjunto de diez preguntas por el ‘cardenal’ Dominik Duka, y un conjunto de cinco por los ‘cardenales’ Raymond Burke, Juan Sandoval Íñiguez, Walter Brandmüller, Robert Sarah, y Joseph Zen.
    
Como era de esperarse, las respuestas vaticanas iban con fuegos artificiales. Aquí los vínculos de nuestra cobertura de lo que va del drama:

Una de las respuestas explosivas dadas por el dúo doctrinal argentino (Francisco/Fernández) concernía a la pregunta de los cinco cardenales novusorditas sobre la bendición de las parejas homosexuales. Ellos preguntaron:
«Dúbium sobre la afirmación de que la práctica generalizada de bendecir las uniones entre personas del mismo sexo está de acuerdo con la Revelación y el Magisterio (CIC 2357).
   
Según la Divina Revelación, atestiguada en la Sagrada Escritura, que la Iglesia “por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo escucha piadosamente, conserva santamente y expone fielmente” (Dei Verbum 10): “En el principio” Dios creó al hombre a su imagen, varón y hembra los creó y los bendijo para que fuesen fecundos (cf. Gn 1, 27-28), por lo que el Apóstol Pablo enseña que negar la diferencia sexual es consecuencia de negar al Creador (Rm 1, 24-32). Surge la pregunta: ¿puede la Iglesia derogar este “principio”, considerándolo, en contra de lo que enseña Veritátis splendor 103, como un mero ideal, y aceptando como “bien posible” situaciones objetivamente pecaminosas, como las uniones entre personas del mismo sexo, sin faltar a la doctrina revelada?» [Fuente; negrillas y cursivas del original].
Es cierto que esta es una forma bastante complicada de formular la pregunta, que prácticamente le ruega a Francisco que responda de la manera más oscura y ambigua posible. No hace falta decir que eso es precisamente lo que hizo, y en detalle:
«Respuesta del Papa Francisco:
    
a) La Iglesia tiene una concepción muy clara sobre el matrimonio: una unión exclusiva, estable e indisoluble entre un varón y una mujer, naturalmente abierta a engendrar hijos. Sólo a esa unión llama “matrimonio”. Otras formas de unión sólo lo realizan “de modo parcial y análogo” (Amóris lætítia 292), por lo cual no pueden llamarse estrictamente “matrimonio”.
   
b) No es una mera cuestión de nombres, sino que la realidad que denominamos matrimonio tiene una constitución esencial única que exige un nombre exclusivo, no aplicable a otras realidades. Sin duda es mucho más que un mero “ideal”.
    
c) Por esta razón la Iglesia evita todo tipo de rito o de sacramental que pueda contradecir esta convicción y dar a entender que se reconoce como matrimonio algo que no lo es.
     
d) No obstante, en el trato con las personas no hay que perder la caridad pastoral, que debe atravesar todas nuestras decisiones y actitudes. La defensa de la verdad objetiva no es la única expresión de esa caridad, que también está hecha de amabilidad, de paciencia, de compresión, de ternura, de aliento. Por consiguiente, no podemos constituirnos en jueces que sólo niegan, rechazan, excluyen.
     
e) Por ello la prudencia pastoral debe discernir adecuadamente si hay formas de bendición, solicitadas por una o por varias personas, que no transmitan una concepción equivocada del matrimonio. Porque cuando se pide una bendición se está expresando un pedido de auxilio a Dios, un ruego para poder vivir mejor, una confianza en un Padre que puede ayudarnos a vivir mejor.
    
f) Por otra parte, si bien hay situaciones que desde el punto de vista objetivo no son moralmente aceptables, la misma caridad pastoral nos exige no tratar sin más de “pecadores” a otras personas cuya culpabilidad o responsabilidad pueden estar atenuadas por diversos factores que influyen en la imputabilidad subjetiva (Cf. San Juan Pablo ll, Reconciliátio et Pœniténtia, 17).
    
