Por Francinelly Tremamunno para LA NUOVA BUSSOLA QUOTIDIANA.
Este domingo 7 de agosto, la plaza Bolívar de Bogotá fue el
escenario de la toma de posesión de Gustavo Petro. Más de 100 mil
invitados, entre altas personalidades y ciudadanos comunes, fueron
testigos de un acto cargado de simbolismos que puede revelarnos lo que
está por venir para Colombia en los próximos cuatro años de mandato
presidencial.
El protocolo de la imposición de la banda presidencial se rompió:
la tradición indica que debe colocarla el presidente del Senado, en
este caso Roy Barreras; sin embargo, el neo presidente recibió la banda
de manos de la senadora María José Pizarro Rodríguez, hija del líder del
extinto “Movimiento 19 de Abril”, el comandante Carlos Pizarro
Leongómez. Su padre fue asesinado en 1990, justo después de la firma del
acuerdo que desmovilizó a la guerrilla para convertirse en partido.
“Llamo ahora a una hija de la izquierda, una hija de
la historia: esa historia que fue interrumpida por las balas asesinas
pero que, gracias a usted (haciendo referencia a Gustavo Petro), hoy
retoma el cauce”, dijo Barreras y llamó a la senadora Pizarro, quien
subió al escenario vestida de rojo y con el rostro de su padre bordado
en la espalda, al mejor estilo del Che Guevara. Su presencia fue un
guiño al pasado guerrillero de Petro: la hija de Carlos Pizarro le
colocó la banda presidencial al primer líder de izquierda que toma el
poder en la historia de Colombia y, además, un exmiembro del M-19.
Vale recordar que por 16 años los guerrilleros del M-19
intentaron tomar el poder por las armas en Colombia y fue protagonista
de acciones muy violentas, como la toma con rehenes de la embajada de
República Dominicana y del Palacio de Justicia. Esta última terminó en
una tragedia con el incendio del edificio y la muerte de 101 personas,
entre ellos 11 magistrados.
El grupo insurgente también es recordado por el robo de la espada de Simón Bolívar,
que estuvo desaparecida durante 17 años. Y contradiciendo la orden a su
antecesor Iván Duque, Gustavo Petro interrumpió el protocolo del acto y
ordenó poner la espada del libertador a la vista de la multitud que
asistió a su posesión presidencial.
Aunque no se tiene la certeza de que efectivamente haya pertenecido a Bolívar,
Petro repite la obsesión que caracterizó la llegada al poder de Hugo
Chávez en Venezuela y que se ha repetido como un plan macabro en los
otros países bajo la figura del “bolivarianismo”, promovido por los
partidos de izquierda latinoamericanos. Es la manipulación de los
símbolos históricos para imponer el Socialismo del Siglo XXI, la
mutación moderna del castro-comunismo.
El traslado de la espada a la tarima estuvo
acompañado de las típicas consignas “revolucionarias” y entre ellas la
favorita del expresidente Hugo Chávez: “Alerta, alerta, alerta que
camina, la espada de Bolívar por América Latina”.
“Esta espada... quiero que nunca más esté enterrada,
que solo se envaine cuando haya justicia en este país. Es la espada del
pueblo. Por eso la queríamos aquí. En este momento y en este lugar.
Quizá para todos los presidentes, cuando se posesionen se vuelvan un
objeto que los acompañe siempre”, aseguró en medio de aplausos. Ese
“siempre” parece vaticinar la llegada de una nueva era para los
colombianos, que a juzgar por los símbolos podría parecerse al proceso
ya vivido por los venezolanos y que trajo consigo la destrucción del
país.
Luego tomó juramento la ambientalista Francia Márquez,
como la primera vicepresidenta afro de Colombia. “Cuidadora de la casa
grande: el útero mayor, la Madre Tierra”, así se presenta en la página web oficial del gobierno colombiano, “bajo la premisa de que todos los colombianos puedan vivir sabroso”.
Pero como si no era suficiente, antes de la asunción oficial,
Petro asistió a varias ceremonias simbólicas. En la Sierra Nevada de
Santa Marta, al norte del país, los indígenas aruhacos le dieron su
“bendición”. Aunque la ceremonia fue privada, los medios colombianos
aseguraron que la máxima jerarquía de la comunidad le entregó el bastón
de la sabiduría. Esto nos hace recordar los ritos indígenas en las tomas
de posesión de Evo Morales en Bolivia y López Obrador en México.
Colombia se adentra así en un período de cambios,
con un izquierdista al mando, un Congreso a su favor y una oposición
debilitada. Y la guinda del pastel: el vicepresidente iraní Seyyed
Mohamad Hoseino fue visto en la toma de posesión, lo que podría
presagiar la cercanía a grupos terroristas como Hamas, Hezbolá y la
Yihad Islámica. Es evidente que el castrocomunismo también hizo
metástasis en Colombia.
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