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sábado, 28 de octubre de 2023

LAUDÁTE DEUM Y UN ÁLBUM AGNÓSTICO: UNA RELACIÓN

Traducción de la carta de Vincenzo Rizza a Aldo María Valli, publicada en DUC IN ALTUM.
   
LA “LAUDÁTE DEUM” Y UN ÁLBUM DE DE ANDRÉ
   
   
Querido Valli,

La referencia contenida en su artículo [aquí] al arrogante título Laudáte Deum de la última exhortación apostólica, parafraseando a Fabrizio De André en el Testamento de Tito, “me ha hecho pensar”.

Vd. escribe que “Dios es relegado a un rincón, como se tratase de un accesorio de poco valor”. È vero: por una parte Dios es relegado a un rincón, por la otra el hombre es conscientemente denigrado porque estaría destruyendo lo Creado pero al mismo tiempo (¿inconscientemente?), helo aquí exaltado porque es considerado patrón de verdades científicas incontestables.
    
Entrambos comportamientos (de denigración y exaltación) me parecen caras de la misma medalla, fruto de una visión del hombre que se rebela y sustituye a Dios por un hombre tan poderoso que logra pulverizar lo que Dios ha creado y tan sabio que conoce toda verdad.

He citado antes a Fabrizio De André, extraordinario cantautor que se declaró no creyente, que sin embargo estaba fuertemente attraído y fascinado por la figura de Jesús. De un Jesús considerado no Hijo de Dios sino hijo de hombres; pero un grandísimo hombre, un revolucionario que ha cambiado la historia.

En lo que considero la obra maestra de De André, el álbum La Buona Novella, tomado de los evangelios apócrifos [Fabrizio De André dijo en su momento que descubrió los evangelios apócrifos –inspiración para su álbum, en contraposición a los Evangelios canónicos a los que despectivamente llamaba «sala de prensa del Paraíso»– por el presbítero Carlo Maria Scaciga, de la diócesis de Novara, con quien De André tuvo amistad, N. del T.], me parece entrever una lectura de la Iglesia muy cercana a aquella que hoy se busca introducir.

El álbum se abre con un himno, Laudáte Dóminum (casi semejante a la Laudáte Deum), para concluirse con otro himno, Laudáte hóminem. En medio, la historia de José y María y de la crucifixión de Jesús que halla término precisamente con El Testamento de Tito, esto es, de uno de los dos ladrones que en artículo de muerte [Tito es en nombre que se le da al Buen Ladrón en el Evangelio árabe de la infancia, mientras que se le llama Dimas en el Evangelio de Nicodemo; al otro se le llama Dímaco y Gestas respectivamente, N. del T.], colgado en la cruz, recorre los mandamientos y su vida.

Tito no cree que exista un solo Dios:
Non avrai altro Dio all'infuori di me
Apesso mi ha fatto pensare:
Genti diverse venute dall'est
Dicevan che in fondo era uguale.
Credevano a un altro diverso da te
E non mi hanno fatto del male.
[No tendrás otro Dios, aparte de mí.
A menudo me ha hecho pensar:
Gentes diversas venidas del este
Decían que en el fondo era igual.
Creían en otro distinto de ti
Y nunca me hicieron daño]
Cuánta semejanza con el documento de Abu Dabi.
    
Tito no cree que Jesús sea Hijo de Dios, sino que cree que es humano como él:
Guardate la fine di quel nazzareno
E un ladro non muore di meno.
[Mirad el final de aquel nazareno:
Un ladrón no muere peor].
Pero Tito, al ver a Jesús, un hombre que muere, aprende el amor:
Io nel vedere quest’uomo che muore
Madre, io provo dolore
Nella pietà che non cede al rancore
Madre, ho imparato l’amore.
[Yo al ver a éste hombre que muere,
Madre, yo siento dolor.
En la piedad que no cede al rencor,
Madre, yo he aprendido el Amor].
Se consigue la exaltación final del hombre y no del Dios Jesús, contenida en el himno final Laudáte hóminem.

La Laudáte Deum, y en general muchas “reformas” del actual pontificado, me parece por tantos aspectos sobreponible a la visión del cantautor genovés: seguramente apreciable para un no creyente, inaceptable para un católico.

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