g) Las decisiones que, en determinadas circunstancias, pueden formar parte de la prudencia pastoral, no necesariamente deben convertirse en una norma. Es decir, no es conveniente que una Diócesis, una Conferencia Episcopal o cualquier otra estructura eclesial habiliten constantemente y de modo oficial procedimientos o ritos para todo tipo de asuntos, ya que todo “aquello que forma parte de un discernimiento práctico ante una situación particular no puede ser elevado a la categoría de una norma”, porque esto “daría lugar a una casuística insoportable” (Amóris lætítia 304). El Derecho Canónico no debe ni puede abarcarlo todo, y tampoco deben pretenderlo las Conferencias Episcopales con sus documentos y protocolos variados, porque la vida de la Iglesia corre por muchos cauces además de los normativos» [Cursivas del original].
Ese fue un total de siete párrafos en los cuales el ‘Papa’ parece decir cualquier cosa desde  a no a puede ser hasta lo que decidáis. Esta es una manera de responder que es característicamente bergogliana: Hay algo en ella para todos y, por eso, como era de esperar, el popular juego de preguntas de “¿Qué dijo o quiso decir realmente Francisco?” se puso en marcha de inmediato (recordemos que hace unos siete años se publicó un libro un libro con el título Lo que el Papa Francisco realmente dijo en un esfuerzo por limpiar los primeros tres años de doble discurso bergogliano. No sorprende que el autor Tom Hoopes no publicara una secuela).
    
En lo que sigue, atravesaremos la niebla que Bergoglio y Fernández han creado en su respuesta al Dubium y brindaremos un verdadero control de la realidad católica.
   
Una evaluación sedevacantista de la respuesta de Francisco
Con respecto a (a), Francisco simplemente habla de labios para afuera sobre el matrimonio allí. Obsérvese que evita mencionar el propósito del matrimonio (principalmente, la engendración y educación de los hijos; en segundo lugar, el apoyo y el afecto mutuos), y se limita a afirmar que un matrimonio está abierto a la engendración de hijos. Eso no está mal, pero es curioso que no mencionara para qué existe el matrimonio en primer lugar, especialmente considerando que es el propósito de una cosa del cual deducimos su uso legítimo.
   
Francisco cita su exhortación infernal Amóris Lætítia, n. 292. Será útil y esclarecedor citar el párrafo completo:
«El matrimonio cristiano, reflejo de la unión entre Cristo y su Iglesia, se realiza plenamente en la unión entre un varón y una mujer, que se donan recíprocamente en un amor exclusivo y en libre fidelidad, se pertenecen hasta la muerte y se abren a la comunicación de la vida, consagrados por el sacramento que les confiere la gracia para constituirse en iglesia doméstica y en fermento de vida nueva para la sociedad. Otras formas de unión contradicen radicalmente este ideal, pero algunas lo realizan al menos de modo parcial y análogo. Los Padres sinodales expresaron que la Iglesia no deja de valorar los elementos constructivos en aquellas situaciones que todavía no corresponden o ya no corresponden a su enseñanza sobre el matrimonio» [Antipapa Francisco, Exhortación apóstata Amoris Lætitia, n.º 292].
  
Aquí vemos la teología del Vaticano II en acción: se habla del matrimonio cristiano como “plenamente realizado” en una unión de marido y mujer que han entrado en el estado sacramental del matrimonio. Observa la terminología inteligente, que es extremadamente significativa. Como ocurre con la redefinición conciliar de la Iglesia en Lumen Géntium, n.º 8, según el cual la Iglesia de Cristo “subsiste en” la Iglesia católica, por lo que aquí también vemos una apertura semántica diabólicamente astuta que permite una explotación más adelante. Se está estableciendo una premisa ambigua a partir de la cual se pueden deducir ideas peligrosas y venderlas al desprevenido sentado en los bancos como un "desarrollo doctrinal".

¿Cuál es esa premisa? La premisa es que la esencia del matrimonio puede existir en grados o en elementos. Está contenido en la formulación de Francisco de que el matrimonio cristiano es “plenamente realizado” en aquellos que han contraído el santo matrimonio. Esto abre la puerta a sostener que el matrimonio también se realiza en otras uniones en elementos o grados; ciertamente no “completamente” y, por lo tanto, sólo de manera imperfecta, pero sí real verdaderamente.

Eso es precisamente lo que hizo el Vaticano II con respecto a la esencia de la Iglesia, por lo que ahora se habla de comunión “imperfecta” o “parcial” entre Roma y denominaciones “cristianas” no católicas, en contraposición a comunión “plena”. Antes del Vaticano II, o se estaba en comunión con la Iglesia o no.

En su herética encíclica Ut Unum Sint de 1995 sobre el ecumenismo, el 'Papa' Juan Pablo II habló de «la comunión real pero imperfecta que existe entre» todos los bautizados (n.º 96), y de cómo esa «comunión imperfecta pero real se preserva y crece». en muchos niveles de la vida eclesial” (n.º 84) [subrayado añadido]. No sorprende, por tanto, que ahora Bergoglio y sus secuaces hayan comenzado a aplicar la metafísica de los "elementos" también al matrimonio. Existe plenamente en los casados, y parcial o imperfectamente en quienes mantienen algún tipo de relación sexual sin estar casados. ¡Es una locura!

Y de hecho, vemos a Francisco declarar explícitamente en el mismo párrafo 292 de Amóris Lætítia que hay algunas formas de unión sexual que «contradicen radicalmente este ideal [!], mientras que otras lo realizan al menos de manera parcial y análoga». No perdió tiempo en aplicar la nueva premisa del matrimonio como “realizable” en elementospartes o grados. Es más, es él mismo quien se refiere al matrimonio cristiano como un (mero) “ideal”, en el que otras uniones sexuales pueden participar de manera imperfecta.

Dado que no dice con precisión qué sindicatos tiene en mente, está abierto a una interpretación y un “desarrollo” convenientes en el futuro. Fundamentalmente, lo que el falso Papa enseña en Amóris Lætítia es que la fornicación es una “realización imperfecta” del santo matrimonio. Lo que antes era pecado mortal, un mal claro, ahora es una santidad imperfecta, un bien parcial. Es como decir que un aborto es una atención prenatal imperfecta. ¡Qué tontería… pero qué tontería peligrosa!

Es un principio filosófico fundamental que la esencia no admite grados (ver Bernard J. Wuellner, Summary of Scholastic Principles [Chicago: Loyola University Press, 1956], n.º 513). Sin embargo, eso es precisamente lo que niega esta metafísica de los “elementos”. A causa de tan horrendo error filosófico, los padres sinodales de 2014/15 afirmaron que «la Iglesia no ignora los elementos constructivos [!] en aquellas situaciones que aún no corresponden o ya no corresponden a su enseñanza sobre el matrimonio» (Amóris Lætítia, n.º 292).
   
Tenemos una noticia para los modernistas sinodales: no hay nada constructivo en el pecado mortal. La “fidelidad” que se muestra entre dos adúlteros permanentes, por ejemplo, no es un bien positivo. En todo caso, los mantiene aún más apegados a su pecado y, por lo tanto, presenta un obstáculo aún mayor para su salvación.
    
Por cierto: en 2017, el ‘cardenal’ Francesco Coccopalmerio Ceppi sugirió que se aplicara esta misma metafísica errónea de elementos a cuestiones de validez sacramental, pero hasta ahora no ha tenido éxito. Por otra parte, basta con darle unos cuantos sínodos más y en poco tiempo habrá sacramentos “parcialmente válidos” o “imperfectos”.
    
Para obtener más información, hemos expuesto y desmantelado la teología moral falsa y peligrosa en Amóris Lætítia en nuestro episodio de podcast TRADCAST 013 (incluye transcripción descargable).

Respecto a (b), Francisco de repente no recuerda que es él mismo quien llama “ideal” al matrimonio cristiano, como acabamos de ver en Amóris Lætítia, n.º 292. Ahora que resulta conveniente, sostiene que el matrimonio «es sin duda mucho más que un mero “ideal”». Pero aquí también notamos una vaguedad intencional: afirma que es «mucho más que» un ideal, pero no aclara qué es realmente. Una cosa es decir lo que algo no es, o lo que es más que; otra cosa es que nos digan qué es.
   
Respecto a (c), Francisco nos dice lo que hace y no hace su iglesia en términos de rito litúrgico o sacramental. Habla en presente, no en futuro. Fácilmente podría haber aclarado que la Iglesia no sólo no administra, sino que no puede administrar, y nunca administrará ningún tipo de rito o sacramental, ni nada análogo, que pudiera ofender a Dios y/o comprometer su enseñanza moral y dogmática. Eligió no hacerlo. En cambio, habla de lo que se hace actualmente. Lo que eso vale se puede ver en su cambio doctrinal respecto a la pena de muerte, donde de repente lo que la Iglesia había enseñado en el pasado tuvo que dar paso a lo que él estaba enseñando en el presente y para el futuro. Lo que se había hecho y enseñado durante muchos siglos antes ya no significaba nada frente a esa “conciencia” de dignidad humana que supuestamente la Iglesia había adquirido en los últimos tiempos.

Además, observamos con cierta diversión que, si bien Francisco ahora afirma que no quiere «dar la impresión de que algo que no es matrimonio sea reconocido como matrimonio», fue él quien en 2016 reveló su convicción de que si se cohabita/fornica durante mucho tiempo basta con la misma persona, demostrando así “fidelidad”, la pareja se encuentra en un “matrimonio real” por la “gracia” conyugal que manifiesta tener¡No puedes inventar estas cosas!

Respecto al (d), Francisco apela a la “caridad pastoral”. Esto está muy bien, pero para ser verdaderamente pastoral, debe ser una caridad que, ante todo, ame a Dios sobre todas las cosas y al prójimo por amor de Dios (cf. Mc. 12, 30-31). Aunque es evidente que la defensa de la verdad objetiva no es el único elemento de esta caridad, es un elemento necesario y, por tanto, nunca debe ser contradicha, neutralizada o eclipsada bajo el engañoso pretexto de amar al pecador.

Por lo tanto, en la medida en que sea necesario para defender y salvaguardar la ley moral, debemos «convertirnos en jueces que… niegan, rechazan [y] excluyen», tal como lo hizo Nuestro Bendito Señor mismo cuando dijo: «Porque os digo, que si vuestra justicia no excede la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt. 5, 20); y como dijo San Pablo a los corintios:
«Pero ahora os he escrito, para que no os hagáis compañía de alguno que, llamándose hermano, sea fornicario, o avaro, o sirviente de ídolos, o calumniador, o borracho, o ladrón; uno, ni siquiera para comer. ¿Qué tengo yo que hacer para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis a los que están dentro? Para los que están fuera, Dios juzgará. Quitad al maligno de entre vosotros» (1 Corintios 5, 11-13).
La verdadera misericordia del Evangelio es aquella que condena el pecado mortal y requiere arrepentimiento y un firme propósito de enmienda para poder recibirlo.

Respecto a (e), Francisco invoca una “prudencia pastoral” que supuestamente debe «discernir si hay formas de bendición, solicitadas por una o más personas, que no transmitan una concepción errónea del matrimonio». Pero realmente no hay nada que discernir. Una unión sexual entre dos personas fuera del matrimonio no puede ser bendecida, punto. No importa que se excluya una «concepción errónea del matrimonio». Es la unión misma la que es mala, sin importar la etiqueta que le pongamos. La forma en que Francisco plantea la cuestión hace que parezca que el único criterio a cumplir fuera el de no confundir unión no matrimonial con matrimonio, pero claramente no es así.

Es en este párrafo (e) que Francisco abre el camino a la bendición de las parejas pervertidas, ya sean fornicarios, adúlteros o sodomitas. Lo hace al no cerrar claramente la puerta cuando tenía el deber de hacerlo. En cambio, intenta forzar una apertura, por pequeña que sea, que no existe ni puede existir en la enseñanza católica.

Respecto a (f), cuando se trata de pecado mortal que se manifiesta públicamente y tiene el potencial de escandalizar a otras almas, no sólo debemos tratar a esas personas precisamente como pecadores públicos, sino que el obispo local puede incluso necesitar imponer un interdicto o excomunión al pecado mortal a las personas implicadas, con caridad hacia ellos y hacia el resto del rebaño. Es precisamente una cuestión de caridad pastoral comunicar a un alma descarriada que va camino de la perdición eterna. Esto debe basarse, por supuesto, en un motivo de amor a Dios y al prójimo, no en un motivo de odio o desprecio.

Es deber del pastor llamar a los pecadores al arrepentimiento, no buscar formas de excusar sus pecados mortales:
«Cuando diga yo al impío: “Oh impío, ciertamente morirás”; si no hablas para advertir al impío de su camino, ese impío morirá en su iniquidad, pero demandaré su sangre de tu mano. Pero si le dices al impío que se convierta de su camino, y no se convierta de su camino, morirá en su iniquidad; pero tú habrás librado tu alma» (Ezequiel 33, 8-9).
Cuando nuestro Señor envió a Sus doce Apóstoles, no les ordenó que trajeran un espíritu acogedor a todos, sino que les dijo que llamaran a los hombres al arrepentimiento: «Y saliendo, predicaban que los hombres debían hacer penitencia; y expulsaban muchos demonios, y ungían con aceite a muchos que estaban enfermos, y los sanaban» (Mc 6,12-13).
   
Respecto al punto (g), Francisco revela cómo pretende implementar a nivel parroquial bendiciones para las parejas en uniones sexuales inmorales: Simplemente hazlo. No preguntes, no digas, simplemente hazlo y no hagas un escándalo por ello de una forma u otra. No quiere que se institucionalice mediante normas litúrgicas o derecho canónico, porque eso no sería factible en la actualidad y podría resultar contraproducente. Lo importante para él es que se haga. Es un hombre de práctica más que de teoría. Para él, «la realidad es superior a la idea» (Exhortación Evangélii Gáudium, n.º 231). Quiere instituir primero la práctica herética y blasfema, y ​​luego lo teórico (reglas oficiales o cambios doctrinales) puede seguir después. Para él, la teoría sigue a la práctica.

Hasta aquí nuestro comentario a las respuestas del dúo doctrinal argentino al segundo Dúbium.

Habiendo recibido la respuesta de Francisco/Fernández en tan sólo 24 horas, y evidentemente no satisfechos con su contenido, los cinco cardenales presentaron Dúbia de seguimiento a su set original el 21 de Agosto. Respecto a la cuestión de la bendición de las parejas sodomitas, el Dúbium reformulado afirma:
«Su Santidad ha insistido en que no puede haber confusión entre el matrimonio y otro tipo de uniones de naturaleza sexual y que, por tanto, debe evitarse cualquier rito o bendición sacramental de parejas del mismo sexo que pueda dar lugar a tal confusión. Nuestra preocupación, sin embargo, es otra: nos preocupa que la bendición de parejas del mismo sexo pueda crear confusión en cualquier caso, no sólo en el sentido de que pueda hacerlas parecer análogas al matrimonio, sino también en el sentido de que los actos homosexuales se presentarían prácticamente como un bien, o al menos como el posible bien que Dios pide a las personas en su camino hacia Él. Reformulemos, pues, nuestro dúbium: ¿Es posible que en algunas circunstancias un pastor pueda bendecir uniones entre personas homosexuales, sugiriendo así que el comportamiento homosexual como tal no sería contrario a la ley de Dios y al camino de la persona hacia Dios? Vinculado a este dúbium es necesario plantear otro: ¿sigue siendo válida la enseñanza sostenida por el magisterio ordinario universal, según la cual todo acto sexual fuera del matrimonio, y en particular los actos homosexuales, constituyen un pecado objetivamente grave contra la ley de Dios, independientemente de las circunstancias en las que tenga lugar y de la intención con la que se realice?» [Fuente; negrillas y cursivas del original].
A muchos no les sorprenderá saber que ni Francisco ni su sepulturero Fernández decidieron responder por segunda vez. De hecho, Fernández bromeó diciendo que Francisco no es el «esclavo de los mandados» de los cardenales, cuando no es otro que este ‘Papa’ a quien le encanta enfatizar que encontramos libertad y alegría precisamente en «servir a los demás».

Si Francisco fuera verdaderamente lo que dice ser (el Siervo de los Siervos de Dios, o Papa), entonces él guardaría la ortodoxia de la doctrina y aclararía las dudas respecto a lo que sería su deber primario, en vez de grabar vídeomensajes sobre la polución oceánica o platicando con Bill Clinton sobre el clima en el 2050.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)